Sun Tzu se quedó en la mesita de noche
Sun Tzu se quedó en la mesita de noche
El debate presidencial de la Asociación de Gerentes de Guatemala fue, a pesar de los esfuerzos del moderador y su intento por provocar, el rebote de ataques ya gastados y desvaídos. Se pusieron a discusión temas sobre derechos humanos, libertad individual y gestión del Estado; pero los contrincantes no se mojaban. Tenían un debate interno entre quedar bien con sus anfitriones empresarios, o con los miles de votantes que los veían en directo por la televisión.
—Agradezco a Dios —dice la candidata.
—Agradezco a Dios —dice el candidato
—Guatemala ya cambió —dice la candidata.
—Guatemala ya cambió —dice el candidato.
Son los primeros dos minutos cedidos a cada aspirante para desplegar sus armas. Evitan y evitarán, casi siempre, la contundencia. Muestran las tarjetas de la conciliación y de quedar bien: Primero, mencionar el nombre de Dios en vano siempre es redituable en un país con mayoría religiosa. Segundo, la frase utilizada con persistencia por la excandidata Zury Ríos, la del cambio, es un guiño directo a las clases medias urbanas, compenetradas con la que ahora se da en llamar “la primavera guatemalteca”.
Ambos candidatos compartirán en esta puesta en escena varias líneas del guion: Sandra Torres de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y Jimmy Morales del Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación), parecen haber escuchado el mismo consejo “No respondas a la pregunta, responde lo que quieres decir”.
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El moderador del debate, el periodista Luis Felipe Valenzuela, empieza firme, pero amable, con una aclaración: “Esto es un debate, no es un foro, esto es un debate, no es un foro, ¡esto es un debate no un foro!”. Ese pretende ser el palo en el hormiguero, el grito de pequeña batalla. Pero esta batalla ya está ensayada, las preguntas serán sólo un rompimiento del ritmo preestablecido por cada uno, en privado ¿con sus asesores? No hay ases bajo las mangas, los candidatos traen cartas menores. A once días de las elecciones, Torres y Morales llevan al plató su joker, un comodín gastado, desmayado ya casi al final de la partida.
El "invitado" lo tiene difícil, el "anfitrión lo tiene fácil"
“Cuando el acceso es estrecho y la salida es tortuosa, de manera que una pequeña unidad enemiga puede atacarte, aunque tus tropas sean más numerosas, a éste se le llama terreno cercado. Si eres capaz de una gran adaptación, puedes atravesar este territorio.”, dice el milenario El arte de la guerra de Sun Tzu, la biblia de los estrategas.
El debate de la Asociación de Gerentes de Guatemala (AGG) es uno de los imperdibles, si no es que “el imperdible” de cada elección desde el inicio de la nueva era democrática (1985). Pocos candidatos se han atrevido a hacer el feo a la invitación de la AGG —el excandidato Manuel Baldizón fue uno de los que hizo el desplante en la primera vuelta—. El peso de la asociación y la de sus aliados —el sector empresarial organizado —, la seriedad con que se organiza el debate, provoca que no haya candidato sensato que se atreva a faltar y, probablemente, no haya candidato sensato que no tiemble al pensar que llega al territorio en el que estarán como espectadores varios de los pesos pesados, de los que toman decisiones en Guatemala.
Sandra Torres entra discreta, nerviosa, impecable, se desliza tímida y con rapidez por el pasillo lleno en su mayoría por hombres de traje y corbata que charlan como en casa. La candidata llega con desventaja, mucha. Es historia contada el que su imagen y reputación sufrieron duros golpes durante el gobierno de su exesposo, Álvaro Colom (2008-2012). Su injerencia en los asuntos estatales, la tacha de “izquierdista” (en un país donde serlo o parecerlo puede ser un insulto) y la letra escarlata de mujer mandona la convirtieron en non grata de muchos círculos del sector empresarial y de grupos conservadores. Algunos de los que están hoy expectantes.
Pero los asistentes en el plató –entre socios de la AGG, miembros de las cámaras empresarias, comunidad internacional- se cuidarán de no exagerar sonrisas, se contendrán para asentir con fruición o de fruncir ceños, disimularán sus querencias y sus aversiones. Sólo algunos permitirán el desliz de la risa aprobatoria cuando Morales suelte en tono de broma un guantazo certero, carcajada grupal que el árbitro Valenzuela se encargará de aplacar, para que el público recupere la compostura y vuelva a ser imposible descubrir durante el resto del debate quién es el favorito de los parroquianos.
Torres y Morales se mueven sobre piso encerado. Aunque con los antecedentes de su paso por el Encuentro Nacional de Empresarios (ENADE) y los recientes apoyos recibidos, Jimmy Morales se encuentra en un terreno más amigable. Pero, el excomediante mantiene la calma, o pretende mantenerla; le ayuda esa ceja inclinada, entre arrogante e interrogante, que despista al enemigo. Ambos tienen que tomar decisiones, ¿a quién le hablan? Al público con traje, a los de la asociación, a sus allegados reunidos en el estudio de grabación de Mr. Music en zona 15; o a los miles de televidentes a quienes no ven, a las masas que votarán el 25 de octubre.
Morales apuesta por el público frente a la tele. Torres se debate entre unos y otros. En ese vals por quedar bien, se ven acorralados a responder preguntas que no quieren o no pueden, se escurren, se escapan y, para matar el tiempo, se atacan mutuamente.
—Si los tribunales llegan a determinar que hay pena de muerte, Jimmy Morales no haría un indulto —dice el candidato en tercera persona.
—No estoy a favor de la pena de muerte. Hay convenios internacionales que han sido firmados y no hay pruebas de que la pena de muerte sea un disuasor —afirma Torres arriesgando a los votantes que apuestan o han apostado por “la mano dura”.
Morales defiende la libertad de los ciudadanos a su propia defensa, en la primera pregunta sobre portación de armas. Torres apuesta por la despistolización.
“Los programas sociales deben ir acompañados de programas productivos”, dice Morales, dirigiéndose al público en casa, los que probablemente confían que el “enseñar a pescar” es lo que vale, y no creen que haga falta dar el pescado. “Un programa social debe tener un mínimo de 10 años”, responde Torres, cuando Morales propone que las ayudas sean puntuales, casi de emergencia, con la firmeza de quien sabe del tema y que es su carta ganadora en las zonas rurales. “Guatemala el único país en el mundo donde se empezaron los programas sociales y la pobreza aumentó”, ataca Morales en arriesgada provocación a las estadísticas oficiales. “Al disminuir los índices de pobreza extrema, aumentan los índices de pobreza general”, responde Torres con condescendencia.
Hasta allí cada quien cumple con su rol. Los candidatos se interpretan a sí mismos, Torres progresista en apuesta a los derechos humanos y los programas sociales; Morales dando una palmada imaginaria, quizás, al público del plató. Pero de pronto todo cambia: Valenzuela pregunta por los bloqueos de las carreteras, ¿qué hacen ya como presidentes? Torres asegura que se debe cumplir la ley, que ella acudirá al Ministerio Público y a la Policía Nacional Civil para promover la libre locomoción. Morales conciliador apuesta por el diálogo y por seguir los protocolos correspondientes. Torres responde que no siempre hay tiempo para los protocolos. Flota un silencio extraño. ¿Esa lección si la memorizaron? “El arte de la guerra se basa en el engaño”. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca”.
Hay pausas comerciales. El técnico de Guatevisión agita los brazos y suplica a la audiencia en el salón que no se levante, que las cámaras siguen grabando. Dice “ya” y en una profunda exhalación todos se ponen de pie. Torres se distiende casi imperceptible y Morales aún con la ceja inclinada, sonríe. A Jimmy lo rodea gente del público, le piden selfies, la prensa lo cubre y vuelve a disparar las mismas fotos que en los comerciales anteriores; Sandra está más sola, dos o tres personas a su alrededor. Un hombre con coleta y sombrero de pescador pasa pinceles y brochitas por la cara de la candidata. Morales mira a las cámaras y pone en “V” el índice y el medio en la pose que ya es su firma. A Torres, uno a uno, se acercan Carlos Menocal, el exministro de Gobernación, Ronaldo Robles el exsecretario de Comunicación, y reaparece en escena Roberto Izurieta, el asesor internacional de imagen y comunicación política, que orientó a Colom durante las crisis de su Gobierno. Cada uno a su tiempo, entre pinceladas le susurran algo. A Morales cuando se despeja el avispero de prensa y simpatizantes, el que se acerca es Sammy, su hermano. (Vuelve alguien entre el público con el chiste gastado, pero resultón: ¿quién es Nito y quién es Neto?) Sammy ve a los ojos a su hermano y socio, y le habla con seriedad. Terminan los comerciales, vuelven todos a sus puestos.
Por arma un búmerang
“Las armas son instrumentos de mal augurio, y la guerra es un asunto peligroso. Es indispensable impedir una derrota desastrosa, y por lo tanto, no vale la pena movilizar un ejército por razones insignificantes: Las armas sólo deben utilizarse cuando no existe otro remedio…”, El arte de la guerra, Sun Tzu.
Los candidatos llevan un jokers, un comodín, que usarán para atacar y para defender, ponen sobre la mesa la baraja que luego se revertirá para pegarles en las narices. Su arma es bumerang. El comodín de ambos es “la experiencia”. Un joker desgastado, utilizado hasta el cansancio. Pero este miércoles 14 de octubre, con cámaras, en directo, frente a representantes de la comunidad internacional, frente a la mirada intensa de la fiscal general Thelma Aldana, pareciera que no tienen otra opción que volver a utilizarlo. Morales alardea de su virginidad en el ruedo político, Torres se vanagloria de su experiencia en asuntos del Estado; Morales ataca a Torres por haber tenido experiencia en esos asuntos del Estado relacionados a los políticos del pasado, Torres avisa que el asunto es serio que no se puede improvisar sin conocimiento.
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¿Si el pueblo saliera a las calles a pedir su renuncia? Pregunta el moderador. “Escucharemos el clamor popular”, dice primero Torres, para luego corregir “No vamos a improvisar. Haré todo para que la gente no salga a la calle a pedir mi renuncia”, sentencia.
—¿Cómo podemos creerle a alguien que no respeta la ley —pregunta Morales en referencia al divorcio de Torres para ser candidata. Y continúa —Yo no me endeudé con una campaña política carísima.
—Yo no tengo militares de la vieja guardia en mi partido —ataca Torres.
—Todos los partidos tienen militares —responde Morales, cambiando su defensa hasta ahora, que consistía en minimizar el número de exmilitares en su partido.
Los temas que el periodista Valenzuela propone para el debate son recibidos de reojo por los candidatos, toman los que les interesan y luego sobrevuelan sin dar detalles o acciones concretas.
“Usted es amigo de Byron Lima”, dice la candidata. “Usted estuvo a cargo en el gobierno y no hizo nada para retomar las cárceles”, devuelve Morales. Hay pocas afirmaciones que luego podrán medirse y corroborarse, en caso el candidato o la candidata lleguen a la silla presidencial:
Torres propone retirar Q400 millones del presupuesto del sistema penitenciario para trasladarlo a Salud y Educación, y poner a trabajar a los privados de libertad por sus alimentos.
La candidata dice que las regalías mineras deben aumentarse a una cifra entre el 4 y el 6%, y agrega que el 70% de la población de Guatemala no quiere industrias mineras. Morales propone el diálogo con todos los sectores, las leyes deben ser legítimas, dice, en referencia a una ley de minería.
Ambos aseguran que la fiscal Thelma Aldana continuará en su puesto, con la acotación de Morales: “si sigue haciendo su trabajo”.
“Esta es una pregunta de “sí” o “no” ¿Se someterían al polígrafo”, pregunta Valenzuela. Ambos incumplen la instrucción y contestan “por supuesto”.
Y así transcurre el debate. Con asistentes contenidos y discretos, con las redes sociales en llamas (con decenas de perfiles de jóvenes, casi adolescentes, en la que parece ser una activísima y oficiosa defensa a @jimmymoralesgt y en descarnado ataque a @sandratorresGua).
Se cierra la noche con dos candidatos que siguen compuestos, peinados, serios, que ignoraron aquel libro que quizás, sólo quizás,se quedó en casa: “Nunca se debe atacar por cólera y con prisas”, dice Sun Tzu. En realidad no hay mucha cólera, hay prisas… y ataque.
Cierra el debate: “dos cualidades y dos defectos de su oponente”.
—Es buena persona. Que se expresa bien, pero no tiene experiencia, ni conocimiento de Estado —dice Torres de Jimmy Morales
—Es mujer y es trabajadora. No tiene experiencia porque solo observó el gobierno de su exesposo –olvida el candidato su comodín de batalla y usa el propio —dice el candidato de su oponente
Se clausura el debate con las conclusiones del analista Nicholas Virzi y Pedro Cruz de Jóvenes por Guatemala. Virzi hace un balance de las exposiciones de ambos, destaca las afirmaciones que se hicieron sobre la minería y la continuación de la Fiscal General. Pedro Cruz, critica que a Torres le falló su estrategia de ataque hacia su oponente, y se decanta por Morales de quien, dice, en los últimos meses ha aprendido mucho en cuestiones de salud y educación.
Se cierra el debate. El moderador dispone que una candidata mujer no estrecha manos, es mejor un abrazo. Otro momento incómodo, talvez.
Se cierra la transmisión y el público en el plató se levanta sin demasiado entusiasmo. Los candidatos se van con bastantes prisas. Se escuchan pocos comentarios. Alguien entre el público susurra “esto fue una chamusca”.
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