“La anarquía es el alma de este mundo”
“La anarquía es el alma de este mundo”
Mohammed Bamyeh, pensador anarquista y sociólogo especializado en movimientos sociales, globalización y cultura, ofrece una visión nada al uso de la anarquía como fuente de orden social al tiempo que extrae lecciones sobre el papel de las vanguardias, los líderes carismáticos, y el gobierno de "las buenas personas" en la época de movilizaciones como las de la Primavera árabe, Los Indignados, #OccupyWallStreet o #JusticiaYa.
Cuando George Orwell llegó a Barcelona en 1936 para pelear contra el fascismo, se encontró con una situación extraordinaria. En medio de una guerra civil, en donde uno esperaría encontrar filas de soldados altamente organizados y líderes vociferando órdenes por doquier, los anarquistas habían tomado la ciudad y un orden social distinto se había abierto paso entre el ambiente bélico. Las jerarquías habían dejado de existir y todos, los hombres y las mujeres, se reconocían mutuamente como iguales. El cambio se había dado en todas las esferas de la vida pública. La subordinación entre empleados y empleadores había desaparecido con la instauración de la propiedad colectiva, la gente se saludaba en las calles como si fueran hermanos al ritmo de la música revolucionaria, las iglesias yacían como viejas estructuras raquíticas que habían sucumbido al ardor de las llamas, mientras los edificios vestidos de rojo y negro cercaban el espectáculo como gigantescos paquidermos sacados de una pintura surrealista. La ciudad entera se había convertido en un monumento vivo a la libertad y a la igualdad en oposición al ariete del totalitarismo formado por Franco, Hitler y Mussolini.
¿Qué tienen en común los acontecimientos que describe Orwell en su Homenaje a Cataluña con los acontecimientos que se vivieron en Guatemala en el año 2015? Poco, pero también mucho, nos sugiere el trabajo de Mohammed Bamyeh, un sociólogo especialista en política y cultura que ha estudiado la anarquía durante las últimas dos décadas. En su libro Anarchy as Order: The History and Future of Civic Humanity, Bamyeh nos ofrece no solo una interpretación de la anarquía que difiere significativamente de la de algunos autores que han abordado el tema en el pasado, sino una interpretación distinta de la sociedad civil en sí misma. Del lado de pensadores como James C. Scott, quien en su libro más reciente nos insta a ver el mundo y a interpretar la historia desde la perspectiva anarquista (a “ver como anarquistas”), Bamyeh nos dice que “la anarquía es el alma de este mundo” y nos demuestra que la historia de la sociedad civil es mucho más amplia de lo que pensamos. Sus ideas nos exhortan a pensar en el espíritu que ha unido a la gente que ha intentado darle forma a su entorno de manera activa en diferentes partes del planeta a través de la historia.
Antes de leer su libro, yo asociaba la anarquía con el desorden y con focos aislados de comunidades en contra del Estado en algunas partes del mundo.
Mi idea de la anarquía es que es una forma de orden social voluntario; ese es el principio fundamental. Si vamos al origen griego de la palabra, eso es exactamente lo que significa. No significa caos; significa orden. En inglés hay una confusión entre anarquía y caos, la cual es muy común en la mayoría de idiomas. En árabe encontré que tal confusión existe, pero también encontré que hay una forma de hacer que la distinción sea muy clara. Existe una manera de reconstruir el origen árabe de la palabra, el cual se refiere a orden sin liderazgo, que es lo que el término significaba originalmente. La anarquía es lo opuesto al caos.
Mientras escribía el libro, me di cuenta de que, en realidad, no estaba hablando solamente de experimentos modernos aislados, sino de una experiencia histórica muy amplia en la que ha participado mucha gente, aunque no siempre se le ha llamado anarquía. El anarquismo no ha sido practicado siempre de manera consciente a través de la historia. Hay un anarquismo consciente que surge en el siglo XIX, pero como práctica el anarquismo es muy antiguo y muy global. De hecho, el anarquismo ocurre también dentro del Estado, así que no siempre significa la ausencia total del Estado; simplemente significa que dentro de un imperio o un Estado también existe una vida social local creada por gente que se cuida a sí misma. Claro que tenemos una historia política que dice que hubo Estados e imperios aquí y allá, pero esa historia no nos dice mucho de los detalles de la vida diaria. Históricamente esos Estados no han hecho nada por nadie. Las necesidades locales, como el cuidado de la salud, la educación, incluso el orden, se han satisfecho de acuerdo a la costumbre o a la tradición, las cuales han evolucionado de una manera consensual, no necesariamente impuestas desde arriba (aunque también ha habido experimentos coercitivos, y de alguna manera la anarquía se ha mezclado con ellos). Por lo tanto consideré que, para poder ver las prácticas anarquistas en toda su amplitud, tenía que analizar toda esta historia y no enfocarme simplemente en el anarquismo consciente y moderno del siglo XIX como si fuese la única expresión del anarquismo en la historia.
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¿Nos podría dar un ejemplo de un momento en el que la gente haya practicado la anarquía de manera inconsciente?
Un ejemplo que usualmente no se comprende bien es lo que llamamos sharia, la cual se traduce hoy en día como ley islámica. La sharia no tiene nada que ver con la idea de ley que tenemos hoy en día. La traducción es incorrecta, aunque es una traducción muy común. En el pasado, la sharia era en realidad un sistema anarquista por varias razones. Primero, la sharia era una tradición diversa. No había un libro único que se llamara sharia. Eso es un mito. Hubo diferentes escuelas de pensamiento que evolucionaron paralelamente, coexistieron y se aceptaron entre sí. Esa no es la idea de ley que tenemos hoy en día, la cual dice que todo tiene que ser uniforme. En el pasado diferentes códigos coexistían entre sí y se adaptaban a las necesidades locales.
Segundo, la sharia permitía las contradicciones, algo que la ley hoy en día veta. Uno podía recibir un dictamen emitido por una autoridad, pero luego podía ir con otra autoridad que emitía un dictamen distinto más razonable, y ambos eran igualmente válidos. Uno aceptaba el que era más conveniente para uno como individuo racional.
Tercero, la sharia no era elaborada por el Estado o por el gobierno, sino por escolares religiosos, que eran personas que vivían dentro de la sociedad, cerca de la gente. La sharia nunca fue elaborada por el Estado, como hoy en día esperamos que se elabore la ley. Estas características nos ofrecen un ejemplo de un código de conducta ampliamente difundido que regulaba todo, desde la guerra y la higiene hasta cómo educar a los niños; todos los aspectos de la vida diaria. La sharia era un sistema completamente anárquico, pero claro que la gente no se refería a ella así. Actualmente este sistema que en el pasado era anárquico se está transformando en un sistema autoritario porque la gente lo quiere convertir en ley, a la manera en que la ley funciona hoy en día: como un sistema uniforme, no contradictorio, impuesto desde arriba. Ninguna de esas características formaba parte de la sharia en el pasado.
Tendemos a pensar en la sociedad civil como un concepto íntimamente asociado al Estado moderno. En su libro usted argumenta contra esta idea.
En mi mente la idea de sociedad civil y la idea de esfera pública están conectadas, ya que el término se refiere a cómo se organiza la sociedad fuera del Estado y a cómo le da forma a la vida pública. En tiempos modernos se han utilizado mal estos términos, pienso yo, comenzando con Jürgen Habermas y su noción de la esfera pública como una experiencia moderna burguesa que genera un orden comunicativo distinto al viejo orden aristocrático. Muchos de los comentaristas hoy en día asocian el concepto de sociedad civil al Estado moderno. Dicen: “Bueno, la sociedad civil depende de la regulación estatal, no es primordial, no existe fuera de los límites del Estado”. Mi propia forma de pensar es que si ves las cosas así no logras apreciar amplios períodos de la historia durante los cuales existieron organizaciones voluntarias que no fueron llamadas sociedad civil. Si entiendes la idea de sociedad civil como por lo general se entiende, terminas con una visión eurocéntrica y moderna de la historia de la cual la mayoría del mundo está excluida. Solo cuando te pareces a Europa tienes sociedad civil. Si interpretas la historia de esa manera, no logras apreciar cómo la gente del pasado organizaba su vida diaria prácticamente en todo el mundo.
En el pasado tenías los gremios, por ejemplo, que eran asociaciones de artesanos muy antiguas, medievales, incluso pre-medievales, que cuidaban de sus miembros y tenían su propio sistema judicial. ¿Eran los gremios una forma de sociedad civil? Desde una perspectiva moderna, podría parecer que no, pero, si en realidad ves cómo funcionaban, tenían todas las propiedades de lo que hoy en día llamamos sociedad civil. Si vemos la construcción de fondos patrimoniales como fuentes de riqueza independientes del Estado, esa también es una práctica muy antigua, la cual de hecho se ve en el mundo musulmán. En el libro hablo del waqf, una especie de donación caritativa con la cual la gente se ocupaba de casi todas sus necesidades antes de la era moderna. En lugares como Argelia, por ejemplo, antes de la época colonial, la mitad de la tierra agrícola era considerada un fondo patrimonial, y eso sostenía todo lo que ahora le compete al Estado: hospitales, educación, el cuidado de los necesitados, todo eso. En Jerusalén, antes del Estado moderno, todas las escuelas eran financiadas de esa manera: por medio de fondos patrimoniales que habían sido construidos a través de los siglos. Por lo tanto aquí tenemos algo que históricamente cumplía con las funciones de lo que hoy en día entendemos por sociedad civil.
Mi propia definición de sociedad civil es simplemente la sociedad organizada fuera del Estado. Al definirla de esta manera intento alejarme de otras dos propiedades que son comúnmente asociadas con la sociedad civil hoy. Una de ellas es la que dice que la sociedad civil es útil solo porque ayuda a la democracia, porque amplifica las propensiones democráticas de los gobiernos y de los partidos políticos. Puede que haga algo de esto, pero si la ves de esa manera ignoras toda clase de situaciones históricas en las cuales no había democracia pero había una sociedad civil organizada fuera del Estado. Por eso consideré que expandir nuestro concepto de sociedad civil nos permitiría apreciar muchas más similitudes alrededor del mundo y a través de la historia. También pensé que nos ayudaría a no volver tan fetiche a la modernidad. Es decir, a no ver a la modernidad como un quiebre tan completo con el pasado, y así poder tener una idea más continua de la historia, y también una historia más comparada. Pienso que esa es la ventaja de utilizar el concepto de sociedad civil como yo lo utilizo.
Yo no me enfoco solamente en el presente y en el Occidente dominándonos a todos sin que podamos hacer nada. Yo encuentro esa clase de narrativas completamente inmovilizadoras, ya que lo único que te dicen es que estás oprimido y que no puedes hacer nada al respecto; que el mundo está completamente estructurado de esa manera y que no hay esperanza. La única esperanza es una revolución, pero nadie te dice cómo hacerla. El problema con las narrativas que enfatizan el eurocentrismo y la dominación Occidental es que son antihumanas. No hay ningún humano en ellas. Solo hay víctimas que no hacen nada en contra del sistema en el que viven. ¡Y ese tipo de análisis te lo ofrecen como si fuera algo liberador, cuando en realidad es totalmente lo opuesto! Yo creo en la observación de procesos históricos largos, en la observación de posibilidades, en la observación de interconexiones; en fin, en la creación de agentes humanos, de gente que está tratando de hacer cosas. Aprender de la historia nos permite hacer lo que hacemos hoy en día pero también nos puede dar aliento para hacer algo diferente. Y si somos incapaces de hacer algo ahora, bueno, al menos podemos aprender de alguien que hizo algo en el pasado en algún lugar del mundo e inspirarnos en ello.
Algunas personas podrían ver sus ideas de la anarquía como una forma extrema del neoliberalismo o del libertarismo. ¿Cómo difiere su idea de la anarquía de estas ideologías?
De hecho, eso ya me ha ocurrido, y lo he visto también en las reseñas de mi trabajo. Me acusan de ser un defensor del neoliberalismo y de lo que llaman anarco-capitalismo, el cual es un término que jamás he utilizado. Creo que es un gran malentendido. Yo me opongo al neoliberalismo. El malentendido, creo yo, viene del hecho que el libro realmente no habla de economía. La razón de eso es que ya se ha escrito mucho sobre la economía desde la izquierda, también desde la perspectiva anarquista, y no necesitamos otro tratado de ese tipo. Creo que hay otros aspectos de la anarquía que son más importantes y que han sido olvidados.
Para mí, la anarquía se basa fundamentalmente en dos ideas: la idea de igualdad y la idea de libertad. Desafortunadamente, la idea de libertad es a menudo ignorada por muchos anarquistas hoy en día. Hablan del capitalismo, hablan del patriarcado, de la desigualdad, pero tienen muy poco interés en la idea de libertad. Para mí, la libertad es un componente esencial del anarquismo, tan importante como la igualdad. Las dos ideas van juntas. La belleza del anarquismo, creo yo, radica en que es el único punto de vista, la única ideología o perspectiva que tenemos que logra manejar, al menos teóricamente, estas dos ideas. Si vemos al pensamiento liberal, la tendencia es a tratar la igualdad y la libertad como ideas opuestas. El argumento es que si tienes más de una tienes menos de la otra, y la pregunta que se hacen es cuál es el balance correcto. Pero si vemos esto desde una perspectiva anarquista, como yo entiendo el anarquismo, no te tienes que preocupar, ya que ambas –la igualdad y la libertad– caminan de la mano. Si marginas a una completamente, entonces marginas a la mitad de la anarquía, a la mitad de la tradición anarquista, y entonces terminas con un sistema autoritario. Si te preocupas solamente por la igualdad, rápidamente te das cuenta de que la mejor forma de imponer la igualdad es a través de un sistema autoritario. Es desafortunado que cada vez que vemos una defensa del anarquismo, o de hecho de cualquier forma de pragmatismo, no se enfatiza la idea de libertad. La libertad es una de las fuerzas fundamentales que ha servido como motor de la historia, tanto la libertad del individuo como la libertad del grupo; del grupo que se organiza conscientemente como un grupo. Yo no defiendo al neoliberalismo, sino que trato de llevar al extremo posible lo que yo pienso es un principio olvidado del anarquismo.
¿Cómo difiere su concepto de libertad del concepto de libertad que se maneja en la tradición libertaria?
En el siglo XIX y principios del XX se solía hablar de anarquismo libertario. Había dos corrientes principales de anarquismo: el anarquismo comunista y el anarquismo libertario. Había gente que enfatizaba solo una o la otra tradición, pero los anarquistas más creativos eran aquellos que combinaban ambas, como Emma Goldman, por ejemplo. El problema es que en Estados Unidos, en algún punto del siglo XX, el concepto de anarquismo libertario desapareció y fue reemplazado por lo que hoy llamamos libertarismo, el cual representa una tradición diferente. Éste está asociado con el Instituto Cato, por ejemplo, con Friedrich Hayek y figuras así, y con la economía neoliberal. Esto es libertarismo pero no es anarquismo libertario. Siempre hay algo de libertarismo en la tradición anarquista, pero no al estilo del libertarismo estadounidense de hoy en día, sino al estilo del que enfatizaba la autonomía individual en combinación con otros asuntos de la vida social en general. La primera generación de anarquistas estaba consciente de que ambas ideas iban juntas, mucho más conscientes de lo que estamos ahora.
En sus escritos sobre la Primavera Árabe usted habla de tres formas de Ilustración y sitúa las protestas entre todas ellas.
Hablo de la Primavera Árabe en términos de la ilustración porque cuando hablamos de revolución no se trata solo de cambiar el sistema político sino de cambiar nuestra forma de ver el mundo. Yo estuve en el Cairo en el 2011, fui a la plaza Tahrir todos los días durante la revolución, y me inspiré mucho por el hecho de que gente ordinaria que el día anterior había sido muy conservadora y sumisa frente a la autoridad comenzó a hacer toda clase de cosas interesantes. La gente comenzó a producir su propio arte, comenzó a ser un agente creativo de una manera nunca antes vista. La gente sentía que era la creadora de la historia, y me di cuenta que estaba viendo una transformación en donde el agente del cambio histórico no era la vanguardia –Mao o Lenin– sino la persona ordinaria que se sentía como la creadora directa de la historia, sin ningún agente actuando en su lugar. Eso es una forma de Ilustración porque surgió un conocimiento que no existía antes, y aparentemente surgió de la nada. Para mí la ilustración no es simplemente esa tradición filosófica que emergió en Europa en el siglo XVIII; es una forma nueva de conocimiento que una persona expresa como potencial liberador del conocimiento antiguo. Ahora bien, si ves la historia de la Ilustración en sí, ves que realmente no es un proceso uniforme sino un proceso global. La cuestión radica en identificar al agente de la Ilustración. Y aquí encuentras todo tipo de diferencias. Por ejemplo, el fascismo está conectado a la Ilustración. El fascismo es una especie de ciencia que sirve para organizar una sociedad de una forma nueva y autoritaria. Por lo tanto hay una Ilustración autoritaria, de la cual existen muchas manifestaciones. La idea general es que la ilustración se impone desde arriba. Hay una élite ilustrada, la cual es a veces llamada “vanguardia” en el lenguaje de la izquierda, y se asume que la sociedad es incapaz de ilustrarse a sí misma sin alguien que esté por encima diciéndole cómo debe hacerlo. Turquía bajo Mustafa Kemal Atatürk es un ejemplo de esto.
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Luego tienes la Ilustración liberal, que es la que Michel Foucault discute en su trabajo, en donde no hay autoritarismo sino un Estado cívico que no controla a la sociedad por completo y por lo tanto requiere del conocimiento para que exista una especie de simbiosis entre el conocimiento y el poder, que es lo que Foucault critica. Cuando leemos a Foucault, uno de los malos entendidos (del cual él es en ocasiones partícipe) es que pensamos que está hablando del poder y del conocimiento en todas partes. Mi propia lectura de Foucault es que él está hablando de la Ilustración liberal, porque solo la Ilustración liberal requería del conocimiento al servicio del poder y viceversa, dado que el poder no era absoluto, por las revoluciones en Europa y todo eso. La Ilustración autoritaria no requiere del conocimiento porque tiene el poder.
Luego tienes la Ilustración anarquista, que es esencialmente lo opuesto, es decir, la ilustración desde abajo. Esto es lo que yo vi en los primeros días de la Primavera Árabe. No había líderes, no había una vanguardia diciéndole a la gente qué hacer, y si hubiera habido una, nadie le habría escuchado. Lo interesante de esto en el mundo árabe es que fue algo completamente nuevo, porque en el mundo árabe había habido vanguardismo, había habido una Ilustración autoritaria, había habido golpes de Estado militares apoyados por la gente. En el 2011 la gente se aleja de ese conocimiento, de la Ilustración autoritaria, ya no espera que un líder haga algo por todos, y empieza a actuar sin ninguna vanguardia. Como resultado de esto también tienes una ausencia de carisma. Una característica del carisma es que siempre aparece en función de la demanda, no de la oferta. Tenemos individuos carismáticos cuando los necesitamos, no porque sean inherentemente carismáticos. En mi primer libro sobre los orígenes sociales del Islam, por ejemplo, una de las cosas que descubrí fue que durante el período en que Mahoma entró en escena como profeta existían muchos otros profetas porque la gente estaba esperando a un profeta. En un periodo histórico distinto, la misma persona diciendo las mismas cosas podría haber sido encerrada en un hospital psiquiátrico: “¡Este tipo está loco! ¡Mira lo que está diciendo! ¡Dice que Dios le habló! ¡Necesita estar medicado!”. Por el contrario, en esa época fue tratado como un profeta, porque existía una demanda de carisma. En la Primavera Árabe, el evento en sí se volvió carismático. El objeto carismático no fue una persona, sino el evento en sí. No hubo individuos, al menos no en el sentido heroico de grandes individuos, de individuos salvadores, porque nadie estaba esperando a ese tipo de individuos. Claro que después las cosas cambiaron. Yo estoy hablando del momento especifico en que se dio este fenómeno. Cuando hablo de la Ilustración anarquista, no me refiero a que la gente estaba siendo anarquista conscientemente, porque no fue así. De hecho, la gente quería un orden liberal, por eso el título del artículo, Anarchist Method, Liberal Intention…, el cual se refiere a esta combinación de anarquismo con liberalismo; al método anarquista de organizarse horizontalmente y sin líderes, reemplazando al liderazgo con la coordinación, pero sin el deseo de lograr un orden anarquista, porque esa consciencia no estaba ahí todavía. La consciencia era liberal, pero el método era anarquista.
¿Cómo ve la situación en el contexto árabe hoy en día y qué pueden aprender de esta experiencia países que han experimentado movilizaciones similares recientemente?
Una cosa que debemos aprender es que las revoluciones son procesos históricos muy largos. Pueden durar cincuenta años, cien años, así que no podemos simplemente enfocarnos en un momento en la historia que comenzó hace algunos años y pensar que ese es el resultado final. Una cosa que ocurrió fue que muchas personas ordinarias se convirtieron en animales políticos; comenzaron a entender que la política les incumbe. También ha habido algunos desastres a lo largo del camino y una contrarrevolución, lo cual es algo normal. Toda revolución tiene una contrarrevolución. Podría hablar por mucho tiempo sobre los dinámicas que vemos ahora, pero hay un punto que creo es más importante que todos los demás. La lección que podemos aprender es que es equivocado pensar que lo único que necesitamos es reemplazar a un mal gobernante con un buen gobernante; que el único problema es que tenemos malas personas a cargo y que si tenemos buenas personas a cargo todo estará bien. El problema es la autoridad en sí misma. Si tienes una estructura de autoridad sobre la sociedad que es muy fuerte, como el Estado moderno, esa estructura propiciará luchas por el poder en el futuro. La razón por la que tenemos luchas por el poder es porque hay poder; porque el poder existe. Mientras más fuerte sea ese poder, más intensas serán las luchas. Si esperamos que el Estado controle a toda la sociedad, entonces tendremos una guerra civil después de una revolución, porque es demasiado lo que está en juego. Eso es de hecho lo que ocurrió en muchos países de la Primavera Árabe. Ahí es cuando se necesita tener una perspectiva anarquista de la política. Lo que hay que hacer es reducir la intensidad de la lucha por el poder. No se puede obtener anarquía de un día a otro; la consciencia debe existir primero. Pero lo que se puede hacer mientras tanto es reducir la escala del poder, en lugar de tener el mismo Estado con un nuevo líder que tiene el mismo poder. Después de una revolución lo más útil es descentralizar la autoridad, dispersarla, para asegurarse que cualquier estructura que tengas en el futuro no concentre tanto el poder y que no exista tanto incentivo como para que se genere una guerra civil. Eso es al menos el primer paso que hay que dar para que después, en un contexto de poder reducido, exista más espacio para que la consciencia anarquista evolucione, se propague en la sociedad y llegue a ser vista como algo normal.
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