La historia agria de las fuerzas de tarea
La historia agria de las fuerzas de tarea
El gobierno creó cinco grupos especiales para intentar detener los delitos que más afectan a la población. Serán integrados por policías y soldados, coordinados por un civil; divididos en grupos para hacer investigación y operativos, no dependerán de la Policía Nacional Civil, sino del Ministerio de Gobernación. Estructuras similares ya funcionaron antes y aunque dejaron ciertos buenos resultados el recuerdo de sus abusos aún atraviesa los tribunales.
La experiencia de las fuerzas de tarea en la historia reciente del país ha dejado dos cosas: buenos resultados y los peores abusos. Los logros y los fracasos nacen del mismo lugar: su independencia. Para que las fuerzas de tarea (que tomaron su nombre de las task forces estadounidenses) tengan resultado, son extraídas de la telaraña gubernamental que las atrapa como a moscas. En cambio ganan la movilidad de un colibrí, lo que las hace difícil de seguir para los controles internos. El pasado ha demostrado que los resultados deben pagarse a un costo alto si no se encuentra la forma de guiar a los grupos.
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Mayo 2006. Aquel robo colmó la paciencia del ministro de gobernación Carlos Vielmann. Por más policías que cuidaban residencias en carretera a El Salvador nuevamente un grupo de ladrones había burlado los controles: más de Q25 mil robaron de la casa del diplomático Edmond Mulet, hoy subsecretario general de la Organización de las Naciones Unidas.
Por eso se creó una fuerza de tarea para acabar con los asaltos: investigadores y agentes operativos dentro del mismo grupo, dedicados exclusivamente a una tarea: capturar a los ladrones de residencias. Gozaban por orden ministerial de las herramientas necesarias para su trabajo: tenían suficientes vehículos y recursos (lo que los hizo más ágiles), y contaban con un enlace específico en el Ministerio Público (lo que les facilitaba solicitar órdenes de allanamiento con prontitud). Las capturas de los supuestos ladrones llegaron en las siguientes semanas pero las pruebas eran escasas. El juez los dejó en libertad.
La escasez de resultados alimentó la presión bajo la que trabajaba el grupo, que pronto tomó el camino “fácil”: en las siguientes semanas los cadáveres de aquellos supuestos ladrones fueron encontrados en la antigua ruta a Chinautla y en las orillas del lago de Amatitlán, con manos y pies amarrados y un torniquete en el cuello.
Nadie controlaba al grupo porque se le dio autonomía para trabajar y no estaba dentro del organigrama de la policía y al responsable en gobernación se le fue de las manos. En resumen: tenían todo el poder en armas pero ninguna responsabilidad.
Aquel grupo lo había montado Víctor Rivera, el asesor de Gobernación asesinado en 2008, pocas semanas después de que dejó de serlo. Pero no fue aquella fuerza la que lo lanzó a la fama o lo hizo visible. Rivera había comandado también un equipo dedicado a investigar y resolver casos de secuestros y extorsiones. Miembros de la policía que él, sin cargo de responsabilidad en el ministerio, comandaba con buenos resultados pero muy malas formas.
Las nuevas fuerzas de tarea que creó el gobierno contra el sicariato, las extorsiones, el femicidio, los secuestros y los robos y asaltos no son un invento de Otto Pérez o del ministro de gobernación, Mauricio López Bonilla. Su modalidad organizativa es la misma modalidad que la de aquellos grupos: los dirigen personas externas a la institución, hacen inteligencia y realizan operativos puntuales. “Quirúrgicos”, los denominó alguna vez Rivera. Al menos esa es la explicación que ha dado López Bonilla, aunque en la presentación de los grupos mostraran a los policías escudados por un grupo de soldados.
Mario Mérida, analista en seguridad, explica lo que harán las fuerzas de tarea: coordinar todo el aparato de justicia para tener más y mejores capturas.
Al margen de eso, poco se sabe. Durante tres días consecutivos se solicitó la entrevista con las cinco personas que dirigirán los grupos de tareas para conocer sus ideas de trabajo y de qué forma se organizará cada grupo, pero el vocero del ministerio de gobernación, Guillermo Melgar, jamás respondió a la petición.
Pasado
El rastro del pasado, de aquel en el que resuena el nombre de Rivera, es la razón por la cual algunos de los que han conocido antes esta historia manifiestan sus dudas: por la forma en que un conjunto de buenas intenciones se degradaron cuando, después de un tiempo sin grandes resultados, la presión les ganaba y los débiles controles se eludían con facilidad.
Por eso para Helen Mack, que dirigió la reforma policial en el gobierno anterior y que conoce muy bien a la policía, lo primero que debe hacerse es “institucionalizar” a los grupos. Es decir que ingresen a la estructura para que se les pueda controlar. “Puede ser que funcionen temporalmente pero deben quedar instalados dentro de la estructura de la policía”, considera Mack, presidente de la Fundación Myrna Mack.
Carmen Rosa de León, directora del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible, dice que estos grupos son efímeros y por eso tienen la misma lógica de los estados de excepción: “son momentáneos y se corre el riesgo de que la criminalidad aproveche estos agujeros cronológicos”.
Y Enrique Álvarez, integrante del Consejo Asesor de Seguridad, afirma que se debe promover la reforma policial “para pensar en corto, mediano y largo plazo para que se planifiquen estos grupos de una mejor forma”.
Caballos que patinaban
Cuando Erwin Sperisen, ex director de la Policía, decidió crear la Policía Montada aún sin caballos y sin jinetes nadie logró convencerlo de que no era una buena idea. Meses después se presentó al grupo con caballos y jinetes prestados del ejército. Frente al Palacio Nacional de la Cultura el presidente Óscar Berger dio el banderazo de salida: los caballos con herraduras de hierro, y no especiales de goma, empezaron a caer uno tras otro. Los fotógrafos fueron felices.
Mack recuerda que la policía ha sido un laboratorio de propuestas y cada gobierno toma decisiones sin seguir un plan a largo plazo y con la necesidad de integrar a civiles a la policía por no tener una escuela de oficiales.
Las nuevas fuerzas de tarea serán dirigidas por ex fiscales, ex jueces y abogados. Todos entienden de la importancia de saber coordinar con el Ministerio Público los operativos. Ninguno tiene experiencia en la Policía.
Dentro de la PNC no han caído bien los nombramientos. En la División Especializada de Investigación Criminal (DEIC) no se han tomado bien los cambios. “No se trata de formar nuevos grupos; se deben aprovechar a los que ya están, porque le digo algo: si dan más carros, más personal y gasolina además de más fiscales y jueces con voluntad que no pidan más datos de los posibles, el asunto iría mejor”, dice un detective.
Un ex integrante de un grupo que ahora se encuentra recluido en el Preventivo de la zona 18 explicó para éste reportaje que la corrupción en el Ministerio Público y el organismo judicial hizo tomar “atajos” para evitar nuevos secuestros o extorsiones. “No podés intentar estar en la legalidad cuando la corrupción te saca del camino: es como tener una gran piedra que no te deja pasar y tenés que rodearla para cumplir con tu objetivo. Si no podías mantenerlos presos”, pregunta retóricamante, “¿qué hacías?”.
De momento, la fuerza de tarea contra el robo de celulares ya presentó sus primeros resultados, según el ministro López Bonilla: “ya se dieron las pruebas capturas y decomisos”.
Cuando lo dijo, hablaba de la detención de cuatro hombres en la zona 12 que tenían cinco celulares y Q189. En la policía explicaron que fueron detenidos como sospechosos y horas después un juez los dejó libres porque no se presentaron pruebas.
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