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Migrantes en Estados Unidos: el voto más caro y también el más descuidado

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Migrantes en Estados Unidos: el voto más caro y también el más descuidado

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En 2019, cada voto emitido por guatemaltecos en Estados Unidos costó 8 mil 209 dólares -unos Q65,600-. Solo votaron 734 personas de las 63 mil que estaban habilitadas. En 2023, las perspectivas no mejoran y el Tribunal Supremo Electoral hizo poco para informar y atraer la atención de los guatemaltecos residentes en la Unión Americana, quienes tienen razones de peso para elegir gobernantes pero poca motivación para hacerlo.

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Moisés Antón tiene su vida cronometrada. Se levanta a las 4:00 de la mañana. Mete su almuerzo y agua en una mochila. A las 4:30 sale de su casa listo para el trayecto de diez minutos hacia la planta de pollos donde trabaja. Tiene que estar en la línea de producción a las 4:51 porque la cadena comienza a funcionar a las 4:54. Ni un minuto más ni un minuto menos.

Su trabajo consiste en colgar pollos vivos en unos ganchos. Debe colgar 28 por minuto. Hay una persona que usa un reloj para verificar cuántos pollos avanzan en una fila que parece no tener fin. Son 21 trabajadores que siguen el mismo procedimiento que Moisés. Al final del día, deben haber pasado 200 mil pollos. Es un trabajo extenuante, pero él no se queja, es algo muchísimo mejor que lo que hubiera podido conseguir en Guatemala, su país de origen. Lleva en Estados Unidos casi la mitad de su vida: tiene 43 años y llegó con 25.

En Forest, Misisipi, el trabajo de migrantes como Moisés es vital para la economía local. Además de trabajar con pollos, hay demanda de puestos en la construcción y la agricultura. Por lo regular, son empleos extenuantes que los locales evitan.Si alguien pregunta por qué llegan los migrantes a lugares como Misisipi, personas como Moisés responderán que por trabajo. No es por su ubicación al sur de Estados Unidos, ni por su tradición agraria. No es por su cercanía al gran río Misisipi ni por su clima cálido. Es por trabajo. Y llegan de boca en boca. Quien sabe de espacios laborales corre la voz y así se forman las comunidades.

Las plazas que demanda este lugar son ocupadas en buena parte por población migrante sin visa. El 7 de agosto de 2019, bajo el gobierno de Donald Trump, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) ejecutó siete redadas en plantas procesadoras de alimentos en Misisipi: arrestaron a 680 personas. Hubo operativos también en Forest, la ciudad donde vive Moisés. La Cancillería guatemalteca afirmó que 176 de los detenidos eran guatemaltecos, aunque más de la mitad de los trabajadores en esas fábricas eran originarios de Guatemala.

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Hasta marzo de 2023, la tasa de desempleo en Misisipi se registraba en 3.5%, un nivel medio en comparación con Nevada (5.5%, el más alto) o Dakota del Sur (1.9%, el más bajo).

En las plantas procesadoras de carnes, la demanda de la fuerza laboral ha sido satisfecha con trabajadores inmigrantes y según datos del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, cada vez solicitan más la contratación de trabajadores extranjeros.
 
Ese requerimiento de trabajo hace atractivo Misisipi para los guatemaltecos que, como Moisés, buscan integrarse a esa comunidad conformada en su mayoría por vecinos de San Marcos, quienes se organizan para mejorar el futuro y bienestar de sus familias. Según las estimaciones de los Servicios Consulares del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minex), a mayo de 2022, contaban 25 mil guatemaltecos en Misisipi.
 
«Hablamos el mismo idioma, mantenemos las tradiciones, las mujeres usan güipil para ir a la iglesia. Se organizan eventos deportivos, a veces bailes sociales. No vivimos en Guatemala, pero es como si estuviéramos allá», relata Moisés.
 
Él tiene 18 años de trabajar en Estados Unidos. Aunque es reservado con el monto gastado, pagó el viaje de su esposa y sus hijos para que llegaran a reunirse con él conforme juntaba el dinero. Su madre y sus suegros son los únicos que permanecen en Comitancillo, un municipio mam, ubicado a unos 330 kilómetros de la capital guatemalteca.

Las estadísticas marcan un rango del 80 y 90% de pobreza entre los habitantes de Comitancillo. Para el Instituto Nacional de Estadística (INE) es del 90%, mientras que el Instituto de Investigación de Ciencias Socio Humanistas de la Universidad Rafael Landívar, está en 82.72%. En pocas palabras, al menos 8 de cada 10 comitecos viven en pobreza; sólo por debajo de Concepción Tutuapa (89.21%) y San Miguel Ixtahuacán (83.42%) del mismo departamento.

Los comitecos que viven en Forest saben que provienen de una comunidad pobre, abandonada y donde los jóvenes, en su mayoría, quieren irse a Estados Unidos. También saben que Misisipi no es un paraíso debido al racismo y el rechazo a los migrantes; pero el futuro se dibuja mejor que quedarse en San Marcos.

Moisés no sabía que podía participar en las elecciones 2023 hasta que la reportera que lo entrevistó para este reportaje le preguntó si iba a votar. No es tema de conversación con sus compañeros de trabajo, ni en la iglesia ni en reuniones familiares.

Elegir presidente de Guatemala no está entre las prioridades de los guatemaltecos en Estados Unidos. Aunque Moisés quisiera gobernantes que apoyen a los migrantes y a la población en Guatemala. «A mí me gustaría que se enfoquen un poco más en ayudar a la comunidad migrante. Sólo ha habido presidentes corruptos, que dan promesas al pueblo y cuando llegan ya se olvidan de la gente. Me gustaría un gobierno que trabajara realmente por el pueblo de Guatemala».

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A 72 kilómetros de Forest, en la ciudad de Canton, vive Manuela Castro, de 37 años. Es maya-k'iche', originaria de Totonicapán. Salió de Guatemala en 2005 por la falta de oportunidades de trabajo. Hace 18 años pagó Q65 mil al guía o coyote; ahora relata que les piden entre 120 mil y 150 mil para llevarlos a Estados Unidos.

Desde el 2020 es líder comunitaria y promotora de salud de la organización Immigrant Alliance for Justice & Equity. Manuela es jefa de familia y cría sola a sus cuatro hijos nacidos en Estados Unidos. Su papá, algunos tíos y primos también migraron. Su madre y hermanas permanecen en Totonicapán.

Durante tres años, Manuela trabajó en una planta de pollos por un pago de 7.25 dólares la hora. Dice que fue hasta 2015 que estas empresas regularizaron un pago no menor a 10 dólares por hora. Ahora es conductora y la contratan para trasladar niños de la escuela a sus casas o para asistir a citas médicas.

En 2022, Manuela se enteró que podía participar en las elecciones de 2023 porque lo comentaron en un taller de la organización donde colabora. No recuerda que el consulado le compartiera información pues, según Manuela, el consulado móvil acude una vez al año a Canton. Ella quisiera que llegaran al menos cada seis meses para realizar sus trámites y tener acceso a sus documentos de identidad.

«Quisiéramos que ganara un gobierno que haga algo, que establezca trabajos; porque nosotros estamos acá trabajando, somos el motor de este país y ¡cómo no vamos a ser  el motor de nuestro propio país!, pero depende de nuestro gobierno», expresa Manuela.

Cuestión de prioridades

La situación de los migrantes ocupa la atención en la agenda del gobierno y de la opinión pública esencialmente en dos ocasiones: el recuento de remesas y cuando ocurren eventos trágicos. El medio Plaza Pública documentó que en los últimos 20 años han ocurrido once tragedias en el trayecto hacia Estados Unidos.

En 2021, 16 guatemaltecos —la mayoría originarios de Comitancillo— fueron asesinados y sus cuerpos calcinados en Tamaulipas, México. A pesar de los riesgos, cada año más comitecos emprenden el viaje en búsqueda de mejores condiciones de vida. En los últimos cinco años, el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM) contabiliza que 1 mil 641 personas originarias de Comitancillo fueron retornadas desde México. En 2022, San Marcos fue el segundo departamento con el mayor número de retornados a Guatemala.

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Segundo intento de elegir presidente

Esta es la segunda ocasión que Guatemala aplica el voto en el extranjero, un derecho sólo garantizado para guatemaltecos que viven en Estados Unidos. La primera vez fue hace cuatro años. Para los guatemaltecos en Forest, votar en el 2019 implicaba un viaje en vehículo de casi 8 horas, es decir, más de 720 kilómetros para llegar a Houston, Texas, donde se ubicó una mesa —era más lejos que ir de la capital hacia Tikal. En 2023 se habilitará otra mesa en Dallas, donde el promedio de viaje es similar.

En 2019, según la página de resultados del TSE, la participación en el centro de votación ubicado en Houston fue de las más bajas, con apenas 121 votos emitidos (1.15%) en las mesas escrutadas.
 
Hasta mayo de 2022, los servicios consulares registran 2.8 millones de guatemaltecos viviendo en los Estados Unidos; la mayoría concentrados en seis estados.

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Las organizaciones estiman que el número puede ser superior debido a los subregistros y calculan que puede llegar a los cuatro millones. La mayoría sin documentos legales.

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En las elecciones de 2019, se empadronaron 63 mil 695 personas y solo 734 votaron (1%). El TSE gastó US$6 millones 25 mil 641 para habilitar el voto en cuatro centros ubicados en las ciudades de Los Ángeles, Houston, New York y Maryland. Es decir, cada voto costó 8 mil 209 dólares, unos 65 mil 600 quetzales.

Estos reporteros recopilaron la inversión y participación en las más recientes elecciones en 16 países de América Latina. En cinco  de ellos no fue posible conseguir el dato de la inversión. Las cifras disponibles revelan que Guatemala tiene el porcentaje más bajo de participación (1%), le sigue Honduras (3%) y Chile (7%).

Guatemala también tiene el voto más caro, es decir, el país gastó 8 mil 209 dólares por cada voto emitido, le siguen El Salvador (7 mil 551 dólares) y Argentina (3 mil 732).

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Maudelí Ramírez, de 23 años, emigró hace dos años cuando tenía cinco meses de embarazo. Se arriesgó porque quería para su hija el futuro que ella no tuvo. «En Guatemala es muy difícil, sólo trabajas para vivir el día a día», relata.

Hace pocos días compró su primer automóvil.  Muy contenta contó que aunque sea «viejito» está más cómoda pues le sirve para ir al trabajo. Maudelí trabaja en un restaurante de martes a sábado. Sus dos días de descanso los aprovecha para estar con su hija que cumple 2 años el 8 de julio.

Esta es la primera vez que tendrá derecho a ejercer su voto, pero no lo hará. Las pocas facilidades para empadronarse, la falta de información y el desinterés explican su apatía. Antes de comprar su carro, se movilizaba en taxi, eso quiere decir que para llegar al consulado más cercano a una hora de donde reside, debería pagar al menos 200 dólares de taxi.

«En un principio no sabía que tenía derecho a votar, hasta que mi hermana me comentó que podía empadronarme en línea en la página del TSE. Reconozco que la falta de información y otras prioridades como mi hija y el trabajo, hicieron que no realizara el esfuerzo para habilitarme para votar», comenta Maudelí.

Ella es de quienes cree que los políticos pueden cambiar las condiciones de vida de las personas, pero reconoce  que dejará eso en manos de quienes sí votarán. «Espero que la gente sepa elegir y que quede alguien que ayude al país a salir adelante», dijo.

Un voto alejado y con poca incidencia

734 votos no inciden en los resultados electorales, reconoce Minor Aguirre, miembro de la organización Primaveral —conformada por ocho agrupaciones de distintos municipios de Quetzaltenango, Huehuetenango y Jutiapa—. «Si la gran mayoría de los más de tres millones de migrantes —una estimación propia— votáramos, eso haría una gran diferencia para Guatemala».
 
Minor reside desde hace 28 años en el norte de Virginia, a media hora en carro de la capital de Estados Unidos. Y la organización a la que pertenece trabaja para ayudar en las emergencias que ocurren en Guatemala, ya que en sus propias palabras: «Se enfocan en ver que no nos olvidemos de nuestros lugares de origen».

Por su experiencia en EE. UU. y por su conocimiento acerca de las poblaciones guatemaltecas en ese país, el TSE lo llamó para integrar la Junta Electoral en 2019 y también lo hace en las elecciones de este año. Aunque no es muy optimista sobre lo que ocurrirá.
 
«El TSE hizo muy poca campaña para promover la participación de los guatemaltecos en Estados Unidos. Considero que menos de la mitad de los connacionales saben que pueden votar para la elección de presidente y vicepresidente. Una gran mayoría no sabe y no está informada y, de alguna u otra manera, hay desinterés por la desconfianza que existe en las autoridades actuales», asegura.

José Palma vive en Miami y viajar al Consulado de Guatemala en esa ciudad no le toma más de media hora. Tiene 35 años viviendo en Estados Unidos y la mayoría de ellos lo hizo manejando tráileres en el estado de Florida, pero ya se jubiló. Dedica su tiempo a hacer ejercicios y a leer a través de sitios de internet sobre la realidad política de Guatemala y el mundo.

José asegura que sí irá a votar. No lo hizo en 2019, pero en esta ocasión tiene claro que su voto también es una manera de manifestarse contra la política del país. «Guatemala merece un presidente honesto, transparente y que trabaje por el bienestar de la nación», comenta a través de una llamada telefónica. Las cualidades que desea en un gobernante no las ve en quienes compiten por la presidencia, por ello su voto será nulo.

José tiene 65 años y durante su juventud en Guatemala trabajó como camarógrafo en el desaparecido noticiero Teleprensa, sin embargo, migró por problemas familiares. Se estableció en Estados Unidos y desde entonces se mantiene informado de lo que ocurre. La desconfianza en los políticos y la poca atención a los problemas de los migrantes son dos de las cosas que, según él, alejan al guatemalteco en el extranjero de participar en las elecciones.

Julio Solórzano fue magistrado y presidente del TSE en las elecciones de 2019. Aunque prefiere no opinar sobre la actual magistratura, resalta que cuatro años no alcanzan  para hacer muchas cosas. Además,  hace referencia a la falta de información y dice que, por ejemplo, en las anteriores elecciones «creían que iban a votar por alcaldes. Realmente no les interesa elegir al Presidente».

En lo referente a las razones de la abstención de la población migrante, Solórzano lo tiene claro: «El ciudadano guatemalteco se ha desmoralizado», quien se ha ido lo ha hecho por la falta de oportunidades, y ahora que están lejos, el voto no está entre sus prioridades, refiere.

«Hay un grupo que está interesado en el tema. Pero la mayoría de guatemaltecos se olvidan y ya no quieren saber nada. Solo siguen pendientes del país porque tienen a sus familiares y envían remesas», añade el exmagistrado.

Para Ben Monterroso, de  la organización Voguare (Voto de los Guatemaltecos Residentes en el Extranjero) no se tomaron en cuenta sus opiniones ni las lecciones aprendidas de las elecciones de 2019. Según Ben, de haberse atendido sus peticiones, la realidad del voto sería distinta.

«De los millones que viven en Estados Unidos, alrededor de 450 mil tienen un Documento Personal de Identificación (DPI). Eso es menos del 15% y es una limitación para empadronarse y votar. Además, pedimos que los añadieran automáticamente al padrón electoral, avisamos de que había más de 65 mil documentos encajonados en los consulados, pero no nos hicieron caso».

«Estamos claros de que somos una pieza importante para la economía del país. Deberíamos de tener voto y elecciones. Los políticos han llegado —en giras a Estados Unidos— desde el 2000. Prometen cosas. Ninguno ha hecho un plan real», añade Monterroso.

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Más fallos que aciertos

En el 2019, debido al poco tiempo para implementar las reformas que permitían el voto en el extranjero, no hubo empadronamiento presencial en Estados Unidos. Así lo afirma Ingrid Soto, encargada de la Unidad de Voto en el Extranjero del TSE.
Como alternativa se trasladó al padrón los datos de los guatemaltecos que habían solicitado el DPI a través de los consulados ubicados en los estados de Los Ángeles, Maryland, Houston y Nueva York para que pudieran votar.

Con la actual magistratura se implementó por primera vez la inscripción al padrón de forma presencial, pero entre el 2020 y el 2021, las restricciones por el Covid-19 se convirtieron en un obstáculo, añade Soto.

«Durante la pandemia el aforo permitido para llegar con cita a un consulado fue de 50 personas como máximo (...) ese fue uno de los obstáculos que tuvimos para coordinar el empadronamiento (...) no es que no hayamos querido empadronar», añadió.

Según Soto, debía crearse un programa informático que permitiera el empadronamiento en Estados Unidos, el cual fue desarrollado por la Dirección General de Informática y estuvo listo en septiembre de 2021.  

Ya con ese avance, la estrategia del TSE fue acudir a los diferentes Estados a empadronar de manera presencial tal como se hace en Guatemala. No obstante, el exmagistrado Solórzano considera que el empadronamiento presencial representa un costo más elevado que otras alternativas como en línea o por correo.

También se probó con una modalidad en línea, pero de acuerdo a los datos recopilados por la organización Diálogos, tuvo poco éxito.  Sólo 20 guatemaltecos en el extranjero usaron dicha opción entre octubre de 2022 y enero de 2023.

Este es el caso de Gabriela Álvarez Castañeda, quien vive en Nueva York desde hace 12 años y consiguió empadronarse de forma virtual en la página del TSE después de intentarlo durante varias semanas «por puro ejercicio».
 
Esta será la primera vez que votará, ya que en las elecciones anteriores no pudo empadronarse por no contar con DPI. Aunque ese no fue el único impedimento, pues  asegura que también incidió la falta de información, pero está clara que su caso no es nada comparado con el de otros migrantes.
 
«Lamentablemente las jornadas de empadronamiento en los consulados eran en horarios completamente inaccesibles para la mayoría de personas trabajadoras y el sistema en línea fue un desastre», señala.
 
Gabriela atendió por teléfono antes de iniciar su jornada laboral y reconoce que a veces siente impotencia y frustración al ver lo que sucede en Guatemala. Estar fuera le ha ayudado a ver el país desde otra perspectiva, por eso, siente la necesidad de involucrarse.
 
«Emocionalmente cuesta estar lejos, porque uno siente que no está allí para apoyar con cualquier esfuerzo que se haga para cambiar la realidad», añadió.
 
Por eso se describe como una persona activa política y socialmente. Esa fue su principal motivación para realizar los trámites con tiempo para poder ejercer su derecho a votar. Su voto es un instrumento político en el que cree, dice, y con el que se siente representada.
 
Aunque no fue fácil habilitarse para votar, ella siempre habla en plural. Cuando le preguntamos el tiempo que le llevará ir al centro de votación el día de la elección, comenta que no le tomará más de 20 minutos.
 
Pero para los guatemaltecos que viven más al norte del estado de Nueva York, no será lo mismo , ya que «los dos centros de votación que habilitarán son accesibles para las personas que vivimos en el área, pero hay gente que debe transportarse hasta tres horas para venir a votar».
 
Otro aspecto que resalta es el costo del voto en el extranjero.  Por su relación con otras comunidades de migrantes sabe que hay países que habilitan sus centros de votación en las escuelas de los condados, mientras que en Guatemala, el TSE renta espacios en los hoteles.
 
«Un esfuerzo mal llevado va a resultar en mucho despilfarro de dinero. Además, el porcentaje de votación será muy bajo comparado con la cantidad de gente que pudo haberse empadronado a tiempo si lo hubieran hecho bien y a la cantidad de gente que tiene el derecho de elegir a su representante», sentencia Gabriela.
 
Además de las restricciones de aforos por la pandemia, hubo otras dificultades como las largas distancias, la poca familiaridad con la tecnología para realizar citas por vía electrónica y la falta de interés; esto hizo que los números no aumentaran.
 
Para estas elecciones 90 mil 846 ciudadanos guatemaltecos están empadronados en Estados Unidos.

Para el exmagistrado Solórzano, «en todo proceso electoral, no solo en el voto en el extranjero, lo que se necesita es básicamente la información». En este sentido, Soto asegura que el manejo financiero de recursos fuera de Guatemala es complicado y las cuestiones administrativas «engorrosas», no permiten realizar campañas publicitarias en Estados Unidos con facilidad.  

Pese a esto, desde el 17 de abril de 2023, el TSE arrancó una campaña de difusión en televisión, radios y redes sociales en Estados Unidos. «Por la excepción que hay para comprar en la época de elecciones se contrataron a las empresas que se van a encargar de la publicidad. Esta campaña llegó  después de que finalizara la fase de empadronamiento. El costo para producción de video publicitario fue de 7 millones 728 mil quetzales y se utilizará el 60% para la primera vuelta y el 40% para la segunda.

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Algunos cambios y fallas que limitan el voto

Hasta 2020, la Unidad de Voto en el Extranjero del TSE se dedicaba a desarrollar temas electrónicos o informáticos, pero según la encargada, ahora sólo se dedica a «la elaboración de análisis y estudios sociopolíticos y legales para implementar de una mejor manera el voto en el extranjero».
 
Aunque el voto electrónico no será una realidad en estas elecciones, el TSE aún analiza su implementación. Entre los temas que destaca Soto está si la población migrante tiene acceso a la tecnología y cuenta con formación suficiente para realizar el voto de esa manera.
 
Para realizar este análisis se activó un call center que se dedica a perfilar el nivel educativo, la residencia y el dominio tecnológico de los connacionales en Estados Unidos.  
 
Un estudio de la Unidad de Voto en el Extranjero del TSE, revela que los guatemaltecos pueden tardar horas en llegar al consulado más cercano, incluso si toman un avión. Por ejemplo, el consulado de su jurisdicción de Utah está en Denver. Para desplazarse, alguien debería tomar un vuelo de dos horas. Y además, el Registro Nacional de las Personas (Renap) no cuenta con unidades móviles.

 
Otro tema sobre la mesa es el voto postal, que según Soto no está permitido en la actual Ley Electoral y de Partidos Políticos. El artículo 12 establece que la votación debe llevarse a cabo el mismo día y a la misma hora que se celebre en Guatemala.
 
«Si estamos hablando de un voto postal no se va a realizar ese día. Podemos abrir el sobre ese día, pero realmente la votación se realizaría otro día, por lo que es necesario reformar la ley para poder llevarlo a cabo», aseguró Soto.

A la suerte del voto

Los guatemaltecos organizados como Ben y Minor son optimistas en que si el gobierno pone atención al voto migrante y mejora las condiciones, su participación será determinante. Confían en que sus peticiones sean tomadas en cuenta y quizá en una próxima elección la fuerza de su voto tenga incidencia.

Para el resto de la población distribuida en Estados Unidos, su principal preocupación es cumplir con sus jornadas laborales, protegerse de no ser deportado y enviar dinero a su familia en Guatemala.

A diferencia del 2019, hay 27 mil 151 personas más que tienen la opción para votar en las 15 mesas distribuidas en 11 estados, en un horario que debe coincidir con el de Guatemala el 25 de junio.

En Forest, Misisipi, migrantes como Moisés se sienten abandonados y la motivación para votar es muy poca. Creen que «el Presidente debe ser la persona indicada para resolver cualquier necesidad» pero no sienten ese apoyo desde donde se encuentran.

Al final de cada jornada, Moisés se retira los lentes, guantes, bata y una malla con la que recubre su cabello. Han pasado ocho horas desde que el reloj marcó su tiempo para colgar los pollos en una enorme máquina. «Es cansado, pero uno se acostumbra. Lo que no se acostumbra uno es a no comer», concluye.

Esta es la segunda ocasión en que Guatemala aplica el voto desde Estados Unidos para elegir Presidente y Vicepresidente como una suerte de un acercamiento democrático a un proceso clave para el país. Para los migrantes, lo que ocurra en su tierra de origen es motivo de preocupación, pero la falta de atención política a los mismos problemas por los que decidieron irse, los aleja de las urnas.

Este texto fue escrito por Angelica Medinilla, Brenda Ramos, Elsa Chiquitó y Eswin Quiñónez. Con edición de Claudia Méndez Arriaza.

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Este reportaje se realizó en el marco del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP) sobre Democracia y Elecciones.

 

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