Las elecciones pasan, el hambre queda. Esta frase es de sabiduría popular y está pintada en una pared de alguna ciudad que, como las nuestras, cobijan pobreza, enfermedad, racismo y manipulación política de las elites que han gobernado desde la colonia a nuestro país. Sin embargo, el caso de Guatemala es el más crítico en América Latina.
Sufrimos un patrón de poder moderno-colonial opresivo que, como lo afirma Foucault, somete desde la altura a los individuos, moldeando su comportamiento mediante ciertos medios, como la educación, religión, medios de comunicación, narrativas desde ese poder y, sobre todo, con el ejercicio de la violencia.
Por eso, o no entendemos o aceptamos o normalizamos o estamos de acuerdo con la forma en que el poder no solo se constituye sino también cómo se ejerce. Vivimos un sistema de ficciones y mentiras que calan en nuestra subjetividad. Los que han ejercido el poder del Estado y los que se preparan al asalto en las próximas elecciones abundan en discursos populistas, ofreciendo el cielo y las estrellas, ocultando su interés primordial: la posición privilegiada y estar cercano al presupuesto público. Nada de bien común menos de buen vivir.
Analistas afirman que estas elecciones son las más manipuladas de la historia, que el Estado ha sido cooptado por el pacto de corruptos, que la justicia selectiva recae negativamente en defensores de Derechos Humanos, autoridades comunitarias, periodistas, etc., y que la corrupción y el narcotráfico, van de la mano en los pasillos del poder. Lo cual es cierto, pero no suficiente para ahondar en la realidad.
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La manipulación de las elecciones siempre ha sido una constante, hoy solo se diferencia por la dimensión. El Estado no está cooptado, así fue diseñado y es el Estado colonial el que coopta a la ciudadanía. La justicia la ha hecho el que está en el poder y se aplica siempre al más débil, al que contradiga al sistema. La corrupción es la base en que se construyó el Estado colonial, no es nuevo ni debería sorprendernos, preocuparnos que siempre ha existido sí.
El pacto de corruptos no se ha venido consolidando en las últimas décadas, siempre ha existido con otro nombre y con otras lógicas, según contextos históricos. La invasión de 1524, logra sus propósitos de enriquecimiento ilícito a la sombra de la estructura jurídica y política que diseñaron y en la que soldados, religiosos, funcionarios públicos venidos de España, contrabandistas, comerciantes y cultivadores adinerados funcionaban como un bloque. A pesar de las traiciones y luchas internas nunca dejaron de ser eso, el bloque de poder.
En pleno 2023, iglesias evangélicas, al igual que la católica en el pasado, se cobijan a la sombra del poder, lo avalan y contribuyen a la manipulación política. Los funcionarios de los 3 poderes del Estado y las otras instancias de control, mantienen vasos comunicantes familiares, clientelares y de solidaridad ideológica, dejando a un lado la mentada independencia de poderes. Al igual que en la colonia, es la economía, el presupuesto público, el trabajo servil, mal pagado, los privilegios que da la ley, los que constituyen el cemento que une fuertemente al bloque de poder.
El eje transversal es la dominación, la explotación y el racismo.
Si no entendemos esto, no podemos explicarnos lo que sucederá en las elecciones de este año. Y tampoco podremos reaccionar ante las consecuencias que siempre este modelo ha provocado, más pobreza, menos empleo, más migrantes, mas concentración de poder y de capital.
También tenemos que entender que los que entran a la ficción de democracia electoral, cualquiera que sea su orientación ideológica, de alguna manera al participar están avalando el sistema. Por eso, la oposición política no pasa de alzar la voz, denunciar, medio fiscalizar y luego, a buscar la reelección para seguir en el mismo sistema que los valida como oposición mediática.
Independiente de los resultados, el sistema o no cambiará o cambiará poco. No en lo estructural. Por ello, el trabajo y compromiso de la sociedad en general, es conocer la continuidad del modelo colonial, actuar políticamente de manera organizada para la descolonización, nutrir de pensamiento y conciencia crítica a las futuras generaciones, articular a las muchas guatemalas: indígenas y ladino-mestizos, pobres y clase media, urbanos y rurales, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, para diseñar un sueño común y luchar políticamente para hacerlo realidad.
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