Quizá venga al caso usar la expresión que nació en la batalla de San Quintín entre fuerzas españolas y francesas en 1557. Una estrategia de los españoles hizo que las tropas francesas atravesaran un río por donde pensaron que sería paso seguro, solo para encontrarse con el enemigo y sufrir un ataque justo cuando estaban a medio cruzar. Dice la historia que murieron al menos 6 000 franceses. El bando ganador no da detalle de muertos. Historia al fin.
Los hechos conocidos sobre el incidente del 16 de febrero en el Transmetro son escasos. El acusado se masturbó enfrente de o al lado de una muchacha no identificada de 22 años (el dato apareció en una nota de prensa y no volvió a repetirse). Luego eyaculó y manchó el pantalón de la víctima. Unos medios dicen que ella lo denunció. Otros, que fueron los pasajeros. El caso es que la Policía Municipal lo capturó y entregó a las autoridades, que lo pusieron a disposición de juez competente, y este o esta lo mandó a prisión.
Hasta aquí, lo que puede sacarse en claro es que una persona con trastornos psicológicos sexuales se sale de control, que una joven víctima que vestía pantalón es abusada, que ella o los pasajeros adoptan una actitud correcta y denuncian al perpetrador, que un agente de la Policía Municipal, quien podría haber dicho que su trabajo es otro, lo captura y entrega en custodia a la Policía Nacional y que una autoridad judicial lo envía a prisión preventiva.
Sobre esa base podríamos haber dirigido algunas palabras a la víctima o preguntarnos si el agresor es casado, si tiene hijos, si su familia está afectada por su comportamiento y necesita protección, si hay otras víctimas que lo reconozcan o si recibirá tratamiento para su patología sexual, como se lo ofrece a un drogadicto, a un alcohólico y a ciertos criminales. También podríamos haber dicho que qué bien, que las cosas están cambiando y la gente ya no se queda callada, que hay esperanzas para avanzar en la construcción de un Estado de derecho.
Pero resultó que no. Y nos adentramos en el río que pasa por San Quintín cuando la imaginación de los internautas comenzó a añadir hechos que a nadie la constan. «Para mí que esa su caserita, se pelearon [sic] y ella se desquitó inventándole esto», dijo alguien con firmeza. Para otros se trató de una noticia falsa para llenar páginas en blanco. No podía faltar quien dijera que ella lo había provocado. Hubo quienes culparon al Gobierno, cómo no, si eso siempre funciona. También responsabilizaron a la administración del Transmetro por permitir que suba demasiada gente.
El río se tiñó de insultos, de caras de asco, de absoluciones papales y de honores mancillados. Fue una batalla totalmente innecesaria. La víctima y el victimario quedaron allí, en el fondo, totalmente pisoteados por los unos o por los otros.
Señora o señorita anónima, lamento mucho lo que le sucedió y espero que lo supere pronto. Su caso no será en vano porque quizá alentará a otras víctimas a que denuncien y se haga justicia. Espero que formalice su denuncia ante las autoridades, pues, de no hacerlo, poco habrán ganado las mujeres y en nada se habrá contribuido a que el país cambie.
William Augusto Valdez, usted está enfermo y debe buscar ayuda profesional. Hágalo por su familia, que hoy podría estar llena de injusta vergüenza, además de que pudo haber quedado económicamente desprotegida por un tiempo, ya que, en vez de contribuir al hogar, usted será una carga.
Policía municipal anónimo y anónimos pasajeros, felicitaciones por su actitud. Siéntanse orgullosos y propónganse no dejar pasar nada similar frente a ustedes. Espero que estén presentes como testigos cuando sean requeridos o la impunidad seguirá reinando.
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