Ahora volvemos al tema. En notas de prensa y en pláticas con amigos han surgido las preguntas sobre si esta táctica de violencia vesánica es creación de la mencionada fuerza armada o les llegó de afuera; así también la segunda pregunta, si era necesaria la violencia en los grados extremos con los que se perpetró.
La respuesta a la primera pregunta es indudable, les llegó de afuera y vino de la sistematización de la experiencia del ejército francés a partir de la guerra colonial de ese país en Vietnam y en la de Argelia, pero el dudoso mérito de su eficiente aplicación práctica en Guatemala, les pertenece por completo.
Roger Trinquier, un oficial del ejército de ocupación francés en Vietnam y en Argelia, sistematizó ambas experiencias. El primer caso culminó en la batalla de Diem Bien Phu, cómo un ejército con más medios de guerra y con una larga tradición militar, fue derrotado por el Viet Cong, una fuerza menor. El escritor Bernard B. Fall, miembro del maquis francés en la II Guerra y corresponsal de guerra en Vietnam, en el prólogo al libro de Trinquier –La guerra moderna–, afirma que este sostuvo pláticas con Mao Ze Dong y tanto la experiencia china, como la propia experiencia del ejército colonial francés, le llevó a ponderar la importancia de la población en lo que él llamaría, como su libro, la guerra moderna. Así la máxima de Mao “el combatiente revolucionario es a la población lo que el pez es al agua”, fue devuelta como imagen en un espejo por los ejércitos contrainsurgentes en “quitarle el agua al pez”. En síntesis, en la guerra moderna desaparece el frente de combate, este puede estar en cualquier parte y el enemigo es el maestro, el cura, el carpintero, el estudiante, el ama de casa, en fin todo el pueblo.
La segunda experiencia que este militar considera importante, es la guerra colonial en Argelia y específicamente la derrota del FLN argelino en lo que se conoce como la Batalla de Argel. Allí la experiencia militar francesa resultó paradójica. Mientras que en Vietnam fueron derrotados militar y políticamente dando fin a una ocupación de 100 años de coloniaje, En Argelia las acciones militares fueron victoriosas, pero políticamente encontraron la derrota por un mundo colonial que se desmoronaba producto de su irracionalidad. La opinión pública y en especial la de los intelectuales altamente reconocidos entre los franceses y el mundo, se oponían a que el régimen colonial continuara.
En esa segunda experiencia, lo que la cultura militar francesa incorporó a su acervo fue el uso de la tortura como mecanismo para obtener información del enemigo, a través del enemigo capturado. Mediante el dolor físico, se destruía moral y espiritualmente a las personas capturadas. No se trataba de la aplicación de la tortura simplemente ya que la misma fue utilizada siempre en las guerras y por los poderosos. En ese caso se buscaba su institucionalización, aplicarla en sus múltiples formas como el método principal para obtener información y una vez obtenida esta en la mazmorra y de boca del martirizado, se actuara contra reloj para que la misma no perdiera su eficacia para atacar al enemigo. Incorporaron también dos elementos importantes de esta táctica, el primero las operaciones clandestinas con grupos del ejército y de la policía, conocidos como “escuadrones de la muerte” y el segundo, la invención de la categoría de los “desaparecidos”.
Por otro lado, el principio táctico usado por Eisenhower en los desembarcos en la Operación Torch en 1942 y en el de Normandía en 1944 que lo hicieron famoso, demostró su inoperancia en la invasión norteamericana en Bahía de Cochinos, Cuba en 1961. Fue Kennedy, su sucesor en la presidencia quien tuvo que asumir la batalla y la derrota en Cuba. Por noticias recientes se sabe que “lloró como una Magdalena” toda esa noche. Ante ese fracaso tuvo que tragarse su orgullo de jefe de la nación más poderosa del mundo y, el demócrata Kennedy, ordenó usar las tácticas francesas en la lucha contrainsurgente. Para cumplir con este mandato en Guatemala se indujo el Golpe de Estado de Peralta Azurdia el 30 de marzo de 1963, se adecuó el modelo militar y el del Estado para el desarrollo de la guerra sucia de más de 30 años.
La otra pregunta que se hacen algunos de los habitantes del país es sobre el porqué de de la brutalidad en la violencia perpetrada. El porqué del exterminio de comunidades enteras, en donde se clasificaba a las víctimas por su edad y por su sexo para asesinarlas, para violar a las mujeres, para dar cuenta de sus animales ya sea por el sacrificio o por el robo. Para, finalmente, dejar la devastación completa por medio del fuego. Estos niveles demenciales no se explican por sí mismos, es decir no eran, no fueron un fin en sí mismos.
Lo que el Ejército pretendía con la bestialidad empleada, era introducir un registro de espanto en la conciencia de la población. Borrar de su imaginario el derecho de petición y todo aquello que pusiera en duda el statu quo.
La institucionalización de la tortura llevó también a la suposición de que lo que es eficiente con la persona puede serlo con los grupos humanos y con la sociedad. Esta es pues una de las sinrazones que explican el terrorismo de Estado. Y sobre esta concepción de la guerra, el ejército guatemalteco se comportó hacia la población de su país como un ejército de ocupación, no podía ser de otra forma. Hecho que fue reconocido también como cosa nueva por el general Héctor Gramajo, en su libro De la guerra a la guerra.
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