Hay una idea que parece estar creciendo en popularidad entre partidos políticos y asesores económicos de Guatemala: la de que a través de la construcción se logrará generar cantidades masivas de empleo. Doy tres ejemplos.
La propuesta de Semilla, que hasta hace unos días lideraban Thelma Aldana y Jonathan Menkos, habla de crear 303,000 empleos, de los cuales 202,000 provendrían del sector de la construcción.
La propuesta del PAN, cuyo candidato es Roberto Arzú, habla de un milló...
Hay una idea que parece estar creciendo en popularidad entre partidos políticos y asesores económicos de Guatemala: la de que a través de la construcción se logrará generar cantidades masivas de empleo. Doy tres ejemplos.
La propuesta de Semilla, que hasta hace unos días lideraban Thelma Aldana y Jonathan Menkos, habla de crear 303,000 empleos, de los cuales 202,000 provendrían del sector de la construcción.
La propuesta del PAN, cuyo candidato es Roberto Arzú, habla de un millón de empleos que provendrían de construir un millón de casas y otros proyectos.
Richard Aitkenhead, el exministro de Economía y de Finanzas y asesor económico de varios gobiernos, ha salido hace poco a hablar de la necesidad de reactivar la economía vía infraestructura y vivienda popular.
El problema que tengo con estas propuestas es que plantean como objetivo la generación de empleo a través de la construcción. Es un error. Ello termina justificando construir aeropuertos con pocos vuelos. Ello termina justificando construir casas que nadie habitará.
Esto parece una exageración, pero es ahí donde esas ideas terminan. Un ejemplo de lo terrible que puede resultar este tipo de propuestas económicas es España, donde se decía que en el año 2014 había hasta tres millones de hogares sin ocupar y donde hay carreteras y líneas de tren que no se terminaron de construir por falta de fondos y porque no había gente que pagara por sus servicios. China es otro país con los mismos problemas, pues apostó por la construcción de infraestructura después de la gran recesión del 2008 y terminó con ciudades sin habitantes y aeropuertos sin vuelos.
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El problema no solo es que la infraestructura no se utilice y que las promesas de desarrollo hayan resultado falsas. Además, alguien va a tener que pagar la factura, muchas veces en forma de deuda pública e impuestos. Por ello es que estas propuestas terminando siendo elefantes blancos: proyectos que terminarán generando pocos beneficios y que resultan costosos de mantener.
El énfasis en construcción tiene sentido bajo dos condiciones. Primero, debe responder a un plan de crecimiento económico (más empleo y más productividad), en el cual la construcción ayude a sectores prioritarios a ser más competitivos. De lo contrario, ¿de dónde va a salir el dinero para pagarla? Segundo, debe ser efectiva en costo: la virgen no está para tafetanes. Sin embargo, lo que veo en aquellas propuestas es una visión completamente desarticulada y fiscalmente irresponsable.
Les doy un breve ejemplo del tipo de proyecto que me gustaría ver. El proyecto constaría de tres elementos. Primero, apoyaría la construcción del Metro Riel, un sistema de transporte urbano que atravesaría la ciudad de norte a sur. Segundo, impulsaría la construcción de un parque industrial cerca de una estación de Metro Riel. Tercero, apoyaría un programa agresivo de educación en inglés, que debería otorgar becas a jóvenes para pagar estudios, transporte y alimentación.
Lo que realmente permitirá generar empleos es que más jóvenes sepan hablar inglés, no que se construya la infraestructura. Pero el reto no solo es crear empleo, sino también mejorar la calidad de vida de la población. Por eso, aunque el Metro Riel apenas vaya a crear empleo (¡este es el siglo XXI, no el XIX!), es importante para reducir la congestión vehicular y abaratar la construcción de apartamentos en la ciudad (porque no necesitarán tantos sótanos con parqueos). Propuestas así hacen falta.
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