Tal estado de cosas no podría mantenerse y reproducirse sin el dominio de una estructura económica que mantiene un circuito monetario concentrador y excluyente, que expulsa gente y hace crecer, como bola de nieve, informalidad y precariedad laboral.
El informe elaborado por la áreas de investigación de Universidad Rafael Landívar, titulado «Guatemala: Estado de país y perspectivas», divulgado en fecha reciente, bien retrata abundantes síntomas de exclusión y carencia de interacción entre política económica y social. Subrayamos un indicador que es paradigmático de todo lo demás: el 46.5 % de los niños guatemaltecos padecen desnutrición crónica, y en el altiplano la cifra alcanza niveles alarmantes cercanos al 70 %. Nos preguntamos entonces ¿cuál es la ideología del modelo económico?. Tal modelo, concentrador y excluyente, mantiene muy cómodos a hogares de propietarios de medios de producción y sus mayordomos tecnócratas, tanto en la esfera estatal como en la privada. Además hay unas pocas organizaciones sin fines de lucro cuyos miembros se han enriquecido de manera asombrosa, incluyendo también a sindicalistas.
El autoritarismo que priva, aunado a la falta de cultura económica, alimenta la perpetuación de tal modelo, que es proclive a crisis debido a la sobreabundancia de recursos que maneja, el imperio del lucro y de la avaricia; y por sobretodo la carencia de regulaciones. Destacan aquí por ejemplo los esfuerzos de diputados muy conocidos, miembros claros de partidos pro negocios, por detener la Ley de Competencia y toda su institucionalidad, lo que contraviene artículos constitucionales y permite abundantes abusos de mercado.
Este escribiente ha publicado abundantes artículos de advertencia en torno a que el peligro de tal modelo es su propia dinámica interna, que fomenta la corrupción y lo que los anglosajones denominan como el «crony capitalism» (capitalismo de amiguetes). Primitivo y semifeudal aún.
Sus ideólogos principales son conocidos caballeros (la mayoría son hombres, vestidos de negro) que habitan los ambientes perfumados del mundillo bancario y del dinero. A principios de la democracia, en tiempos de Vinicio Cerezo y Jorge Serrano, se ocuparon de fomentar la ideología de la liberalización comercial y financiera que se ha encargado de destruir el aparato productivo tecnológico-industrial nacional. Bajo un laxo Código de Comercio y leyes financieras a la medida permitieron las empresas y bancos Off shore (fuera de plaza) que hoy pululan por todos lados, y han permitido aberraciones como las del fideicomiso denominado FIPRODESO. El mismo fue constituido en el IGSS en tiempos de Alfonso Portillo y amasó fondos públicos, bifurcándolos en empresa Off Shore. Los dineros pararon hasta en islas de Oceanía, gracias al armado de notarios, abogados y contadores públicos muy conocidos. La estafa hasta hoy permanece incólumne.
Se trata así de un modelo que se erige con base a medidas de excepción, conllevando a la concentración del poder económico, gobernando con atribuciones inherentes a una dictadura y en orden a sus propios intereses, a través de tecnócratas seudoinfalibles.
Para su estudio a fondo hemos recurrido en diversas publicaciones a ideólogos muy propios del fascismo, como Karl Schmitt, un abogado alemán de la entreguerra, crítico de la democracia e inspirador de situaciones de excepción, bajo las cuales los seudoinfalibles crean en la mente de políticos situaciones de alarma y de advertencia para proponer medidas de emergencia. Se intervienen bancos, se bajan aranceles, se mantiene un tipo de cambio poco competitivo, o bien se mantiene la alta rentabilidad del capital financiero a través de intereses especulativos como los que reinan en las tarjetas de crédito, que son verdadera usura. Y a la par se fomenta la gobernabilidad corporativa, con los grupos de interés de cooperativistas ricos, comerciantes de postín y demás miembros del club.
Desnudar ese mundo y relativizar el aparente éxito y «resiliencia económica», será parte del país que sí queremos.
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