¿Qué situaciones son las que nos indignan y mueven a manifestarnos y protestar?
Barrington Moore, Jr. [1], plantea que el sentimiento de injusticia surge de la violación de una regla social (y del daño que ello produce), lo que lleva a preguntar qué regla o reglas se han roto en estas ocasiones, qué es lo que causa tanta indignación.
Dejando de lado a los que ven manipulación extranjera o comunista hasta en la sopa, da la impresión d...
¿Qué situaciones son las que nos indignan y mueven a manifestarnos y protestar?
Barrington Moore, Jr. [1], plantea que el sentimiento de injusticia surge de la violación de una regla social (y del daño que ello produce), lo que lleva a preguntar qué regla o reglas se han roto en estas ocasiones, qué es lo que causa tanta indignación.
Dejando de lado a los que ven manipulación extranjera o comunista hasta en la sopa, da la impresión de que hay varios aspectos que se pueden encontrar en las manifestaciones y en la indignación que están ocurriendo en noviembre de 2020.
Creo que es una combinación de algunas situaciones que incluyen 1) el mal manejo de la crisis por la pandemia de covid-19 y las tormentas Eta y Iota, con sus fuertes efectos sanitarios y económicos; 2) la corrupción que se encuentra en el origen de la pregunta «¿dónde está el dinero?»; 3) el cinismo y descaro de los funcionarios públicos, como el caso de la reciente expresión de «pela» del ministro Álvaro González Ricci, y 4) la aprobación del presupuesto 2021 hecha con nocturnidad y alevosía, el cual incluye contradicciones flagrantes en el uso de los fondos como el retiro de estos para apoyo de programas para combatir la desnutrición y su consecuente aumento para la alimentación en el Congreso.
En el fondo, creo que estas situaciones (y otras posibles) se combinan para producir la sensación de que las figuras políticas desprecian a los ciudadanos a tal punto que parece que nos quieren ver la cara de idiotas. El comportamiento de los políticos se vuelve tan escandaloso que la ciudadanía siente que estos se están riendo de ella y que no la respetan o no le manifiestan el menor interés. Hay un desprecio manifiesto (con la agresividad que supone) por las capacidades racionales y morales de la ciudadanía, como si fuéramos incapaces de reaccionar a lo que los políticos hacen y dicen.
[frasepzp1]
Los guatemaltecos y las guatemaltecas no somos fáciles de conmover. Desde el llamado retorno a la democracia, con el gobierno de Vinicio Cerezo, han existido innumerables casos de corrupción y de otros delitos de funcionarios públicos, delitos que llegan a niveles tan extremos como el del caso de las niñas quemadas en el hogar seguro en 2017.
Pero no todos despiertan el nivel de indignación y de movilización que existió en 2015 (indudablemente hubo otros factores en ese momento, como el descontento acumulado contra Baldetti y Pérez Molina, la figura y la credibilidad moral de Iván Velásquez y de la Cicig, etcétera) y que parece surgir ahora en noviembre de 2020.
También hay que señalar otras movilizaciones importantes en el período, como la marcha de 2016 por el agua o el proceso alrededor de la discusión sobre el pluralismo jurídico, que produjeron tanta discusión. Pero es posible que la rabia y la indignación que nos llegaron a movilizar en 2015, 2017, 2018 y probablemente ahora en 2020 tengan que ver con el descaro y el desprecio que los funcionarios públicos exhiben impúdicamente a través de sus actos y palabras en un contexto económico y sanitario adverso.
Es imposible conocer cuál será el resultado de la indignación y de la rabia que se expresan en estos momentos, pero lo cierto es que las calles empiezan a arder.
[1] Moore, Jr., Barrington (1996). La injusticia. Bases sociales de la obediencia y la rebelión. México: UNAM.
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