Las crónicas no son para enterarse
Las crónicas no son para enterarse
“Ser distraído no es un estado de ausencia en cuerpo presente. A veces puede ser un estado de lucidez privada, un ensimismamiento que ha descubierto algo de lo que el resto aún no se entera (…) es otro modo de estar atento”. O al menos eso dice Julio Villanueva Chang, el distraído que edita Etiqueta Negra, una revista que se describe a sí misma como hecha para distraídos.
Un día con Julio Villanueva Chang surge de un taller para periodistas, organizado por el Congreso Nacional de Periodismo Digital, realizado en Zaragoza, España, el 21 de mayo de 2005, y el texto se divide en dos partes. La primera, es un intento por explicar al lector de qué se trata Etiqueta Negra, para que éste borre de su mente cualquier evocación al whisky. La segunda, procura penetrar en “el malentendido oficio de un cronista”.
Además de su trabajo en Etiqueta Negra, Villanueva Chang, ha escrito el libro de perfiles Elogios Criminales (Planeta, 2009) y el libro de crónicas Mariposas y murciélagos (UPC, 1999), que el escritor mexicano Juan Villoro define como “crónicas que nadie pidió y que todos necesitamos leer”. Sus textos han sido publicados en medios como El País, Esquire, Vogue, National Geographic y World Literature Today.
El protagonista de “Un día con Julio Villanueva”, en realidad no es Julio Villanueva, es una revista. La revista que no busca denunciar, si no desengañar, que no cuenta con mucho dinero, pero sí con el derecho a decir banalidades. Que tiene como gran capital un listado de cómplices, autores que regalan su trabajo, trabajo de excelente calidad.
“Se trata de voltear a ver lo que ya está en nuestras narices y nos hemos familiarizado tanto en ignorar”, recalca el autor, sobre los temas de la revista.
Un día con Julio Villanueva revela las intimidades y secretos del éxito de la protagonista, que son el resultado de sumar incoherencias; como que exista un fotógrafo ciego, Paco Grande, que ve mejor que un vidente. Pero los que parecen temas o personajes inverosímiles pasan por un proceso de reposado y acucioso filtro, según explica Villanueva: la garantía de la verificación de datos. Tarea que consiste en comprobar la veracidad de cada hecho mencionado en la pieza a publicar. Porque, según Chang, Etiqueta Negra es la única revista en español que tiene verificadores de datos (aquí no se ha verificado la veracidad de esta afirmación).
La publicación, confiesa el autor, también se nutre del oficio de los editores, que juegan el doble papel de ser unos ignorantes y un panel de expertos, todo al mismo tiempo; parten de la posibilidad de sorprenderse, pero al mismo tiempo deben saber reconocer las fisuras. El fin último, en Etiqueta Negra, según el autor peruano, es la calidad.
Más allá de narrar experiencias, en ‘El que enciende una luz’, la segunda parte del libro, Villanueva Chang reflexiona el oficio del cronista, un ser mutante entre el escritor y el reportero.
La visión del mundo que el cronista obtiene por medio del acercamiento con la gente y sus historias se debe compartir, sin olvidar que a la gente “en su condición ciudadana, le interesa un informe de corrupción. Pero a la gente, en su condición de aburrida, le encanta que le cuenten historias”, advierte Villanueva. El editor y cronista recuerda que los humanos buscamos experiencias, historias que le aportan sentido a la experiencia de la vida. Porque, dice “desde niños hemos conjugado más el verbo contar que informar (…) el verbo descubrir que denunciar (… y) para descubrir, basta una curiosidad vagabunda e inteligente”, o basta con ser un distraído como dice ser el autor.
Villanueva Chang expone que un cronista, al escribir, siempre se encuentra con la oportunidad de escuchar otras voces, detectar olores y delinear un modo de pensar entre las palabras y los movimientos sueltos. Denuncia también a aquellos que critican al periodismo narrativo con el argumento de que se compone de puras interpretaciones.
Julio Villanueva resume que el lector “va a leer una historia que no es objetiva, pero que intenta ser honesta y responsable tanto en su autoridad como en su ignorancia.”
Uno de los aciertos más grandes de Etiqueta Negra, que la hacen sobrevivir en su versión en papel cuando ya muchas publicaciones similares se dan por vencidas, es el ángulo desde el que ven las historias. Villanueva pone como ejemplo, una edición especial sobre el erotismo, en donde se publicó una historia sobre los clubs swingers. Todo lo escrito anteriormente sobre el tema provenía de escritores hombres que sólo iban a mirar a parejas tener sexo. En cambio, la historia publicada por Etiqueta Negra es narrada por Gabriela Wiener, quien se sumergió en uno de esos clubes, vivió la experiencia desde su mirada de mujer y cuenta la experiencia desde allí.
“Un día con Julio Villanueva” también recuerda a aquel periodista norteamericano que inicia una atormentada búsqueda por identificar a un hombre que se tiró desesperado desde lo alto del edificio del World Trade Center. Con la persecución de ese último salto, se recorren todos los rincones oscuros de una tragedia, de las cuestionables coberturas mediáticas y de la ausencia.
Tomando en cuenta lo que Chang expone en la segunda parte de ‘Un día con Julio Villanueva Chang’ enterarse de que cierta persona se tiró de un edificio, desesperado ante un ataque terrorista, no presenta una visión digna del mundo. Pero ese hecho fue el punto de partida para mostrar a través de una crónica la herida abierta de miedo y desconfianza que no puede cerrar ni cicatrizar en el cuerpo de un país malherido, Estados Unidos. Ese relato pertenece al grupo de crónicas que según Julio Villanueva Chang: “enciende una luz”.
Por eso el autor aboga por la necesidad de un periodismo diferente, pero no contrario al periodismo más generalista, caracterizado por su sabor notarial. Y que no se mueve en contra sino en los márgenes del torrente de historias de las que se nutre el periodismo, y explica el mundo y huye del olvido iluminando los detalles.
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