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La abstención, tercera más baja de la democracia, supera en 600 mil votos a Morales

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La abstención, tercera más baja de la democracia, supera en 600 mil votos a Morales

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Jimmy Morales es, en porcentaje (67.44%) y en votos totales (2,750,847), el candidato presidencial más votado de este siglo. Pero sus cifras están lejos de los 3,300,999 personas que no depositaron su voto. El 44% de empadronados no acudió ayer a las urnas. Excepción hecha de 1985, el estreno de la democracia, y 2011, todas las segundas vueltas han visto índices de abstencionismo superiores al 40%. El voto en blanco y el nulo superan, ligeramente, el 4%.

En Guatemala ayer ganó la apatía. 3.3 millones de guatemaltecos empadronados –un 43.68% del total– optó por no manchar sus huellas dactilares y dejar la elección presidencial en manos de sus conciudadanos, que apoyaron abrumadoramente a Jimmy Morales.

El candidato de FCN–Nación ha sido el presidente con más votos de la era democrática, con un 2.7 millones de boletas de respaldo –450,000 por encima de Otto Pérez Molina, y más del doble de los presidentes electos en la última década–. Pero solo obtuvo el apoyo de un 36.4% de los guatemaltecos empadronados.

Hubo, además, cuatro departamentos en los que el número de personas que acudió a las urnas fue menor al 50% del total. Estos fueron Totonicapán, con un 50.32% de abstención, San Marcos, con un 51.08%; Petén, con un 53.72% y Huehuetenango, la cifra más alta de todas, donde un 57.06% de los huehuetecos con derecho a voto optó por no acudir a las urnas.

En el otro extremo, donde la afluencia fue más alta, se encuentra el departamento de Guatemala: solo un 36.9% optó por no votar. El departamento de Guatemala es también el departamento que más apoyo ofreció a la coalición FCN–Nación, con un 83% de los votos emitidos. En ciudad de Guatemala, donde el 84.26% de los ciudadanos apoyó a Jimmy Morales, la abstención fue del 38.71%.

En el otro extremo, se encuentra Ixcán, en Quiché, donde hubo un 40% de abstención y donde un 16,597 (78.35%) votó por el partido UNE.

En Alta Verapaz un 64.71% de los ciudadanos acudió a emitir su voto. En este caso, a favor de Sandra Torres, que obtuvo un 55.7%.

“Las segundas vueltas suelen tener la abstención más alta. Por dos razones: las elecciones locales suelen considerarse más importantes porque afectan más directamente al votante. Segundo, porque la movilización de los votantes suele recaer en los candidatos locales, particularmente los candidatos a alcalde, y hay candidatos a alcalde que no tienen un interés en los resultados al presidente”, explicó el politólogo Hugo Novales, investigador de ASIES, con respecto a la diferencia de participación entre primera y segunda vuelta.

Otros de los motivos esgrimidos por Novales para el alto abstencionismo fue que, en estas elecciones, no había una opción muy marcada por los votantes en primera vuelta. En este sentido, mencionó que a diferencia de las elecciones de 2011, cuando Otto Pérez Molina se llevó la mayor parte de los votos en la primera ronda, en esta ocasión, sumando el apoyo Sandra Torres y Jimmy Morales alcanzaron un 42% del total de los votos. Entre tanto, y sin apoyos entre partidos, el 20 por ciento de voto duro de Manuel Baldizón pudo transformarse en abstencionismo. Agregó que en las encuestas publicadas para esta segunda vuelta, había una cantidad de indecisos que, si bien en otras elecciones se transforman en votos nulos o blancos en este caso, y dada la baja cantidad de estas dos últimas categorías, estos indecisos probablemente tampoco acudieron a las urnas.

Diego Maza Proust, investigador de DOSES y de Mirador Electoral, identificó dos factores clave dentro del abstencionismo. De un lado, un no–voto de castigo al sistema: “frente a unas elecciones que no quería y una reforma electoral que no llegó, el votante optó por no votar. Es una manifestación en contra del sistema, de gente que no participó, consciente de ese acto”, dijo y agregó que pone de manifiesto la crisis de representatividad del sistema. Por otro lado, mencionó la catástrofe del Cambray y la extensa cobertura de los medios, en detrimento a información sobre el proceso electoral, como otro de los motivos que llevó al abstencionismo.

Abstención, una costumbre

Las cifras de abstencionismo, que ayer en la tarde circulaban en las redes sociales como si se trataran de cifras históricas, no pueden considerarse una excepción a la regla en las elecciones presidenciales de Guatemala.

En 1999, cuando resultó electo Alfonso Portillo hubo un 59.61% de abstención. En el año 2003, cuando ganó Oscar Berger, la abstención fue del 53.23%, y en 2007, cuando ganó la UNE, esta fue del 51.66%. Solo en 2011, con la lucha entre Otto Pérez Molina y Manuel Baldizón y un incremento en el padrón electoral de 1,350,812, la abtención logró reducirse al 39.17% del total.

De hecho, según la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES), la abstención tiende a ser alta en todas las segundas vueltas, a excepción de las primeras elecciones de la era democrática, que tuvieron un 62.38% de participación. En 1990, por ejemplo, acudió solo un 45.26% de los ciudadanos a elegir presidente, y en 1995 fueron aún menos, un 36.85% del total, en base a los datos de este informe.

Estos datos son similares a los de los vecinos centroamericanos. Según un informe de la Organización de Estados Americanos (OAS), en las elecciones de 2014 del Salvador, hubo una abstención del 44.69, en Honduras las elecciones de 2013 la abstención fue del 38.84 por ciento. Sin embargo, tanto Costa Rica, como Nicaragua y Panamá presentan cifras mucho más altas de concurrencia a las urnas, con un 68 por ciento de votos del total de los inscritos en Costa Rica en 2014, un 76 por ciento en Panamá en 2014 y un 68.72 en Nicaragua en 2011.

En Guatemala, la abstención ha estado entre las principales preocupaciones electorales. Una de las declaraciones de los Acuerdos de Paz es, de hecho, que “la activa y cada vez mayor participación de los ciudadanos en los procesos electorales es una garantía para la legitimidad y representatividad de las autoridades electa”.

En un estudio realizado por Edelberto Torres Rivas y Horacio Boneo para Instituto for Democracy and Electoral Assitance (IDEA), en el año 2000, se indica que “Guatemala ocupa el lugar 158 de los 163 países para los cuales la mencionada publicación de IDEA proporciona datos. Las comparaciones intrarregionales arrojan resultados similares: Guatemala ocupa el último lugar –en participación– dentro de América Latina”.

Aunque hayan pasado 15 años desde entonces, algunas de las principales causas esgrimidas siguen en plena vigencia en Guatemala. Entre estas, se menciona la teoría el costo de votar –que costo económico le supone al ciudadano acudir a las urnas–, a lo que añaden como causa los beneficios del voto. “Si los resultados de las elecciones son enteramente predecibles, los beneficios que se derivan de la participación individual son percibidos como nulos. En cambio, el voto tiene mayor probabilidad de tener impacto si las elecciones son competitivas”, explican ambos académicos. A lo que se añade, como causa “que la participación de los electores es el resultado de esfuerzos deliberados para persuadirlos a votar”.

En las elecciones de primera vuelta, con alcaldías, diputaciones y el partido Lider aún en la contienda, la asistencia a las urnas fue la mayor de la democracia: con 5,390,005 de votos, lo que supone un 71.33% del total de los empadronados.

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