Al momento en que escribo esto, algunos esbirros y vándalos se infiltran en la manifestación ciudadana de octubre, que hasta hoy ha demostrado ser pacífica, justificando la represión estatal de parte del gobierno de turno. Manifestarse no debe ser una moda o una actividad destructiva, sino más bien una libertad que debe ser protegida por cualquier estado que se jacte de ser democrático, garantizando la integridad de quienes lo hacen. Y no debe ser violenta, pero sí contundente y que incomode al régimen para que exista una reacción. Ahora, ¿cómo encontramos el común denominador entre tanta gente? ¿Dónde están los puentes de convergencia? ¿Qué nos une, además de la indignación y el deseo de la renuncia de la fiscal general y sus subordinados?
La demanda de fondo es armar una agenda de Nación y varios grupos plantean sus propuestas en diferentes foros, pero lo que está faltando es el espacio y el mecanismo. El espacio integrador que vaya más allá de las calles y el mecanismo que integre puntos y prioridades de Nación incluyentemente.
En Guatemala los pocos espacios plurales se han diezmado y la desconfianza, el miedo y la exclusión enquistada hasta hace poco no habían permitido forjar ese telar multicolor ciudadano que hoy ocupa las carreteras de todo el país. He aquí la función fundamental de un gobierno de transición: Espacio para la Inclusión, el Diálogo y el establecimiento de Consensos.
Las revoluciones tienen el objetivo común de romper con la opresión y la exclusión y recomponer las relaciones de poder, cuando estas no responden al bienestar de las mayorías, bajo la gran sombrilla de la equidad, la justicia, el bienestar, el respeto y la paz.
Cambiar de Fiscal General cuando la estructura sigue intocable no soluciona nada. Pero la esperanza es el arribo de un gobierno que evidencia no estar vinculado con elites económicas que cooptan al Estado, políticos, funcionarios y contratistas vinculados con la corrupción que capturan al Estado, y estructuras de crimen organizado que secuestran al Estado.
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Es momento de remover cimientos. Las preguntas de fondo son: si el MP sigue con la insistencia de entrampar y deslegitimar los resultados de las recientes elecciones, usando toda la fuerza institucional alrededor de acusaciones espurias con el riesgo de incluso evitar la toma de posesión del binomio presidencial de Semilla, ¿cuál sería la agenda de Nación, la hoja de ruta para el país que permita la inclusión y el cambio de rumbo en el futuro de la ciudadanía guatemalteca en un gobierno ilegítimo? ¿Qué rumbo tomarán las aguas que se desbordan sin un cauce claro para la ciudadanía de que sucederá el 14 de enero?
La revolución debiera generar su propia agenda. Va rompiendo con las barreras que fueron construyéndose institucionalmente y que favorecen a grupos de poder estructuralmente concentrados. Las revoluciones brindan alternativas heterodoxas a problemas estructurales. Las revoluciones ven objetivos, no medios. Las manifestaciones ciudadanas son una expresión de la necesidad de un cambio estructural en el país.
La democracia requiere de transparencia y auditoría ciudadana constante, pero también pluralidad e integración. No podemos concebir una Nación democrática cuando existen personas que heredan privilegios mientras la mayoría sigue excluida de una agenda de país y sujeta a las decisiones de una élite acaparadora, depredadora y ambiciosa que mueve los hilos del poder. Sin la participación de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los jóvenes sobre todo del área rural, cualquier intento de resolver los problemas nacionales serán puros paliativos.
Muchos nos preguntamos: ¿es este el momento que tanto se ha esperado para romper con estructuras de poder concentrado? Pienso que sí.
Es necesario sacar de raíz la causa de los problemas que la institucionalidad no ha sido capaz de resolver históricamente en Guatemala y genera, además de pobreza y subdesarrollo, frustración, enojo en los individuos y constante presión y descontento en la sociedad. Lo que la Democracia no ha logrado atender históricamente converge en una naciente revolución pacífica.
¿Cuál es entonces la hoja de ruta de país? Con el 20 % de la población concentrando más del 60 % de los ingresos, con 8 de cada 10 niños indígenas padeciendo desnutrición, con 47 megaempresas que se inscriben como maquila para eludir responsabilidades tributarias, con un Ministerio Público que no muestra trabajar para el bien de la ciudadanía sino que responde a evidentes sesgos en la aplicación de la justicia, con un Estado capturado y cooptado por mafias y elites corruptas, se siguen reproduciendo los vergonzosos índices sociales, ambientales y humanos que ocupamos. Suficiente material para una agenda de un gobierno que debe representar a quienes ayer y hoy protestamos.
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