Sin el ánimo de polemizar, me refiero a lo dicho por el señor González basado en mi experiencia de 18 años de trabajo con algunas de las petroleras y mineras más prestigiosas fincadas a lo largo y ancho de nuestro continente. Realmente las inversiones son cuantiosas, y he aquí un desglose somero de cómo se llevan a efecto: inicialmente los gastos de inspección ocular del terreno escogido, los estudios geológicos y otros vienen a complementarse con la contratación de bufetes de abogados locales especializados en negociaciones con entidades gubernamentales que incluyen concesión y/o venta de tierras, así como regalías a futuro y otras extras que formarán parte del patrimonio de la sociedad anónima local que manejará el proyecto. Todo ello representa más o menos un 5 % de la inversión planeada (en moneda extranjera).
La cuantiosa inversión del proyecto, que no tiene incidencia directa en el país anfitrión, está conformada por lo siguiente: estudios de factibilidad del proyecto, estudios más profundos del terreno usando tecnología avanzada, diseño de especificaciones de la maquinaria a usarse y equipos auxiliares, la construcción de estos, etc. Se efectúa en el país de origen de la corporación. Asimismo, el transporte desde su origen al punto escogido se hace con equipos especiales propios. La construcción necesaria y el ensamblaje final de la maquinaria son hechos por personas y técnicos extranjeros. Todo este rubro alcanza un aproximado del 85 % del total de la inversión. El 10 % restante lo constituyen las pruebas preoperacionales, que ya incluyen a una parte del personal local, con salarios acordes a las costumbres y a la moneda del país anfitrión.
Después de lo antes expuesto, considero que lo que el país recibe de la cuantiosa inversión no llega a un 1 % real, que se reparte entre muy pocas manos. De las regalías, producto de la operación en sí misma, lo único que puedo comentar es que no tienen ningún valor tangible comparadas con el tremendo daño que se causa al entorno donde se localiza la operación. Los números hablan por sí solos, pero falta enumerar cuál es el aporte del país a la tremenda inversión.
Para comenzar, se entregan vastas extensiones de tierra virgen, que será totalmente depredada para escoger el lugar apropiado, incluyendo la vía necesaria para llevar maquinaria pesada. El agua suficiente antes, durante y después del tiempo que dure la operación se tomará de ríos, lagos u otras fuentes donde se encuentre. Y lo peor de todo es la compra de entidades de gobierno para burlar las leyes en el manejo de los proyectos a sabor y antojo de las empresas, que generalmente usan materiales químicos altamente peligrosos para la salud de las comunidades cercanas y que contaminan totalmente decenas de kilómetros a la redonda. Podría dar decenas de ejemplos en nuestro continente de lo que aquí describo. ¿Serán gangas esas inversiones? Usted tiene su propia respuesta. ¿Por qué no pensamos mejor en atraer cuantiosas inversiones extranjeras en turismo, servicios y otros rubros, como lo hacen nuestros vecinos ticos y panameños? Comencemos dando salud y educación de calidad a nuestros niños. Nosotros tenemos muchísimo más que ofrecer.
Edgardo Pérez Mendizábal, primer ingeniero guatemalteco graduado en Petróleo y Minas en Estados Unidos en 1961.
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