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Noruega busca sentido para una tragedia

Esta diferencia debería ser reflexionada una y otra vez para entender qué elementos de la cultura protestante y las economías nórdicas conspiran para especímenes tan amenazantes para el mundo.
Por ahora, no obstante, la mayor preocupación no es revisar las partes débiles de la socieadad noruega, sino que protegerlas.
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Noruega busca sentido para una tragedia

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La ciudad de la paz mundial es una zona militarizada, desparramada en su corazón por restos de bomba. Más de 90 vidas han sido desterradas en una matanza llevada a cabo con helada frialdad. Noruega quiere llevar el luto y hacer sentido de la tragedia nacional del viernes pasado.

En vez de eso, el asesino masivo Anders Behring Breivik ha publicado 1,500 páginas de bilis y desilusión y textos plagiados para empeorar el abismo de sus hechos con un torrente de palabras. La esencia de la crueldad, explicaba el filosófo francés Alain Badiou, no es sólo hacer una maldad, como matar o herir, sino saber qué es justo y está bien y usar ese conocimiento para hacer lo opuesto.

En este sentido, Oslo siempre ha sido blanco de pura malicia. Todo el mundo sabe que es el lugar en donde se otorga y se presenta el Premio Nobel de la Paz. Su concentración de institutos de investigación en asuntos de guerras y resolución de conflictos no tiene paralelo. –De hecho, Noruega fue uno de los países que más impulsaron los Acuerdos de Paz. Alrededor del mundo, Noruega apoya la moderación y la conciliación con sustanciales recursos de cooperación. En casa, como todo el mundo sabe, es un modelo de una buena sociedad, rigurosamente igualitaria, económicamente competitiva, segura, apoyadora y tolerante. Encuestas de la ONU han encontrado que es el mejor lugar en el mundo para nacer. Fue el país con el mejor índice de desarrollo humano el año pasado.

Es también muy, pero muy rico, gracias en buena parte al petróleo. Una administración cuidadosa y espabilada de sus ganancias hace que Noruega tenga la segunda riqueza soberana en el mundo con US%600 billones. Nada mal para una población de cinco millones de personas.

Los hechos de Breivik parecerían entonces como la marca de la locura suprema del privilegio, o si prefiere, de la radical imperfección de la sociedad humana. Más allá de ciertos casos de desfortunas personales que son inevitables para cualquier estándar –el divorcio de sus padres o el fracaso de sus negocios– no hay nada que pueda justificar esta hirviente queja.

No hay sentimientos de culpabilidad de clase o de raza en su vida, como sí las hay en quienes combaten en el Medio Oriente o en América Latina. El asesino fue criado en un suburbio refinado, fue a la escuela de negocios, y parece haber sido razonablemente aceptado. Era alto, fuerte e inconfundiblemente nórdico. Tanto que los jóvenes políticos laboristas en la isla de Utoya se acercaron a su alrededor cuando llegó en un uniforme de policía y los llamó para matarlos. Con tiro de gracia.

Inevitablemente, la policía, los políticos y los medios dirigirán sus miradas al manifesto descabellado de Breivik. El hecho de que la policía no matara a Breivik en el lugar fue para hacer una investigación más completa, pero también para un angustiante juicio en tribunales. Este hombre no anda con ganas de callarse. En una pequeña búsqueda ayer, es evidente que los websites de extrema derecha están divididos y algunos parecen saludarle.

Es difícil hablar de “causas” cuando uno se topa con una atrocidad que va más allá de la comprensión humana. Pero la necesidad diría que la policía tiene que mapear las dimensiones del odio declarado de Breivik contra el multiculturalismo, la socialdemocracia y el islam. La prioridad de Noruega y el Norte de Europa es descubrir la extensión, la profundidad y las implicaciones de sus relaciones con otros grupos de extrema derecha del continente.

Paranoia continental

Para empezar debe establecerse si fue ayudado por otras personas. Sabemos por su manifiesto y otros comentarios en la web que era activo en los círculos conservadores de facebook, fue un miembro del partido radical de derecha Norwegian Progress Party y que se movía en círculos radicales en Noruega y en el extranjero, por lo menos con grupúsculos en Suecia, Gran Bretaña y la República Checa. En un viaje a Praga parece haber asegurado cómo conseguir las armas para su ataque, a pesar de que ya poseía una licencia de armas noruega, “para matar venados”.

Si otros ataques como éste pueden suceder en las próximas semanas o meses, ya sea por colaboradores o copiones, entonces Europa habrá caído víctima de una nueva ofensiva terrorista. Este escenario extremo es casi impensable, y ciertamente no debe haber sido pensado por expertos en terrorismo, que tenían como rutina de ese viernes reflexionar sobre la inescrutable lógica de Al Qaeda.

La conmoción política debería ser el resultado indudable de esta ola de terror. Los partidos de extrema derecha populistas de Noruega, Suecia, Holanda y Finlandia se dividirán y se hundirán, o en un panorama de terror, convoys armados y llamadas para cambios radicales provocarán que aumente su apoyo en un público que busca chivos expiatorios. En este caso, los blancos serían inmigrantes y musulmanes –los causantes de todos los males, diría la derecha extrema. Tal vez Breivik hasta soñó con este resultado cuando decidió dejar los cuarteles somalís de Oslo bastante solos.

O tipo con patología

Por el momento, no obstante, la alternativa más certera es que Breivik es otro miembro del clan patológico siempres asociado con la masacre de Columbine en 1999. Hombres jóvenes intensamente privados, entorpecidos por el ocio electrónico, las armas automáticas y raros tipos de cábalas; los miembros de este clan parecieran querer más venganzas y una línea en los libros de historia por la enorme cuenta de cadáveres.  Un familiar cercano a Breivik podría ser encontrado en Tristan van der Vlis, el esquizofrénico de 24 años, con una pasión por doparse y armas que mataron a siete personas, él incluido, en un reposado pueblo holandés en abril.

El punto curio es que Europa del Norte es mucho más propensa a esta patología que el Sur de Europa, que tiene asesinos y atrocidades pero rara vez una matanza. El único incidente familiar reciente con el que estoy relacionado en España vino en 2006, cuando un guardia de seguridad disparó a sus colegas del correo central en Madrid. Esta diferencia debería ser reflexionada una y otra vez para entender qué elementos de la cultura protestante y las economías nórdicas conspiran para especímenes tan amenazantes para el mundo.

Sería una fascinante discusión entre expertos de muchas disciplinas, e incluso podría demostrar un consuelo para las víctimas de estos ataques. Por ahora, no obstante, la mayor preocupación no es revisar las partes débiles de la socieadad noruega, sino que protegerlas. Breivik conectó a Noruega en un mundo nuevo de miedo, sospechas y protección armada; y los objetivos de su locura tienen que levantar de nuevo el país.

*Este artículo de Ivan Briscoe, columnista de Plaza Pública, fue reproducido originalmente en inglés en el Buenos Aires Tribune, traducido por Plaza Pública y publicado con su autorización.

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