Era la noche del jueves 1 de Octubre. Las celebraciones del Día del Niño estaban por terminar. Josué López, de 22 años, descansaba en casa, en el casco urbano de Santa Catarina Pinula. Habla por teléfono con Luisa, su novia, quien vive cuesta abajo, en la colonia Cambray II. La pareja comparte las cotidianidades de su jornada por varios minutos. Todo iba normal hasta que alrededor de las 22:00 horas, un estallido estremeció el lugar. Josue dejó de escuchar la voz de su pareja.
El estruendo que sacudió y separó a Josué de Luisa fue la caída de toneladas de tierra sobre 125 viviendas de la colonia Cambray II. Una mezcla de selecto, concreto, árboles y láminas cayeron sobre alrededor de 300 personas. Hasta el día de ayer el Ministerio Público (MP) reportaban la muerte de 220 personas.
Josué llamó de nuevo a Luisa, pero ella ya no respondió. Salió a buscarla y sólo pudo observar un nubarrón de polvo y arena. Fue directo al final y se topó con una densa bruma que se perdía en lo oscuro de la noche. No podía ver nada.
Más de 14 horas después del derrumbe, Josué, con pala en mano, buscaba entre los escombros a Luisa y a su familia. Josué y Luisa tenían planificado casarse el próximo año. Ella tenía tres meses de embarazo. Junto a Josué se encontraban sus amigos, Marco Antonio, de 17 años, que busca a sus cuatro primos y sus dos tíos; y Roberto, de 19, que quería encontrar a los amigos con los que creció en la colonia Cambray II.
Los tres amigos se confundían entre los cientos de personas -bomberos Municipales y Voluntarios, miembros de la Cruz Roja, agentes de la Policía Nacional Civil, soldados del Ejército y voluntarios civiles- que con palas, azadones, piochas y cubetas, escarbaban de entre las entrañas de las toneladas de tierra caídas sobre lo que apenas unas horas antes era el Cambray II, con la esperanza de rescatar personas con vida.
Dentro de la multitud de voluntarios que se acercaron al sitio para ayudar se encuentra Francisco Rojo, líder comunitario de Santa Maria de Jesus, Sacatepequez. Rojo hizo un llamado a través de la radio comunitaria para reunir víveres e invitar a quienes tuviesen la voluntad de ir a ayudar a escarbar en búsqueda de sobrevivientes. La convocatoria reunió a un grupo de 52 comunitarios, desde muchachos de 16 años hasta ancianos 65. Los 52 esperaron por más de una hora para ingresar al lugar y apoyar las labores de rescate.
“Esa es la foto. La gente haciendo cola para poder ayudar, esa es la foto del millón”, decía el doctor Elsar Ordoñez, miembro de la brigada médica cubana, quien ofreció sus servicios para apoyar a los damnificados. Sorprendido, Ordoñez observaba cómo el pueblo de Guatemala reacciona ante un fenómeno social. “Guatemala despierta en lo general, en lo humano, en lo social, en lo político”. ”Antes se debía pedir ayuda, ahora no hace falta. La gente está aquí”, comenta en un descanso.
“El Cambray II es el eterno luto del pueblo de Guatemala. Los que tienen menos pierden más”, lamentaba Elsar Ordoñez, otra de las sobrevivientes del alud que sepultó a esa empobrecida comunidad ubicada a menos de diez kilómetros del centro de la capital guatemalteca.
Amilcar vive desde hace 12 años de el Cambray II. Su casa está a más de 150 metros del área afectada por el derrumbe, y se transformó en centro de acopio. Familiares y vecinos distribuyen alimentos y agua a los voluntarios y personal que trabaja en las labores de rescate. Amilcar no sabe explicar lo que sucedió. De un momento a otro perdió a decenas de sus vecinos y conocidos.
Lo que ocurrió en Cambray II no es un “desastre natural”, es el resultado de la marginación social en Guatemala. La población con recursos económicos limitados no tiene el acceso a proyectos habitacionales seguros. La inversión del Estado en vivienda es mínima o nula. El ordenamiento territorial también está ausente.
La vulnerabilidad de miles de personas ante este tipo de eventos es cada vez mayor. El cambio climático aumenta el riesgo de que una catástrofe como esta se repita.
Josué, Francisco, Elsar y Amilcar, son algunos de los nombres de los miles que buscan y ayudan en el Cambray II.