Capítulo 14. El Diario Militar, 1983-1985
Capítulo 14. El Diario Militar, 1983-1985
Como un enredadera de tallo nudoso, la guerra se entrelazó con la vida. Algunos murieron asfixiados por ella. Otros supieron trepar. Esta es la historia de dos hombres, la Universidad de San Carlos y un crimen. Las vidas de Vitalino Girón, un expolicía jutiapaneco que acabó siendo uno de los últimos intelectuales del partido comunista, y del rector Eduardo Meyer se entrecruzaron en 1984, cuando el Ejército aún decidía quién podía vivir en Guatemala y quién no. Documentos inéditos hallados en el Archivo Histórico de la Policía Nacional permiten comprender la lógica de una de las últimas campañas de “control social” contra el movimiento sindical ejecutadas por la dictadura militar antes del comienzo del actual periodo democrático.
Los golpes que recibió el Partido desde mediados de los sesenta fueron innumerables. Desde 1974, los comunistas no habían podido organizar una asamblea para nombrar secretario general y acordar cambios en su estrategia. Que un número importante de dirigentes se reuniesen un día en un mismo lugar era un riesgo demasiado alto.
El Partido funcionaba por inercia. Pero pese a las escisiones y el malestar que provocaba la permanencia indefinida de su secretario general interino, siempre sobrevivió. El gobierno del general Lucas García había eliminado a muchos de los intelectuales del PGT, y había creado las condiciones para que el trabajo “amplio” fuese imposible. El aparato represor no había diferenciado entre la organización clandestina propiamente dicha y las organizaciones legales sobre las que el Partido influía (sindicatos, asociaciones de estudiantes). Siempre golpeó a todas por igual.
El Ejército había ganado la batalla estratégica: hacer imposible una insurrección urbana liderada por los comunistas. Pero las estructuras de la organización persistían.
Su destrucción total comenzaría a ejecutarse a partir del golpe de agosto de 1983. En los doce meses que vendrían después de la llegada al poder del general Mejía Víctores, el Partido fue erradicado casi por completo. Con una labor de inteligencia paciente, el ejército capturó y desapareció a cien militantes de las cuatro facciones del Partido. Eliminó a 29 militantes del PGT, y a otros 71 de las otras tres escisiones (PC, ND, y 6 de Enero), que abogaban más claramente por la vía militar.
Uno a uno los fueron secuestrando, torturando y haciendo hablar. Casi todos entregaron algún camarada, al que a continuación se secuestraba, torturaba y se hacía hablar.
El llamado Diario Militar es el testimonio escrito de este proceso. Cincuenta y cinco páginas mecanografiadas que contienen cada una entre tres y cinco fichas de militantes detenidos por la inteligencia militar. Cada ficha incluye una fotografía y los datos básicos de la persona: nombre, alias, circunstancias de su secuestro y qué entregó: casas, armas, compañeros.
Probablemente lo elaboraron oficiales de El Archivo, la sección de inteligencia del Estado Mayor Presidencial. Es un documento único en Latinoamérica. Un miembro retirado del ejército de Guatemala se lo vendió en 1999 al National Security Archive, de la Universidad George Washington, en Estados Unidos.
El ejército ha negado oficialmente su veracidad. Sin embargo, en noviembre de 2011 fueron hallados dos cadáveres de personas registradas en el Diario Militar enterrados en un antiguo destacamento militar.
Gracias a la existencia del documento se puede conocer la lógica de la represión entre 1983 y 1985. Que Claudia entregó a Salvador, y Salvador a Gustavo, y que Gustavo habló sobre dónde tenía el Partido enterradas sus armas en Petén para el frente guerrillero que estaba tratando de formar. O que, pese a que Miguel, Palmiro y Vila cayeron el mismo día de mayo y los tres participaban en organizaciones sociales en la universidad, sus secuestros no están relacionados ni entre sí y ni con su actividad en la Usac porque los tres fueron capturados por ser parte de estructuras distintas de diferentes facciones del Partido.
El Diario Militar evidencia una clara sofisticación de la represión. El ejército había entendido que el asesinato sólo tenía sentido dentro de una estrategia. Que cada golpe tenía que tener un propósito. Que la violencia era una forma de comunicarse con la sociedad. Por eso, no desaparecieron a Rubén, que sólo era un viejo profesor de la Facultad de Económicas, haciendo ver a otros militantes de base del Partido que si colaboraban vivirían. O por eso, a Inti, que era parte de la Dirección Nacional del Partido y abogado laboralista, no sólo lo mataron, sino que exhibieron su cadáver torturado en Plaza Berlín, un parque de la ciudad. El mensaje era para la organización y para el movimiento sindical. Otros miembros de la Dirección, en cambio, jamás aparecieron.
El Diario Militar es un lenguaje que se puede desentrañar tanto por lo que habla como por lo que calla. Lo que dice es que el ejército estaba interesado en golpear las estructuras más importantes del Partido y eliminar sus facciones militaristas. No matar comunistas, sino aislar a los militantes de sus dirigentes, y a las organizaciones sociales de sus enlaces con el Partido. La muerte era sólo una herramienta para conseguirlo. Probablemente la más habitual, pero no la única.
Lo que el Diario omite son todas las otras ejecuciones que el ejército probablemente ordenó durante el mismo periodo en el que elaboraron este documento. ¿Por qué no aparece en el Diario Militar el asesinato de Vitalino Girón? ¿Por qué decidieron que Carlos de León debía morir diez meses después de haberlo liberado? ¿Por qué no hay referencia del asesinato de Beatriz Charnaud, una ingeniera posiblemente vinculada al PGT? ¿Por qué no registraron las desapariciones de mayo de 1984 de Héctor Interiano, Marilú Hichos y Gustavo Adolfo Castañón, tres jóvenes vinculados al Partido que estaban tratando de revitalizar la Asociación de Estudiantes Universitarios, la AEU? ¿Por qué en cambio sí está en el Diario Militar Carlos Cuevas Molina, compañero en esa misma AEU?
La respuesta probable: Carlos Cuevas era un importante cuadro del recién formado PGT 6 de Enero. Su secuestro no fue causado por su participación en la aeu, sino por su militancia clandestina.
Héctor Interiano, Marilú Hichos, Gustavo Adolfo Castañón, Vitalino Girón, Carlos de León o Beatriz Charnaud fueron víctimas de otra estrategia. Una estrategia destinada no a combatir a la insurgencia, sino a aislar al movimiento sindical de las ideas socialistas y a depurar la administración del Estado de los intelectuales marxistas antes de que el ejército entregase el poder a gobiernos civiles. Una estrategia que muy probablemente no fue ejecutada por la inteligencia militar, sino por la Policía Nacional que dirigía el coronel Bol de la Cruz.
Más de este autor