Llegó con su distintivo picop Hilux gris plateado con rayas de cebra, que casi era su marca. Benito era alto, usaba anteojos, por lo general llevaba la camisa metida y portaba un morral de Nebaj que casi siempre llevaba consigo. En las reuniones, a veces estaba callado al principio, observando y escuchando atentamente a todos mientras tomaba notas meticulosamente. Posteriormente comenzaba a hablar con un conocimiento y un sentido del humor que hacía que todos los asistentes reflexionaran y participaran en un rico diálogo y debate. Podía hablar durante horas. Recuerdo haber tenido largas conversaciones con Benito y siempre me cautivó su profundo conocimiento y comprensión de la historia, la política y la cultura. De vez en cuando viajaba con él en su Hilux de rayas de cebra a las comunidades, donde ofrecía paseos a la gente que caminaba por la carretera. Benito era humilde, uno de los pensadores más críticos y analíticos que se podían conocer, y estaba comprometido a apoyar a los pueblos indígenas, particularmente a los ixiles, a los q’eqchi’ y a los k’iche’.
Benito fue asesinado en su Hilux de rayas de cebra en Pacam, San Antonio Ilotenango, Quiché, la mañana del 10 de agosto, cuando se dirigía a visitar una comunidad. Su muerte conmovió a quienes lo conocían. Había sentimientos de incredulidad y de tristeza, pero también de enojo por que alguien hubiera matado a nuestro amigo y compañero. Poco después múltiples organizaciones, líderes comunitarios y funcionarios de gobierno, entre ellos el presidente de Guatemala y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, denunciaron el asesinato de Benito e hicieron un llamado para que los autores de este acto atroz sean llevados ante la justicia. Su muerte se suma a los recientes asesinatos de líderes indígenas y organizadores comunitarios como el guía espiritual Domingo Choc Che (q’eqchi’) el 7 de junio, Medardo Alonzo Lucero (ch’orti’) el 15 de junio y Fidel López el 23 de junio. Otros como Carlos Enrique Coy (q’eqchi’) han sido desaparecidos.
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Benito era de origen francés y llegó a Guatemala hace más de 20 años para apoyar a las comunidades indígenas mediante su labor como miembro y director de Agrónomos y Veterinarios sin Fronteras (AVSF). En la Región Ixil Benito fue conocido como B’en Ijom. Allí acompañó a las autoridades ancestrales, contribuyó al desarrollo del pénsum de la Universidad Ixil y fue cofundador de esta. También trabajó como facilitador y miembro del consejo de examinadores. Asimismo, ayudó a crear mercados campesinos en varias comunidades. Era admirado por su compromiso y su solidaridad. Dieciséis entidades, las Organizaciones de la Sociedad Civil del Pueblo Maya Ixil, emitieron una declaración en la cual condenan el asesinato de Benito. Sus palabras capturan el respeto y el cariño que muchos le tenían:
«Un día después de la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, el 10 de agosto de 2020, quedó marcado nuevamente en la historia reciente del pueblo ixil por el asesinato de B’en Ijom, quien se une a la lista de nuestras abuelas, nuestros abuelos y nuestros seres queridos que al morir en la guerra interna regresaron a la otra dimensión de la vida, que con su vida y su sangre sellaron la lucha por el respeto de los derechos humanos y la defensa del territorio».
Además, se creó un video en honor de su vida y de su legado en la Región Ixil.
El asesinato de Benito y los de otros defensores de derechos humanos, líderes indígenas y ambientalistas deben ser investigados adecuadamente. Estos asesinatos recientes son un recordatorio de que en Guatemala la gente es asesinada simplemente por defender y promover la justicia social, así como los derechos humanos e indígenas. Reflejan la preocupación de que Guatemala sigue siendo un país de impunidad desenfrenada por la violencia y el asesinato, lo que genera un ambiente de miedo e intimidación. El ejemplo, el espíritu y la memoria de Benito vivirán con nosotros y nos darán coraje para luchar por un mañana mejor.
A Benito le sobreviven su compañera de vida y sus dos hijos.
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Léelo en inglés.
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