Jimmy, el elegido que no se moja ni se despeina
Jimmy, el elegido que no se moja ni se despeina
El Presidente electo no puede (o no quiere) hablar con claridad respecto a qué, cómo, con qué y con quiénes hará su Gobierno. Responde con evasivas, ambigüedades y generalidades las preguntas de los periodistas. Ofrece medicinas en los hospitales, combate a la desnutrición crónica, días de clases de calidad en las escuelas, apoyo para los que producen, seguridad y cero tolerancia a la corrupción, pero no detalla una sola política pública para lograrlo. “En Dios haremos proezas”, asegura.
Diez horas antes de que el escrutinio lo diera como el próximo Presidente de Guatemala, James “Jimmy” Morales, el candidato del Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación), por primera vez desde que se lanzó a la caza de la Primera Magistratura, se dejó ver acompañado de su esposa, Patricia Marroquín, y de sus tres hijos (más tarde explicaría que “por motivos de seguridad”, sus familiares estuvieron fuera del país durante la campaña). El aún candidato, vestido con jeans y camiseta de la selección nacional de fútbol, se dejó querer por una multitud de seguidores y simpatizantes que le ovacionó a su llegada al centro de votación: vivas, aplausos, cohetillos, besos, abrazos; una lluvia de flashes y un enjambre de periodistas le rodearon ansiosos, con el objetivo de arrebatarle una declaración, una primicia, un anuncio, una novedad.
Pero no. Morales seguía evadiendo las preguntas de los periodistas sobre cómo sería un gobierno suyo, de la misma manera que lo hizo a lo largo de la campaña electoral. ¿Qué compromisos tendrá si llega a ser Presidente?, le preguntó un reportero minutos después de haber emitido su voto en un centro educativo de Mixco. “El mismo compromiso que (los guatemaltecos) demandan de las autoridades”, respondió, ambiguo. “¿Por qué quiere ser Presidente?”, preguntó otro periodista. “Para servir a mi nación”, respondió otra vez, esquivo, confuso. “En su momento”, ofreció a otro reportero, presentará su declaración patrimonial, la cual adelantó, es “de Q5 millones. No más”. Es un hombre de clase media, aseguró.
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Diez horas más tarde, ya como ganador de las elecciones, Jimmy Morales, enfundado en un traje azul, camisa blanca y corbata celeste —el atuendo y colores que se han convertido en uniforme de los últimos cuatro presidentes del país—, llegó al centro de cómputo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), aún sin que se hubieran dado los datos oficiales, pero con los resultados rebosando el triunfo, en el Parque de la Industria, a ofrecer su primera conferencia de prensa como Presidente de la República electo. Llegó ya escoltado por agentes del Grupo de Acción Rápida (GAR), en una caravana de autos cuatro por cuatro blindados. Iba acompañado de su esposa Patricia, quien con la natural timidez de una novata en las lides políticas, sonreía con nerviosismo y evitaba las solicitudes de entrevistas de los periodistas. Otra vez aplausos, vivas, felicitaciones, abrazos, besos y más aplausos; “¡Gloria a Dios!”, lanzaban algunos, otra vez el enjambre de reporteros, flashes, selfies, preguntas, romería de stand en stand de los medios de comunicación que buscaban entrevistarlo en exclusiva. Y de nuevo un discurso —esta vez leído— lleno de generalidades, anuncios vagos, frases hechas, de repetidas invocaciones y agradecimientos a Dios.
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El debut de Morales como Presidente electo fue la presentación en sociedad de un político nuevo, amorfo, desconocido, inexperto; engendro de una nueva política, de una donde el líder no se moja ni se despeina. Su primer mensaje fue simbólico. La composición de la mesa desde la que se dirigió a los periodistas, hablaba sobre los poderes que junto a él llegan al Gobierno: a su diestra —al lado de su esposa Patricia— el coronel Edgar Justino Ovalle Maldonado, fundador del FCN y rostro visible de los militares que le rodean, quien fue elegido diputado en septiembre pasado; y Flor de María Chajón, también elegida diputada, fiel amiga, financista de su campaña, colaboradora suya desde los inicios de Moralejas, la productora que le hizo famoso como comediante, y fundadora del comité cívico Nación. A su izquierda Jafeth Cabrera, su compañero de fórmula, su alfil más visible, al que le corresponderá desempeñarse como el principal operador político del binomio. De pie, a un metro de distancia, Sammy, Nito, Samuel, su hermano, su socio, su consejero, observaba sonriente, satisfecho.
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A Jimmy Morales le cuesta ser claro y contundente al momento de explicar cuáles serán las prioridades de su Gobierno, mencionar el nombre de las personas que integrarán su Gabinete o delinear las políticas públicas que impulsará desde el Ejecutivo. “En Dios haremos proezas”, dice en abstracto, sin precisar el qué, el cómo, el cuándo y el con qué. Difícil saber si actúa con ingenuidad o audacia.
Sin más detalles, explica que las prioridades de su Gobierno serán: “medicinas en los hospitales, combate a la desnutrición crónica, días de clases de calidad en las escuelas, apoyo para los que producen, seguridad y cero tolerancia a la corrupción”. Su equipo de trabajo, los funcionarios más importantes de su administración —Ministros, Viceministros, Directores—, los buscará con calma, despacio, sin prisas, de entre las sugerencias que le han hecho llegar tanques de pensamiento pro empresariales como la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa) o el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), no dentro de su partido porque ahí no hay. En la primera o segunda semana de diciembre, ofrece, dará a conocer los nombres de los elegidos. Junto a Cabrera analizarán el millar de currículos de profesionales que se han puesto a sus órdenes. Los únicos nombres que ya tiene definidos, y que hoy mismo empezarán a trabajar, son los de Carlos Martínez y Erasmo Beltetón, abogados a los que ha confiado la coordinación del equipo de transición del gobierno de Alejandro Maldonado hacia el suyo.
Su equipo de economía y finanzas, cuyos integrantes se desconocen, dijo, llegarán al Congreso para “poner sobre la mesa las prioridades y necesidades de nuestra Guatemala”, respecto al Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado para 2016, que los diputados deberán aprobar antes del 30 de noviembre, y del cual dependerá el primer año de su Gobierno. Morales se cuidó de no usar la palabra “negociación” al momento de hablar sobre la aprobación del presupuesto, pero insistió en que “no tenemos compromisos” con ningún partido político de los que ahora integran el Congreso y que tienen en sus manos decidir sobre los montos y destinos de los dineros del Estado para el próximo año. Horas antes, Jafeth Cabrera había explicado a Plaza Pública que la negociación del presupuesto “no se puede delegar” y que “la Presidencia y Vicepresidencia”, es a la que le corresponde estar al frente de ese proceso.
El proyecto de presupuesto para 2016 enviado al Congreso por el Ejecutivo de Otto Pérez Molina asciende a Q72.4 millardos (Q2 millardos más que el presupuesto de 2015), de los cuales el 64% estarían destinados a los gastos de funcionamiento, 18% a la inversión y 17% al pago de la deuda. Según las proyecciones en las que se basa el proyecto, el presupuesto sería financiado con los Q53 millardos que se prevé se obtengan de ingresos tributarios (Q37.2 millardos de impuestos directos, y Q15.8 millardos de comercio exterior), más Q19.4 millardos obtenidos a través de endeudamiento: venta de Bonos del Tesoro y créditos internacionales.
Pero ni dentro ni fuera del Congreso hay alguien que apoye esa iniciativa, y los próximos gobernantes están conscientes de ello. “Lo que quieren autorizar (los diputados) son Q53 millardos”, dice Cabrera. Y aunque considera que ese presupuesto generaría “un vacío enorme”, da a entender que no les preocuparía que esa fuera la decisión de los legisladores. “Si nosotros supimos sacar este proyecto (la campaña electoral) con Q1.8 millones, creemos que podemos refundar un presupuesto estrecho y darle prioridad a ejes tan necesarios como la salud, educación y reactivación económica... Queremos demostrarle a la población que el gobierno puede funcionar con poco presupuesto”.
Para combatir la corrupción, el mal endémico del Estado guatemalteco que ha llevado a la cárcel a los expresidentes Alfonso Portillo y Otto Pérez Molina, a sus respectivos exvicepresidentes, Francisco Reyes López y Roxana Baldetti; Jimmy Morales acude de nuevo a conceptos abstractos, simples y vacíos que no dan luces ni señales de acciones concretas. El ejemplo: “si desde la cabeza se da el ejemplo, hay más probabilidades y hay solvencia moral para poder exigirle a los mandos medios, a los mandos bajos y operativos, que todas las cosas se hagan fuera de la corrupción”; cumplimiento de la ley: “hay un marco legal, ese marco legal debe ser cumplido”; rendición de cuentas: “es necesario rendir cuentas para que la población sepa a través de los medios de comunicación qué se hizo, quién lo está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué se está haciendo”. Esas, dijo sonriente, “son las tres propuestas” para desterrar la corrupción.
Y luego, otro mensaje confuso: su partido, el FCN-Nación, “no aceptará diputados tránsfugas”. Se quedará con los once legisladores que ganaron sus escaños en las elecciones del 6 de septiembre. Pero, rectificó: “yo quisiera darles el beneficio de la duda a los diputados en el nuevo modelo de política guatemalteca”. “¿A qué nuevo modelo de política se refiere, señor Presidente electo?” No fue posible preguntarle. “Nosotros (su gobierno, su partido) vamos a respetar los consensos, vamos a respetar la institucionalidad. El Congreso es una institución que debe ser respetada, debe darse a respetar”.
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Visto con los ojos de la experiencia y de la realpolitik, el futuro inmediato de Jimmy Morales se vislumbra más cuesta arriba y muy dificultoso para liviandad y ligereza con que se mueve por los escenarios y con que se expresa en sus comparecencias ante la prensa. En menos de dos meses, el Presidente electo deberá demostrar sus habilidades de negociación política, independencia y compromiso, primero con los suyos, su partido y los grupos que se adhirieron a su proyecto durante la campaña electoral, y luego con los partidos políticos de oposición y los grupos de poder que orbitan alrededor del Estado.
El exvicepresidente Eduardo Stein (2004-2008), identifica “al menos cuatro grupos que, en ausencia de un partido político fuerte” han rodeado a Jimmy Morales: exfuncionarios de la Universidad de San Carlos que llegan de la mano de Jafeth Cabrera; los líderes de las iglesias evangélicas fundamentalistas; las cámaras empresariales representadas en Fundesa; y los militares retirados que fundaron el FCN y que, aunque no sean visibles, mantienen el control y dirección de esa agrupación.
“Habrá que ver hacía dónde se encarrila. La dificultad de ruta más importante que tendrá, será la integración de un equipo sólido, probo y capaz. Estos cuatro (que le rodean) más otros que se unirán en el camino, no son precisamente fuentes de tecnócratas sino grupos de interés”, señala Stein. De intereses políticos, ideológicos, económicos, religiosos.
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El analista político Renzo Rosal, advierte que si el Presidente electo no logra tomar distancia de los intereses particulares de los grupos que le apoyaron “su desgaste será inmediato”, su cuota de poder limitada, y aunque sus intenciones sean buenas, no pasarán de eso, de intenciones imposibles de convertir en acciones concretas.
La otra “gran debilidad” que Rosal identifica en el binomio electo es “la carencia de operadores políticos” capaces de negociar con los partidos de oposición en el Congreso. “Los once diputados que integran la bancada FCN-Nación no podrán ejercer ese rol porque son novatos y porque no saben ni entienden qué es lo que se debe hacer”. El principal peligro, agrega, es que “los alcance la desesperación” y terminen “reclutando” a gente de la vieja política que tanto criticaron, a diputados “expertos en chantajear”, en aprobar leyes a cambio de obras y cheques.
Stein y Rosal coinciden en que en la población estará atenta a las primeras acciones y decisiones de Jimmy Morales y Jafeth Cabrera, incluso antes de que tomen posesión de los cargos. “Habrá que ver si rompen el esquema extorsivo del Congreso o terminan subordinados a los intereses corruptos de (los diputados de los partidos) Patriota, Lider y de los disidentes”, señala Rosal. “Habrá que ver qué hacen con (los diputados) de Lider que son la bancada mayoritaria, así como integrar un equipo con gente de probada reputación, honestidad e integridad, como una primerísima muestra claro de combate a la corrupción”, añade Stein.
Aunque no cuente con un programa de gobierno propio y realista, agrega el exvicepresidente, “la ruta de lo que tiene que hacer está suficientemente trazada; no puede perderse respecto a los temas urgentes por donde debe arrancar”. Dicho en otras palabras: “El qué está claro… lo que no se sabe es el cómo y el con qué”.
Algunos de los guatemaltecos que entre abril y septiembre de este año llenaron la Plaza Central hartos de la corrupción y del sistema político, desde el pasado sábado le enviaron un mensaje al candidato que un día después ganaría las elecciones: #EstoApenasEmpieza. El 14 de enero “regresaremos a la Plaza para enviar un mensaje claro a nuestro próximo gobernante, diputados y demás funcionarios: los ciudadanos estaremos vigilantes y cada vez más y mejor organizados”. Esa será la bienvenida para Jimmy y Jafeth.
* En esta nota colaboraron Angélica Medinilla y Bill Barreto
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