En la acción detuvieron, secuestraron y desaparecieron a 30 personas, dirigentes sindicales del país. La CNT tenía sus instalaciones en la 9a. avenida, entre 1a. y 2a. calles, de la zona 1. Para lograr su propósito, los secuestradores tomaron control del tráfico en los alrededores para operar sin obstáculos.
Además de llevarse a las personas allí reunidas y desaparecerlas sin que hoy se sepa de su paradero, robaron muebles y documentación de la organización sindical. El destino de las personas secuestradas es desconocido. Por la magnitud de ese hecho, en función de la cantidad de personas capturadas en un solo operativo, el 21 de junio se designa como el Día Nacional de las Personas Detenidas Desaparecidas en Guatemala, un día que sirve para recordar que en este país se tiene registro de otro oprobioso récord: el del número de personas detenidas desaparecidas. Con más de 45 000 (sí, cuarenta y cinco mil) en los registros oficiales, una cifra que puede ser dos veces superior, Guatemala es uno de los países con las tasas más altas de este crimen en el mundo.
La desaparición forzada tiene tantas implicaciones de crueldad y perjuicio social que es uno de los crímenes calificados como de lesa humanidad. Su persecución no prescribe y se lo considera un delito continuado hasta que el paradero de la persona detenida desaparecida sea establecido. Mientras, las familias viven días, semanas, meses, años, décadas de dolor e incertidumbre. Viven duelos alterados, inconclusos. Sufren persecución y tortura. Quien participa de un crimen de esta naturaleza no puede quedar impune. No puede seguir viviendo una vida familiar de normalidad mientras haya sido parte del entramado que arrebató a una persona de un regazo de familia. Más aún cuando ha sido parte de la organización de la tortura y de la agresión contra su víctima.
Las familias de las personas desaparecidas de Guatemala han llenado cientos de miles de folios con sus historias pidiendo justicia, con sus testimonios, con sus pedidos a las autoridades. En la mayoría de los casos hay silencio. En algunos, los procesos judiciales están adormecidos o avanzan a cuentagotas. Las acciones de la defensa de lo indefendible pretenden, como en el caso de la desaparición de Marco Antonio Molina Theissen, negarle a su familia el derecho a estar como querellantes. No les ha bastado con secuestrar a un niño, con torturar a su familia, con haber secuestrado y violentado a una joven mujer. Ahora pretenden impedir que una madre, que ha tenido mucho más coraje y dignidad que sus verdugos, revestidos de cobardía y deshonra, sea parte del proceso. Buscan infligir un daño mayor.
Al sufrimiento que ya causaron con su acción criminal añaden ahora la pretensión de lastimar mucho más. Es casi consustancial a su naturaleza. Carecen del sentido básico de humanidad. Así se formaron. Así se hicieron profesionales del terrorismo de Estado. Así fueron capaces de violar mujeres, de destrozar los rostros de las niñas y los niños, de vender niños y niñas como mercancía, de torturar y asesinar. Nadie los obligó. Nadie los amenazó para que cometieran estas tropelías. Con plena conciencia de sus actos asumieron como propia la doctrina militar y la practicaron. De esa manera, tiempo es ya de que, haciendo gala de esa filosofía castrense, asuman las consecuencias de sus actos y den cuentas ante la ley. Una ley que les ofrece garantías procesales. Todas las garantías que ellos, secuestradores, violadores y torturadores, les negaron a sus víctimas.
Guatemala debe salir de la oprobiosa lista de países que mantienen este crimen en la impunidad. Para ello es necesario que el Congreso de la República apruebe, de una vez por todas, la iniciativa 3590 para la creación de la comisión nacional de búsqueda de personas desaparecidas durante el conflicto armado interno. Las diputadas y los diputados tienen esa deuda con la sociedad.
En tanto, la sociedad tiene deuda con las familias de los más de 45 000 desaparecidos y solo puede saldarla acompañándolos en su lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Nada ni nadie puede ser olvidado.
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