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Donald Trump y el poder absoluto

El costo para las instituciones democráticas pasó a un segundo plano.
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Donald Trump y el poder absoluto

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No importaba quién ganara las elecciones, el daño a la democracia en Estados Unidos estaba hecho. Donald Trump gobernará sin cortapisa alguna en su segundo período, con efectos imprevisibles para América Latina y el mundo.

Donald J. Trump no esperó a que se consolidaran las cifras electorales para proclamar su triunfo a los cuatro vientos. Pero sus deseos se convirtieron en realidad. La  victoria del expresidente republicano sorprendió a medio planeta que esperaba una contienda cerrada y un proceso tortuoso marcado por su promesa de solo aceptar los resultados si él ganaba. Pero a la larga, Trump ganó por un amplio margen de casi 6 millones de votos sobre la vicepresidenta Kamala Harris. Hoy, el mismo complejo sistema electoral que según él le iba a robar las elecciones lo reconoció como nuevo presidente de Estados Unidos. Ese sistema que para los trumpistas estaba plagado de tramposos, hoy parece integrado por ángeles.

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Parecía imposible para Trump digerir una nueva derrota cuatro años después de su descalabro ante Joe Biden, que lo llevó a tratar de subvertir el orden constitucional, algo completamente insólito en la primera democracia del mundo. Nunca reconoció su derrota, y por el contrario, en su nueva campaña reavivó las denuncias de fraude para poner en duda una vez más la integridad del sistema electoral, uno de los pilares de la democracia estadounidense. Lo hizo una y otra vez  días antes de las elecciones, y por último durante una visita a Pensilvania, uno de los Estados claves que finalmente ganó pese a sus quejas.

Era Trump siendo el Trump de siempre: un caudillo carismático que ha convertido la mentira, el insulto, la misoginia, el racismo, las amenazas y la polarización en armas políticas. Un populismo que, combinado con las políticas que ha anunciado, pone en serio peligro la supervivencia del sistema norteamericano, con efectos en el mundo entero.

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Lo confirma Jeanne Simon, una profesora estadounidense de Ciencia Política en la Universidad de Concepción, que vive hace tres décadas en Chile. Advierte que el  escenario será peor, porque los republicanos serán mayoría, además, en el Senado y el Congreso.

Simon recordó que los conservadores ya controlan una Corte Suprema de Justicia cuyo prestigio está desde hace un tiempo en entredicho por sus decisiones de marcado carácter político. Por ejemplo, ha sido cuestionada tras entregar «inmunidad absoluta» a los presidentes en sus actuaciones oficiales, de acuerdo una sentencia considerada como un regalo a Trump.

Pero ahora, con Senado y Cámara a su favor, el panorama es oscuro. «Estados Unidos se va a debilitar mucho. La democracia se está convirtiendo en una autocracia. Y, realmente, uno no se imagina cómo va a ser el país en ese sentido», lamenta Simon. Ella piensa que, de ahora en adelante, los Estados solo podrán defenderse de las medidas nacionales, gracias al federalismo. Puso como ejemplo el tema del aborto, cuyas garantías fueron anuladas por una decisión del Tribunal Supremo en 2022. A partir de entonces, la decisión al respecto quedó prácticamente en manos de los estados.

El debilitamiento democrático referido por la politóloga viene avanzando desde hace décadas, desde las presidencias de Ronald Reagan y su escudero en el Congreso, Newt Gingrich. Pero Simon sostiene que se agudizó con Trump, en especial con su alianza con Elon Musk, el hombre más rico del mundo. Se trata de un amigo interesado de políticos de derecha en Latinoamérica y una fuente incontenible de desinformación por su red X, como muestra la DW en español con dos casos concretos.

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Esos comportamientos de Trump hacen parte de su esencia antisistema. Muchos recuerdan con horror sus denuncias nunca probadas de fraude ante la victoria de Biden, que lo llevaron a incitar las marchas de sus simpatizantes que tomaron violentamente el Capitolio, en un intento de revertir los resultados electorales en 2021.

«(El debilitamiento) se ha agudizado claramente con la elección de Trump y su discurso más bien populista, y su forma de actuar que minimiza la importancia de las normas y, en particular, yo diría, el espíritu de la ley, que es muy importante en Estados Unidos», agregó Simon.

Alberto Cortés Ramos, politólogo de la Universidad de Costa Rica, afirmó que si la candidata demócrata Kamala Harris hubiera ganado le habría tocado enfrentar una profunda polarización y sobre todo, una total pérdida de confianza en las instituciones de una parte importante de la población norteamericana.

Asimismo, Harris habría enfrentado el reto de demostrar la eficacia del sistema democrático, y reconstruir las alianzas internacionales. En medio de todo este esfuerzo, ella habría tenido también que contrarrestar la desinformación y las teorías conspirativas, y navegar en un panorama político con su legitimidad cuestionada .

Nada de esto pasó el 5 de noviembre, porque los votantes sorprendieron y dejaron a las encuestas más desprestigiadas que nunca. El republicano aventajó a su rival desde el primer momento porque la mayoría de los votantes prefirieron un líder crítico del establishment, a pesar de sus constantes salidas de tono y de su retórica a veces incomprensible.

Eso mismo era esperable en países de América Latina que han apostado por populistas que persiguen desde el poder a la sociedad civil y declaran enemigos y hasta traidores a la patria a sus opositores y a los medios de comunicación críticos. Un panorama que hace algunos años era impensable en Estados Unidos.

Detrás de todo está la situación económica, que repuntó en los últimos años del gobierno Biden, pero no alcanzó a mejorar la situación de las familias. De  acuerdo con una investigación del Centro Pew, titulada «la situación de la clase media estadounidense», la proporción de hogares con ingresos en ese sector se redujo del 61% en 1971 a 51% en 2023. Por eso, Trump insistió en la economía. El 55% de la población reconoció en septiembre que esa era una cualidad del republicano, frente al 45% que la miraban en Harris, afirmó otra medición del mismo organismo.  

El otro factor fue el voto latino, que representa el 15% del electorado. Según los primeros datos evaluados por el diario El Mundo de España, este sector de la población, y en particular los hombres, se decantó a favor de Trump por el mismo motivo: la economía.

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El costo para las instituciones democráticas pasó a un segundo plano, lo mismo que el discurso polarizante que coloca la etiqueta de «amigo-enemigo» y de «nosotros contra ellos» para erosionar las instituciones y destruir al adversario. Para Cortés, «la división extrema reduce la calidad del discurso político al darle credibilidad a la desinformación y a las posiciones más emotivas sin apego a datos; obstaculiza la búsqueda de soluciones compartidas y debilita los controles y equilibrios democráticos. Además, fomenta la desconfianza en el proceso electoral y puede llevar a la tolerancia de prácticas autoritarias y antidemocráticas por parte de los seguidores del partido en el poder».

Varios líderes de derecha en América Latina celebraron la victoria de Trump.  Para algunos de ellos la retórica polarizante, la descalificación  a la prensa independiente y el estilo pugnaz son un modelo político. Javier Milei, desde Argentina,  fue uno de los primeros en felicitar a su admirado líder.

«(El triunfo de Trump) obviamente favorecerá más a las fuerzas autocráticas, más de derecha, con base en América Latina. Podemos pensar en Bolsonaro. Por ejemplo, estoy pensando lo mismo sobre Bukele en El Salvador, así podemos ver cómo esa influencia tendrá un impacto. Personalmente, creo que esto no beneficia a América Latina y tampoco beneficia a los Estados Unidos», opinó Simon.

De hecho, Bolsonaro fue uno de los primeros líderes de derecha en festejar la noticia desde Brasil. Así puede verse en su mensaje publicado en la cuenta de X, en que se muestra lleno de entusiasmo y lo llama «verdadero guerrero».

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Antes del 5 de noviembre, se mantenían las expectativas altas en Colombia, México y Venezuela. En este último caso, Nicolás Maduro se niega a entregar el ejecutivo, pese a las evidencias de que ganó con fraude las elecciones de junio. En forma congruente con su actitud con personajes como Vladimir Putin o Kim Jong Un, Trump ha expresado su complacencia por la condición de Maduro de  «hombre fuerte».

En todo caso, como dice Tamara Taraciuk, directora del programa de Estado de Derecho Peter D. Bell de Diálogo Interamericano, América Latina no es una prioridad en la agenda estadounidense. Está muy por debajo de la atención que ocupan otros temas como la guerra en Medio Oriente y la invasión rusa a Ucrania. Pero reconoce que los temas de seguridad y migración tienen una prioridad mayor.

«Hay un interés particular de los Estados Unidos en abordar estos dos temas y no es posible hacerlo sin mirar hacia América Latina, hacia el corredor migratorio, hacia Centroamérica y México, hacia los Estados Unidos, hacia las crisis en nuestra región que generan un éxodo masivo de personas de sus hogares», agregó Taraciuk.

En ese sentido, la experta de Diálogo Interamericano consideró que el tema de Venezuela podría llamar la atención, por el posible éxodo ante la dictadura de Maduro. La otra realidad es la expansión del crimen organizado, que afecta a países con instituciones débiles que no están preparadas para enfrentar las grandes organizaciones delictivas transnacionales.

Benjamin Gedan, director del programa de América Latina del Centro Wilson en Estados Unidos, alertó también sobre el impacto que tendrían las deportaciones masivas anunciadas por Trump en el sector del empleo y el de las remesas. «Esa política también afectaría la relación diplomática con sus vecinos. Además, habría efectos similares si la Casa Blanca impone nuevos aranceles en un segundo mandato del expresidente», insistió.

Cortés añadió que, en el nuevo mandato de Trump, se puede prever una postura dura sobre inmigración y comercio. Pero, además, un fortalecimiento de relaciones con líderes autoritarios en la región, un aumento de las tensiones con gobiernos de izquierda, y la adopción de políticas proteccionistas que afectarían nuestras exportaciones a Estados Unidos. Trump ha anunciado que traerá de vuelta a las industrias que han trasladado su producción a otros países, lo que podría afectar en nuestra región principalmente a México. Eso haría que las ilusiones de  una oportunidad ante la inminente guerra comercial con China, con nearshoring y friendshoring (ubicar operaciones en países cercanos y aliados, respectivamente) queden solo en eso, en ilusiones.

Durante meses, la campaña electoral de Estados Unidos estuvo marcada por los permanentes sobresaltos, pero ninguno resultó tan inesperado como la amplia victoria del único expresidente de Estados Unidos condenado por un delito. Una nueva etapa se inaugura con muchas interrogantes al futuro. No solo por las políticas internas, que prevén el surgimiento de una especie de teocracia totalitaria, sino por las consecuencias internacionales del aislacionismo proclamado por Trump, como la inevitable derrota de Ucrania y la amenaza cada vez mayor de China sobre Taiwán, para no hablar de su negativa a reconocer el cambio climático.

Antes del día «D», The Atlantic ilustró esta elección con el rostro de uno de los padres fundadores de la primera gran democracia de la era moderna. Lo tituló «La hora de la verdad».  Ganó Trump y lo que representa: unos antivalores que chocan contra el sistema de pesos y contrapesos que entonces crearon para evitar su peor pesadilla: la tiranía.

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Escrito por Octavio Enríquez

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