No podemos dejar pasar por alto el hecho de que Mario Estrada, si bien ha sido un político poco conocido, con un espacio de presencia circunscrito al oriente del país, ha estado vigente en el escenario nacional desde hace casi dos décadas. A pesar de su perfil bajo, de su casi total ausencia en los medios de comunicación, mantuvo viva una maquinaria partidaria que les permitió a algunos alcanzar una curul en el Congreso, todos con características semejantes: bajo perfil, pero presencia local en negocios poco claros.
No podemos caer en simplismos y acusar a todos los miembros de la UCN de Estrada como vinculados al narcotráfico, pero sí podemos afirmar que era público y notorio que el enriquecimiento de Estrada nunca ha tenido una fuente clara y transparente. Los políticos con los que todo este tiempo se relacionó sabían de esa zona oscura en su quehacer empresarial, pero siguieron teniéndolo de amigo, departiendo con él en eventos privados, solicitando sus votos para decisiones importantes en el Congreso.
La agencia antinarcóticos de Estados Unidos nos debe, además, informaciones claras sobre la situación del narcotráfico en el país, y el Ministerio Público debe hacer serias investigaciones sobre los vínculos entre narcotráfico y política.
Los estadounidenses deben hacer pública demostración de que no son perseguidores de simples capitos al tiempo que dejan circular por el país a los grandes negociadores de drogas. Porque algo que ha quedado totalmente oculto hasta ahora es el papel y la importancia que Mario Estrada ha tenido respecto al tráfico de estupefacientes en el país. Es imposible aceptar que solo por esta vez Estrada estaba interesado en vincularse al narcotráfico para poder llegar a la presidencia.
Por la manera en que está siendo juzgado, los estadounidenses están aislando al reo de mayores implicaciones y complicidades.
[frasepzp1]
Todo hace suponer que esta vez él se consideraba capaz de abrir las puertas del país al paso de la droga por el territorio nacional, pero no podemos asumir ingenuamente que era un aprendiz en esos negocios, como tampoco podemos asumir que es primerizo en el asesinato de competidores.
También resulta preocupante que los agentes presenten como acusado apenas a los dos capturados en Estados Unidos. Nadie puede convencer a un inversionista con fanfarronadas, más aún en esos negocios, donde el menor engaño o traición se paga con la vida. ¿Cuáles eran las certezas que Estrada daba a sus posibles financistas de que cumpliría lo prometido? ¿Cuáles los mecanismos que serían empleados? De eso nada se sabe ni se dice. Triste sería que los agentes hayan realizado las capturas contando apenas con una que otra grabación, asustados, tal vez, por el temor a llegar más arriba en las redes del narcotráfico y afectar a verdaderos peces gordos.
La vida política, empresarial y personal del excandidato presidencial debe ser escudriñada con objetividad y transparencia no solo para castigar sus posibles faltas, sino también, y tal vez lo más importante, para evitar que otros Marios Estrada campeen impunes por el país y su política.
El comportamiento estadounidense en este asunto ha sido siempre exigir capturas y deportaciones, pero no se tiene un efectivo control de todo lo que cada delincuente ha hecho en el país. Hasta ahora, que se sepa, las informaciones con las que cuenta la Fiscalía estadounidense no han sido trasladadas de manera oficial a la guatemalteca, con lo que Estrada, luego de cumplir su sentencia, volverá al país como un ciudadano limpio, tal y como sucede con el ahora flamante diputado José Armando Ubico, a quien en ningún momento se le ha abierto investigación en el país a pesar de haber sido condenado por tráfico de estupefacientes en Estados Unidos.
Cierto es que el narcotráfico no es un problema fundamental del país. Nuestras más angustiantes dificultades son la pobreza, la desnutrición y la miopía e incapacidad de nuestras élites económicas para producir con eficiencia y responsabilidad social. Pero el narcotráfico afecta al tejido social al establecer formas de acumulación de riqueza de manera acelerada y sin mayores esfuerzos, aunque sea a costa de altos y hasta mortales riesgos. Los traficantes de drogas envilecen los ambientes y espacios por donde transitan al atender clientelarmente a aquellos sectores de población que, empobrecidos y abandonados por el Estado, encuentran en estos pequeños caciques satisfacción a necesidades que no les proporciona la sociedad a la que pertenecen.
[frasepzp2]
El caso Estrada debería ser analizado, investigado y discutido abierta y ampliamente por todas las agencias del Estado. Si el Ministerio Público debería tener abiertas ya distintas líneas de investigación para castigar tanto la intención magnicida como la conversión del aparato del Estado en instrumento abierto de par en par al narcotráfico, el Ejecutivo tendría que transparentar, hasta el grado más ínfimo, las relaciones del presidente con el ahora reo confeso.
Y aquí sí cabe que el Congreso de la República instituya una comisión de investigación que permita limpiar de manera clara la vida política del país. De no hacerlo, como parece que sucederá, quedará en el ambiente la casi certeza de que los negocios ilícitos de Mario Estrada son parte de las manchas oleosas que empañan y desprestigian a nuestra cámara de representantes.
Guatemala corre el riesgo de convertirse en un narco-Estado como Honduras. Si allá el presidente es claramente al menos cómplice de los delitos y crímenes de su hermano, acá el aún presidente, con su estilo opaco y semicriminal de actuar, no termina de demostrar que sus vínculos amistosos con Mario Estrada no pasaban de simples encuentros gastronómicos.
La detención y más que segura condena de Mario Estrada en Estados Unidos debería ser un antes y un después para la vida política e institucional del Estado guatemalteco. De no serlo, corremos el alto riesgo de despeñarnos aún más en nuestra destrucción como sociedad, de que esta, de connivente con la corrupción, pase a ser una abierta y enferma narcosociedad.
Más de este autor