Así fueron engañados y encerrados en una “cárcel” de Tapachula más de 1.700 migrantes
Así fueron engañados y encerrados en una “cárcel” de Tapachula más de 1.700 migrantes
Más de 1.700 centroamericanos permanecen encerrados en la Feria Internacional Mesoamericana de Tapachula, México, convertida en extensión de la Estación Migratoria Siglo XXI. Algunos entraron sin saber que serían encerrados. Las condiciones para pedir refugio les obligan a permanecer en Chiapas. Si siguen hacia Estados Unidos serán considerados migrantes irregulares. Como sus compañeros de la caravana que cruzaron en balsa el Suchiate.
Una cárcel es un edificio “destinado a la custodia y reclusión de los presos”. Un preso es alguien “que está en prisión o privado de libertad”. Los centroamericanos que aceptaron las condiciones impuestas por el Gobierno mexicano para atravesar legalmente la frontera entre Tecún Umán (Guatemala) y Ciudad Hidalgo (México), se encuentran en un limbo que no se aleja de estas definiciones. Un total de 1,743 migrantes, la mayoría hondureños, se encuentra en la Feria Internacional Mesoamericana, en Tapachula, Chiapas, México, un complejo que sirvió para peleas de gallos y que ha sido habilitado de forma excepcional. En teoría, ese lugar no es una cárcel. En teoría, no son presos. Pero permanecen recluidos y no pueden salir hasta que las autoridades migratorias lo permitan. Cuando lo hagan, será bajo condiciones. Si abandonan el estado de Chiapas se considerará que han renunciado al proceso para pedir refugio, y se convertirán, nuevamente, en migrantes irregulares. Como sus compañeros de la caravana migrante que inició su recorrido el pasado 13 de octubre en Honduras con destino a Estados Unidos. Quizás si hubiesen tenido esta información hace una semana, cuando desesperaban en el puente internacional Rodolfo Robles, cansados, doloridos, deshidratados, desesperados, después de haber sido reprimidos con gases lacrimógenos por las fuerzas antidisturbios de México, y con el portón cerrado ante sus narices, sus decisiones hubieran sido otras.
Estar en un lugar contra tu voluntad es lo más parecido a la definición de una cárcel, aunque sea temporal.
“No sabíamos que íbamos a estar encerrados. Nos dijeron que nos iban a dar un trato justo. Como entramos normal, sin guardias, caminando por un espacio ancho, abierto, pensamos que teníamos libertad para salir para cualquier lado”. Este es el relato de un hombre que se encuentra en el interior del centro. Habla con Plaza Pública a través de Whatsapp. Pide no que no se publique su nombre real como protección. Todavía está en proceso administrativo de petición de refugio. Pero a David —le llamaremos David—, en realidad, eso no le sirve de nada. Lo que quiere de verdad es llegar a Estados Unidos. Allá, en Houston, Texas, están sus tres hijos, y allá residió los últimos siete años, tras cruzar con la ayuda de un coyote. Su historia nos la relataba hace una semana, en el lado guatemalteco de la frontera, haciendo fila, confiado en las promesas mexicanas de una visa de tránsito. David contó que ingresó en México hace cuatro meses, para arreglar los problemas de unos familiares que no lograban entrar en el vecino del norte, pero fue arrestado y deportado a Honduras. Vio la caravana migrante y decidió que esta era la oportunidad para regresar.
“Mis hijos son toda mi vida”, decía David, mientras mostraba un video en el que se le ve jugando con ellos en un barquito.
Quedarse en Chiapas no tiene sentido, asegura. Sin embargo, lo que ha firmado le obliga a permanecer en este estado mexicano en el que pidió asilo. Si no lo hace, se convertirá en migrante irregular. Como sus compañeros de caravana, pero a 246 kilómetros del grupo, que el viernes se encontraba en el municipio de Arriaga, el lugar desde donde comienza su travesía La Bestia, el tren convertido en símbolo de la migración centroamericana hacia Estados Unidos. Habrá pasado más de una semana encerrado para nada.
Quizás si hubiese tenido toda esta información hubiese adoptado otras decisiones.
La Feria Mesoamericana es una infraestructura improvisada. El Instituto Nacional de Migración de México (INM) la habilitó como extensión de la Estación Migratoria Siglo XXI, el mayor centro de detención de migrantes de América Latina. Centro de detención. Cárcel. Lugar en el que uno entra, pero del que no le permiten salir, a pesar de que exprese su deseo de abandonar el recinto.
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A Siglo XXI es a donde llevan a los migrantes que son detenidos en su tránsito desde 2006, cuando fue inaugurada por el entonces presidente, Vicente Fox. Cientos, miles, que trataron de alcanzar Estados Unidos antes de la caravana. El proceso habitual es el siguiente: les toman sus datos y les ofrecen dos opciones: pedir refugio o ser deportados. Pedir refugio no es sinónimo de poder permanecer en el país. Es solo una prórroga de 45 días ampliables a otros 45, aunque se puede eternizar. México deporta mucho, aunque la ley mexicana no habla de “deportación”, sino de “retorno asistido”. Un eufemismo que no oculta que su destino es el mismo: regresar obligado al país del que estabas huyendo.
Según el gobierno de Chiapas, cada año pasan entre por este estado entre 120,000 y 125,000 centroamericanos al año. Es una estimación a la baja. Muchos, muchísimos, no entran en esta contabilidad.
Los papeles que firmaron los solicitantes de asilo
“Nos han tratado como a delincuentes. Nos han revisado todo. Nos han sacado un montón de cosas de nuestras pertenencias. Perfumes de espray, desodorantes, plumas, lapicero, objetos que se veían punzantes. Como si fuera una prisión y no un albergue”. Esta denuncia la realiza, a través de un mensaje de audio de Whatsapp, otro hondureño encerrado en la Mesoamericana. Jorge —le llamaremos Jorge— dice que pensaba que iba a un albergue, que escuchó a las autoridades mexicanas en el puente, que estaba cansado, con la certeza de que esa puerta no se abriría para todos, y les creyó. “Son autoridades, no pueden andar engañando a la gente”, pensó. Pero ahora está encerrado y no tiene las cosas tan claras.
Envía la fotografía de los papeles que firmó.
En uno de ellos, el que recoge los “derechos y deberes de los solicitantes del reconocimiento de la condición de refugiado”, dice claramente cuáles son sus opciones.
El punto 14 especifica que “todo solicitante, TITULAR, deberá presentarse a las oficinas de la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) para una firma semanal durante el tiempo en que se encuentre en estudio su solicitud. Se considerará abandonado el trámite cuando el solicitante no asista ante la COMAR o el Instituto Nacional de Migración durante dos semanas consecutivas sin causa justificada”.
El punto 15 dice que “la constancia de trámite respecto de la solicitud de reconocimiento de la condición de refugiado establecerá la entidad federativa en la que el solicitante deberá permanecer, en tanto se resuelva su solicitud misma que tendrá una vigencia de 45 días hábiles, los cuales podrán ser prorrogados”.
Lo que dice este papel es que quienes cruzaron el portón del puente, bajo el cartel de “Bienvenidos a México”, no pueden seguir con la caravana que les trajo hasta aquí.
Hasta el miércoles no hubo agua para ducharse, relatan varias de las personas encerradas en la Mesoamericana. Añaden que los internos duermen en tiendas de campaña. Hasta el martes, de dos en dos. Después se individualizaron. No es cómoda la estancia en ningún campo de refugiados, pero en este caso, hay muchos que, además, se ven encerrados contra su voluntad. “Hay incertidumbre. La gente está incómoda, agobiada por la situación. Esto es como una bomba de tiempo. Puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento”, advertía Jorge el miércoles. Esa “cualquier cosa” se produjo el jueves, cuando tuvo lugar un conato de motín en el interior del centro. La gente está agotada, desesperanzada, angustiada, encerrada y no dispone de la información completa. A esto se le sumó la requisa de cigarrillos y refrescos. Y la baja calidad de la comida. Esto fue la gota que colmó el vaso. Los migrantes se rebelaron contra los funcionarios que vigilan el centro. La disputa no pasó a mayores.
“Es política de agotamiento”, denuncia Andrea Villaseñor, directora del Servicio Jesuita al Refugiado en México, que forma parte del grupo de organizaciones de la sociedad civil que trabaja en Tapachula para monitorear el trato recibido por los migrantes.
“No ha habido transparencia”, se queja. Las organizaciones, que habitualmente sí tienen acceso a la estación Siglo XXI, han sido vetadas en la Mesoamericana. Únicamente han accedido la Comar, Acnur (la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados), y las oenegés internacionales Save the Children y Médicos del Mundo.
Plaza Pública trató de visitar ambos recintos y en los dos tuvo la misma respuesta: la prensa no puede entrar.
“No sabemos cuándo van a salir, ni si les van a aplicar las alternativas a la detención”, dice Villaseñor sobre las personas que se encuentran en el recinto con las puertas cerradas. En circunstancias normales Migración aplica esta figura para que los solicitantes de asilo no tengan que estar en un albergue/cárcel. Pero esta no es una situación habitual y el Estado mexicano da la información a cuentagotas.
Plaza Pública trató de hablar con algún vocero de la secretaria de Gobernación, de la Comar, y con el jefe de la Estación Migratoria, José Antonio Damiano, para preguntarles por qué estas personas están encerradas, cuánto tiempo iba a durar su cautiverio, qué ocurriría con las personas que quieren seguir hacia Estados Unidos y no desean permanecer en Chiapas.
Pero la oficina de comunicación de la secretaría de Gobernación no quiso dar declaraciones y se limitó a decir que la única vía por la que se ofrecerá información es a través de los boletines publicados en su página web. La persona al otro lado del teléfono se negó a dar su nombre en varias ocasiones. El Instituto Nacional de Migración repitió el mismo argumento, y aseguró que solo Gobernación puede hablar sobre el asunto. En el caso de Comar no fue posible contactarse ni con las oficinas centrales ni en la Ciudad de México ni con las de Chiapas. José Antonio Damiano, responsable de la Estación Migratoria, alegó estar muy ocupado y prometió devolver la llamada. Nunca lo hizo a pesar de ser contactado en varias ocasiones entre el miércoles y el viernes.
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Quien sí habló fue Pierre-Marc René, oficial de Información Pública de Acnur en México.
—¿Por qué los migrantes que están en la Mesoamericana permanecen encerrados?
—Son solicitantes de asilo. Hasta el momento no han podido salir porque están en proceso: solicitaron asilo. Las autoridades mexicanas están trabajando en eso.
—Este proceso puede darse en libertad, existen las alternativas a la detención. ¿Por qué siguen en régimen cerrado?
—Nosotros lo que estamos proponiendo es que sea en libertad. Hay una parte del proceso que se tiene que hacer aquí —en referencia a la Mesoamericana—. Una vez que tengan la constancia, se puede hacer en libertad. Eso es lo que estamos recomendando, pero no está en nuestras manos.
Hasta ahora, la Policía Federal y Migración no se han interpuesto en el camino de la caravana. Si sigue esta dinámica, es probable que esta cantidad de gente se acumule en la frontera de Estados Unidos.
—¿Tiene Acnur un plan para atender un potencial campo de refugiados en ese lugar?
—Por lo pronto estamos enfocados en atender lo que hay hasta el momento. No sabemos lo que va a pasar después.
—Es probable que si la caravana sigue, que esto sea lo que ocurra. ¿Acnur está previendo alguna gestión de recursos, fondos, apoyo, para enfrentar esta hipotética situación?
—Esas son puras especulaciones. Nosotros no tenemos ninguna información de qué rutas o qué planes tienen. Son especulaciones y nosotros estamos atendiendo lo que está ocurriendo ahora.
Lo que se dijo en el puente y lo que se omitió
Las medias verdades, o los engaños, comenzaron el viernes 19 de octubre, en el puente que une Guatemala con México.
“México es respetuoso con los derechos humanos de los migrantes. Respetamos la libre movilidad de los migrantes y, con base a la ley de migración mexicana, estamos recibiendo a las personas que han optado por dirigirse a Migración para pedir una solicitud de refugio o de visa humanitaria según el caso. Hemos pedido que sea de manera ordenada”, dijo Luis Manuel López Moreno, embajador de México en Guatemala.
“Seguramente estarán yendo a un albergue, en el que esperarán una decisión sobre el proceso de refugio”, agregó, sobre las personas que aceptasen cumplir las leyes y entrasen en territorio mexicano a través de una pequeña puerta ubicada en el costado derecho del gran portón metálico, cerrado a cal y canto.
No era verdad. O, al menos, no se cumplió como él dijo.
Ahora estas personas se encuentran en la Feria Mesoamericana. No puede considerarse albergue porque permanecen en régimen cerrado, aunque con la previsión de ser puestos en libertad. Esta vez sí, a un albergue.
“Esperamos tardar menos de diez días para el dictamen sobre su petición”, afirmó el embajador.
Tampoco acertó.
Lo que se resuelve ahora es una primera solicitud, tras la cual el migrante recibe una constancia. Posteriormente, la Comar dispone de 45 días, ampliables a otros 45, para resolver cada caso. La petición tiene sus reglas. Hay que firmar semanalmente en una oficina de la Comar (solo hay tres en el país, en Veracruz, Ciudad de México y Tapachula). Hay que permanecer en el Estado en el que se realizó la solicitud. Y esto no garantiza que se acepte. En 2017, esta institución recibió 14,596 peticiones de asilo. Solo respondió favorablemente a 1,097. Solo se tramitó el 53 % de estas demandas. El resto sigue pendiente. El sistema está colapsado.
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“La ley prevé que las personas que no entren de manera documentada tendrán que ser retenidas y van a ser retornadas”, aseguró.
El éxodo de más de 7,000 centroamericanos avanza por México. Han dormido en Ciudad Hidalgo, Tapachula, Huixtla, Mapastepec, Pijijiapa, Arriaga. La policía les escolta, ordena el tráfico. Hasta agentes de migración. Los mismos agentes que hace una semana los detenían, los arrestaban, los deportaban o todavía peor, los entregaban a un grupo criminal.
Lo sabe bien Jonnis Hernández, de 30 años, de Tegucigalpa. Atraviesa caminando por el puesto de control migratorio de Echegaray, antes de llegar a Pijijiapa. Lleva una bandera mexicana a la espalda y tremenda sonrisa en el rostro. “Ese de ahí, el gordo, me detuvo. Me tuvieron aquí, después a Tapachula y luego fui deportado”, dice. Relata que la caravana es su segundo intento. Que hace un mes logró sortear este puesto migratorio caminando por la montaña. Jonnis fue deportado por el mismo tipo que ahora regula el tráfico. Está tan contento que hasta quiere sacarse una foto con él. Mejor no tentar a la suerte.Ha transcurrido una semana desde los sucesos del puente fronterizo, desde que el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, advirtiese que quienes cruzasen de forma irregular serían detenidos y deportados. Se da una paradoja inapelable: los que desobedecieron y se subieron a las balsas caminan con escolta policial, mientras que los que acataron (o los rezagados, el viernes fueron arrestados 300 migrantes en Suchiate) siguen encerrados. “No se suban en el autobús, es un pasaje para Honduras”, era la consigna entre la mayoría de congregados ante la frontera cerrada y el cartel de “Bienvenidos a México”.
“Ellos lo que quieren hacer es deportarnos. Los derechos humanos no son internacionales, son de México. Nos están tratando como si fuéramos delincuentes, nos toman fotos. Esto es un abuso”. “No aguantamos el calor. Están violando nuestros derechos”. “Lo que quieren es separarnos”. “Nosotros no somos prisioneros”. Estas son algunas de las denuncias expresadas a través de Whatsapp por migrantes encerrados en la Mesoamericana. Otros no se quejan. Vinieron para solicitar asilo en México y están donde querían estar desde un principio.
El viernes recibieron la visita de Francisco Echeverría, delegado en Chiapas del Instituto Nacional de Migración. Prometió ayudas y empleo. Lo mismo que, poco antes, había anunciado el presidente mexicano Enrique Peña Nieto. Un plan denominado “Estás en tu casa”, y que tiene fecha de caducidad. Solo accederán a él quienes entraron de forma regular a través del puente o los que lo soliciten en tránsito en Chiapas o Oaxaca, el próximo estado en la ruta. Todo para que la caravana no llegue a Estados Unidos.
Cuatro días antes, Peña Nieto había amenazado con la expulsión inmediata. Ahora, promete incentivos a quien abandone la caravana. El grupo, nuevamente, demuestra su fuerza.
Resulta significativo que no expliquen estas opciones a quienes deciden darse la vuelta, de puro agotamiento. Más de un millar de personas han optado por abandonar la caravana y regresar a su país, según fuentes oficiales.
La caravana ha rechazado esta oferta. Aceptan dialogar, pero en la Ciudad de México. Su objetivo: sentarse con el Gobierno saliente, el de Peña Nieto, y el que tomará el poder el 1 de diciembre, el de Andrés Manuel López Obrador. Esto podría cambiar las perspectivas de la marcha. ¿Podría llegar a morir en la capital mexicana en caso de llegar a un arreglo? ¿O seguirán hasta Estados Unidos a pesar de ser conscientes de que su presidente, Donald Trump, se alimenta de la xenofobia?
Ajenos a los avances de sus antiguos compañeros, en la Mesoamericana ya no creen en promesas.
“Dicen que esto es normal, que es el proceso. Con esta situación está fastidiado todo el mundo. Esperábamos un salvoconducto, pero cuando se trata de hablar con ellos, nos esquivan. Prometen muchas cosas y no pasa nada”, explica David. “Si sales eres deportado, te llevan al centro de migración. Pedimos salir para seguir con la caravana y no nos lo permitieron. La situación está bien difícil, es malísima”, afirma.
Si le trasladan de la Mesoamericana hacia un albergue abierto y él decide seguir a la caravana, se convertirá en migrante irregular. Como si hubiese caminado con ellos desde el principio. Si suena la alerta migratoria y es trasladado al Siglo XXI, corre el riesgo de ser deportado. Algo que no le habría ocurrido si siguiese con la caravana.
Mientras tanto, una segunda carava de migrantes procedentes de Honduras ingresó el jueves 25 de octubre a Guatemala. Según el sacerdote Mauro Verzeletti, de la Casa del Migrante Scalabriniano, se trata de un grupo de unas 1.000 personas entre hombres, mujeres y niños que pretenden unirse a la carava madre que se encuentra en territorio mexicano. “Estos grupos (de migrantes) van a seguir. Se sabe que el 31 de octubre saldrá otro de El Salvador”, precisó Verzeletti. Es decir, huir de la pobreza y la violencia de sus países de origen; buscar un mejor futuro en Estados Unidos.
P.D.: A la hora de cerrar estas líneas, recibimos varios mensajes de David. Dice que está siendo trasladado a algún sitio, pero desconoce a dónde. Cree que va a ser deportado, tiene miedo, se siente engañado. Tiene dos opciones: que le lleven a un albergue de régimen abierto o que sea trasladado a la Estación Siglo XXI, donde puede iniciar su trámite de deportación. A las 19:58 deja de recibir los mensajes. No sabemos dónde se encuentra.
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Alejandro García, Andrea Godínez y Francelia Solano colaboraron en este reportaje desde Ciudad de Guatemala.
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