Desde el viernes por la noche era claro que algo grande se gestaba en Guatemala: se multiplicaban las demandas de los actores sociales para que el presidente de la república, Alejandro Giammattei, asumiera una postura acorde con el clamor popular y anunciara que vetaba el proyecto de presupuesto 2021, tal como ya lo había sugerido el número dos en la escala jerárquica del Ejecutivo, el vicepresidente Guillermo Castillo. Pero, lejos de asumir una postura acorde a la de un estadista, Giammattei, simplemente se dedicó a defender las supuestas bondades de dicho proyecto en una clara afrenta al sentir ciudadano.
El contexto del acontecimiento no podía ser más trágico. Dos huracanes sucesivos habían causado enormes estragos económicos y sociales a muchos poblados de varios departamentos del país, y la sensación era que el Gobierno estaba haciendo realmente muy poco para mitigar el sufrimiento de la población. Justo por eso el análisis del proyecto de presupuesto se sentía como una afrenta directa al pueblo de Guatemala, ya que no se priorizaron recursos en temas como la reducción del riesgo de desastres o el mejoramiento de las condiciones de la infancia y la adolescencia, mientras que sí se aumentaban los gastos de funcionamiento y el peso de la deuda pública, lo cual generaba enormes dudas sobre las prioridades que guiaban a los legisladores.
La actitud autoritaria y poco sensible a la ciudadanía por parte del Ejecutivo y del Legislativo se combinaba con mensajes en redes sociales de algunos que llamaban a protestar de forma enérgica contra las autoridades. Había incluso algunos que apelaban de forma indirecta a la violencia y que enfatizaban la larga historia de abusos, injusticias y desigualdades que ha provocado el ejercicio de la política en Guatemala.
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El sábado 21 de noviembre, muchos ciudadanos se enfilaron al centro de la ciudad pensando que se repetiría otra jornada cívica del pueblo de Guatemala, tal como ocurrió en el 2015. En la Plaza de la Constitución, familias, personas de la tercera edad, jóvenes y ciudadanos hacían sentir su descontento con cantos, consignas, carteles y banderas. Sin embargo, en los alrededores del Congreso de la República, las manifestaciones se tornaron violentas: un grupo de manifestantes irrumpieron en el Palacio Legislativo e iniciaron un incendio que sirvió de excusa para la represión policial. Durante las siguientes horas, las calles de la zona 1 se convirtieron en un campo de batalla entre ciudadanos y fuerzas de seguridad, lo cual hizo que la zozobra y la indignación crecieran de forma exponencial, especialmente debido a las imágenes de los abusos policiales. Entender lo que sucedió este fin de semana pasado, por lo tanto, es un aspecto fundamental para visualizar los posibles caminos y encontrar la ruta para solucionar la grave crisis que parece golpear a Guatemala.
Por un lado, es indudable que las actuales autoridades se han mostrado reiterada y sistemáticamente contrarias al sentir de la población y han exhibido actitudes francamente criticables. Y la cara más visible de la insensibilidad y del autoritarismo es la del mismo presidente Giammattei, pero la mayoría de los diputados se han comportado de forma similar, por lo que existe un malestar ciudadano muy bien fundamentado.
Desde la comunidad internacional, la respuesta no se hizo esperar. En sendos comunicados el G13 y la embajada estadounidense llamaron a buscar consensos y diálogo mientras el mismo Gobierno ha apelado a la Carta Democrática Interamericana como una forma de solucionar la crisis actual. No obstante, ya hay voces que están descalificando el posible diálogo que salga de estos llamamientos debido a que consideran ilegítimo al actual gobierno, por lo cual el peligro de que los enfrentamientos y la violencia sigan escalando es una dolorosa posibilidad. Hay muchos ejemplos de diálogos infructuosos en el pasado que nunca llegaron a buen puerto.
A pesar de las dudas, me parece que la única alternativa es iniciar un diálogo sincero, profundo y de alto nivel, que permita hallar la forma de refundar este país de manera que se logren expandir las posibilidades para que todos y todas tengamos cabida. Cualquier otra posibilidad seguirá negando el largamente anhelado sueño de una Guatemala mejor.
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