Los vehículos que usamos para transportarnos revelan mucho de lo que somos, de lo que aspiramos a ser, y de la brecha que hay entre lo uno y lo otro. Así, la carretilla de un heladero tanto como el chopper de un tatascán arrojan pistas a veces sutiles, a veces estridentes que nos permiten conectar eso que vemos con el universo de abundancias y carencias y logros y anhelos del que forman parte: por cada vehículo un tripulante, una velocidad, una perspectiva distinta.
En su abru...
Los vehículos que usamos para transportarnos revelan mucho de lo que somos, de lo que aspiramos a ser, y de la brecha que hay entre lo uno y lo otro. Así, la carretilla de un heladero tanto como el chopper de un tatascán arrojan pistas a veces sutiles, a veces estridentes que nos permiten conectar eso que vemos con el universo de abundancias y carencias y logros y anhelos del que forman parte: por cada vehículo un tripulante, una velocidad, una perspectiva distinta.
En su abrumadora diversidad, en su lacerante desigualdad, Guatemala nos acribilla todo el tiempo con detalles que hablan de fisuras pidiendo a gritos ser dotadas de relación y de sentido: Guatemala es, a la vez, una sola y muchas realidades atomizadas; unos parecieran empecinados en profundizar aún más esas fisuras, otros jugamos a unir los puntos como en aquellos dibujos de la infancia, preguntándonos qué clase de efigie surgirá en el cuadro total.
Un detalle más para fijarse, sobre todo en los vehículos fabricados en serie (no aplican las yuntas de bueyes ni las canoas), es el esmero que dedican algunos pilotos a la hora de personalizarlos, de imprimirles su toque definitivo, su sello de autor; todo con tal de rehuir el lastre de la uniformidad.
Pase a ver.
Pinche.
Deléitese.