Allá por los años 1920, Lippmann predijo que se nos venía una era posverdad. Aunque él se refería a los medios tradicionales de esa época, el concepto se ajusta perfectamente a lo que estamos viviendo hoy. Ya todos nos sabemos el discurso de las redes sociales: de cómo estas han venido a abrirnos las puertas para estar mejor informados, aprender y conversar de maneras que antes eran imposibles. Pero con la elección de Donald Trump también aprendimos que pueden servir como cámaras de eco. Así, más que abrirnos a nuevas y diversas visiones del mundo, también pueden intensificar nuestros prejuicios y estereotipos. Con un simple clic podemos dejar de seguir a alguien y ahorrarnos el enojo de leer a ese amigo de la niñez, de la universidad o de la vida que critica nuestra ideología o comparte esos memes incómodos de extrema izquierda/derecha. Y si somos demasiado haraganes para eso, Facebook también lo hace por nosotros.
Aunque en un principio me parecía entretenido e interesante ver lo que estaba pasando en Estados Unidos, ya no lo fue tanto cuando lo comencé a notar acá. Y en mis propias redes.
En menos de un día empecé a ver cómo compartían un vídeo que decía: «Vaya a la plaza […] Sea un tonto útil». No fue solo una persona la que lo compartió, sino varias, y así fue como de la noche a la mañana la voz de un único ciudadano se volvió más legítima y racional que la de otros que llevamos años trabajando en ese famoso fortalecimiento institucional y en darles espacios verdaderos a los ciudadanos en la toma de decisiones.
¿La diferencia?
Esa persona entendió, así como Lippmann, que es más fácil manipular a personas con mensajes emocionales y reduccionistas que apelan a valores e ideas preconcebidas (entiéndase prejuicios y estereotipos) que con hechos. Pero, así como funciona de un lado, puede funcionar del otro. Se pueden armar múltiples teorías conspiratorias diciendo que Iván Velásquez y Thelma Aldana tienen una agenda de extrema izquierda y «homosexualista». También se podría decir que el Taquero (acusado de narcotráfico y visto en su última audiencia con una playera con la frase «fuera Cicig») está aliado con la extrema derecha para que siga reinando la impunidad y la corrupción en el país.
En fin, cada uno es libre de expresar sus pensamientos y de utilizar más la emoción que la razón para comunicar su sentir. Eso lo respeto. Pero, en momentos tan críticos como los que está pasando Guatemala hoy, también amerita que seamos un poquito más serios y responsables. En lo personal, yo prefiero apegarme a estos hechos comprobables y comprobados:
- Extrema derecha (sí, Ricardo Méndez Ruiz, Giovanni Fratti y compañía) = extrema izquierda (Mario Roberto Morales y compañía). Nota al margen: si le cae mal la extrema izquierda (usted está en todo su derecho), asociarse a la extrema derecha no ayuda a su causa.
- La acción de Jimmy Morales de declarar no grato a Iván Velásquez después de haber sido acusado por financiamiento ilícito tiene nombre: conflicto de interés, como bien lo dijo el abogado Édgar Ortiz.
- El hecho de que Jimmy destituya a ministros de Estado de la noche a la mañana o por Whatsapp, sin ninguna explicación o argumentación, rompe con la institucionalidad del país (ya que tanto nos gusta esa palabra).
- Finalmente, el hecho de que Jimmy no rinda cuentas de sus decisiones se llama abuso de autoridad.
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