Puede haber militares guatemaltecos honestos y dignos, pero se ha demostrado que muchos de quienes integraron del Ejército de Guatemala décadas atrás son criminales enloquecidos por el odio y el desprecio a sus víctimas. Esteelmer Francisco Reyes Girón, condenado a 120 años de prisión por crímenes contra los deberes de la humanidad, otrora teniente coronel, desnudó la forma como opera la mente de estos militares guatemaltecos criminales.
Sin pudor, entre otras estupideces y otros insultos, Reyes Girón se refirió al caso como «Sepur Circo» en vez de Sepur Zarco. Y así demostró su desprecio extremo por el funcionamiento de la administración de justicia civil y en democracia. Para él, este debe de ser un mundo aberrado y retorcido comparado con el que vivió y en el que ejerció un poder brutal y cruel cuando fue militar de alta.
Imagino que estos militares criminales se debaten entre la nostalgia y la rabia cuando enfrentan la realidad de que su época dorada, en la que la justicia y el respeto a los derechos humanos eran un chiste de mal gusto, ya no es más y, peor, es motivo de condena para ellos. Solo así se explica por qué alguien como Reyes Girón es capaz de llamar «Sepur Circo» a Sepur Zarco y de insultar así a sus víctimas y al proceso judicial en su contra. Diciendo semejantes cosas, ¿esperaba Reyes Girón que la ciudadanía se sintiese orgullosa de él, del Ejército de Guatemala o de lo que hicieron? ¿Se sentirá acaso una suerte de héroe?
Y si hay militares guatemaltecos honestos y dignos, distintos de monstruos como Reyes Girón y de todos los demás que piensan como él, ¿dónde están? Los de antes, ¿por qué no denunciaron entonces las atrocidades que se estaban cometiendo? Y si en aquellos años era humana y materialmente imposible denunciar, ¿por qué hoy no están colaborando con la justicia, cuando sí se puede? Y los de ahora, ¿por qué no han hecho una declaración formal de repudio a los crímenes cometidos por el Ejército y demuestran una actitud de respeto a los derechos humanos colaborando con las investigaciones?
Denunciar y contribuir a la persecución penal de crímenes como los cometidos en Sepur Zarco no es traición. Encubrirlos sí.
Por este encubrimiento, tanto institucional como personal, sostenido por los militares de ayer y de hoy, es que el Ejército de Guatemala continúa provocando temor y desconfianza. Y quienes hoy abogan por ese tipo de fuerza armada lo hacen precisamente porque la siguen viendo como una entidad con la capacidad de matar sin que la ley o los derechos humanos se lo impidan. Son los que acarician la aplicación de la pena de muerte como si fuese la solución a nuestros problemas.
Y por eso es que, cuando se dice que los militares de entonces son el «poder detrás del trono» del Gobierno actual, se entiende el peligro de que sea una fuerza criminal y desalmada, como el Ejército de Guatemala de las décadas pasadas, la que haya accedido al poder real de la Guatemala de hoy.
La valentía de las mujeres mayas víctimas de los crímenes de Sepur Zarco abre la esperanza de la justicia y la verdad en Guatemala. Pero temo que debemos entender que la forma criminal de pensar de entonces persiste en muchos y que por ello hoy enfrentamos el peligro real de que pueda estar cerca de recuperar poder desde el Gobierno. La condena del juicio del caso Sepur Zarco debe ayudarnos a que hoy no ocurran los crímenes del pasado.
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