Su reclamo no es por un cambio en las políticas socioeconómicas, sino por la salida inmediata de sus líderes y un fin a los regímenes autocráticos característicos de aquellos países. Después de varios años bajo una misma estructura de poder, la frustración se ha venido acumulando y sólo faltaba una chispa que encendiera el fuego revolucionario.
Esa chispa fue la inmolación de Mohamed Bouazazi, un joven profesional tunecino desempleado de 26 años que vendía verduras en la calle y cuyo puesto fue embargado por no contar con los permisos necesarios. Esto ocurrió el 17 de diciembre del año pasado. Bouazazi murió de quemaduras graves el 4 de enero del año en curso, desencadenando así una serie de manifestaciones que 10 días después pusieron fin a 23 años de gobierno de Ben Ali.
La trágica muerte de Bouazazi pudo haber desencadenado la protesta, pero esta se nutrió de otros medios para mantenerse y fortalecerse en contra de la oposición gubernamental. Dos herramientas que funcionaron como leña para alimentar dicho fuego y mantenerlo fueron el portal de Wikileaks y las redes sociales como Facebook y Twitter. Estas funcionaron como importantes herramientas para informarse, expresarse, comunicarse y organizarse.
Las filtraciones de los cables diplomáticos de Estados Unidos no han revelado nada realmente explosivo. La mayor parte de la información contenida en los despachos revela la doble moral de la diplomacia y muchas cosas de las cuales los ciudadanos de a pie sospechaban o comentaban como “secretos a voces”. En Túnez todos sabían de la corrupción y el nepotismo en el Gobierno, pero fue hasta que la noticia apareció en los medios nacionales (y mundiales) que los tunecinos pusieron un hasta aquí. Game over (Fin del juego) rezaba el cartel de un manifestante fuera del palacio presidencial en Túnez. Un final al juego del engaño de 23 años.
Ante los controles estatales de los medios, las redes sociales no sólo se convirtieron en las principales fuentes de información sobre los diferentes sucesos, sino también en el medio predilecto entre los manifestantes, particularmente los jóvenes quienes han sido la punta de lanza de las manifestaciones. Cualquier rumor se confirmaba o se negaba con un pinchazo al teclado de una computadora o un teléfono móvil. Ante la imposibilidad de contener este flujo de información, el gobierno de Hosni Mubarak interrumpió el servicio de Internet en todo Egipto a finales de enero. Fue muy poco y muy tarde, el 11 de febrero Mubarak salía de El Cairo hacia su residencia vacacional en Sharm el Sheij dejando atrás casi 30 años de control político.
Para muchos ciudadanos en el Medio Oriente y en el norte de África el engaño ha llegado a su fin. Las estructuras de poder que en un momento fueron imponentes como las pirámides egipcias, hoy se derrumban como castillos de naipes. Desde esta parte del mundo observamos como la gente vuelve a tomar las riendas de su destino y escribe su propia historia y debemos preguntarnos si nosotros podemos hacer lo mismo.
Ya no hay dictaduras en Centroamérica, pero atravesamos los mismos problemas económicos y sociales de los países del Medio Oriente y norte de África que sumados a una expansiva ola de violencia hacen de la vida en la región un verdadero milagro. No se trata de derrocar gobiernos, sino de tomar las riendas de nuestro destino como naciones y como región. Wikileaks y las redes sociales fueron una herramienta para el cambio, pero este no hubiese sido posible sin la voluntad y la unión de las personas. Estamos conscientes de nuestros problemas, tenemos las mismas herramientas, quizá sólo queda esperar un chispazo.
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