A principios de año desenterré mis pocas cualidades de guía turístico para un grupo de amigos de varios países.
Como han de suponer, en nuestro recorrido figuraba —obviamente— pasar todo un día en Antigua Guatemala: transitar las calles coloniales, fotografiar la calle del arco, comprar una que otra artesanía y dejarse sorprender por los guardianes de Agua y de Fuego.
Al descender del mirador de la Cruz recordé que, además de las calles coloridas y de los inigualables bordados, un joven entusiasta y emprendedor dibujó a mano alzada una nueva obra de arte que merece ser fotografiada y admirada. Me refiero a Juan Pablo Romero Fuentes. Sí, el cuate de Los Patojos.
Con la decisión tomada y abusando de la confianza de los pilotos les pedí a estos que nos condujeran a la siguiente dirección: colonia El Nance, número 28, Jocotenango, Sacatepéquez.
Llegamos a la asociación Los Patojos y les expliqué a mis amigos que un joven abrió las puertas de su casa y que con sus propios medios se embarcó en una aventura educativa que pretendía transformar su entorno. Que, al ser reconocido por la campaña Héroes de CNN, todo el país fijó su mirada en él y en el proyecto y comprendió la urgente necesidad de involucrarnos en procesos que mejoren nuestra querida Guatemala.
Este episodio como guía turístico se actualizó al enterarme de la visita de Leonardo Boff a la asociación Los Patojos.
Boff, además de filósofo, escritor, profesor, teólogo y ecologista, quiere mostrarnos con su testimonio que lo más valioso de un país no es el paisaje y las selfis en los templos destruidos.
Con su visita a Los Patojos me deja claro (espero que a ustedes también) que, si existe algo que vale la pena cuidar y restaurar, es la dignidad de tanto niño que no tiene un lugar agradable donde estudiar y dibujar. Que, si de irnos de turistas se trata, ojalá incluyamos en nuestro recorrido la oportunidad de valorar y reconocer el esfuerzo de paisanos que han decidido ser parte de las soluciones y luchar cada día por ofrecer las condiciones necesarias para que sean ellos, los menos favorecidos, los que escriban la nueva historia de Guatemala.
Relacionando eventos, el 25 de enero Boff publicó en su blog una entrada acerca de la diosa Hestia, hija de Cronos y de Rea. En su escrito Boff explica que en Hestia se representa el hogar, es decir, una «casa común» en la cual se procure el equilibrio de las emociones y una vida serena para todos aquellos que decidan agruparse y vivir en torno a ella.
Me atrevo a pensar que Boff balbuceó en su corazón el buen deseo de motivar a la asociación Los Patojos a que continúe esforzándose por ser ese lugar donde aquellos que buscan refugio sean aceptados y queridos.
Y si de relacionar escritos se trata, termino esta columna con el texto Nuestra filosofía, tomado de la web de Los Patojos (dicho sea de paso, el Instituto de Acción Cultural lleva el nombre de otro pensador brasileño, Paulo Freire).
Creemos en las y los jóvenes como elemento fundamental de la sociedad.
Creemos en el arte como un componente inalienable al ser humano.
Creemos en lo colectivo como otra forma de vida posible.
Creemos en el poder de la organización como el camino más coherente y responsable para afrontar los retos planteados por nuestra realidad.
Creemos en un mundo más justo y más libre.
Creemos en nosotras y nosotros, mujeres y hombres jóvenes del día a día.
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