Capítulo 21. La reunión con el jefe de Estado. Vitalino y Meyer, 17 de octubre de 1984
Capítulo 21. La reunión con el jefe de Estado. Vitalino y Meyer, 17 de octubre de 1984
Como un enredadera de tallo nudoso, la guerra se entrelazó con la vida. Algunos murieron asfixiados por ella. Otros supieron trepar. Esta es la historia de dos hombres, la Universidad de San Carlos y un crimen. Las vidas de Vitalino Girón, un expolicía jutiapaneco que acabó siendo uno de los últimos intelectuales del partido comunista, y del rector Eduardo Meyer se entrecruzaron en 1984, cuando el Ejército aún decidía quién podía vivir en Guatemala y quién no. Documentos inéditos hallados en el Archivo Histórico de la Policía Nacional permiten comprender la lógica de una de las últimas campañas de “control social” contra el movimiento sindical ejecutadas por la dictadura militar antes del comienzo del actual periodo democrático.
Había sido demasiado atrevido. Se lo dijeron sus amigos, puede que incluso hasta algún enemigo. Pero Vitalino Girón se reafirmó.
El problema era que probablemente la reunión con Meyer y el jefe de Estado no se había producido en el mejor momento.
El 25 de septiembre, la junta directiva de la Facultad de Económicas había publicado un campo pagado en el diario de mayor circulación, Prensa Libre, oponiéndose a dos decretos de ampliación del impuesto al valor agregado que había aprobado el gobierno del general Mejía Víctores. Fue un pronunciamiento de la Facultad a título individual, sin contar con el respaldo de la rectoría o del Consejo Superior Universitario, el CSU. El único nombre que calzaba el documento era el de Vitalino Girón.
El texto argumentaba que el aumento del IVA a más productos de consumo era una medida “injusta y regresiva”, teniendo en cuenta que ya el 83% de los ingresos tributarios del Estado provenían de impuestos indirectos. Si lo que querían era aumentar los ingresos del Estado, Vitalino recomendaba al Gobierno mejorar el catastro para aplicar correctamente un impuesto a la propiedad, y aumentar los impuestos sobre la renta.
El Gobierno se había esforzado por transmitir a la población que la extensión del IVA a más productos no era una “subida de impuestos” sino sólo una “readecuación”. Con el pronunciamiento del 25 de septiembre, Vitalino Girón se había encargado de recordar a todos que aquello era solo un eufemismo del régimen.
Probablemente, el decano no había puesto en tanto riesgo a la Facultad como cuando Rafael Piedrasanta publicó, en 1969, el libro “Exmíbal contra Guatemala”, que denunciaba las condiciones tan beneficiosas con que se había cedido la explotación de una mina de níquel a empresas privadas. El apoyo a aquel libro, en el que se señalaba directamente al ejército, que participaba en el negocio a través de su banco, probablemente, le había costado la vida a los abogados Julio Camey y Fito Miganjos, y el exilio y un atentado a Alfonso Bauer y al propio decano Piedrasanta.
Vitalino Girón no había llegado a tanto. Pero aquel campo pagado contra el IVA pesaba. “Aquello sí fue un problema para Vitalino”, recordaría Lily, su esposa.
Negarle recursos al Estado era negárselos al ejército, y debilitar con ello su estrategia contrainsurgente. Para el alto mando, la cuestión tributaria era sencillamente un problema de seguridad nacional.
El 17 de octubre de 1984, el rector de la Usac se reunió con el jefe de Estado, el general Óscar Humberto Mejía Víctores, para abordar el problema de la huelga. Allí también estaba Vitalino Girón, como delegado del Consejo Superior Universitario para solucionar el problema salarial, y probablemente otros miembros del Consejo.
El general Mejía Víctores era un hombre de unos 50 años, y como tantos otros oficiales, de rostro impasible y tono de voz firme. Era un militar de la vieja guardia, formado durante los años 50 en pleno fervor anticomunista. No se trataba de un político sino de un oficial de carrera y su vida la constituía el ejército. Significaba lo opuesto al general Ríos Montt, histriónico y populista. Si había ocupado la jefatura de Estado se debía sólo a que era el oficial con más años de alta en las fuerzas armadas en el momento del golpe contra Ríos Montt, y lo más sencillo consistía en no romper la línea de mando. Nadie pensaba que Mejía Víctores quisiese perpetuarse en el poder. Y después de un gobernante personalista, el bajo perfil político de Mejía suponía una ventaja. El suyo fue un gobierno colegiado del alto mando del ejército. Gris y temible. Dispuesto a cumplir sus objetivos.
No sabemos a ciencia cierta qué ocurrió en la reunión entre el decano, el rector, y el general, pero hay varios testimonios que permiten entrever, a grandes rasgos, algo de lo que pudo ocurrir.
Amparo Santiago, profesora de Económicas en ese entonces y simpatizante del Partido, se acuerda de los comentarios que aquella reunión suscitó luego en la Facultad. Vitalino había planteado “cosas demasiado conflictivas”. Algunos compañeros se lo habían recriminado, y Amparo recuerda que el decano había contestado:
–¿Saben lo que pasa? Que las oportunidades de plantear los problemas son mínimas y hay que aprovecharlas.
Héctor Girón, hermano de Vitalino, también trabajador en la universidad y miembro del sindicato, asegura que en la reunión Mejía Víctores le llamó la atención a Meyer y le pidió que frenase el reclamo salarial. Según Héctor, tras la conversación, Meyer recomendó a Vitalino que se anduviese con cuidado. Al parecer, hasta el canciller Fernando Andrade Díaz-Durán había llamado a Vitalino Girón para recomendarle prudencia, de acuerdo con el testimonio de Héctor. Lily recuerda el comentario que su marido le hizo a propósito de la reunión con el jefe de Estado. El general, varias veces y de manera rotunda, le dijo al rector que “no fuera a dar ni un paso atrás”.
A Edgar Portillo, en ese entonces compañero y amigo de Vitalino, el decano le dio algunos detalles. Según su relato, el general Mejía Víctores le dijo al rector:
–Mirá, Eduardo, no podés aceptar ese aumento salarial. Si lo hacés me causás un problema nacional. Así que te ruego que no se acepte.
A lo que Vitalino se adelantó y respondió:
–Con todo respeto, general, yo lamento esa decisión porque en la universidad hace años que no se ha dado un incremento, y realmente hay sueldos que no pueden ser.
La reunión continuó, pero después de eso el jefe de Estado ya sólo se dirigió a Meyer, obviando a Vitalino. Y, al momento de despedirse, Mejía Víctores volvió a insistirle al rector sobre el problema que suponía conceder el aumento a los trabajadores. Meyer se excusó:
–Es que el Consejo puede aprobarlo.
Y el jefe de Estado respondió:
–Estoy seguro de que usted puede trabajar en eso, haciendo conciencia de que tiene una grave repercusión a nivel nacional.
De Meyer se despidió con un abrazo. A Vitalino le dio fríamente la mano.
En el Archivo Histórico de la Policía Nacional hay constancia de la reunión. La oficina del coronel Bol, la jefatura de la Policía, conserva copias tanto del documento que le entregó Meyer al jefe de Estado, como del informe que el Ministerio de Finanzas elaboró para que el general Mejía Víctores preparase la reunión.
Meyer presentó ante el general Mejía Víctores un reporte financiero en el que evidenciaba que desde 1980 la asignación a la Usac había permanecido congelada. No hablaba de la necesidad de un aumento salarial, pero sí recordaba que la Usac requeriría al menos el 5% de los ingresos del Estado para funcionar en los siguientes años.
Durante la reunión Mejía Víctores utilizó un informe que elaboró el ministro Leonardo Figueroa Villate y en el que se evidenciaba que el Estado siempre había cumplido con la ley: a la Usac se le había transferido el 2.5% de los ingresos corrientes todos los años. ¿Por qué necesitaba ahora más dinero la universidad, si además, en 1984 ya se la había otorgado un aporte extraordinario de Q3 millones?
En su biografía, Meyer relata de manera muy somera lo que ocurrió durante la reunión. Ni siquiera menciona que Vitalino Girón estuviera allí. Sólo habla de que solicitó al jefe de Estado un aumento de presupuesto para la universidad, “o que en todo caso se le otorgara un préstamo para subsanar los gastos que se tenían que hacer, y poder así también realizar un aumento de salarios a los empleados que desde hace años no se les había dado”.
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