Ya bastante tenemos con los enormes carteles y toda la propaganda que inunda de manera tan irrespetuosa al país entero, como queriendo encubrir de alguna manera las conductas dudosas y poco transparentes de la mayor parte de los candidatos. Hasta ahora, la propaganda política que escucho no se fundamenta en el análisis, la reflexión y el debate, sino en gritos, vulgares anuncios y toda una sarta de ridículas promesas y acusaciones. ¿No debería bastar esto para hacernos una idea de la poca for...
Ya bastante tenemos con los enormes carteles y toda la propaganda que inunda de manera tan irrespetuosa al país entero, como queriendo encubrir de alguna manera las conductas dudosas y poco transparentes de la mayor parte de los candidatos. Hasta ahora, la propaganda política que escucho no se fundamenta en el análisis, la reflexión y el debate, sino en gritos, vulgares anuncios y toda una sarta de ridículas promesas y acusaciones. ¿No debería bastar esto para hacernos una idea de la poca formación de los candidatos que pretenden gobernar Guatemala? ¿De sus posturas políticas? ¿De su relación con la población?
Como tal, este país no le pertenece a nadie, aunque ya hemos visto cómo históricamente las poblaciones originarias han sido despojadas sistemáticamente —y la mayor parte de ellas de manera violenta— de sus territorios, algo a lo que han contribuido los grandes terratenientes y empresarios del país, los militares, las empresas extranjeras (con la bendición del Estado), el narcotráfico, etcétera, al vulnerar montañas, ríos, lagos, etc. Es tiempo de ir restaurando nuestros espacios físicos y de ir recuperando lo que le pertenece a cada uno. Y en esto el sistema de justicia tiene la obligación de hacer su trabajo.
Pero ¿qué significa hacer justicia? No solo se trata de hacer detenciones y acusaciones o de empujar a renuncias. Se trata de hacer una arqueología fina en cada esquina del país, de ir definiendo responsabilidades y de exigir las devoluciones necesarias en cada caso. No me contento solo con saber que Baldetti ya no es la vicepresidenta del país, que López Bonilla y otros han decidido abandonar el barco así como así, creyendo que eso los exculpa. Quiero que devuelvan lo que han robado y que reciban el castigo que les corresponde, que se les despoje de esos lujos que han ido obteniendo a causa del sufrimiento de muchos. Quiero que, de la misma manera como ahora vamos a limpiar las montañas, limpiemos también los territorios de nuestra dignidad. No podemos contentarnos con limpiezas cosméticas (tan necesarias, por otro lado). Hay que limpiar a fondo hasta que la mugre haya sido eliminada de nuestra historia.
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