Para esa gran mayoría de votantes, AMLO representa un nuevo camino y una esperanza en la lucha contra la corrupción. Pero, esencialmente, AMLO representa para ellos un rechazo contundente a la clase política tradicional.
Sin embargo, para algunos de derecha es todo lo contrario. Para las caras más conocidas del espectro liberal-libertario, México se arruinó, ya no sirve, y el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se encargará de convertir a nuestro vecino en la nueva Venezu...
Para esa gran mayoría de votantes, AMLO representa un nuevo camino y una esperanza en la lucha contra la corrupción. Pero, esencialmente, AMLO representa para ellos un rechazo contundente a la clase política tradicional.
Sin embargo, para algunos de derecha es todo lo contrario. Para las caras más conocidas del espectro liberal-libertario, México se arruinó, ya no sirve, y el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se encargará de convertir a nuestro vecino en la nueva Venezuela. Las expropiaciones serán la política de cada día y la economía se desplomará. Sin embargo, para algunos otros que también comulgamos con las ideas de libre mercado, Estado de derecho y protección de la propiedad privada, la victoria de Andrés Manuel significa reflexión y renovación. Porque, si se pierde en un país en el que históricamente se elegía entre derecha y centroderecha, seguro que las cosas se están haciendo muy mal.
A ver (y no es que esté afiliada al PRI o al PAN o que ahora que es el Mundial me pongo la camiseta mexicana y de repente me preocupa lo que pase con la derecha en México): digo que significa reflexión porque el rechazo a la política tradicional es un sentimiento que también lo vivimos acá, solo que nosotros, en nuestro intento de rechazo, elegimos a un payaso. Pero, en fin, el punto es que, así como en México, en Guatemala también la política tradicional suele asociarse con la derecha y a un año de elecciones vale la pena reflexionar sobre lo que se está haciendo mal y cuestionarlo, especialmente aquello que se necesita cambiar. Al menos si se quiere evitar la humillación que se tuvo en México.
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Si en verdad nos creemos el discurso de que la generación de riqueza es la mejor forma de erradicar la pobreza y de que el desarrollo no es más que la expansión de las libertades humanas a lo Amartya Sen, la derecha guatemalteca debe renovarse. Lo que también implica fracturarse, romper con esa pseudoderecha que en lugar de un libre mercado procura sus privilegios, desmarcarse de esos pseudoliberales que confunden la institucionalidad con la arbitrariedad y la transparencia con el autoritarismo. Asimismo, implica empezar a reconocer que lo reciclado no es sinónimo de renovado. Podrán venir con nuevos nombres, nuevos movimientos y nuevas cuentas en redes sociales, pero su oferta seguirá siendo la misma.
Sé que por mucho tiempo hemos disfrutado de la comodidad de ser moderados, pero en ese mismo tiempo también hemos perdido nuestro espacio. Hoy la derecha que más suena no es la que a mí me representa. Por eso AMLO para alguien de derecha significa cambio. Al menos lo significa para mí.
Está más claro que nunca que la derecha tradicional y retrógrada va en decadencia, lo cual significa que a los moderados nos tocará construir la nueva. Y quizá más que ver a México debamos ver a El Salvador, que con el movimiento Nuestro Tiempo está sentando las bases de una derecha más moderna. Al igual que Johnny Wright Sol, lo que tocará será romper con las estructuras viejas (así como lo hizo él con Arena) y apostarle a una política con más ética, con más profesionalización y con más ciudadanía.
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