Casi todos los días de la semana entran a la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG) uno o dos vuelos con migrantes deportados, es decir, entre 90 y 130 personas por avión, incluidos hombres, mujeres y unidades familiares con menores. Cada una de estas personas representa una historia, un proyecto de vida, una oportunidad para demostrar la resiliencia del ser humano. Sentimientos de tristeza, frustración, enojo, impotencia y miedo reflejan el duelo migratorio que se vive tras el proceso de arresto, d...
Casi todos los días de la semana entran a la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG) uno o dos vuelos con migrantes deportados, es decir, entre 90 y 130 personas por avión, incluidos hombres, mujeres y unidades familiares con menores. Cada una de estas personas representa una historia, un proyecto de vida, una oportunidad para demostrar la resiliencia del ser humano. Sentimientos de tristeza, frustración, enojo, impotencia y miedo reflejan el duelo migratorio que se vive tras el proceso de arresto, detención y deportación. A un año de las elecciones en Estados Unidos, los efectos de la administración Trump empiezan a hacerse evidentes. El incremento de los retornos voluntarios, la discrecionalidad con la que operan los funcionarios de inmigración, la violación del principio de no devolución y estándares más elevados en el proceso de demostración de temor fundado de persecución para las solicitudes de refugio son solo algunos indicios que pueden arrojar una luz sobre el contexto y la realidad migratorios que viven los centroamericanos indocumentados en dicho país.
«El río nos atragantó la ilusión y ahogó sus disparos en nosotros. Eran dientes de carbón. Filosos dientes de carbón. La ciudad es otro ahogado. Al no existir, escalofría con sus muertos la orilla del llanto, el linde de un libro y las cruces alrededor de la frontera» [1].
A su regreso a Guatemala, diversas instituciones los esperan para brindarles apoyo primario e información: desde atención médica y psicológica o la gestión de transporte para retornar a sus comunidades de origen hasta llamadas locales e internacionales. Incluso un simple par de correas para tenis hace la diferencia. La necesidad de reubicar a la persona en términos de tiempo y espacio también es esencial al momento de su llegada. Si bien algunas de las personas fueron detenidas en la frontera, muchas otras regresan después de 10 años o más de haber residido de manera irregular en el país del norte. En este último caso, la mayoría había logrado insertarse en el mercado laboral, adquirir una vivienda digna, apoyar a la familia y cumplir con el pago de impuestos (la entidad contratante resta un porcentaje del salario neto). Sin embargo, entre las causas principales de deportación prevalecían faltas menores como pasarse un semáforo en luz roja, irrespetar pasos peatonales, conducir sin licencia, tirar basura en la calle o portar documentos falsos en el lugar de trabajo. Cabe resaltar que años atrás estos no eran considerados delitos, sino faltas administrativas que se resolvían con sanciones económicas. Algunas personas expresaron que sus rasgos fenotípicos también fueron un factor decisivo a la hora de ser detenidos.
«Un ahogado escupe edificios. La ciudad nos aborta» [2].
En reiteradas ocasiones, algunos sectores de la sociedad han planteado que la atención humanitaria es asistencialista porque, en vez de generar capacidad instalada, se «malacostumbra a la gente». Lejos de ser asertivos, ignoramos que las personas no se van porque quieren, como aseveró Jafeth Cabrera en septiembre de este año, sino por causas estructurales que afectan directamente su calidad de vida. Lamentablemente, las causas principales por las que migran los guatemaltecos siguen siendo las económicas, entre ellas buscar un empleo (56.8 %), mejorar sus ingresos (32.9 %), adquirir una vivienda (1.2 %) y poner un negocio (0.1 %), según datos de la OIM de 2017. Pero, en medio del bullicio y la desinformación, de la violencia y la injusticia, de la discriminación y la desigualdad, no podemos olvidar el rostro humano de la migración: esa necesidad básica que todos tenemos de formar comunidad, de recibir por un momento palabras de aliento y muestras de hospitalidad.
[1] Salgado, Armando (2012). «Phoenix», en Azogue suite. Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos. México: Instituto Cultural de Aguascalientes.
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