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Alexander Segovia

Alexander Segovia: «Las élites apoyan la democracia solo cuando les conviene»

(...) los grandes cambios económicos, sobre todo los estructurales, provocaron un nuevo modelo económico, un nuevo tipo de capitalismo.
Una cosa que es fundamental es que les resulta más fácil negociar con las élites internacionales que con las nacionales, porque las transnacionales en realidad no tienen esa obsesión por el poder local.
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Alexander Segovia: «Las élites apoyan la democracia solo cuando les conviene»

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Hace reclamos a las élites, pero también a la comunidad internacional e incluso a las universidades. Presenta los matices del caso y con el respaldo de sus estudios en economía (cuenta con un doctorado por la Universidad de Londres), retrata el capitalismo por el que atraviesa la región y cómo necesita ser más estudiado interna y externamente. Esta es la primera de dos entrevistas con el economista Alexander Segovia.

Esta conversación ocurrió previo a la inauguración de la VIII Semana Científica de la Universidad Rafael Landívar. Alexander Segovia es coordinador de la Iniciativa Centroamérica (RedICA) formada por centros de investigación de Estados Unidos, Europa y Centroamérica.

Recientemente publicó la segunda edición del libro «El gran fracaso: 150 años de capitalismo ineficiente», una investigación que le da los argumentos para explicar por qué las élites guatemaltecas logran coexistir con las internacionales, pero siguen comportándose como sus antepasados en temas políticos internos.

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—Empiezo con esta frase que mencionó usted hace un momento «es el momento de reivindicar el conocimiento», ¿cuál es el contexto y por qué lo dejamos de lado?

—Una de las razones por las cuales hemos formado RedICA es porque partimos del hecho de que, durante las últimas tres décadas, la región cambió en la parte económica, social, política y cultural por distintas razones, pero ese cambio todavía no lo hemos entendido y no lo hemos estudiado. Esto es parte del problema de por qué no entendemos Centroamérica y por qué nos da sorpresas a cada rato, es porque tenemos lo que yo llamo un «vacío de conocimiento», y esto tiene varias explicaciones.

Una es la pérdida de importancia de Centroamérica en las agendas internacionales y en la academia internacional. Hay que recordar que en los 80 quienes más estudiaron la región fueron académicos internacionales de Estados Unidos. Había toneladas de libros y análisis sobre las causas de la guerra y los conflictos. Una vez que se tuvo el proceso de paz, que hubo estos cambios en el mundo y al llega el neoliberalismo, Centroamérica dejó de ser prioridad.

—¿Dejó de haber recursos para la investigación?

—Aquí hubo falta de recursos, pero allá tampoco hacían investigación, los investigadores extranjeros se dedicaron a estudiar otros temas como China. Pero la razón más importante del cambio fue sin duda la hegemonía del paradigma neoliberal que sepultó los estudios de largo plazo, los históricos, los de economía política y los de poder.

En esa visión el principal foco de estudio no es la sociedad sino el individuo, se planteó el tema del determinismo económico, pero también del fin de la historia y, por lo tanto, bajo ese paradigma, no había necesidad de estudiar ni la sociedad, ni los cambios estructurales, ni el tema del poder, sino que había que centrarse en el funcionamiento micro e individual de las personas.

Esto tuvo enormes consecuencias académicas. Lo primero es que los organismos internacionales —que obviamente fueron uno de los grandes promotores del neoliberalismo en la región—, cortaron el financiamiento para estudios de largo plazo, interdisciplinarios y comparativos. Se vino la moda de que, en lugar de financiar estudios colectivos entre universitarios, financiaron consultorías de corto plazo.

—¿Y esa tendencia sigue?

—Sigue, desgraciadamente, aunque está cambiando. Por suerte en Centroamérica un grupo de gentes —no desde las universidades y esta es una crítica que les hago—, sino desde oenegés o desde centros de pensamiento, o iniciativas individuales. Afortunadamente no se abandonó el estudio comparativo ni histórico en economía política ni el estudio de las élites. Y esos estudios son los que en los últimos años han ayudado a interpretar la realidad centroamericana, pero definitivamente son incompletos.

Edelberto Torres Rivas escribió su famoso libro «La interpretación del desarrollo social centroamericano» que marcó un punto de inflexión en el estudio de las ciencias sociales en Centroamérica, pero el estudio es de los años 60 cuando teníamos sociedades rurales, economías agrícolas agroexportadoras, Estados pequeños, cooptados por élites, autoritarismos. Hoy necesitamos hacer una reinterpretación porque las sociedades y las economías centroamericanas son radicalmente distintas al pasado. Este vacío de conocimiento nos impide entender y reaccionar; y lo más importante para mí, buscar soluciones a lo que llamo la crisis multidimensional que tiene la región.

—Recientemente fue lanzada la segunda edición de su libro «El Gran Fracaso» que retrata 150 años de capitalismo, ¿qué élites tenemos actualmente en la región?

—Uno de los cambios principales, quizás derivados de los cambios estructurales en Centroamérica, ha sido la recomposición de las élites.

Vinculada con esa Centroamérica que ya no existe o existe poco, se creó esa famosa narrativa de una élite homogénea, vinculada a la agricultura con una jerarquía retrasada, conservadora, no democrática, que no invertía, que lo gastaba en bienes suntuarios o que lo metía su dinero debajo de la cama, que se oponía a todo cambio, etcétera. Efectivamente eso existió y existe todavía, pero los grandes cambios económicos, sobre todo los estructurales, provocaron un nuevo modelo económico, un nuevo tipo de capitalismo.

Las élites también cambiaron en varios aspectos en Centroamérica. Hoy son más élites porque las economías son más grandes y diversificadas.

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—¿Las élites centroamericanas actuales son más grandes en número o en poder?

—Son más en términos numéricos, pero también son más diversificadas.

Cuando la economía estaba estructurada alrededor de la tierra, las principales élites eran las vinculadas a la agroexportación y eran muy pocas, porque había concentración de la propiedad y de todo el proceso exportador, pero hoy con la diversificación son de servicio. En la mayoría de países las más poderosas ya no son las vinculadas sólo a la tierra, son las relacionadas a la banca —estas son muy poderosas, son élites financieras—. Y muchas de ellas, si bien es cierto están vinculadas a las familias tradicionales, también son nuevas e internacionales, ni siquiera son de la región.

Lo que tenés es una diversificación de las élites y por lo tanto ya no podemos hablar de que piensan igual, que es otro gran error político que cometemos.

En realidad, tienen ciertos consensos básicos alrededor de algunos temas, pero hay matices importantes y eso tiene que ver con su origen económico. Por ejemplo, una élite de servicios vinculada al exterior, que compite en el extranjero, es una élite que no necesariamente se opone a la educación porque necesita mano de obra semi calificada. A diferencia de una élite que dependía del corte del café, que no necesitaba una fuerza laboral educada.

Mira el caso de Guatemala en los 70, había élites que estaban en la agricultura y tenían inversiones en la industria, algunas invertían en este o en dos o tres países. Pero hoy no, hoy tenemos élites, grupos económicos centroamericanos, guatemaltecos y salvadoreños sobre todo, que invierten en 25 países. Al lado de esa expansión económica ha ido expandiéndose políticamente y económicamente.

—La élite es más grande, más diversa, tiene más poder, pero no refleja más desarrollo para la región ¿por qué?

—No traen más desarrollo porque en los temas sustantivos, que son dos o tres, siguen comportándose de la misma manera. Una revista especializada afirmó que en Centroamérica están las élites más oscuras de América Latina, donde nunca transparentan su riqueza a diferencia de otras internacionales que tienen que demostrar interés por participar en la bolsa de valores.

En la fase posbélica, en este proceso de democratización y en el que por suerte tuvimos democracias electorales, las élites se mostraron como partidarias de la democracia defendiéndola. Lo que sabemos ahora —citando a Edelberto Torres de nuevo— es que apoyan la democracia solo cuando les conviene, cuando no, pues no la apoyan, y hoy lo estamos viendo ante el surgimiento de los autoritarismos de los gobiernos autócratas en Centroamérica.

Ante la crisis de la democracia, las élites centroamericanas lo que hacen es ver para otro lado, negociar con el poder, renuncian a la denuncia a quedarse callada en función de sus intereses y no tienen ningún escrúpulo en compartir, en vivir en regímenes autoritarios siempre y cuando sus intereses estén asegurados. Hoy sería el tiempo que las élites luchen por la democracia en Centroamérica.

Es particularmente decepcionante porque ya hubo un cambio generacional donde uno creía, o por lo menos así lo presentaban, que serían distintas. Decían que las nuevas generaciones estudiadas en Estados Unidos, definidas como demócratas, serían más sociales. Pero esas son las élites que están al frente de los grupos económicos y son las que están demostrado menos compromiso con la democracia.

—¿Cuál es realmente el capitalismo que tenemos en Centroamérica, específicamente en Guatemala?

—En Centroamérica desde su vida independiente como república solo ha habido dos tipos de capitalismo.

Durante todo el siglo 20 existió uno y duró casi 100 años, que es el que hemos llamado el capitalismo agroexportador, está basado en el control de la tierra, en la agroexportación de productos primarios, en salario bajos y controlado por una élite básicamente local. En el caso de las bananeras, por élites internacionales.

Ese capitalismo fue incompatible con la democracia, a excepción de Costa Rica.

Ese es un caso interesante porque la diferencia entre el capitalismo de Costa Rica es el rumbo que tomó distinto al resto de Centroamérica, allá había democracia y un Estado que tenía independencia de las élites económicas costarricenses, y por tanto, a diferencia de Guatemala y El Salvador, nunca lograron imponer ni controlar el Estado totalmente. Uno ve que Costa Rica construyó un Estado social, una sociedad más equitativa, más democrática, la tenencia de la tierra no está tan concentrada.

Por otra parte, a partir de los 90 el capitalismo agrario tradicional comenzó a entrar en crisis y surgió uno nuevo, y esta es la gran novedad. Esto es lo que he llamado «rentista transnacional». Tiene bastantes diferencias sustantivas con el anterior, está basado en economías de servicio donde utiliza mano de obra semi calificada, ya no necesariamente solo la no calificada. Es más diversificado y teóricamente acepta más la dimensión social.

A diferencia del capitalismo anterior, este está controlado por dos élites: las trasnacionales locales y las internacionales. Eso tiene implicaciones para el futuro porque está vinculado estructuralmente a la economía internacional y a las élites internacionales.

Dicho de manera simple, ya en ciertos países las élites locales tienen un adversario dentro que son las internacionales. Claro, entre ellas tienen intereses comunes, pero también diferenciados de competencia.

—Técnicamente esto suena como una competencia en la que ya no puedes controlar el mercado, pero otro plano es el político.

—Exacto, en el plano político tenemos un comportamiento diferenciado.

Estoy haciendo un estudio —pero hay que hacer los matices, obviamente—, en el que se muestra que, por más transnacionales que sean las élites, las centroamericanas tienen todavía poder real en su país. Por ejemplo la guatemalteca, aquí sienten que tienen poder y control que por tanto siempre cuidan. A pesar de que los intereses económicos están diversificados, el factor político ideológico es clave para las élites locales y eso no ocurre con las internacionales. Estas en realidad les interesa poco ese sentido de orgullo nacional o centroamericano, pero sí les interesa que sus intereses económicos estén totalmente asegurados y por lo tanto presionan. Influyen para que los gobiernos que quieran hacer cambios, hagan los menos posibles en la parte económica.

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—¿En qué posición quedan los gobiernos de izquierda o progresistas?

—Una cosa que es fundamental  es que les resulta más fácil negociar con las élites internacionales que con las nacionales, porque las transnacionales en realidad no tienen esa obsesión por el poder local. Con ellos tú puedes negociar inversiones y estabilidad de nuevas inversiones a cambio de reglas claras de mercado, pero no a cambio de favores políticos ni de control del poder político.

Para gobiernos nuevos un aliado potencial clave puede ser el capital internacional, que hoy en estas economías es de los determinantes. Insisto, este es un tema importante. Seguimos creyendo que las élites centroamericanas controlan las economías centroamericanas, en realidad en algunos países las élites internacionales son las que controlan las economías.

—Las élites no controlan la economía, pero sí la política

—Exacto, es uno de los temas que hay que estudiar. Hoy ante esta crisis de la democracia, ante la actitud tan que han asumido las élites se está rompiendo ese mito, de que modernización económica equivale a modernización política. Una élite puede estar modernizada compitiendo con las mejores empresas del mundo, pero políticamente puede ser atrasada.

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