Las reformas se mantuvieron y profundizaron, pero el espíritu socialista no varió. El Partido Comunista sigue conduciendo el país. Según datos del Banco Mundial, en 1990 el PIB chino era un 83% más bajo que el PIB mundial, pero en 2014 este diferencial negativo se había reducido al 13%. La economía china hoy está vigorosa como ninguna, y sigue creciendo, no al ritmo vertiginoso de años atrás (10% anual), pero sí igualmente en forma muy abultada, pese a la pandemia de Covid (6% interanual).
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Las reformas se mantuvieron y profundizaron, pero el espíritu socialista no varió. El Partido Comunista sigue conduciendo el país. Según datos del Banco Mundial, en 1990 el PIB chino era un 83% más bajo que el PIB mundial, pero en 2014 este diferencial negativo se había reducido al 13%. La economía china hoy está vigorosa como ninguna, y sigue creciendo, no al ritmo vertiginoso de años atrás (10% anual), pero sí igualmente en forma muy abultada, pese a la pandemia de Covid (6% interanual).
Ese descomunal crecimiento económico plantea interrogantes al ideario socialista. Contrario a lo dicho por Mao y su casi entronización de la pobreza, Deng dijo que “la pobreza no es socialismo”. Esto lleva a preguntarnos: ¿es la empresa privada el motor del crecimiento económico? ¿Por qué este apoyo a la empresa privada entonces que realiza el Partido Comunista de China? ¿Rechazo del socialismo? Según los ideólogos y autoridades que dirigen el país, no. Por el contrario, es el “camino correcto” que traerá desarrollo y prosperidad para toda la población china, y con su proyecto de Nueva Ruta de la Seda, podrá contribuir a un desarrollo global. ¿Es así?
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El gigante asiático hace ya largos años que produjo cambios sustanciales en el ideario socialista con que llevó a cabo su revolución en 1949, con Mao Tse Tung a la cabeza. Desde las reformas introducidas a fines de los 70 del siglo pasado se comenzó a construir un engendro que para la izquierda tradicional de Occidente nunca se terminó de entender: “socialismo de mercado”. Lo cierto es que, apelando a la introducción de todo un sector de propiedad privada, el país ha venido produciendo un avance económico fabuloso, sin precedentes en ningún Estado capitalista. Atrayendo inversión externa y permitiendo la propiedad privada de medios de producción, siempre bajo la atenta mirada del Partido Comunista, quien fija férreamente las políticas, China pasó a ser una gran economía, disputándole el cetro global a Estados Unidos, y con un superávit comercial impresionante que le permite ser principal acreedor del país norteamericano.
¿Hay realmente un “milagro” económico en China? Según como se lo quiera ver: sí y no. No hay dudas de que, con la incorporación de capitales externos, y tomando tecnologías provenientes del desarrollo capitalista, el país asiático mantuvo –y mantiene todavía– un vertiginoso ritmo de crecimiento económico que nunca se vio en Occidente (ni durante la revolución industrial en la Inglaterra dieciochesca, ni en Estados Unidos entre fines del Siglo XIX y durante el XX). Ello permitió levantar increíblemente el nivel de acceso a la riqueza de grandes masas, sacando de la pobreza rural ancestral a millones de chinos. La dirección comunista impidió que China fuera solo una “gran maquila”, como suele presentársela (quizá maliciosamente), dejando de ser “ensambladora de mercaderías de mala calidad”, para convertirse en un país altamente industrializado, con tecnologías de punta propias que ya comienzan a sorprender. ¿Capitalista o socialista? El debate está abierto.
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