Existe un problema fundamental que afecta a la Gestión Integral de Riesgos (GIRD) desde que se construyó el paradigma del riesgo, la amenaza y la vulnerabilidad a finales del siglo pasado. Ante la necesidad de gestionar problemas urgentes con impactos políticos y sociales mayúsculos, la GIRD se hizo pronto de un espacio institucional en los aparatos de Gobierno, en principio en los sistemas de Defensa Civil, con enfoque militar, y posteriormente en instituciones de Protección a la población, con una perspectiva relativamente integral. Esta inserción necesaria, devino en que la GIRD se construyera como técnica al servicio de la administración pública y ese proceso concurrió para desgracia de la GIRD, y de la gente, con el advenimiento del neoliberalismo como paradigma económico y social.
En el marco anterior, concebir a la GIRD como técnica apolítica, útil para cualquier sector, terminó por congelar conceptos y categorías. Mientras se escribía de manera prolija acerca del riesgo, fueron escasas y poco escuchadas las voces que pusieron la mirada en las dinámicas empobrecedoras capitalistas neoliberales. Es decir que, la raíz de la mayoría de los problemas no se interpelaba, pero se discutía entusiastamente acerca de amenazas, vulnerabilidades, la exposición, indicadores. Con el paso de los años, la vulnerabilidad, inevitablemente problematizadora ha ido siendo sustituida por conceptos motivacionales y marquetineros como la resiliencia.
El problema fundamental es, desde mi perspectiva, que la GIRD fue instrumentalizada como técnica al servicio de otras ciencias o disciplinas, incluyendo la política, el derecho, la geología, la medicina, la meteorología y varias ingenierías, por citar solo algunos ejemplos. Esta subordinación de la GIRD ha impedido que se desarrolle apropiadamente en el contexto de las ciencias sociales, lo que hubiera llevado de forma regular a operaciones epistémicas de ruptura, construcción de conocimiento e interpelación o validación de los nuevos desarrollos teóricos y prácticos.
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Y tal vez lo más importante en este lamento académico es que, con pocas excepciones, la GIRD perdió el elemento más importante que le aportan las ciencias sociales: la necesidad de asumir un posicionamiento ante cualquier problema de investigación o brecha de conocimiento. Recordemos que las ciencias sociales no suelen aspirar a la objetividad, ese principio no requiere de una amplia explicación porque quien investiga es, le guste o no, parte del fenómeno u objeto de estudio. De allí que, en las ciencias sociales, se suele aspirar al rigor y no a la objetividad, que suele ser una ilusión y un ejercicio para tomar distancia de problemas que afectan a la sociedad.
Concluyo: Si la GIRD se desarrollara como parte de las ciencias sociales, es razonable esperar que la construcción de conocimiento ocurra con más frecuencia, posicionándose de forma crítica con respecto a problemáticas que ofrezcan explicaciones de problemas socioeconómicos invisibilizados y estrategias para resolver esos problemas de forma radical. Esto último disgusta y provoca malestar en los cuadros técnicos acostumbrados a hablar del riesgo de desastres como algo que afecta a cualquier persona, como si ese riesgo no fuera parte de un sistema de acumulación capitalista neoliberal profundamente injusto.
Una comunidad pobre en condiciones de alto riesgo no debería ser privada de un diálogo radical sobre el origen de sus problemas. Promover la GIRD como ejercicios de evacuación o procesos de mitigación puede salvar vidas, y eso es necesario. La vulnerabilidad debe problematizarse de forma situada, desde el territorio, y es allí donde la GIRD puede aportar a procesos de transformación que, hay que decirlo, disgustan al poder económico.
Creo que poco a poco se hace más amplio el consenso de que el neoliberalismo fracasó y que la GIRD, como otras disciplinas, puede aproximarse de nuevo al pensamiento crítico, a la lógica científica y social para aportar a cada sociedad una mirada radical de los problemas y ayudar a resolverlos. Dicho sea de paso, el pensamiento crítico es necesario hoy más que nunca, cuando los nuevos fascismos se están fortaleciendo.
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