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“Un 70% de los integrantes de pandillas quiere oportunidades para decir: ʻhasta aquí lleguéʼ”

Hemos descubierto a funcionarios vendiendo a los privados de libertad medicinas que son propiedad del Estado.
Ahí dentro hay un capitán, pero también hay un coronel, un teniente coronel, un mayor, un teniente, sargentos mayores... Y también hay abogados, médicos, hay mecánicos, hay periodistas... Para mí es un fenómeno positivo el hecho de que todos esos talentos se hayan integrado y hayan echado a andar esta idea de la cooperativa, que empezó en el 2008.
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“Un 70% de los integrantes de pandillas quiere oportunidades para decir: ʻhasta aquí lleguéʼ”

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Las cárceles guatemaltecas son por regla general más amplias y habitables que las de sus países vecinos, pero comparten el mismo historial de violencia. Luis Alberto González Pérez, el coronel retirado que está al frente del Sistema Penitenciario, promete una gran inversión en infraestructura para mejorar la seguridad de los centros y se muestra confiado en el éxito de una red de cooperativas como plan de reinserción.

Por José Luis Sanz y Carlos Martínez

El director del Sistema Penitenciario de Guatemala es militar y kaibil. Como su jefe, el ministro de Gobernación. Y como el jefe de su jefe, el presidente de la República. Y como ellos, exhibe su formación académica antes que su pasado castrense, porque a este gobierno, en el que la mayoría de puestos clave del gabinete de seguridad están ocupados por militares retirados, le gusta dar imagen de tecnocracia.

Por eso Luis Alberto González comienza por explicar que tiene una licenciatura en administración y otra en Seguridad Pública, y su equipo de comunicaciones hace bromas sobre el hecho de que a su edad todavía sigue estudiando, un doctorado en Ciencias Penales de la Universidad de San Carlos. Nadie hace comentarios, no hace falta, sobre el enorme escudo de los paracaidistas kaibiles -el mítico cuerpo de fuerzas especiales del Ejército de Guatemala, famoso por su brutalidad durante la guerra civil- que adorna su despacho. Esa enorme calavera con boina ladeada no necesita ayuda para llamar la atención. Tampoco su lema: “Si avanzo, sígueme. Si me detengo, empújame. Si retrocedo, mátame”.

Del sistema penitenciario guatemalteco sabemos que está formado por 22 centros; sabemos que sufre hacinamiento, pero con niveles muy por debajo del de los sistemas hondureño y salvadoreño; sabemos que incluye desde hace tiempo un sistema de granjas de rehabilitación; sabemos que en anteriores administraciones fue utilizado por funcionarios para extraer a internos para que cometieran delitos en las calles, al servicio de estamentos públicos y privados; sabemos que los policías acusados de asesinar a tres diputados salvadoreños en 2006 fueron asesinados a su vez dentro de una cárcel, sin que nadie asumiera responsabilidades. Esas son las referencias que tenemos, y así se lo decimos al director González. Para que nos explique qué va a hacer para cambiar la imagen de un sistema penitenciario en crisis. Él, fiel a su rol de hombre de pensamiento académico, nos habla una y otra vez de rehabilitación, de oportunidades, de diálogo con los privados de libertad.

Parece ser también un hombre que confía relativamente rápido en la buena voluntad de las personas: confía ciegamente en los presos de Pavoncito y permite que gobiernen su propia cárcel modelo; confía en que es mejor agrupar a los pandilleros en cárceles exclusivas para cada pandilla porque ellos mismos le dijeron que así podrían rehabilitarse mejor; y confía en que el 70% de los pandilleros de Guatemala desea abandonar el mundo de violencia que llevan tatuado, como confía en que este gobierno, en los próximos cuatro años, será capaz de reducir a cero el hacinamiento de sus penales y acabar con su negra historia reciente de descontrol y masacres.

–¿Qué encontró usted en el sistema penitenciario?

–Una infraestructura colapsada, con capacidad para 6,492 privados de libertad y que ahorita alberga a 14,138. Eso supone un 112 o 113 por cien de hacinamiento, lo que genera desorden e indisciplina entre los privados de libertad. Faltó visión. Si hace 25 o 30 años alguien hubiera tenido visión de futuro ahora no estaríamos así. También encontramos un alto grado de corrupción, tanto administrativa como entre los internos, porque a causa del hacinamiento las necesidades de los privados de libertad son mayores, y eso lleva a que más personal caiga en la corrupción.

–¿Se atreve a darnos un porcentaje de penetración de la corrupción entre los funcionarios de centros penales?

–Hemos descubierto a funcionarios vendiendo a los privados de libertad medicinas que son propiedad del Estado. Pero esos funcionarios ya fueron dados de baja y procesados.

–¿Pero qué porcentaje del personal estima que no es confiable? ¿Un 60%? ¿Un 80%?

–No, estamos hablando de un 20%. Hacemos un trabajo constante para descubrir ese tipo de casos. Pero también tenemos otro problema, que es el grado de extorsión que existe de privados de libertad hacia otros privados de libertad. Cada persona que ingresa es sometida a cobros ilegales por parte de otros internos. Y eso es extorsión.

–¿Y cómo pretenden acabar con eso, si no pueden garantizar la seguridad de los internos frente a ataques de otros internos?

–Evaluamos y analizamos constantemente la situación de cada centro, a través de procedimientos de inteligencia encaminados a descubrir los roles que cumplen esos privados de libertad que creen tener el poder de los centros. Hemos atacado esas estructuras. Pero es como si usted corta un árbol y de inmediato ahí viene el retoño.

–¿Esas estructuras creen tener el poder, como usted dice, o realmente lo tienen?

–Lo que hacen lo hacen a espaldas de las autoridades. Y manejan su propia ley ahí dentro. Pero yo le garantizo que desarticulando eso lograremos evitar esas prácticas, que están vinculadas, insisto, a las necesidades que crea el hacinamiento.

–Esta administración planea construir nuevas cárceles. ¿Con eso el hacinamiento quedaría reducido a cero?

–Eso pretendemos. Pero no es solo una cuestión de ampliar espacios. Estamos trabajando para encontrar otras salidas al problema, como la aplicación de medidas sustitutivas, o el uso de la tecnología, como brazaletes aplicados a los delitos menores o, ya dentro del régimen progresivo, la prelibertad o la libertad condicionada, una vez tengamos la posibilidad de promover una rehabilitación eficaz.

–¿Cuál es el presupuesto anual del sistema penitenciario?

–Q591 millones, de los que 295 son para obras de infraestructura y 296 para funcionamiento. El respaldo político que el Sistema Penitenciario tiene se basa en que este gobierno piensa que la reinserción es parte de su estrategia de seguridad.

–Entendemos que planean crear centros penitenciarios expresamente diseñados para albergar a pandilleros, enviando a cada pandilla a un centro diferente. ¿Es así?

–La clasificación de los privados de libertad es importante, y dentro de esa clasificación están las dos pandillas. Esos centros van a contar con mejoras en cuestión de trabajo, educación y salud para los privados de libertad, que...

–¿Pero qué tiene eso que ver con la separación por pandillas? Es decir, ¿qué les hace pensar que separar a las pandillas va a ayudar a su reinserción?

–Fíjese que ellos son una familia. Nosotros lo hemos diagnosticado a través de conversaciones con ellos, y hemos comprobado que quieren oportunidades de trabajo y de educación. Algunos están convencidos de que para ellos terminó ese estilo de vida y quieren una oportunidad para reinsertarse. Hoy lo que yo veo en las pandillas es que piden oportunidades, un porcentaje bastante grande de ellos. Yo creo que un 70% de integrantes de cada pandilla lo que quiere es tener oportunidades y decir “hasta aquí llegué”.

–Pero la cuestión es que usted parece convencido de que agrupar en una prisión a los pandilleros del Barrio 18 y en otra a los de la Mara Salvatrucha, en vez de que compartan reclusión con no pandilleros o con miembros de la otra pandilla, facilita el proceso de reinserción. ¿Por qué?

–Es que ellos mismos lo manifiestan.

–Bueno, pero entiendo que las políticas que rigen el funcionamiento del Sistema Penitenciario no las rigen las pandillas, sino el Gobierno...

–Claro. Y trabajar de este modo nos permite tener mejor control.

–¿Por qué?

–Por la naturaleza de los nuevos centros, que son sectorizados, e incluso van a tener sus propias áreas de máxima seguridad. Y aunque los miembros de una misma pandilla estén en el mismo lugar, los más recalcitrantes van a estar aislados.

–Pero eso también podría aplicarse en un penal que reúna a miembros de pandillas con civiles (no pandilleros).

–Es más difícil, porque la población penitenciaria general rechaza a los pandilleros. Separarlos evita amotinamientos y nos facilita un mayor control.

–¿Han tenido en cuenta la experiencia de otros países para llegar a esa conclusión?

–Totalmente. Por eso tenemos ahora separada en el Sector 11 (del preventivo de Zona 18) a la 18, y en El Boquerón a toda la Mara Salvatrucha. Y nos ha dado resultado. Nos lo dice nuestra comunicación con ambas pandillas y nuestra propia experiencia.

–Le preguntamos porque usted dice que los pandilleros se consideran una familia, pero reforzar esos lazos familiares tiene consecuencias distintas a las que tendría romperlos. En El Salvador, hace doce años, se decidió segregar a las pandillas por cárceles, y eso generó nuevas dinámicas de comunicación y organización interna en estos grupos, porque reunió a los líderes, facilitó que intercambiaran experiencias y estrategias... Después de aquello las clicas, antes dispersas, consolidaron una estructura nacional.

–Por eso tenemos a los líderes aislados, en un lugar. No es solo de reunir a los pandilleros. Antes hay que hacer un perfil de los miembros dentro de esa misma familia, y tenerlos separados, porque dentro de un mismo centro penal habrá sectores que nos van a permitir segregarlos y que en ningún momento se vayan a agrupar. La tecnología y los protocolos de seguridad nos van a dar ese grado de control. Podremos, por ejemplo, impedir que los líderes sigan ejerciendo control de la pandilla hacia fuera de la cárcel.

–Pero, de nuevo... si van a tener ese nivel de control por sectores, ¿qué sentido tiene mantenerlos en cárceles distintas, si bastaría tenerlos en sectores distintos para que no peleen entre ellos?

–Nos permite otro nivel de control. Y le insisto que tendremos en esos sectores a soldados, a los más jóvenes, pero los líderes, los ranfleros, lógico, siempre van a estar segregados. Mire... esta va a ser la cárcel tipo...

(El director se levanta y dibuja en una pizarra el boceto de su cárcel modelo con cuatro sectores en cruz dentro de un área cuadrada. Explica que cada sector tendrá su propio patio y su propio acceso. Sus propias zonas de visita. Que los espacios de recreación y talleres se usarán de forma alterna. Que en cada uno habrá alrededor de 184 reos. Que los custodios accederán a sus puestos por pasillos elevados, sin mantener contacto directo con los internos, y controlarán su sector mediante sistemas electrónicos de vigilancia. Que las puertas de celdas y sectores se abrirán y cerrarán a distancia. Que habrá una zona de máxima seguridad, con celdas de aislamiento, separada del resto de sectores. Pide disculpas por la calidad de su dibujo, pero parece muy satisfecho con el diseño que presenta.)

–¿Se trata de un diseño propio o tomado de la experiencia de otros países?

–Hemos visitado Colombia, que está muy avanzado, y yo estuve en República Dominicana y en México. Conjuntando esas tres experiencias, y teniendo en cuenta otros factores, como la propia experiencia, creemos que este es el tipo de cárcel que nos puede funcionar.

–¿Las pandillas van a marcar el patrón de cárcel para el resto de privados de libertad del país?

–No, tenemos otros tipos de cárceles para el resto. Este es un modelo específico para las pandillas, que nos va a permitir trabajar de otra manera con ellas, porque en las condiciones en las que están hoy las posibilidades de rehabilitación son pocas.

–¿Estas cárceles se van a construir con fondos del erario público o con cooperación?

–Vienen parte de presupuesto propio y parte de cooperación internacional. Taiwán nos está donando 10 millones de dólares que van a ser utilizados en la cárcel modelo de rehabilitación de Pavoncito.

(González se refiere a una cárcel a las afueras de ciudad de Guatemala, la única del país libre de hacinamiento -tiene capacidad para 1,500 pero solo 900 internos-, en la que desde hace cuatro años funciona una cooperativa formada por reos. Envasan agua, fabrican botas y prendas de vestir, cosen balones de fútbol, tejen hamacas, serigrafían todo tipo de objetos... Bajo la coordinación de una junta directiva cuyo gerente general es el polémico capitán Byron Lima, condenado por el asesinato del Obispo Juan José Gerardi. Hay quien cuenta que Lima más que administrar gobierna esa cárcel, en la que funciona una escuela que ofrece, incluso, títulos universitarios homologados por la Universidad Galileo de Guatemala.)

–¿Qué tiene de modélica Pavoncito?

–En Pavoncito está en desarrollo un proyecto focalizado en el factor humano del privado de libertad. Pero no han tenido las instalaciones adecuadas, y por eso con el dinero de Taiwán vamos a hacerles un edificio para los sectores y todo lo que ahora son sectores va a quedar para talleres, para el área de educación, el área de salud... y con fondos del Gobierno se va a arreglar toda el área perimetral y el área administrativa.

–Lo llamativo de la cárcel de Pavoncito es el enorme peso de un grupo de internos en la gestión de las actividades que realizan el resto de presos. ¿No es cierto que ese modelo descansa en la autoridad de esos reos?

–Lo que funciona en Pavoncito es una cooperativa y no, como se malacostumbraba antes, un comité de seguridad formado por jefes que extorsionan al resto de privados de libertad. Lo que hizo Pavoncito fue sujetarse a las autoridades, y son las autoridades las que tienen el control, sobre la base que ellos han creado. Yo no les voy a engañar: todo eso ya estaba cuando yo llegué al cargo, y lo único que se necesitaba era viabilizar el funcionamiento legal de la cooperativa. Ellos lucharon solos, y no doblaron las rodillas. Buscaron oportunidades, aunque por lo que expresan ellos durante años les fueron vedadas. En el cooperativismo han una oportunidad no solo para el privado de libertad, sino también para la etapa postpenitenciaria, porque de hecho apuntan a que la cooperativa, que es de responsabilidad social limitada, sea también para el exprivado de libertad, que sale etiquetado y no encuentra trabajo. La cooperativa, supervisada por el sistema penitenciario, está impulsando programas incluso para las esposas de los privados de libertad, que en muchos casos son el único sostén de la familia mientras su esposo cumple condena.

–Entendemos que tienen por cliente a la corporación policial...

–Cuando más trabajaron fue durante la campaña electoral. Le trabajaron a todos los partidos políticos.

–¿Qué hacían?

–Serigrafía, gorras, chalecos, playeras, uniformes de fútbol... de todo.

–También trabajan para la Policía, y para el mismo Sistema Penitenciario.

–Tienen una fábrica de botas, de uniformes... y trabajan también los uniformes e insignias de los contingentes del Ejército en misiones de la ONU, los sombreros, las boinas...

–¿No es comprometedor que privados de libertad, que en algunos casos purgan penas incluso por delitos relacionados con crimen organizado, elaboren uniformes policiales?

–Es una oportunidad de trabajo.

–Por supuesto, pero es delicado tener acceso a uniformes militares o policiales, o de custodios.

–Ahí es donde el sistema penitenciario garantiza el control. Y también porque en administraciones anteriores hubo privados de libertad que fueron explotados por empresas que les compraban productos a un precio y los vendían a otro, mientras que ahora ellos tienen estatutos, pagan sus impuestos y venden directamente al cliente. No hay ningún problema que ellos fabriquen uniformes, porque hay control.

–¿Control para que no salga o se quede algo ahí de forma indebida?

–Claro, o por cualquier situación que se pueda dar. Pero hay que ver también el compromiso que está adquiriendo el privado de libertad en Pavoncito con su propia rehabilitación. Va a llegar un punto en el que cubrirán las necesidades básicas de la misma cooperativa. Más adelante pagar su luz, su agua, su teléfono. Eso no crea que va a ser para todos, sino para el que va queriendo rehabilitarse.

–El capitán Byron Lima, que ha sido un personaje muy relevante en la historia reciente del sistema penitenciario de este país, tiene mucho peso en esta cooperativa. 

–Él es uno de los pioneros, pero no solo él.

–Se lo digo porque su historial no es precisamente el de un líder positivo. 

–Ahí dentro hay un capitán, pero también hay un coronel, un teniente coronel, un mayor, un teniente, sargentos mayores... Y también hay abogados, médicos, hay mecánicos, hay periodistas... Para mí es un fenómeno positivo el hecho de que todos esos talentos se hayan integrado y hayan echado a andar esta idea de la cooperativa, que empezó en el 2008.

–No estamos cuestionando al capitán Lima porque sea militar, sino porque desde 1998 ha liderado, en cada cárcel en la que ha estado, grupos como los comités de seguridad a los que usted se refirió antes, y en las cárceles que controlaba se produjeron varias masacres. ¿No le preocupa que una persona con esa historia de poder y violencia lidere esa cooperativa? 

–A nosotros nos interesa la reinserción social. Para los hechos delictivos ahí están los entes encargados de dar persecución. Yo le puedo decir a usted que es ladrón, pero hace falta tener la carga de la prueba, y así hay situaciones que... No me quiero meter más a esto, pero todavía existe un enfrentamiento ideológico y puede ser que algunas de esas versiones puedan venir de ahí. A nosotros como Sistema Penitenciario nos interesa la reinserción, y este personaje ha demostrado buena voluntad y un liderazgo que ha traído beneficio para mucha gente, porque ahora de los ochocientos sesenta y algo internos que hay en Pavoncito, como 300 están agremiados... Si no les gustara no estarían agremiados. El hecho de que ellos funcionen de esa manera ha permitido que todos los días tengan visita. Hay personas que tienen su tienda y llega su esposa a ayudarlos. Tienen su tortillería, su panadería, todo el mundo trabaja y todo el mundo estudia. Y a las seis de la mañana están haciendo deporte. La única situación que a mí como director no me parece lógica es que hay una línea imaginaria (un puesto de control de acceso) que tienen los privados de libertad, pero hablando con el director del centro me explica que es por si algún ilícito se les pasa a los guardias, y que si los privados de libertad lo descubren se lo regresan al guardia. Hay antecedentes de eso. Ellos mismos dicen: si nos meten una granada, o alcohol o teléfonos eso nos va a traer requisas y la vida que llevamos ya no va a ser tan tranquila… en lugar de continuar con sus prebendas, comenzarían a retroceder.

–¿No deposita demasiado peso en la buena voluntad de esos internos? Parece que Pavoncito no es modelo de intervención del Estado sino de buena voluntad del reo. 

–Sí, la iniciativa ellos la tomaron. El sistema lo único que tiene que hacer es tener el control.

–¿Usted cree que el sistema penitenciario tiene el control en Pavoncito? 

–Si hacen una revuelta podemos reducirlos al orden. Estamos conscientes de que nosotros, como sistema penitenciario, tenemos la custodia, la seguridad y el control de los centros. Pero también tenemos que tener la parte humana: aquel que quiera oportunidades lo van a tener y el que no, se va aislado para Fraijanes 1 y Fraijanes 2 (centros de máxima seguridad). En Pavoncito hay gente que lucha por las oportunidades y cuando detecta algo colabora con las autoridades diciendo: fulano de tal está sacando llamadas o está extorsionando. Como hace año y medio, cuando me comentaron que allí estaba uno que estaba extorsionando a El Salvador, a Galgos, Pesarosi, Elektra... y lo descubrieron. Cuando lo detectaron él, como sabía que iba para Fraijanes 1, pidió, suplicó quedarse, diciendo que iba a cambiar. Ahorita ese interno entrega dos manualidades semanales a diferentes empresas aquí. No está ganando menos de sus mil doscientos o mil quinientos quetzales semanales.

–O sea, que estaba extorsionando a empresas de El Salvador… 

–Y no solo de El Salvador.

–Pero como prometió que iba a cambiar ustedes lo dejaron donde estaba… 

–Lo dejaron y él tuvo esa oportunidad, inclusive con el conocimiento del director del centro, de que él iba a cambiar.

–Ok… Entonces usted presenta Pavoncito como modelo e invita al resto de centros penitenciarios a parecerse a él. 

–Lo vamos a institucionalizar. De hecho ya están iniciando cooperativas en las cárceles de Cantel, Canadá y Pavón.

–En El Salvador se han desplomado los (índices de) homicidios luego de que las pandillas negociaran con el gobierno sobre la base de beneficios carcelarios que les habían sido retirados: traslados de cárceles de máxima seguridad, comida del exterior, más visita, más visita íntima... En el caso de que el presidente de Guatemala le consulte, ¿usted sería anuente, desde una perspectiva penitenciaria, a un acuerdo de ese tipo, que implique beneficios a cambio de la reducción de delitos? 

–Este gobierno ha mantenido su política de accionar en contra de la delincuencia y en ningún momento va a negociar. Pero nosotros, como Sistema Penitenciario, lo que buscamos es la reinserción del privado de libertad y los miembros de una pandilla tienen el mismo derecho a la reinserción y la rehabilitación que el resto. El sistema penitenciario, dentro de lo que le marca la ley, reacciona a la conducta del interno y de forma progresiva le va concediendo privilegios, pero no dentro de una negociación. De hecho acá las pandillas ahorita tienen más oportunidades, pero porque su conducta se los ha ido dando, no como parte de una negociación. (En El Boquerón) se les puso un laboratorio de computación, pero eso es parte de la rehabilitación.

–Entendemos que preso que representa menos riesgo vive en condiciones menos restrictivas que el más peligroso. Lo particular del otro escenario es que la vida dentro de la cárcel se ve afectada por actitudes que la estructura criminal presenta fuera de la cárcel: si la estructura criminal delinque menos en la calle, sus miembros en prisión viven mejor. ¿Eso le parece mal? 

–Eso depende de cada Estado. Aquí el que delinque se va preso.

–Tomando en cuenta que los líderes de las pandillas están aislados en los Fraijanes 1 y 2, ¿consideraría la posibilidad de trasladarlos a cárceles de menor seguridad a cambio de que enviaran un mensaje de menos violencia a sus pandillas? 

–Yo creo que la estrategia que estamos manteniendo es la mejor estrategia para evitar más acciones de las pandillas. Porque si hacemos eso que usted dice estaríamos negociando con ellos y nosotros no estamos negociando, sino combatiendo. Nosotros seguiremos las mismas políticas de este Gobierno: si el comportamiento es bueno el tratamiento es bueno, y si el comportamiento es malo, pues ellos mismos van a labrar su propio destino y pasarán aislados 20 años.

Este artículo fue reproducido con autorización de El Faro.

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