En una de sus últimas apariciones en vivo, fechada en 2010, Cardenal expuso lo siguiente respecto al sentido de su misión pastoral. Interpretó la misión de caridad humana expuesta en el Evangelio no solo como un acto de benevolencia que al ser realizado sobre el pobre, el hambriento y el menesteroso también se realiza sobre el mismo Cristo. Cardenal fue radical en su interpretación: «Es importante captar que Jesús no dice que lo que hago por esos pobres él va a tomarlo como hecho a él. No dice eso. Dice: “Conmigo lo hicieron”».
Se trata, pues, de un aspecto conceptual que remite a un encuentro solidario que obliga a una relación cara a cara.
La acepción hebrea קול ישראל (kol Israel) significa literalmente ‘la voz de Israel’ o ‘la reunión de todo Israel’ y se usa, teológicamente hablando, para referir a la reunión de todo el pueblo o de toda la asamblea. Nada lo expresa mejor que el verso del Segundo Isaías cuando pide: «Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas. No seas escasa. Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas». Si este verso lo secularizamos (quizá la única forma de darle sentido a la Escritura), estamos ante una petición de construir un proyecto inclusivo y en el cual todos cabemos. Sería este concepto de kol Israel el equivalente del concepto griego koinonía o del concepto musulmán de la umma.
¿Y también del concepto griego de la plaza?
Semánticamente, el concepto plaza proviene del latín platéa, y esta, a su vez, del griego πλατεῖα. Ambos términos hacen referencia a la noción de una calle ancha y espaciosa en la cual tendían a reunirse la totalidad de las personas. Porque el concepto ἀγορά (ágora) no es completo sin la noción de πλατεῖα, pues precisamente la distingue de la asamblea de tipo político, cuya participación estaba reservada solo para ciudadanos masculinos, mayores de treinta años y dueños de propiedad.
Dejando claro que como institucionalista de izquierda espero que los partidos políticos —sobre todo los de izquierda— puedan transformarse en plenas asambleas claramente representativas, horizontales e incluyentes, no dejo de reconocer lo fundamental que resulta este concepto de la tienda ensanchada o de la plaza: un espacio sin limitaciones. No se nos olvide que el mismo concepto griego del cual proviene el término persona (prosopón) indicaba la máscara de un actor de teatro que representaba a un personaje ejemplar y en particular. Esa máscara debía removerse en los momentos más importantes de la obra para poder cerrar la tragedia. Ese quitarnos la máscara, ese encontrarnos, es el ejercicio de consensuar, así como de exponer y ejercer el elemento más fundamental de la ciudadanía, el logos, con la finalidad, en algún momento, de orientar la acción colectiva hacia los canales legítimos.
Pero mientras eso sucede celebramos la plaza, la Plaza Pública (repetición de conceptos), pero es que la esencia no debe perderse. Celebramos los cinco años de aniversario de este medio digital cuya esencia siempre debe orientarse hacia el pluralismo liberal de las izquierdas tolerantes y democráticas. Ese ideal que propone un punto de encuentro (físico y literario) donde todos, sin distinción, sin diferencias al margen, sin importar si somos de izquierda, de derecha, marxistas, liberales, mestizos, blancos, indígenas, heterosexuales o gays, podemos hacer uso del mayor poder que existe: la palabra escrita.
Y que con la palabra escrita podamos redimir, restaurar, reconstruir. Que podamos retomar el concepto Oseas, Amós, pasando por Cardenal, por Ellacuría y por Arrupe: la llamada exigente ante las resistencias y contradicciones de unos y de otros en el ejercicio de la promoción de la justicia. El proyecto de Plaza Pública, impulsado desde la Universidad Rafael Landívar (entidad educativa de la Compañía de Jesús), está obligado, precisamente por lo anterior, a no callar ante las injusticias. Está obligado a retomar el clamor histórico que caracterizó a los profetas de antaño. Dice también Isaías: «Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia y su salvación se encienda como una antorcha».
No hemos de callar, jamais, ante las injusticias hasta que el reino, pero no el de los cielos, sino el de pan y el de justicia concreta, venga a nosotros (o lo jalemos de los pelos a esta tierra).
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