Cambio climático y viaductos amenazan bosques en barrancos
Cambio climático y viaductos amenazan bosques en barrancos
Expertos advierten riesgos al equilibrio del llamado Cinturón Ecológico Metropolitano (CEM) y sus servicios ambientales: regulación climática, purificación de aire, recarga de agua y conservación de biodiversidad. También sugieren opciones ante necesidades viales de la capital.
Los barrancos y sus laderas, antes considerados escenarios de aventura y juego para muchas generaciones y ahora reconocidos como baluartes del equilibrio ambiental, corren riesgo de perder su relevancia dentro de la vida urbana moderna. El cambio climático y hasta empresas constructoras encabezan la lista de amenazas.
Expertos en temas urbanos y ambientales aseguran que es esencial comprender que estos espacios representan conexión con la naturaleza y alternativa de recreación, pero también una fuente vital de beneficios ecológicos para la ciudad.
La expansión urbana y los cambios drásticos en el clima parecen devorar cada espacio disponible, así que el CEM se destaca como un elemento esencial para la sostenibilidad. Promover su preservación y uso adecuado no solo es una estrategia ambiental inteligente, sino también una manera de mantener la identidad y la calidad de vida en nuestras urbes, sostienen los estudiosos.
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El fundador y director de Fundaeco, Marco Cerezo, expone que este cinturón más allá de ser una propuesta ambiental es realmente una propuesta para que la ciudad sea «resiliente al cambio climático».
«En este contexto de cambio climático, la región metropolitana enfrentará enormes desafíos de ordenamiento; por eso preocupa lo del cinturón ya que en realidad la tentación de hacer viaductos en todos los barrancos va a ser enorme y los únicos espacios de recarga de los acuíferos de la ciudad están ahí. Si impermeabilizamos los barrancos y los deforestamos vamos a acelerar el estrés hídrico de la ciudad y la pérdida de los acuíferos metropolitanos», advierte.
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Los servicios ambientales
En los diferentes ecosistemas, los árboles son los principales conductos naturales del agua. Los bosques de los barrancos, al cubrir el 42 % de la superficie de la ciudad, juegan un papel importante en dirigir este recurso para abrir pozos.
Gabriel Valle, director del Capítulo Metropolitano de Fundaeco, señala que uno de los servicios ambientales más importantes de estos bosques es el agua. «Los bosques son como esponjas y absorben el agua de lluvia que se escurre despacio y que, lento, llega al suelo; aunque siempre va a haber un escurrimiento normal del agua, es ahí donde ocurre más infiltración al subsuelo y esa es la recarga hídrica, la que va a alimentar esas cavernas».
El paisaje también es un servicio ambiental que brindan los barrancos a la ciudadanía y al turismo. La flora y fauna (alrededor de 130 especies) que habitan estos ecosistemas, dibujan un panorama verde entre las zonas de la región. Valle comenta: «Los turistas se maravillan con el paisaje increíble, con los volcanes que nos adornan. El de Agua y el de Acatenango pintan muy linda la ciudad y los bosques alrededor».
Estos paisajes pueden conformar parques ecológicos accesibles, pues el CEM abarca toda la ciudad. Acerca de ello, Cerezo subraya: «La visión de este cinturón, cuando se creó el concepto, fue dotar a la región metropolitana de un sistema de áreas naturales bajo diversos esquemas de protección y manejo, que garanticen una producción sostenible de servicios ambientales, se incremente la calidad de vida y se constituya en una característica central de la identidad y la fisionomía urbana».
«Imaginemos que hubiera cien parques ecológicos en los barrancos, que no es descabellado en esta ciudad; sería maravilloso, todos podríamos tener un barranco a 300 metros de nuestra casa porque hay en todos lados», sostiene.
En otras palabras, la recreación es el tercer servicio ambiental que brindan estos bosques.
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Por último, pero no menos importante, está el aire. Entre más árboles hay, es mejor la calidad del aire. Por eso, Valle recuerda que el aire respirado en lugares con más árboles es totalmente diferente al del centro citadino, donde no hay muchos.
Construcciones y riesgos
Aunque los paisajes verdes de los barrancos adornan los alrededores, también se pueden observar fachadas de cientos de casas construidas en laderas. El riesgo se ha convertido en tragedia, sobre todo en la época lluviosa.
En ese sentido, desde que se creó el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la Municipalidad de Guatemala, en 2008, la ciudad se dividió en sectores basados en su utilidad. Las zonas del POT G0 y G1 abarcan barrancos y laderas de barrancos. Desde ese momento se ha regulado el uso de ese territorio por los riesgos e impactos ambientales. Sin embargo, cada vez hay más construcciones nuevas en esas regiones.
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Ninotchka Matute, arquitecta y concejal capitalina, afirma: «El POT prohíbe hacer cualquier desarrollo que tenga que ver con la habitabilidad humana y en general cualquier infraestructura que no ayude a la conservación del ecosistema».
Entonces, ¿por qué se siguen autorizando nuevas construcciones? Matute recuerda que cuando ha cuestionado tal situación en la alcaldía, incluso antes de pertenecer al concejo, se aduce que esas licencias se autorizaron antes de 2008.
«Aunque así fuera, al haber transcurrido tanto tiempo en cualquier proyecto, la licencia vence, por lo que tienen que sacar otra que debe llevar sí o sí la licencia ambiental, que prohíbe construir en esa zona. Además, también esas zonas son de alto riesgo por deslaves e inundaciones. Por lo tanto, como todo en Guatemala, la legislación existe, pero no se hace cumplir», lamenta.
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Los impactos ambientales
El atractivo de los barrancos también radica en la facilidad de movilizarse de un lugar a otro. Por ello se ha proyectado la construcción de viviendas y hasta de carreteras, como el proyecto llamado Corredor Verde S.A., que pretende unir Mixco con la ciudad de Guatemala, vía una carretera con pago de peaje.
Pero, ¿realmente es beneficioso y eficiente?
No proteger estos sectores puede privar a la ciudadanía de los servicios ambientales que ya brinda.
Primero, se impermeabilizan los suelos, lo que pone en riesgo la recarga hídrica. Matute expone al respecto: «Si se talan las pajillas (árboles) que vuelven a meter el agua a la tierra, sencillamente nos vamos a quedar sin agua subterránea y ya el 99 % de los ríos de las aguas superficiales están contaminados. Y como no va a haber agua vamos a tener que empezar a depredar más lejos».
También Cerezo identifica algunos impactos por tal propuesta. «Lo más grave es el precedente y que puede ser una amenaza existencial al futuro del CEM porque si cada propietario privado y cada desarrollador quiere hacer un viaducto privado, vamos a perder todos los barrancos. Nuestra postura no es de oposición absoluta a los viaductos, pero sí pedimos planificar con una visión metropolitana y construir solo aquellos que sean esenciales y que verdaderamente contribuyan a una movilidad sostenible».
A esto agrega Karen Aguilar, directora de Planificación Territorial de Fundaeco, que no es solo la impermeabilización sino cómo va a alterar el tema de la escorrentía y los drenajes porque luego eso finalmente resulta en desastres en otros puntos.
Los investigadores Michelle Tercero y Jorge Aragón, del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (Iarna), de la Universidad Rafael Landívar, autores de un reciente ensayo, llaman a reflexionar en torno a estas concesiones en tierras por vocación no urbanizables, en especial porque los costos ambientales para la metrópoli son mayores a los reducidos beneficios viales.
Abanico de opciones viales
El tránsito es cada vez más pesado y se hace necesario encontrar soluciones. El CEM atrae a muchos para liberar el paso vehicular, pero los expertos proponen algunas opciones que pueden ser más efectivas.
El arquitecto urbanista y presidente de la Asociación de Urbanistas, Manfredo Corado, explica que antes de plantearse un proyecto como el de Corredor Verde, es necesario pensar en cómo desviar el transporte pesado; luego, alternativas multimodales. Es decir, facilitarle a las personas diferentes modos de transporte como la bicicleta y el bus.
También propone la creación de subcentros. «Se puede orientar la construcción a subcentros, ciudades en las afueras que cuenten con viviendas, servicios de salud, ocio y trabajo», expone.
Matute y Cerezo coinciden en que es posible aprovechar los barrancos y las distancias que acortan para crear pasos ciclopeatonales. «Entendemos que hay un problema de viabilidad y de movilidad en la ciudad, pero tal movilidad debe ser suave: puentes ciclopeatonales entre los barrancos. Un puente de estos por ejemplo, permitiría salir de la zona 7, atravesar el parque Érick Barrondo, cruzar al Cementerio General y llegar a la zona 1», ejemplifica Cerezo.
«Si los barrancos se convierten en estos puentes que nos conecten, se estaría haciendo una alternativa eficiente, sana y de movilidad sostenible», resume Matute.
En algunos parques ecológicos como el de Salayá, en Mixco, o el de Sakerti, en la zona 7, se pueden observar senderos entre los árboles, que recorren el barranco hasta llegar al río, conectando así las zonas que rodean la cuenca.
Conservar el CEM se posiciona como la apuesta verde para la ciudad por los servicios ambientales que presta y por las opciones de movilidad que ofrece, y todo ello sin acudir a proyectos de construcción que alteren su naturaleza.
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