El círculo rojo (III)
El círculo rojo (III)
Él es un ex presidente. Ellos, empresarios y finqueros. Para ellos, él tendría que ser nada menos que el diablo. Para él, ellos sus enemigos naturales. Pero la vida, que disfruta gastando esa clase de bromas, los reunió en prisión. Él es Alfonso Portillo Cabrera. Ellos, los hermanos Francisco y Estuardo Valdés Paiz. Desde hace casi tres años comparten las cuatro paredes de una celda. Esta es la tercera parte de la historia de cada uno y la historia de su amistad, basada en conversaciones sostenidas con ellos entre octubre y diciembre de 2012.
Tres años después de su captura, Francisco y Estuardo Valdés Paiz aún no han ido a juicio. Un sinnúmero de acciones legales interpuestas tanto por la defensa de los hermanos como por la fiscalía y la Cicig, han retrasado el proceso. En un principio el caso fue conocido por la jueza Verónica Galicia, del juzgado décimo de primera instancia penal, que fue recusada, primero, por la defensa de los Valdés (que argumentaban que la jueza no era independiente de la injerencia de Cicig) y, después, por la propia Cicig (que denunció “una seria enemistad” entre la jueza y la comisión, derivada, principalmente, del caso Fraijanes II). Esta última recusación benefició a la Cicig y el caso fue trasladado, a finales de 2011, al Juzgado Segundo de Primera Instancia Penal, presidido por el juez Carlos Aguilar, un año y medio después de que los hermanos Valdés Paiz se entregaran. En enero de 2012, el juez Aguilar resolvió dejar fuera a la Cicig del caso Rosenberg, argumentando que no era función de la Comisión perseguir delitos comunes y, en consecuencia, el proceso contra los hermanos Valdés no formaba parte de su mandato: “en este caso es de hacer ver que los dos sindicados sólo han estado ligados por el delito de homicidio en grado de complicidad, ni siquiera por el delito de asesinato”. La Cicig respondió con una recusación contra el juez, argumentando existencia de enemistad con base en declaraciones que, como Presidente de la Asociación de Jueces y Magistrados, había proferido Aguilar en contra de la Cicig y del Comisionado Dall’Anesse. Aquello se convirtió en un ir y venir de señalamientos, algunos de los cuales fueron reproducidos por los periódicos, entre el juez y la Comisión que, sumado a la publicación en noviembre de 2012 por parte de la Cicig de una lista de jueces “de la impunidad”, hizo que, en enero de este año, Aguilar se excusara de continuar conociendo el caso. De todo ese atasco en que se encuentra el caso, los hermanos Valdés responsabilizan a la Cicig. Los abogados de la Cicig, así me lo explicaron cuando los busqué para contrastar lo que Francisco Valdés me había dicho, insisten en lo contrario: fue la propia defensa de los hermanos la que, desde un principio, provocó el estancamiento.
— Incluso antes de que ellos se entregaran — dice uno de los abogados de la Cicig — ya habían empezado a presentar acciones de amparo que habían ido deteniendo el proceso. Los defensores Luis Alexis Calderón y Edwin Mis, presentan además una recusación en contra Verónica Galicia, en enero de 2010, sin haberse entregado. Ella no acepta la recusación y el proceso prosigue, pero entonces ellos presentan una acción de amparo que genera una paralización del proceso. De tal suerte que este caso se detuvo hasta enero de 2012, que es cuando se vuelven a hacer diligencias porque, qué pasa, están todo 2011 con este problema de la recusación y que no la quieren a ella, amparo tras amparo, y es cuando se suscita el problema que se dio de ella con Cicig, que empieza esa confrontación, entonces ella se excusa de seguir conociendo todos los casos que tengan que ver con Cicig. A raíz de eso se manda a la Corte para que ellos designen un nuevo juez, entonces designan a Carlos Aguilar. Pero para que él pueda comenzar a llevar diligencias, que le pasen el expediente que notifiquen, todo lo que es el proceso en sí, (ya se llega a) finales de 2011, y esa recusación (contra Galicia), que fue presentada en el 2010, es conocida hasta el 2012. Ellos paralizaron el proceso prácticamente dos años.
— ¿Por qué recusan a Verónica Galicia?, se pregunta a los abogados de la Cicig.
— Ellos lo que argumentaron es que la Cicig había tenido un acercamiento con el OJ y entonces iban a apoyar sobre cuestiones de seguridad. Ellos tergiversan todo y dicen que Verónica Galicia tenía una vinculación con Cicig y que Cicig le iba a proporcionar seguridad a ella, cosa que no era cierta.
— ¿En ese momento están ligados a proceso por asesinato o por homicidio en grado de complicidad?
— Lo que pasa es que a ellos se les hace una reforma de auto de procesamiento y al final se declara con lugar la misma y por eso ellos quedan ligados por asesinato. Por eso ellos presentan otros amparos, que ya en instancia de CC se los otorgan y por orden de la CC vuelven a quedar por homicidio en grado de complicidad. Ahí es como bien curioso, ¿verdad?, porque realmente el grado se debiera de dilucidar ya en el debate.
— Partamos de la base que este es el caso Rosenberg, no el caso Valdés Paiz —interviene el segundo abogado— eso que quede muy claro porque ellos han tratado de dejar eso como en un segundo plano, y se hacen las víctimas. En segundo lugar, el punto crítico y al que me quería referir, es que estas personas, cuando estuvieron evadidas, hicieron una cantidad de movimientos para desviar la atención y trasladarnos a nosotros hasta Costa Rica, cuando en realidad se encontraban en Izabal. Luego es que ellos se entregan voluntariamente.
— En el año 2010 —continúa el primer abogado — presentan la recusación y presentan cinco acciones de amparo durante el año. Y cada acción de amparo toma en promedio ocho meses.
— ¿O sea que muchas de estas no se han resuelto?
— Se resolvieron hace unos meses apenas porque estos amparos siempre van a llegar hasta la CC.
— ¿Y ustedes, en su opinión, a qué creen que obedece que los abogados de los hermanos Valdés, a sabiendas de que iban a retrasar el proceso, procedieran de la forma que ustedes me están contando?
— Era la estrategia que ellos tenían.
— Pero, puestas las cosas en perspectiva, no los ha beneficiado en nada.
— Lo que pasa es que ellos ahorita cambiaron de abogados y probablemente estos abogados tienen otra estrategia y por eso es que quizá ahora quieren que el caso camine, pero ya lo entramparon tanto que por más que hagamos no se va a desentrampar.
— ¿Y para ustedes eso es un problema?
— Claro, porque a nosotros también nos interesaría que el caso caminara, que se pudiera dilucidar, y puede uno comparar, porque, por ejemplo, los autores materiales fueron detenidos en noviembre de 2009 y a mediados de 2010 ya tenían su sentencia.
— Si ellos quisieran una pronta y cumplida justicia — añade el segundo abogado — si hubieran querido que este proceso hubiera avanzado, seguramente ya se hubiera terminado hace rato. Pero no es por culpa de nosotros o del MP, ellos empezaron a utilizar una cantidad de acciones que interrumpieron el proceso, durante mucho tiempo.
— Entonces qué pasa —insiste el primero— esta estrategia que ellos tenían era de dilatar, las razones las desconocemos, entonces presentan esos cinco amparos en 2010, en el año 2011 presentan tres amparos más y además presentan una excepción de falta de acción contra la Cicig. Esta falta de acción la presentan en enero de 2011, pero es conocida hasta enero de 2012, ¿por qué?, porque el caso estaba parado por la recusación que ellos habían presentado, y los amparos que vinieron después de esa recusación. Entonces todo el año 2011 pasamos con el proceso prácticamente detenido. Entonces hasta el 2012 es que realmente se puede trabajar el proceso, cuando empieza a conocer Carlos Aguilar, pero también Carlos Aguilar, en esa época, es cuando hace declaraciones públicas en contra del señor Comisionado y en contra de la Comisión. Él (Aguilar) hace declaraciones como juez y como presidente de la asociación de jueces y magistrados, entonces había casos en que las hacía como juez y otros en que se escudaba en que lo hacía para defender los derechos de los jueces.
Por esa razón es que a él se le presenta, en octubre de 2011, una recusación (por parte de la Cicig), la primera recusación. Él no la aceptó, la sala no la aceptó, y nosotros, precisamente para no dilatar el proceso, no presentamos acción de amparo. Entonces ¿qué pasa?, ya cuando él en enero empieza a conocer el proceso y, sobre todo, cuando resuelve la excepción desfavorablemente hacia nosotros, las argumentaciones que da y las declaraciones que da después evidencian nuevamente una arbitrariedad, una parcialidad de parte de él y eso nos mueve a nosotros a que presentemos otra recusación. No es que nosotros queramos retardar el proceso, lo que pasa es que nosotros tampoco podemos estar en un proceso en donde se están cometiendo ilegalidades y no recurrir a las instancias a las que tenemos derecho, porque somos parte del proceso. Entonces él comienza nuevamente a descalificar al señor comisionado, le dice que es un extranjero que no tiene nada que venir a opinar, que no tiene calidad moral para venir a decirles nada a ellos, es más subida de tono que las anteriores. Entonces se plantea por dos causales: por haber emitido opinión previo a resolver y por la enemistad que se ha venido aduciendo. La sala las declara sin lugar, pero nosotros ahí sí nos vemos en la necesidad de presentar una acción de amparo en febrero de 2012. No nos otorgan el amparo provisional, y entonces él, cuando le notifican, empieza a conocer el expediente otra vez. Pero resulta que en ese ínterin, él tiene a su cargo una exhibición personal, que es de otro proceso donde Cicig también es querellante, el de Marlene Blanco, y se excusa de seguir conociendo la exhibición personal, pero el fundamento de derecho en la resolución es la enemistad grave con las partes. Entonces nosotros, ¿cómo no vamos a plantear otra vez la recusación si él en un caso se está excusando porque está diciendo que tiene enemistad y en el de Rosenberg él insiste que no hay enemistad? O sea ya no hay ni congruencia. ¿Cómo no vamos a presentar nosotros una tercera recusación?
— ¿Cómo responde la institución cundo se argumenta que el caso Rosenberg no forma parte del mandato de la comisión? ¿Por qué, según ustedes, sí forma parte del mandato de la comisión?
— Sí forma parte porque este es un caso en el que dentro de la estructura de los autores materiales, se pudo determinar que habían agentes de la policía nacional civil, había ex militares y ellos se agenciaban, precisamente, de los contactos que tenían dentro de la policía para facilitarse los hechos delictivos. Entonces aquí se determina que estamos ante un Ciacs (Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad). En el momento que los Valdés Paiz contactan a estas personas y se involucran con ellas para la muerte de una persona, prácticamente forman parte de esa estructura. No se puede pretender venir a decir ahora que, para juzgarlos a ellos, la Cicig no puede intervenir cuando la Cicig estuvo como querellante adhesivo y fue confirmada y aceptada en primera instancia, segunda instancia y casación con los otros autores.
— ¿No es también por el contenido del vídeo?
— Se conoció el video después. Nosotros estuvimos desde el levantamiento. Pero la Comisión no se constituyó inmediatamente en querellante, porque se tiene que ver si encaja o no dentro del mandato. Cuando comenzó la investigación no se sabía qué se iba a encontrar.
— ¿Cuál es entonces la motivación inicial para llegar a la escena del crimen cuando aún no se conoce el contenido del video?
— Es un hecho de una persona de cierta connotación en Guatemala. Era un caso que ameritaba por el momento que la comisión le pusiera atención. Como de hecho anteriormente le había puesto atención al tema de la muerte de los Musa y este fue posterior a la muerte de los Musa, y los dos casos probablemente tenían una conexión. Eso ameritó que se tomara la decisión de que prestáramos el apoyo al MP desde el mismo comienzo de la investigación. Sin haber hecho ningún tipo de conjeturas.
En noviembre de 2012, los diarios hicieron público que Mario Luis Paz Mejía alias “Cochita”, el primero de los miembros de la banda de sicarios responsables del asesinato de Rosenberg que se acogió a la figura de colaborador eficaz, había solicitado desde hacía algunos meses que se le escuchara de nuevo para “ampliar su declaración”. El juez Aguilar, sin embargo, declaró sin lugar la solicitud. En respuesta, el abogado de los hermanos Valdés Paiz, César Calderón, interpuso un amparo con el argumento de que, dado que Paz Mejía es VIH positivo y por tal razón podía morir en cualquier momento, debía resolverse con urgencia su solicitud. La CC concedió el amparo provisional en beneficio de la defensa, pero, de cualquier forma, el testigo aún no ha sido escuchado. Al respecto, Francisco Valdés me dijo que ellos no tenían ninguna idea sobre lo que el testigo quería decir, pero que, para él, estaba claro que la Cicig temía su declaración. “Ellos están luchando porque este hombre no declare”, dice Francisco, “y yo me pregunto, ¿por qué no quieren que declare? ¿Están escondiendo algo? Y si el testigo va a ir a mentir, yo me pregunto, ¿pudo haber mentido antes? Ellos sí lo conocen, yo no. Ellos han hablado con él, yo no. ¿A qué le tienen miedo? Pero ellos no quieren, dicen que la investigación ya terminó. Pero no pudo haber terminado porque hay dos personas fugadas. Y yo me pregunto, ¿tan importante es un testigo con toda la información que dicen que tienen?”. Le pregunté entonces que, si es verdad que ellos no saben qué es lo que Paz Mejía dirá, ¿no les preocupa que lo que diga sea en su contra?
— Si declara en contra de nosotros, lo podemos poner en evidencia, porque hay tantas incongruencias. Porque él ya declaró como cuatro veces, ampliando su declaración, y en ninguna de esas veces se opusieron. Y si compara usted las declaraciones, no son ampliaciones, sino está corrigiendo cosas que dijo la vez anterior, para involucrarnos, para estar seguros de que el testimonio iba a coincidir con las pruebas que supuestamente ellos tienen.
— ¿Y cuál cree usted que pueda ser la motivación de Paz Mejía para, ahora, enmendar y decir la verdad?
— Usted sabe que aquí entre presos, más o menos, todo se sabe. A mí lo que me han contado de él es que se volvió muy cristiano, que da prédicas en Matamoros y que tiene cargo de conciencia por habernos enredado en eso, porque él a nosotros ni nos conoce.
— Es un impasse legal lo que tenemos ahí — me dice el abogado de Cicig — porque mire, ellos plantean el amparo, la sala, en primera instancia, les deniega el amparo provisional. Lo curioso aquí, mire cómo hacen ellos las cosas, es que el propio Mario Luis Paz Mejía dice: miren, yo tengo que decir la verdad, y quiero decirla en este momento como colaborador eficaz. Entonces viene el juez y lo declara sin lugar porque la fase preparatoria ya terminó. Su testimonio sirvió de base para los que ya están condenados.
— ¿Él obtiene beneficios en el caso Rosenberg pero es condenado en el caso Musa?
— Por ser colaborador tuvo sus beneficios y se le otorgaron. Ahora viene y dice: yo, fulanito de tal, quiero ampliar mi declaración como colaborador eficaz. ¿Cuál es el problema? Cuando un colaborador eficaz va a declarar, primero tiene que informarle al MP sobre qué, el MP tiene la obligación de corroborar que lo que él vaya a decir sea cierto y luego, entonces, ya se lleva a cabo la declaración si es útil para el proceso. Pero él no hace eso. Él solo dice que tiene cosas qué decir, no quiere decirle a nadie qué y que él quiere ampliar su declaración.
— Es que el colaborador eficaz lo maneja el MP — dice el segundo abogado — él lo presenta, es su colaborador.
— Pero él ya se puso como si fuera colaborador independiente — dice el primero y el segundo agrega:
— Vaya deduciendo usted por dónde viene el asunto.
— Por eso le doy el contexto — continúa el primer abogado — y usted ya saca sus conclusiones. Entonces el juez le dice que no y vienen los defensores y los hermanos Valdés Paiz y reponen esa resolución, que por qué están vedando al colaborador la posibilidad a declarar. Entonces el juez les da sin lugar esa reposición, eso genera un amparo que ellos presentan. No les otorgan el amparo provisional, pero sí se los otorga la CC. Pero la CC nunca notificó ese amparo provisional. Resulta entonces que viene la sala y dicta sentencia en el amparo y lo declara sin lugar porque dice que no es la forma de ofrecerlo y porque, además, ellos plantearon un recurso de reposición y que lo correcto era plantear un recurso de apelación, y que ellos, la sala, en materia constitucional, no pueden venir a suplir las falencias de la defensa.
Pero vienen los defensores de los Valdés Paiz y le piden a la sala que ejecuten el amparo provisional. Entonces viene la sala de nuevo y les dice que como no tiene conocimiento, como no les han notificado, no lo pueden hacer. Entonces les notifican y ellos ordenan que se ejecute. Lo cual para nosotros es totalmente ilógico, porque si ellos ya dictaron la sentencia, ¿por qué ordenan a su vez que se acate el amparo provisional? El amparo lo que dice es que se deje en suspenso y que se resuelva y que, por el derecho a legítima defensa, se escuche a esta persona, aduciendo que tiene sida. Pero esta persona tiene sida desde que inició el proceso y tiene tratamientos que lo mantienen estable. Pero ellos dicen que como tiene sida, se va a morir. Y que es inminente que le tomen la declaración.
— Ahora, entiendo que él, Paz Mejía, obtuvo los beneficios como colaborador eficaz, pero no gozó de ellos.
— Él estaba disfrutando estaba en condición de protegido cuando viene el otro caso y lo vinculan en el otro caso — me responde el segundo abogado.
— Lo digo para saber si ustedes creen que todo eso no significó un móvil para él, para querer ampliar su declaración, si no se sintió traicionado por haber colaborado en un caso y sido condenado en otro.
— Por supuesto, además de otros móviles más lucrativos.
A continuación, y una vez que habíamos revisado los principales aspectos jurídicos del caso, les relaté a los abogados de Cicig, punto por punto, la versión que los hermanos Valdés defienden: Rosenberg no les habló de ningún extorsionador ni de ningún asesinato, Rosenberg se acercó a Francisco para pedirle seguridad; ellos nunca vieron el cheque, la cifra de Q.300 mil fue lo que los asesinos, a través de una suerte de extorsión, les exigieron que les pagaran; el carro, el picop, no era de ellos, lo habían vendido, hacía seis años, primero a un administrador de la finca y luego éste se lo vendió a Santos Estrada; que su entrega fue negociada con el comisionado Castresana a cambio de ciertos beneficios, siempre que ellos, en su declaración, no contradijeran lo que Castresana había presentado públicamente en enero, etcétera. “Esto es lo que Francisco Valdés Paiz me ha contado”, les dije
— ¿No le contaron que nosotros los entrevistamos antes de saber que ellos estaban en el asunto y que casi se devela el señor del susto que tenía? — me preguntó el segundo abogado. — Además la entrevista con él nos la facilitaron ellos. Nosotros no llegamos a ellos. Francisco buscó, por medio de Fuxet, que nosotros fuéramos a entrevistarlo. Porque ya veía muy cercano que lo íbamos a descubrir, que tarde o temprano lo íbamos a descubrir. Ahora se fugan porque la presión que había era porque sabíamos cuál era la verdad, y no con versiones, con prueba técnica.
— ¿Cómo se sabe que lo que Rosenberg les pide a ellos es un asesino porque lo están extorsionando?
— Porque nos lo dicen los testigos. Y ya tenemos dos casos documentados, ellos se dedicaban a eso.
— Pero, hay una primera reunión entre Rosenberg y Francisco Valdés, si Rosenberg, como dice Castresana en la presentación de enero de 2010, le andaba contando a medio mundo que estaba investigando el asesinato de los Musa, ¿por qué a Francisco Valdés, alguien de tanta confianza, le cuenta una historia distinta y le dice lo del extorsionador?— le pregunto al segundo abogado.
— A Rosenberg le falló el cálculo porque él consideró que jamás se iba a aclarar su muerte y que efectivamente con su muerte el sacrificado iba a ser el Presidente de la República. Nadie se imaginó que los iban a coger, y se hicieron mediciones, pruebas técnicas incontrovertibles. En una investigación convencional, común y corriente, de las 13 mil que pasan en Guatemala, probablemente hubiera sido una más. ¿Cuál fue el problema? Que estuvo la Cicig apoyando la investigación. Y técnicamente, con el MP, se logró establecer lo que se estableció y con base en lo que se condenó a los autores materiales.
— Lo que pasa es que los testigos corroboran la prueba científica, no es que se les haya condenado solo con lo que ellos dijeron, lo que pasa es que eso se concatena con la prueba científica y concuerda perfectamente — interviene el primero abogado.
— El picop, el seguro es de la mamá de ellos — interviene el segundo — Todo el devenir del vehículo tiene que ver con una firma comercial propiedad de ellos. Y es el carro colero, reconocido carro colero, de Estuardo, donde carga sus escoltas. Eso no nos lo inventamos nosotros. Ante eso qué se puede decir. ¿Hemos montado algo? ¿Qué podemos montar nosotros? Los testigos solo reforzaron lo que está ya científicamente probado.
— De cualquier forma, insisto, si el contenido de la conversación entre Francisco Valdés y Rodrigo Rosenberg no se conoce…
— ¿Usted ha hablado con el entorno familiar de Rosenberg? Explórelo. Tiene un hermano, tiene un hijo. Ellos saben que esas reuniones se dieron.
— No, si las reuniones no se ponen en duda, lo que digo solamente es que él dice que Rosenberg no le habló de un extorsionador. Entonces, si Rodrigo Rosenberg a todos les contaba la historia de que estaba investigando el asesinato de los Musa, ¿por qué particularmente a Francisco le cuenta una historia distinta?
— Porque a él no le va a contar esa versión que es parte de su maquinación. A él, como sabe qué puede conseguir con él, de una vez le dice: mirá, necesito alguien que mate a alguien, porque probablemente ya había habido ese tipo de… Rosenberg les ayudó muchísimo en uno de los secuestros, estuvo con ellos, de la mano. Y en este tipo de cosas, cuando ellos han sufrido problemas de violencia, eso le crea una afinidad, eso le crea un perfil distinto de relación, que el de Rosenberg con sus amigos a los que les dice que está investigando la muerte de Marjorie y que no sé qué. En Guatemala se justifica matar a un extorsionador y no pasa nada. El problema fue que se les descubrió. Si no, no hubiera pasado nada. Si usted revisa los antecedentes de los secuestros que ha habido en esa familia, y otras cosas, mire a ver como los han resuelto.
(Este ha sido, desde el primer momento, uno de los puntos sobre los que Francisco Valdés se ha pronunciado con mayor énfasis e insistencia, sobre todo en la entrevista que les realizara Haroldo Sánchez mientras permanecían prófugos: “jamás hemos contratado nosotros asesinos, nosotros hemos sufrido el asesinato de mi padre, sufrimos el secuestro de mi hermano Estuardo, sufrimos el asesinato de mi primo, el asesinato de mi cuñado, robos a la empresa, asaltos a los paneles de la empresa y jamás hemos utilizado el contratar asesinos o sicarios para solucionar ninguno de estos problemas. Y esto no solo es cuestión de que yo lo esté diciendo (…) esto es comprobable, usted puede ir y comprobarlo, porque nosotros, en algunos casos, como el asesinato de mi padre, decidimos dejarle a Dios nuestro señor, que juzgara y viera él si condenaba o qué pasaba con los asesinos. En otros casos hemos decidido actuar y hemos decidido y llevar a juicio, pero todo lo hemos hecho dentro del marco de la ley y no fuera de él).
— ¿También creen ustedes que el acuerdo del que hablan los Valdés es mentira, que no existió?
— Que nosotros sepamos, no existió. Habría que preguntarle a Castresana qué fue lo que hizo. Pero yo lo he conversado con el Comisionado que no está ni enterado de eso.
— Mire — interviene el segundo abogado — tan descabellado podía ser eso, que ni siquiera un comisionado de la Cicig puede garantizarle a usted que un juez tipifique su conducta como la Cicig quisiera. Es que el que tipifica la conducta es un juez, es más, nosotros nunca nos opusimos a que ellos plantearan su derecho de defensa, que planteen lo que quieran. Pero garantizarle a usted que mató a una persona y que le vamos a colocar inducción al suicidio, ¿cómo?, ¿con las pruebas que condenan a otros? Hay algo interesante y es que por el mismo caso hay gente ya condenada y es la gente que no tiene el poder de ser los Valdés Paiz, de contar con un entorno poderoso. Mire todo ese entorno, todo ese entramado de familias poderosas, de familiares cercanos. Además, son gente que tienen un entorno político: sus farmacéuticas, en fin.
— Tampoco saben entonces sabe si el comisionado Castresana hizo el arreglo o no.
— Yo he escuchado todas esas especulaciones y todas esas cosas — dice el segundo abogado — nunca a mí me dijeron: este compromiso tenemos, inamovible, porque además es absurdo, repito, ¿cómo llega a usted a una jueza a decirle: háganos el favor y le coloca inducción al suicidio? Si lo que hablaban eran las pruebas, cuando ya había un grupo de gente condenada. Pero estaban siendo procesados por un asesinato, con un cúmulo de pruebas técnico científicas que fue lo que permitió, incluso en casación, confirmar ese fallo.
Los videos, el carro, las llamadas, que Francisco entregó el celular, el cheque de 40 mil dólares.
— ¿Estaban en capacidad ellos de cambiar ese cheque a nombre de esa financiera?
— Esa parte creo yo que no es la concluyente del caso, es otro ingrediente más del caso, pero alguna estrategia tendrían para cobrarlo, que lo recibieron. ¿Cuál? No sé. Porque inclusive detrás de esto hay una fundación que giró el cheque, con otra persona amiga de Rosenberg, probablemente con él hacían efectivo el cheque, el cheque les garantizaba que les iban a entregar una plata, es como endosarle yo a usted una letra. Un documento cambiario por 40 mil dólares que le garantizaba un pago.
Pero ya viene la artimaña defensiva, ¿si me entiende?: “técnicamente no se puede cobrar”. “Técnicamente”, pero es el respaldo de un dinero. No estamos lidiando con abogados de media cancha, son delanteros y meten los goles con la mano, no con la cabeza, son “maradonas” los que tienen ellos y esos son los que figuran, detrás hay más. Nosotros aquí un grupo de abogados, un grupo de investigadores descubrimos esto, qué pena si son los Valdés Paiz los que están de por medio. Así como hubiera podido ser Pepito Pérez o fulanito de tal, la misma historia. ¿Y cuál es el temor de que llegue a juicio teniendo tan buenos abogados? Ahora le dan la vuelta para armar el show y decir que somos nosotros los que estamos parando el proceso y tenerlos a ellos prácticamente pagando una pena sin estar condenados, sí, pero ¿por qué no desde el primer momento facilitaron que se llevara a cabo el juicio?, como en los casos ordinarios donde no hay gente notable que empieza a parar los casos a punta de amparos y de otras artimañas jurídicas, usted puede mirar, mire en qué casos se paran los procesos por amparos, por recusaciones, por miles de piruetas, en los casos de los pandilleros en cosa de meses están condenados, porque los abogados públicos no tienen que esperar a que se vaya Cicig, a ver como esperamos un entorno más favorable. ¿Cómo explica usted que punta de decisiones judiciales, cuando se probó fehacientemente que es un asesinato el que hay de por medio, estén por homicidio en grado de complicidad? Eso es un éxito mayúsculo del grado de influencia que tienen. Pero es asesinato: aquí se mata una persona, usted participó en matar a x, y o z. Y el problema es que para ese tipo de gente, mucha gente en Guatemala tiene ese concepto, ¿cierto?, matar a un delincuente no es nada, es un pecadito, usted va a una reunión social y dicen: lo mejor que puede pasar es que pongan una bomba en esa cárcel y vuelen a todos esos tipos. Y gente que usted se aterraría. Eso hay que superarlo, madurar, construir mentalmente otros conceptos.
Una teoría sobre la relación de Rosenberg y el asesinato de Khalil Musa
Sin que nos importe demasiado del lado de quién está la verdad, que de cualquier modo es huidiza y frágil, con la información que tenemos es posible afirmar que lo que abunda en el caso Rosenberg, que lo que el caso Rosenberg exuda a chorros, es poder. Si recordáramos aquel verso de Lowell: “si ves una luz al final del túnel, es la luz de otro tren que se aproxima”, sabríamos que los protagonistas del caso Rosenberg transitan por ese túnel y que el tren, su luz arrolladora, es poder, esa deseada abstracción que promete elevarnos por encima de nuestros congéneres. El punto nodal, el ojo del caso Rosenberg, se abre en una reunión. Ese encentro entre dos hombres que conocen el poder, que en mayor o menor medida, lo han visto. Es importante volver allí, a esa reunión, porque es la que desencadena la espiral. Rosenberg le pidió a Francisco Valdés que se reunieran en su apartamento. Los investigadores, hemos leído y lo sabemos desde enero de 2010, dicen que le habló de un extorsionador. Francisco Valdés, que el contenido de la conversación giró en torno al asesinato de la amante de Rosenberg.
— Yo llegué ahí un domingo — vuelve a contar Francisco Valdés — y él me dijo: “yo de aquí salgo a dónde Rafael Espada para pedirle que él sea el que releve a Colom”. O sea, ya había un complot para quitar a Colom de la presidencia. “Nosotros le estamos pidiendo a Rafael Espada que asuma y la embajada de Estados Unidos está de acuerdo”, eso fue lo que él me dijo. Y me pregunta que cómo nos ha ido a nosotros con el negocio. Yo le digo que tuvimos problemas, algunos engaños, pero que yo, de alguna manera, había ayudado a la gente de la UNE. O sea que yo, con el que tuve dificultades, fue con el gobierno de Berger, porque nos empezaron a molestar
— ¿A molestar en beneficio de quién?
— De Cohen, porque él ha sido el tata del negocio. Yo no soy político, lo que he hecho es relacionarme bien con gente del gremio y entonces atendí a bastantes médicos, atendí a bastante gente del IGSS y podíamos hacer algunos negocios con el seguro social, pero el que verdaderamente sabía cómo era que se manejaba toda esa estructura es la gente de Cohen, que tenía años de estar en eso, entonces ellos sabían que apoyando las campañas electorales de los partidos era como ellos aseguraban el negocio. Y con Álvaro Colom fue con el primero que yo lo hice. Recibí tanto palo durante el gobierno de Berger, y ellos no, y yo no entendía cómo era que lo hacían, porque yo pensaba: “si están bien con Arzú y gana Portillo, Portillo los va a sacar”. Y qué si no, y cuando salió Portillo y entró Berger, dije “ahora sí les cae” y al que le cayó fue a mí y después sale Berger y entra Colom y se vuelven los reyes de eso, y ahora que pensamos que Pérez Molina iba a componer esa cuestión, siguen siendo los reyes y hacen lo que quieren en el negocio de la medicina. Ellos quieren sentir que son los que manejan todo y en ese sentido sí les causaba yo alguna molestia porque en la parte privada del negocio de la medicina, yo iba primero. Pero llevábamos bien, nos tratábamos como amigos.
— ¿Entonces Colom, a cambio de su apoyo en la campaña, sí le dejó una tajada?
— Sí. Yo nunca he sido muy ambicioso, yo lo que he buscado es cómo tener trabajo. Cuando murió mi mamá, la primera llamada que yo recibí, dándome el pésame, fue de Álvaro Colom.
— ¿Y ahora les queda algo de ese negocio?
— Muy poco, algunas cosas que no nos pudieron quitar porque eran productos que a ellos no les interesaban.
— ¿Y eso coincide con el encarcelamiento de ustedes?
— Yo creo que algo se aprovechó: “que estos estén presos a todos nos conviene”, y sobre todo en aquél gobierno, donde ellos podían mandar. Aprovecharon también la cólera que podía tener Álvaro Colom con nosotros por no haber dicho lo que nosotros sabíamos, que Rosenberg se había mandado a matar y que toda la gente que él acusó era inocente.
— Usted me ha dicho: “ya había un complot para quitar a Álvaro Colom de la presidencia”. ¿Usted cree, como afirman tantos, que el meollo del caso Rosenberg, de todo lo que ocurrió, se debe a los negocios que el gobierno le frustró a un grupo de empresarios?
— Yo no creo que Rodrigo haya tenido relación directa de ganancias en la cuestión de los pasaportes, él era el abogado de la empresa, de hecho, es él quien mete el amparo a la concesión de los pasaportes. No sé si él tenía, eso no me consta, un interés directo, ni siquiera me consta que Luis Mendizábal lo haya tenido. Lo que sí es un hecho es que la concesión de los pasaportes a la Inmobiliaria La Luz, la dan en época en que Luis Mendizábal era director de migración, y también sé, por ejemplo, de la amistad que había entre Rodrigo y los accionistas de La Luz. A Rodrigo lo matan el 10, y el 11 o 12 de mayo, hay un amparo que detiene la adjudicación de los pasaportes interpuesta por una empresa formada por Rodrigo en la cual el chofer era el representante legal y es él el que firma el recurso de amparo, y cuando conceden ese recursos de amparo, es cuando detienen la licitación de pasaportes que había ganado ya la empresa de Gustavo Alejos y de Gregorio Valdés.
— ¿Cuál es su opinión sobre el asesinato de Khalil y Marjorie Musa y de la investigación del MP?
— Yo he oído que don Khalil era un caballero, aunque de eso no puedo dar fe. De lo que sí puedo dar fe es que era un hombre inteligente, lo que hizo lo hizo porque era inteligente: tener una fábrica, tener un prestigio, tener todo lo que él tenía, ¿para estar haciendo un negocio de telas robadas? Discúlpeme pero es como que a mí me digan que yo vendo medicina pirata, ¿voy a arriesgar lo que ya tengo por un negocio así? Suena absurdo y ridículo, y no lo hago yo, que soy un hombre de 49 años, me va a decir que lo va a hacer un hombre de la edad de don Khalil ya está en vías de retirarse. Yo no entiendo cómo una persona que se formó un prestigio va a hacer un negocio ilícito cuando tiene un negocio lícito que le es rentable, si me lo hubiera dicho cuando don Khalil acababa de venir de Líbano, que está necesitado de hacer negocio, sí, puede ser, pero ya en las postrimerías de la vida, con nietos, con un prestigio, ¿que se meta a comprar furgones de tela robada o a contrabandear y que esté arriesgando la vida, no solo su prestigio, y que no pagó y porque no pagó Q.300 mil lo mandaron a matar? A mí no me hizo sentido y creo que al tribunal tampoco.
— ¿Usted cree entonces que sí hay una vinculación directa entre los casos Rosenberg y Musa?
— Yo creo que el meollo del crimen completo es botar al gobierno, el objetivo de asesinar a Khalil Musa era botar al gobierno. No lo sé de cierto, pero por los indicios, yo entiendo que esa era la idea: matar a alguien que tuviera una enemistad con el gobierno para agarrase de eso y botar al gobierno. Cuando no se logra, ¿qué hacer?: puedo entregar hasta mi vida, sobre todo si tengo algo que ver con lo otro. Cuando Rodrigo Rosenberg me dice a mí que él tiene las pruebas, yo le dije: “Rodri, ustedes están corriendo un riesgo enorme de que los maten”. “Sabés qué es lo que pasa, Quico”, me dijo, “que si matan a alguno de nosotros se cae el gobierno”. O sea, fíjese cómo él tenía en su mente ya que la forma de botar al gobierno era que mataran a uno de sus enemigos. Uniendo yo ahora todas las cosas hace sentido. Y el asesinato de Kalil Musa ¿por un nombramiento? Es como que yo le diga en mi empresa: fíjese que contraté a un chofer que no lo debí de contratar porque tenía vínculos con la competencia. Yo no lo voy a matar, yo lo que hago es quitarlo. A Khalil Musa lo habían nombrado, igual le podían quitar el nombramiento, no lo necesitaban matar, y esa era la tesis de Rodrigo y eso no hace sentido, no necesitaban matarlo y arriesgarse. La motivación de quiénes quieren botar al gobierno es Renap, Pasaportes y algunas otras cosas. Rodrigo sabía que don Khalil no iba a aprobar la relación entre él y la hija, una mujer casada y con hijos, y entonces ahí mataba dos pájaros de un tiro: me quito el problema con el gobierno y sigo mi relación con ella. Pero cuando la matan a ella también Rodrigo se vuelve loco.
— ¿Qué opinión tiene usted ahora de Rosenberg, después de todo esto?
— Yo me siento muy defraudado. Castresana no puede decir que era un hombre honorable, ¿es honorable alguien que manda a matar a alguien para que le echen la culpa a otro? Mis sentimientos hacia Rodrigo obviamente cambiaron.
En el centro de los casos de Portillo y los Valdés, hay un hombre que a lo largo de toda esta historia, ha sido acusado por ellos, de ser uno de los artífices de sus particulares tragedias: el abogado español y ex comisionado de la Cicig, Carlos Castresana.
— Según lo que me ha dicho, parece que ustedes están convencidos de que había una especie de empeño en Castresana por afectarlos. ¿Por qué?
— Eso lo entendí después, Castresana tenía una agenda que cumplir y la verdad es que a Castresana le había servido esa agenda para agarrar a Alfonso. Eso lo entiendo después, cuando comparo fechas. Por ejemplo, lo del caso Pavón: Castresana no saca nada del caso Pavón, lo saca la Cicig al día siguiente que está Dall’Anesse aquí. Entonces toda esa protección, esos desayunos que tenían con Dionisio Gutiérrez en su casa todos los miércoles, nos parecieron a nosotros lógicos.
— Entiendo la presión de Castresana, independientemente de sí tenía una agenda qué cumplir o no, por resolver el caso Rosenberg. Pero ¿no se resolvía también contando la versión de ustedes?
— Ah sí, pero él no sabía qué íbamos a decir nosotros, él hasta ahí no sabía. Si él no tenía pruebas, no le hubiera podido quitar el problema a Colom.
— O sea que ustedes sí creen que ocurrió esa reunión entre Colom, Torres, Gutiérrez, McFarland y Castresana, en donde le dijeron a Colom: “entregános a Portillo y te salvamos del caso Rosenberg?
— Puede ser que haya algo, pero puede ser que tampoco haya habido nada, lo que sí es que hubo un compromiso, en cuanto a que les habían quitado ya el problema de Rosenberg.
— En una entrevista, Haroldo Sánchez le preguntó a Castresana si él tenía precio, le dijo que mucha gente, cuando hizo público que Rosenberg se había mandado a matar a sí mismo, lo acusaban de haberse “vendido”. Y la respuesta de Castresana fue que él podría decir que no, pero que le explicaran cómo un cuerpo de 300 policías, entre nacionales e internacionales, podrían dejarlo mentir. Si Castresana “se vendió” a los intereses de la cúpula empresarial tradicional, si a Castresana lo “compró” Dionisio Gutiérrez y adláteres, ¿cómo hizo para alinear a toda la Cicig en beneficio de esa “agenda”, particularmente en el caso Rosenberg? ¿Cómo era posible acometer semejante tarea?
— Lo que pasa es que gran parte de lo que la Cicig investigó es correcto. Pero más allá de eso, al final todo es por dinero. Un guardaespaldas de la Cicig, que gana US$7 mil, no quiere perder su trabajo, un colombiano que gane US$15 mil, no los va a ganar en su país. Entonces volvemos al mismo asunto, ¿qué venía a hacer la Cicig a Guatemala?: dar resultados. Pero no los podían dar con las investigaciones mediocres que hacían. Entonces ¿qué necesitaban?, primero, montar pruebas, montar testigos para lograr casos, pero no se podían dar el lujo solo de montarlos, sino que tenían que crear tribunales y juzgados que hicieran lo que ellos decían. ¿Por qué la Cicig tuvo tanto éxito al principio y ahora ya no?: porque los jueces ya no hacen lo que ellos les dicen.
Para contrastar las acusaciones y señalamientos vertidos en su contra tanto por los hermanos Valdés Paiz como por el ex presidente Portillo, le hicimos llegar al ex comisionado Castresana un resumen de las mismas y le solicitamos que se pronunciara al respecto. Esta fue su respuesta por un correo electrónico: “Prefiero no contestar a lo que dicen los inculpados. Ellos están presos, se defienden como pueden. Los fiscales tienen que exponer sus argumentos ante los Tribunales, no en los medios; la cadena de afirmaciones y desmentidos sería interminable. Ante el Tribunal, y con las pruebas. Además, siempre he procurado seguir el consejo que le dio Don Quijote a Sancho cuando el escudero tuvo que impartir justicia: “al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones”. Un saludo, CC”.
Luego de haberse entregado, la jueza Verónica Galicia envió a los hermanos Valdés Paiz, al parecer así había sido establecido en un principio, a Mariscal Zabala.
— Nosotros conocimos esta celda porque nos bajaron a orinar. Como a las dos horas de estar metidos en el carro de la Cicig, esperando, llegó Jesús, el guardaespaldas de Castresana, y nos dijo: vayan al baño porque nos vamos a mover del lugar. No sé por qué. Entonces nos sacan y nos llevan a Matamoros. En Matamoros nos entregan al Sistema Penitenciario y nos recibe en la celda esa, un cuchiutril, Eddie Morales, el director del Sistema Penitenciario, en una actitud fea. Nos dijo que allí no era un centro recreativo.
Esa noche, relata Francisco, el frío era insoportable y ellos no tenían más abrigo que la ropa que llevaban puesta. De modo que, dado que se estaba siguiendo el protocolo de la cárcel de máxima seguridad Fraijanes II y les habían hecho entrega, en una bolsa, de un overol naranja (además de una toalla, pasta y cepillo de dientes), se pusieron, por el frío, el overol encima de la ropa. Al día siguiente, alguien le hace saber a los abogados de los hermanos que ellos estaban vestidos de naranja. Los abogados se escandalizan, aquello era inconstitucional. De manera que, para evitar que el incidente pase a mayores, los oficiales del Sistema Penitenciario les exigen a los Valdés que entreguen el overol. Pero ellos se resisten. Por el frío. Al día siguiente ya le permiten el ingreso a sus familiares y estos les llevan ropa.
— ¿Y sabe cómo supimos que el paquete con el overol venía de Fraijanes II? Porque el que me tocó a mí, traía pegado un masking tape con un nombre. ¿Y sabe a quién había pertenecido el paquete que me tocó a mí?
— ¿A quién?
— A Axel Ramírez, el Smiley (el pandillero acusado por el exministro de Gobernación, Salvador Gándara, de ser la cabeza de las redes de extorsión de Ciudad de Guatemala).
Una semana más tarde, los hermanos rindieron su primera declaración y después fueron devueltos, de inmediato, a las cuatro paredes húmedas del calabozo en Matamoros. Al día siguiente, por la mañana, se entregó Diego Moreno Botrán, cuñado de Estuardo Valdés, en la sede de la Cicig y fue enviado a compartir celda con ellos.
— Dentro de las cosas que al final nos permitieron entrar, entré yo un radito, que usaba cuando estábamos prófugos, le pedí a mi esposa que me lo llevara y le dijeron que estaba bien. Entonces nos poníamos a oír noticias, que era lo único que podíamos hacer, aparte de comer y de leer. Entonces me puse a oír noticias yo, y como Diego Moreno es cuñado de mi hermano y son de la misma edad, ellos platicaban de muchas cosas que tenían en común, probablemente de su familia. Y así estaba, oyendo noticias, cuando oigo en Emisoras Unidas aquella sirena: “presidente Alfonso Portillo está siendo trasladado a la prisión de Matamoros”. Entonces yo les digo: “Muchá, Portillo viene para acá”, y el más preocupado era Diego, imagínese, nos habían pintado aquel monstruo. Y en la condición en que vi venir a Alfonso, con botas, con pantalón de lona, dije yo: “qué tragedia, tratar a un ex presidente de esa manera”. No llevaba ropa ni zapatos para cambiarse. Al día siguiente entró a verlo su cuñado, Juan Riley, yo lo conocía a él porque había sido visitador médico, pero no le dejaban entrar nada, entonces lo único que hace es decirle a Alfonso: “mirá, dame tus botas”, se quita unas mocasinas, se las deja a Alfonso y él se lleva las botas, para que no fuera tan incómodo estar en la celda”.
El círculo rojo
Él es un ex presidente. Ellos, empresarios y finqueros. Durante su gobierno, él impulsó una agenda de abierta confrontación con el sector privado tradicional. Ellos, que pertenecen al sector privado tradicional, habían dedicado sus vidas –hasta antes de que el abogado Rodrigo Rosenberg los arrastrara con él hacia la oscuridad de sus maquinaciones y ellos terminaran acusados de contratar sicarios para asesinarlo– a lo que les era propio según se los dictaba la historia, la tradición y la cuna: moverse en ciertos círculos, proteger a sus familias y empeñar sus mejores esfuerzos en favor de sus negocios, algunos de ellos vinculados a la venta de medicinas al Estado.
Un día, sus vidas se cruzaron. Francisco Valdés y Alfonso Portillo se conocieron cuando éste último era presidente. La administración entonces del IGSS quería eliminar, a través de mecanismos burocráticos, a Francisco Valdés como proveedor de medicamentos. Y Francisco Valdés no solo interpuso amparos, también pidió una audiencia con el propio presidente, al cabo de la cual Alfonso Portillo resolvió a su favor. Al terminar la audiencia, sobre las brillantes losas pulidas de la Casa Presidencial, sus manos se estrecharon. ¿Cómo habrían podido imaginar entonces que la vida acabaría reuniéndolos, una segunda vez y ahora por mucho más tiempo? ¿Cómo podían saber que al cabo de casi una década serían colocados en esa suerte de “círculo rojo” que es su celda?
Él fue acusado, por el sector privado, pero también por organizaciones sociales y por la prensa, de haber encabezado el gobierno más corrupto de la historia. Tales acusaciones se convirtieron en procesos judiciales concretos que han llegado, incluso, a tocar las puertas de una fiscalía en Estados Unidos. Ellos amanecen un día en el centro de uno de los casos más desconcertantes que haya conocido jamás la historia de Guatemala (y quizá del mundo): un abogado muere y deja un video en el que acusa de su muerte al presidente de la República, a su esposa, a su principal financista y a otros funcionarios; nueve meses después, una investigación dirigida por un organismo internacional revela que no, que el contenido del video era falso, que el abogado había planificado y ejecutado, a través de sicarios que, acusan, fueron contratados por los hermanos Valdés Paiz, su propio asesinato.
Los protagonistas de ambas historias, que según el juego de los estereotipos tendrían necesariamente que ser enemigos, terminan compartiendo celda en una cárcel, además, habilitada al interior de una base militar exclusivamente para albergarlos primero a ellos, y después a los demás reos de “alto riesgo” que fueron llegando más tarde. Los hermanos Valdés Paiz y el ex presidente Portillo se bastan a sí mismos para contarle al país una historia que, en la forma y en el fondo, de manera a veces velada y, otras, explícita, nos cuentan, cada uno, una esquirla de ese inmenso espejo roto que es Guatemala. Pero cuando sus propios pasos o el destino (como a ellos les gusta llamarlo) o simplemente la propia vida, que prefiere las veredas sinuosas a las líneas rectas, los reúne en prisión por casos que apenas se tocan, surge una tercera historia que integra a las otras dos y nos devuelve, aunque nos resistamos, una parte de nuestro propio rostro escindido, de nuestro propio país y sus asombrosos mecanismos.
Han pasado casi tres años desde esa primera noche en que compartieron techo y paredes al interior de un calabozo en el Cuartel Matamoros. Un mes más tarde fueron trasladados a Mariscal Zabala y tampoco allí los separaron. Durante ese tiempo se han hecho más que amigos, comparten una forma de la amistad para la cual no existe nombre. Los amigos se encuentran esporádicamente, se abrazan, se cuentan cosas y, al cabo de un tiempo que ambos consideran prudencial, se despiden, se separan y cada cual de vuelta a su vida.
Portillo y los hermanos Valdés no se despiden, no se separan, comparten todas las horas del día y de la noche. El tiempo de uno es el tiempo del otro. Entre ellos se llaman Tayo, Francis y El Comandante. El ambiente en el interior de la celda es afable. Tienen un baño, una cafetera y un excelente café. Una televisión grande y películas en dvd desperdigadas por todos lados. Libros y sabanas revueltas sobre colchones estrechos. No les faltan las risas ni los gestos cómplices, miradas que nunca pude descifrar porque únicamente pueden hacerlo quienes, durante casi tres años, saben lo que ocurre al interior de esas cuatro paredes cuando la noche, y el candado en la puerta, se cierran. Me reunía a solas con Alfonso Portillo y después me reunía a solas con Francisco Valdés, y varias veces descubrí a ambos, durante las larguísimas conversaciones que sostuvimos, relatándome detalles de la vida del otro como si fuera la propia. Francisco Valdés, por ejemplo, me contó anécdotas de la infancia, de la juventud o del gobierno de Portillo. Y Portillo, alguna vez, me explicó cómo funcionaba el negocio de los hermanos Valdés Paiz, me describió rasgos del carácter de cada uno, o me narró algún episodio doloroso de sus vidas. Cuando uno habla sobre el proceso judicial del otro, lo hace con pasión y con tanto conocimiento de hasta las más nimias particularidades, que pareciera como si los hermanos Valdés fuesen los abogados de Portillo y Portillo el de ellos.
La amistad, como ocurre tan a menudo, comenzó con la comida. Los hermanos Valdés comían lo que les daba el Sistema Penitenciario, casi siempre espagueti, ahogado en una salsa acuosa, y tortillas. No les daban cubiertos. Estaban prohibidos los cubiertos. Pero las cosas cambiaron cuando llegó Portillo. El ex presidente, por razones de salud, requiere de una dieta especial y consiguió que le permitieran ingresar su propia comida y comenzó a compartirla con sus compañeros de celda.
—Al final —cuenta Francisco Valdés— la presencia de él nos concede algunos beneficios. Por eso yo admiro a una mujer como Evelyn Morataya, que en esos días estaba en Guatemala hablando con cuanto funcionario podía para hacerles ver lo malo que estaban haciendo. Y finalmente ella logra que se den algunas flexibilidades dentro de lo que podíamos tener. Por ejemplo, la comida. Alfonso nos compartía parte de la comida que a él le llevaban, porque él tenía una dieta particular, y en alguna medida, como nos vamos relacionando, le hicimos una propuesta: “mire”, le dijimos, “y si a usted le traen la comida no será que nos pueden cocinar a nosotros nuestra comida”. “Sí”, me dijo, “si la señora me trae a mí, nada cuesta que les traigan a ustedes”. Cuando llega Alfonso ya le permiten cubiertos, ya le permiten entrar una cafetera, después nos permiten entrar una televisión. Así logramos ver el tercero y cuarto lugar del Mundial de Sudáfrica y la final, en Matamoros. Luego empezamos a ver que la opción para entretenernos era el cine. Alfonso me comienza a hablar a mí de cine y empezamos a ver películas, mire que Casablanca, que Lo que el viento se llevó. Nos empezamos a contar los casos de cada quien, empezamos a entrar en una especie de hermandad, de solidaridad, y había diferencia en los ideales pero no en los objetivos. Y ahora le puedo decir, que cualquier cosa que a él le pase nos afecta.
— ¿Y todavía comen la misma comida?
— Normalmente comemos la misma comida, pero ayer me trajo almuerzo mi familia, y él almorzó con un dirigente sindical que tiene autorización de venir a hablar con él. Ellos comieron otra comida y los dos están enfermos.
La vida en la prisión VIP, sin embargo y como todo el que nunca ha estado allí al menos sospecha, es agobiante. Lo relatan así Portillo y los hermanos Valdés, pero también el ex candidato presidencial, ex director del Sistema Penitenciario durante el gobierno de Óscar Berger, y uno de los acusados del caso Pavón, Alejandro Giammattei, en su libro Relato de una injusticia. Caso Giammattei: “La cárcel acondicionada en la Brigada Militar Marsical Zavala no contaba con infraestructura adecuada, pese a lo cual albergaba a siete personas que habían sido relacionadas con el caso en el que me involucraban, y de otros dos procesos distintos. La celda era común, con un perímetro de cuatro metros de ancho por seis de largo (…) Tenía cuatro ventanas pequeñas, pero sólo en una podían abrirse dos aberturas mínimas de 15 centímetros de lado, por toda ventilación.
El único acceso lo constituía una puerta cerrada con candado, por lo que dependía del guardia que estuviera cerca para que “autorizara” ir al baño. Posiblemente para ahorrarse molestias, habían dejado un envase plástico de un galón para la orina, que con ocho personas se llenaba muy rápido. Además de las emanaciones del caso, se estaba a merced de que lo llevaran a vaciar, “gestión” que podía oscilar entre unos minutos o más de media hora (…) Al entrar a la celda, al único que conocía era a Mario Roberto García Frech, que además de considerarlo un buen amigo, había trabajado conmigo en el Sistema Penitenciario (…) Otro de ellos era Víctor Hugo Soto Diéguez (…) el alcaide ingresó a la celda para enterar al “nuevo” –que era yo– de las reglas que había que acatar en prisión, cuyo eje más notable parecía ser el correcto uso del urinal de plástico.
Para urgencias mayores estaba el sanitario del segundo piso, prosiguió, que se compartía con la guardia. No obstante, como el encierro era de 23 horas al día, y una para salir a tomar el sol, me extendió la exhortación –general– de aliviar el vientre en ese lapso matutino, durante el cual se podía usar el teléfono público ubicado fuera de la celda, caminar o hacer ejercicios (…) Solo se permitían tres visitas semanales (…) El día de visita excluía, automáticamente, la hora de sol y el derecho a usar el teléfono (…) En atención a mi dificultad para movilizarme, se me permitió hacer uso de la regadera y el sanitario situado en la celda contigua, que muy gentilmente compartían conmigo sus ocupantes. Entre todos los males, era agradable pasar unos minutos con ellos, ya que el contacto entre los reclusos de ambas celdas se circunscribía a coincidir afuera cuando recibíamos la visita de algún familiar o el abogado. Allí se encontraban recluidos Alfonso Portillo Cabrera, los hermanos Francisco y Estuardo Valdés Paiz, y Josué Vinicio Salán Sánchez (…) Uno de los secretos que descubrimos para impedir que la depresión ganara terreno fue enfocarnos en nuestras actividades cotidianas cuando estábamos libres, recreando los momentos más placenteros y sacando fuerzas de ello. La lectura también contribuyó a que las horas discurrieran con más naturalidad y el intercambio de libros con García Frech y Alfonso Portillo era constante. Recuerdo con especial agrado el libro que me regaló en Navidad Estuardo Valdés Paiz”.
El relato de Francisco sobre la vida en prisión es similar al de Giammattei, pero el de ellos comienza antes, en Matamoros.
— En Matamoros estábamos en un calabozo, con un hoyo con barrotes como ventana, literas de cemento y un baño horrible, y si nosotros la pasamos mal, los guardias la pasaron peor, solo tenían un baño de Mapreco para hacer sus necesidades. Pero nosotros no denunciamos las condiciones en que estábamos porque teníamos terror de que nos pudieran pasar a otro lado, entonces preferíamos callarnos. Estábamos dispuestos a aguantar cualquier cosa. Pero cuando llega Portillo, él sí no se aguantó y denunció todo. Llegó Verónica Galicia a hacer una inspección, porque a ella, lo que le habían llegado a contar, es que era un turicentro donde nosotros estábamos y que nosotros hacíamos fiestas. Entonces ella llega a inspeccionar y se va de espaldas cuando vio eso y le da el resto del mes al SP para que corrija lo malo que tiene el lugar. Pero ellos, en vez de corregir lo malo, deciden hacer una prisión, que la iba a pagar Fonapaz. Cuando empiezan a entrar albañiles a hacer la prisión, deciden los militares quitarnos las visitas a nosotros, entonces ya no nos podía llegar a ver nadie porque había construcción. Entonces viene Alfonso y se pone como todos los diablos y mete un recurso de exhibición personal y llegan los miembros del tribunal quinto, donde a él ya le habían declarado su extradición, y se vuelve un lío de película.
Le dan con lugar el recurso y como nosotros estábamos ahí, él estaba hablando con los jueces y nosotros oyendo, entonces viene una de ellas y nos dice: “¿ustedes qué piensan?, ¿se adhieren a lo que dice el Licenciado?” “Todo lo que está diciendo es cierto, nos adherimos”. Cuando ya se les va a vencer el plazo que fijó la juez Galicia, nos permiten entrar visitas otra vez. A la malla le ponen un nylon para que no se vea de un lado al otro, y el día que recibimos visitas por primera vez, después de tres semanas, llega el jefe de seguridad, el coronel Gálvez, con una orden de traslado. Y la orden de traslado, firmada por el director del SP, dice que nos llevan para la zona 18. Pero nosotros tenemos orden de juez y no nos movemos.
El coronel Gálvez había sido del círculo cercano de Portillo, entonces, en un ratito, lo aparta y le dice: “Licenciado, vénganse, van para un mejor lugar”. Y Portillo nos dice: “vámonos, vámonos, nos llevan a un mejor lugar”, y nos trasladan aquí. No sé por qué decía zona 18. Aquí ya empezamos nosotros a pedir que nos sacaran al sol, que es un derecho de los presos.
Entonces salía Vinicio Salán con Portillo, porque era la idea que tenían, como había sido funcionario de Portillo, y a la media hora salíamos mi hermano y yo. Eso duró hasta que vinieron los de Pavón: Rivera, García Frech, Aldo Figueroa, Óscar Díaz Maldonado. Y al día siguiente viene Giammattei y Soto. A ellos los ubican en la celda a la par de la de nosotros. Al baño solo se podía entrar por la celda de nosotros, cada vez que querían usar el baño, bañarse, los entraban uno por uno. Un día que Giammattei se estaba bañando, y para bañarse se quitaba los aparatos y se sentaba en los bancos de plástico y ahí le caía el chorro, el banquito con el agua caliente, porque sí teníamos calentador, se aguadó y se cayó. Y como yo dormía en la parte más cercana de la puerta del baño, oí y lo fui a levantar. Él no tenía puestos sus aparatos, unos como arneses que se pone en las piernas, una cuestión que le pone rígida las rodillas y los brazos funcionan como piernas.
El último día que los visité –a los Valdés y a Portillo-, me reuní con los tres adentro de la celda y, por primera vez, hablé con ellos de los temas que quizá tocan cuando nadie está presente: la vida y la muerte y sus maneras particulares de comprender e interpretar lo que les ha ocurrido. Es algo que, como todos, se ven en la urgente necesidad de hacer: reflexionar sobre los pasos que los condujeron hasta allí, identificar las causas, formar con ello un todo coherente que les permita otorgarle un sentido a sus circunstancias. Aprender de ellas. Francisco Valdés comenzó a leer una carta que Humberto Castillejos, amigo personal y abogado de Portillo, les hizo llegar de México luego de haberlos visitado en la cárcel. La voz de Francisco Valdés se quebró y los demás se emocionaron (una vez más, quizá han leído y releído esa carta infinidad de veces) cuando, en una parte, el abogado dice: “su reclusión la han convertido en una especie de club de cine y lectura, adornada con tiempos libres de ejercicio. Comparten la comida, la cual disfrutan día a día como si fuese la más exquisita en el restaurante más lujoso del mundo. No se sienten solos, se reconfortan. Si la solidaridad de esa celda la hubiese en el mundo exterior, estoy cierto que otro mundo sería el nuestro”.
— ¿Qué piensan ustedes de esa idea que dice que la verdadera libertad es interior? Suena muy bien, pero me pregunto si es posible en la práctica.
Alfonso Portillo: Es posible, por supuesto que esa libertad no es espontánea, tienes que trabajarla, y la trabajas con la lectura. Si yo no hubiera tenido la inquietud de leer filosofía, hubiera sido más difícil aguantar esto. La lectura de los estoicos, de los clásicos del pensamiento y de recientes como Thomas Merton, y tantos que hemos leído, lo fortalecen a uno. Y las historias de las gentes que han vivido situaciones más duras que uno, porque uno en su contexto cree que lo más grave le está pasando y lo que nos está pasando es caricatura en comparación con lo que le ha pasado a otros. Entender que todo es relativo, te permite sobrevivir y hay momentos de decaimiento, de depresión, de tristeza, lógico, y lo que más nos preocupa a los tres y yo creo que a la mayoría de los que estamos aquí, no es tanto nuestra situación personal, como la de la familia. La angustia de nosotros, el peso de nosotros es que nuestras familias sufren más que nosotros mismos. Pero sí, la libertad interior te permite soportar cualquier circunstancia, y el fortalecimiento espiritual.
Francisco Valdés: De hecho, yo siento de que en todos estos momentos, por ejemplo, esos días posteriores a las dos sentencias de la corte, han sido días muy duros.
AP: Ah sí, muy duros.
FV: Sin embargo, la solidaridad que se manifiesta entre nosotros, es tan grande, que da oportunidad a que uno se recupere y la verdad es que nos queremos tanto, que cada noticia mala que pueda existir con alguno de nosotros, cada noticia mala para Alfonso, es algo que nos afecta a nosotros tremendamente. A mí realmente me impresiona la fortaleza que tiene Alfonso, porque son golpes, yo lo he visto, como es normal en cualquier hombre, pues afectado, pero tiene una capacidad de recuperación increíble y eso para nosotros es una enseñanza, es un ejemplo, y eso también lo hemos ido aprendiendo no solo de las lecturas.
— La amistad, yo creo, es algo en lo que uno invierte esfuerzo y tiempo y apuesta por ello, a veces, un poco a ciegas. Las cosas no se dan espontáneamente y la pregunta es: ¿fueron estas cuatro paredes las que espontáneamente provocaron la amistad de ustedes o ustedes, voluntariamente, se dijeron en algún momento, conforme iba transcurriendo el tiempo: “tenemos que estar bien, tenemos que apoyarnos mutuamente”?
AP: Yo creo que las dos cosas se conjugan, porque hay gente, sin necesidad de mencionar nombres, que su ego, su individualismo, no le permite tener una relación como la que tenemos nosotros. Por nuestra formación, hemos sido más abiertos, nuestra formación nos permite relacionarnos con todo el mundo. Por ejemplo, yo saludo con toda amplitud, con todo cariño, a los soldados que están presos, al coronel, porque sentimos que al estar aquí se acabaron las diferencias. El principio fundamental es: todos somos iguales, no importa que uno haya sido ex presidente, otro sea coronel, otro sea empresario, otro agente policiaco. Aquí hay el principio de la igualdad. Entonces nosotros no tenemos ningún tabú ni obstáculo o prejuicio. Por ejemplo yo, que crecí en una provincia, no tengo prejuicio contra nadie, nosotros nos llevamos bien con todo el mundo, convivimos con todo el mundo, a veces hacemos todos los sectores un convivio general. Ahora, la amistad de nosotros si es más especial, porque tenemos un mismo nivel cultural, nos gustan muchas cosas, a pesar de que los tres somos distintos en nuestros gustos, hemos conjugado, hemos hecho coincidir aquello que nos gusta, y hemos tenido la voluntad de hacernos amigos, pero la espontaneidad también, la simpatía mutua, yo a Francis lo había visto antes, a Tayo nunca, y desde la primera noche que llegué, que ellos todavía estaban con su cuñado Diego Moreno, nos dimos un abrazo como que había sido un encuentro de hacía veinte años y a Diego no lo conocía, ni a Tayo, y nos dimos un abrazo como que hubiéramos sido amigos y ya estaba la expectativa de que yo estaba por llegar.
— Sin embargo — les digo ahora dirigiéndome a Francisco y a Estuardo Valdés Paiz— lo que ustedes sabían de Alfonso Portillo, de su gobierno, fue a través de la prensa. ¿Hubo en algún momento un afán de ustedes, de ir despejando dudas con respecto a él?
Estuardo Valdés: No, eso se fue dando, yo soy una persona que no me gusta involucrarme, y más con lo que hemos vivido, para mí lo que dice la prensa no vale para nadie. A mí siempre me dio más duda de cosas como cuando iba al extranjero, cuando conoció a Fidel.
FV: Lo que pasa es que nosotros nunca estuvimos sometidos al sojuzgamiento mediático, yo desde los 18 años, Estuardo un poquito mayor, empezamos a trabajar, nunca tuvimos esa situación de ser noticia. Nosotros no teníamos idea de lo que pasaba y sí creíamos en las cuestiones que decían en la prensa, sin embargo, en el período que estuvimos nosotros presos, salían tantas cosas y salía Castresana diciendo tantas mentiras, que entendimos que no se podía creer en lo que decía la prensa, en lo que estaba afirmando. Entonces, cuando supimos de la llegada de Alfonso, inmediatamente lo que yo les transmitía es: “muchá”, y con esas palabras, “es un tipo de a huevo, no tengan pena, es un tipo de a huevo, no es lleno de babosadas”.
— ¿Y usted tenía claridad con respecto al caso de ellos?— le pregunto a Portillo
AP: Conocía lo que salía en la prensa y le preguntaba a mi cuñado, porque Juan trabajó con ellos un tiempo, dentro de la empresa, es visitador médico. Y él me decía: “mirá es una gran barbaridad lo que les están haciendo, la trabada que les dio Rodrigo Rosenberg, la utilización que hizo de ellos”. Eso es lo único, y sí me imaginaba que había un interés más grande que ha sido intocado en el caso Rosenberg. Los verdaderos responsables del caso Rosenberg están tranquilos.
— Me parece interesante cómo, según me han contado ustedes, el encierro puede hacer que fluya la información con mayor exactitud que cuando uno está afuera, y quizá sea más fácil distinguir entre la verdad y la mentira, lo que no me queda claro es ¿cómo funciona eso?
AP: Interesante, porque muchos amigos cuando platicamos de algunos temas políticos, y nosotros damos nuestra opinión, y ellos están afuera, nos dicen: “muchá, ustedes tienen mejor información que nosotros”. No sé si es por la selección de la gente que llega o si nos preocupamos más por estar más atentos, que cuando uno está afuera.
EV: Hay menos distractores.
AP: Menos distractores y discutimos mucho, hacemos análisis y nos adelantamos a muchas cosas que suceden. Cosas interesantes como cuando te conté que salí del hospital y yo presentía que iba a ocurrir algo como lo de Totonicapán y lo dije tres días antes y la radio no lo sacó. Estás más atento, más sensible, ponés más atención. Es una escuela esto. Le das una lectura a las cosas que no se las hubieras dado si estuvieras afuera, hay mucha distracción, como dice Tayo. Cuando sucedió lo de Santa Cruz Barillas, discutíamos aquí, recopilábamos información que nos traían y yo tuve una expresión, y le dije a Francis y a Tayo: “si yo fuera miembro del Cacif, yo habría convocado a una reunión, pedir a unos analistas independientes que hagan un estudio, que hagan una lectura correcta de lo de Santa Cruz Barillas, que es el inicio del desmoronamiento total de este Estado y hacia allá vamos”. En este momento, una sublevación tiene éxito, porque no va a haber soldado que se anime a tirar, ni policía que se anime contra la gente, el Estado se quedó sin la fuerza coercitiva, se quedó sin violencia legítima, entonces hoy la violencia popular y ciudadana es la que está prevaleciendo, hoy huyen los policías, hay una desmoralización de las fuerzas de seguridad, hay una desmoralización de las fuerzas armadas, y lo sabemos y lo sentimos y tenemos información fidedigna, cómo la molestia que hay dentro de la institución.
— ¿La imagen que ustedes tenían del país antes se ha visto modificada ahora?
EV: Yo siempre se lo digo a Alfonso, creo que el mundo es así, que todos los países son así, lo que pasa es que nunca estamos conscientes, nunca miramos la realidad, y aquí uno empieza a ver más, a fijarse más, a poner más atención. Yo siento que la información siempre está allí, pero nunca ponemos atención, y por eso le digo a Alfonso: Guatemala siempre va a ser igual, o sea, quienes estén y a donde uno vaya en el país, siempre son las mismas diferencias, siempre hay unos que quieren aprovecharse de otros y otros que son aprovechados, eso no cambia en el mundo.
— Pero, estas impresiones, ¿ya las tenía antes?
EV: No.
FV: Le cambia a uno la vida realmente, la forma de verla, yo le contaba que para mí el éxito era siempre tener una empresa bien, que fuera yo reconocido como un buen empresario, como un hombre correcto, como un hombre con palabra, eso no me ha cambiado, pero me ha cambiado el aspecto de que siento que la familia es más importante que cualquier empresa, que cualquier éxito, que cualquier reconocimiento que pueda uno tener de la sociedad. La familia es la base y realmente uno logra estar bien con su familia, única y exclusivamente, estando bien con Dios. Si usted está bien con Dios puede estar bien con su familia y puede entender que la familia es lo más importante y ahí es donde viene ya la situación que yo le digo: pienso siempre en que Dios me dé la oportunidad de seguir haciendo las cosas buenas que yo hacía y corregir las que no hice bien, esa es mi meta a la hora de solucionar este problema del cual estoy seguro que, tanto el caso de Alfonso como el de nosotros, se va a solucionar. ¿Cuándo? No lo sabemos y creo que en el caso nuestro el poder que está detrás de nosotros o persiguiéndonos es bastante menor que el poder que está detrás de Alfonso. Pero creo que en ambos casos vamos a salir adelante.
AP: Hay una cosa muy importante, que no sé si se las has preguntado a Francis, conmigo no lo hemos tocado, y es que aquí, nosotros, tenemos un sentido del humor muy especial.
FV: “Nosotros”, verdad.
AP: Digo “nosotros” porque ustedes también tienen sangre de oriente, tanto por los Valdés de Chiquimula, como por los Paiz de Zacapa. Pero ellos ya no nacieron allá, ya tienen otra formación. Pero hay una cosa muy importante: y es que esta relación se facilitó porque uno podría calificar a Tayo y a Francis de gente de derecha, y no son de derecha, y ellos podrían decir que sí son de derecha, pero no lo son. Aquí bromeamos así, yo le digo Francis: “es que usted es derechista”. “Momento”, me dice Francis, “soy de extrema derecha”. Pero lo decimos en broma, porque de Francis conozco su historia, y no necesito conocer la historia de Francis, solo ver el cariño, por ejemplo, que le tienen todos los trabajadores, hasta los más sencillos. Por ejemplo, Tayo, la gente que trabaja con él, en su finca, desde la gente más humilde hasta el caporal, vienen a comer con él todas las semanas y todos los trabajadores quisieran hacer fila para venir a ver a Francis. Eso no es casual. Eso es por la concepción que tienen ellos de la relación trabajo-capital, la dignidad de las personas. Eso facilitó la amistad. Porque aunque aparentemente yo soy un hombre de izquierda y ellos de derecha, en el fondo, la concepción social es la misma.
— ¿No me meto en terrenos pantanosos si les pregunto si son creyentes?
AP: Ese es otro tema interesante, porque los tres tenemos concepciones distintas en cuanto a la fe. Por ejemplo, Francis, es la fe tradicional, la fe en un Dios sobrenatural, omnímodo, omnipotente, omnipresente. Tayo es un hombre no creyente, pero es un hombre que por lo que ha leído, que ha leído mucho, es un lector avorazado, tiene una concepción de Dios no personalizada, ni a la forma tradicional, si no como la existencia de algo que ordena el universo, y yo coincido un poco más con Tayo, porque yo creo que la concepción de Dios es una concepción interior, que el mal y el bien lo tenemos adentro, que demostramos la existencia de Dios con nuestra actitud, y si tenemos al demonio adentro lo demostramos con nuestra actitud, como la famosa historia de Demian, de Hermann Hesse. Y tengo una visión más abierta de la fe religiosa, por ejemplo, me gusta mucho el budismo. Coincido con muchos planteamientos del budismo, de Confucio, de los estoicos, también creo muchas cosas de la Biblia, pero creo más en la concepción filosófica de la vida en cuanto que sí existe un ordenamiento del universo. Lógicamente ninguno de los tres somos fanáticos.
FV: Somos muy respetuosos, verdad. Yo soy un practicante de la religión católica y esto le lo ha acentuado, yo comulgo cada vez que viene el padre, aprovecho a comulgar, en cuanto me da oportunidad me confieso y sí soy practicante. Alfonso y Estuardo, no. Ahora, la concepción del bien y el mal la tenemos los tres.
— Les pregunto esto porque, me imagino que es una de esos tantos temas que, necesariamente, cuando se está compartiendo cuatro paredes con alguien durante tanto tiempo, tiene que salir. No como generador de conflictos, sino más bien para explicarse todo esto que les está ocurriendo.
AP: Eso que acabás de tocar, es muy importante. El racionalizar tu situación, darle una explicación racional a por qué estás aquí. Cuando yo veo, negativa, tras negativa, tras negativa, tras negativa, ni una a favor, una tras otra, de todo el poder judicial, copado por el sector privado, entiendo.
— ¿Y esa racionalización la hizo desde que era presidente, pensó que algunas de sus decisiones lo traerían aquí?
AP: Pensé que muchas de mis decisiones iban a tener un costo, incluso hay grabaciones de mi gabinete en las que dije: “ustedes van a estar tranquilos, el que no va a estar tranquilo y va a ser perseguido desde el siguiente día soy yo”. Ahora no me imaginé que la persecución iba a ser tan exagerada, más de 125 funcionarios de mi gobierno perseguidos, nunca en la historia, ni con Arbenz, con Arbenz todavía se quedaron ex ministros viviendo en Guatemala. Conmigo hubo una persecución de familias en los colegios, el acoso a los hijos de mis funcionarios, el acoso a Gabriela (su hija pequeña), eso no lo contemplé, pero sí contemplé la posibilidad de estar preso.
— ¿Y en el caso de ustedes?
FV: Nosotros ni siquiera quisimos nunca meternos en política, cabalmente por esa situación, nosotros sentíamos que el riesgo de llegar a un extremo como el que tenemos hoy estaba evitado completamente por el hecho de no participar en política y no ser figuras públicas y es una situación que, todavía a la fecha, aunque ya la he vivido, lo hablamos con mi esposa y Alfonso bromea y me dice: “Francis usted sale de aquí para político”, y mi esposa me dice: “mirá, te volvés político y nos divorciamos”. Todavía tenemos el concepto de que volverse político es ponerse en riesgo a vivir eso, a pesar de que lo estoy viviendo. Nosotros vivíamos una vida tranquila, teníamos lo que era necesario, mucho se especuló de que éramos multimillonarios, hemos hecho algo, desde que tengo 18 años comencé a trabajar. Estuardo y yo nos respetamos muchísimo, tenemos de estar compartiendo la vida juntos, pegados, ya más de tres años, y aunque no pensamos exactamente igual, yo no creo que ningunos hermanos hayan tenido la oportunidad de vivir lo que nosotros hemos vivido juntos, ya a las edades que tenemos.
AP: Y un detalle simpático, que no tiene que ver con lo que dice Francis: el personaje de Rodrigo Rosenberg nos abarca a los tres. Cuando fuimos armando el rompecabezas, nos dimos cuenta que, cuando pide la extradición Guatemala a México, era el fiscal Juan Luis Florido y el canciller Jorge Briz, los dos contratan a Rodrigo Rosenberg para que arme el expediente para pedirme a México. Ese es el primer elemento, el primer elemento es que Briz y Juan Luis Florido le hablan a Rodrigo Rosenberg para que se dedique exclusivamente a hacer el expediente para mi extradición. ¿Por qué Rodrigo Rosenberg se sintió feliz al hacer eso? Porque tiene animadversión hacia mí, porque cuando fui presidente, Jorge Briz quería ser Ministro de Finanzas y él quería algún otro cargo. Porque ellos eran un grupo que me apoyaba, con el que me reunía yo cuando era candidato y no les dí absolutamente nada, sabía cuáles eran sus intereses. Entonces Jorge Briz participa en los viernes de luto, con Rodrigo Rosenberg, contra mi gobierno. Y después coincido otra vez con el nombre de Rosenberg cuando se manda a matar y está a punto de caer el gobierno y al gobierno le dicen, entréguenos a Portillo y lo salvamos del caso Rosenberg. Son dos elementos en donde el mismo personaje, nos toca.
— ¿Entonces usted lo conoció?
AP: Yo lo conocí personalmente, me junté varias veces con él, con el doctor Ayau, con Jorge Briz, con Mario Fuentes Destarac.
— ¿Han intentado ustedes racionalizar, como Portillo, lo que les está ocurriendo?
EV: No, yo si le encuentro sentido. O sea, ya sucedidos los hechos, y viendo toda la investigación y viendo todo lo que realmente convenía por el caso, ayer lo hablábamos con un empleado mío y le digo: “mirá, si todavía no creen que Rodrigo Rosenberg se mandó a matar involucrándonos a nosotros, imagínate la teoría esa, solo él, con una banda de sicarios, es imposible, tenían que involucrar a alguien, que a la vez les convenía”. Aunque mi hermano dice que no estamos en nada político, sí teníamos una competencia empresarial que está en política, y de allí amarro yo el problema, les servía para salir del caso, y a la vez quitaban una competencia económica empresarial.
FV: Nosotros lo vemos como que eso es lo que nos correspondía, eso es lo que nos tocaba vivir, y entonces el destino, Dios, yo lo he tomado como que esto salvó mi hogar, estaba dedicado a tratar de tener éxito, a ganarme la admiración de las personas que trabajan con nosotros, tanto dentro de la empresa, como fuera, y ahí había descuidado a mi familia. Esto que me está pasando hoy yo lo he tratado de incorporar a mi vida, como que es la salvación de mi matrimonio, la salvación de mi familia.
— Sí, porque, si uno no encuentra una justificación para lo que le está ocurriendo, ha de ser bien difícil soportarlo.
AP: Bien difícil.
FV: Nosotros, sí, en alguna medida, entendemos qué fue lo que nos correspondió, lo que nos tocó. Porque Estuardo no vio a Rodrigo Rosenberg desde que murió mi mamá, el 7 de septiembre de 2008, y yo no lo veía a él desde esa fecha y hasta el 3 de mayo que fue cuando tuve la primera entrevista con él. O sea, ¿qué me tocaba?, ¿por qué me llama a mí?, ¿por qué yo tengo que salir metido en esto?, y esa entrevista, no solo me hace estar aquí, sino también me hace estar con mi hermano, que es algo que, si es ridículo en el caso mío, todavía mucho más ridículo en el caso de él. Pero así nos tocó. Y eso es lo que hemos llegado a aceptar. Nunca lo hemos visto como que hicimos algo para llegar a esto. De hecho, Estuardo me decía: “mire, yo siempre pensé en apoyarlo a usted”, pensando en que si yo no tenía que ver, él mucho menos. Esta es una situación que nos unió y hemos permanecido unidos, y eso es lo más importante, lo más importante es que no nos ha logrado separar todo lo que han dicho, al contrario, encontramos a otro hermano, encontramos a Alfonso como hermano, nos llevamos como hermanos, nos respetamos, hacemos cada quien nuestras cosas que nos han hecho tener este ambiente que, como lo definía este abogado mexicano: aquí hay una solidaridad.
AP: Siempre usamos una frase de Epicteto, que repetimos con Francis, dice Epicteto: “cuando le echas la culpa a los demás de tus desgracias, eres un ignorante; cuando te echas la culpa tú de las cosas que te pasan, empiezas a ser menos ignorante: pero cuando no le echas la culpa ni a los demás ni te la echas tú, ya vas en el camino de la sabiduría”.
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