Recuerdo cuando llegaban las vacaciones y muchas veces acompañaba a mi padre a su oficina. Él es abogado, y yo, a los nueve años, soñaba con serlo también. Creo que es una aspiración que todo niño y toda niña tiene sobre el futuro: ser como su padre o madre. No recuerdo que ninguno de mis amigos no quisiera ser como sus padres. El tiempo pasó y he de decir que, en mi caso, esa primera aspiración fue sustituida por la agricultura y la economía. Nunca estudié para abogado.
Empiezo hablando de esto porque creo que entenderse a uno mismo es una gran herramienta para entender la sociedad en la que se vive. Si lo viéramos en un plano nacional, podríamos decir que Guatemala aspira hoy más que nunca a ser como Estados Unidos. Las clases alta y media del país copian los modelos urbanísticos estadounidenses, mientras que las clases pobres, producto de su migración, en busca de una oportunidad de subsistencia, replican también lo que observan en el Norte. La admiración por lo estadounidense es tal que se ha vuelto práctica común intercalar palabras en inglés en las conversaciones usuales entre amigos. Basta mirar las publicaciones que escribimos y que escriben nuestros contactos en Facebook para darnos cuenta de que un elevado porcentaje se hace en inglés, a pesar de que la gran mayoría de las amistades son guatemaltecas. Lo mismo sucede con la publicidad, donde el uso de nombres o de marcas en inglés se impone con creces al uso del español. Entiendo que ello se debe a que con un nombre en inglés se le da más categoría al producto o servicio que se pretende comercializar. Podría mencionar muchos más ejemplos cotidianos que muestran esa admiración que como país sentimos por los Estados Unidos y ese deseo de querer ser como ellos, muy similar a la misma admiración que de niños teníamos por nuestros padres.
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Este mes de abril cierra con varios aspectos importantes que nos están mostrando cómo somos en realidad, pero que no hemos sabido ver y mucho menos interpretar. Por ejemplo, han fallecido dos referentes y líderes para una buena parte de la sociedad: Efraín Ríos Montt y Álvaro Arzú. Entre las clases alta y media del país, los lamentos han sido extensos y el reconocimiento de su papel histórico muy agradecido. Es interesante observar estas reacciones porque por medio de ellas deberíamos interpretar lo que somos como país. En estos casos, esos liderazgos no fueron definidos en comparación con el anhelo de ser como Estados Unidos. Si observamos los referentes históricos de presidentes de allá, veremos que estos son completamente distintos: George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, que peleó la guerra de independencia; Abraham Lincoln, que abolió la esclavitud luego de la guerra civil; Theodore Roosevelt, que sentó las bases de los Estados Unidos de hoy tanto en lo económico como en el funcionamiento del Gobierno federal; Franklin Roosevelt, que sobrepasó la Gran Depresión y enfrentó a Alemania, a Japón y a sus aliados durante la Segunda Guerra Mundial… Y así podríamos seguir mencionando nombres, en el entendido de que son recordados porque llevaron esa nación por sendas que la sociedad estadounidense en su momento se creía incapaz de transitar.
Regresemos a Ríos t y Arzú y comparemos, como hacemos con todo lo que no nos gusta de Guatemala. ¿Podría un Ríos Montt o un Arzú estar en sus actuaciones a la par de los presidentes estadounidenses mencionados? ¿Llevaron ambos a nuestra sociedad por caminos que creíamos imposibles de transitar? ¿Mejoraron realmente el país como lo hicieron con Estados Unidos los presidentes mencionados? Simplemente no. Y, tristemente, ellos son los referentes de progreso y de buen gobierno para una gran parte de la sociedad, que ignora lo que es en verdad el desarrollo. Ríos Montt, por ejemplo, dirigió una guerra civil como lo hizo Abraham Lincoln, pero aquel dirigió un Ejército que reprimió a la población indígena y murió en medio de un juicio acusado de genocidio. Lincoln, en cambio, dirigió la guerra con el objetivo —entre otros— de abolir la esclavitud. Hay aquí una diferencia abismal porque, mientras allá se trató de liberar al oprimido, acá se trató de dominarlo. Esto quiere decir que, fuera del aspecto ideológico de comunismo-anticomunismo, la intención final de una persona como Ríos Montt no era la de liberar, sino la de ejercer control sobre la sociedad para actuar en torno a un interés particular, y no de beneficio nacional: el Ejército no peleaba por la prosperidad del pobre, sino por la institucionalidad legal de un sistema económico productor de materias primas cuya única fuente de competitividad era la mano de obra barata.
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Por su parte, con todo lo que se dice de Arzú, podríamos compararlo con la influencia que tuvo Theodore Roosevelt en la economía de los Estados Unidos. A Roosevelt le tocó dirigir Estados Unidos a principios del siglo XX. El país avanzaba a pasos agigantados hacia la construcción de su base industrial. Dicho avance estaba dando lugar a fuertes monopolios. Básicamente, Roosevelt asume la presidencia en medio de un sistema político que funcionaba al servicio de grandes empresas. La lógica de funcionamiento del Gobierno federal giraba siempre en torno al interés de dichas empresas. Al llegar a la presidencia, Roosevelt le quita el poder a estos monopolios y obliga a las grandes empresas a la diversificación y a la competencia. Al mismo tiempo transforma el funcionamiento del Gobierno federal, al cual le provee un orden y una capacidad de actuar en torno a una lógica de beneficio general, de atención y de poder ciudadano, por encima del interés mercantil de los monopolios. Su paso por la presidencia sentó gran parte de las bases por las cuales Estados Unidos se convirtió en la primera potencia del mundo. Arzú, en cambio, asumió la presidencia de Guatemala en un momento histórico en el que la guerra civil estaba llegando a su fin y las fuerzas económicas mundiales obligaban al país a hacer la transición de una economía semifeudal productora de materias primas (aún a finales del siglo XX) a una economía moderna. ¿Cómo interpretaron Arzú y la cúpula de grandes empresarios dicho momento? Básicamente, diversificando sus fortunas por medio del desmantelamiento de los activos del Estado, adquiriendo las empresas públicas exitosas y suprimiendo servicios de apoyo a la sociedad bajo el concepto de no ser rentables. Al mismo tiempo, no buscó ampliar la clase media, sino, por el contrario, buscó la transformación de los capitales vinculados a la producción agrícola de materias primas en capital financiero por medio de la consolidación de una banca con alta rentabilidad por la gran diferencia entre el interés de préstamos y ahorros, así como en el jugoso negocio de la compra de bonos del Gobierno.
Así pues, en la comparación, Arzú jamás hubiese tenido en Estados Unidos el reconocimiento que aquí varios le otorgan. Sirvan estos dos ejemplos para enseñarnos en dónde está nuestro subdesarrollo cuando este es el nivel de referentes históricos que muchos elevan al altar de la historia. Empecemos a ser más exigentes y ambiciosos, a creer más en nosotros y en nuestras capacidades. El día que lo logremos, veremos que nombres como Ríos Montt, Arzú, Ubico o Justo Rufino Barrios estarán en el lugar correcto de la historia: como gobernantes comunes de una época oscura de nuestra historia.
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