Capítulo I
Jimmy
(enero de 2016)
En una ceremonia ante dos mil personas, Jimmy Morales Cabrera fue investido presidente de Guatemala el 14 de enero de 2016, exactamente como se había previsto desde las altas esferas de poder de la nación meses atrás. El nuevo mandatario llegaba al despacho tras una aplastante victoria en las urnas, con el 65% del total de votos de la segunda ronda electoral, muy por encima de su contrincante, Sandra Torres Casanova, exprimera dama durante el gobierno de Álvaro Colom Caballeros (2008-2012).
El comediante de cuarenta y seis años recibió la banda presidencial de manos de su antecesor, Alejandro Maldonado Aguirre, el reemplazante de Otto Pérez Molina nombrado por el Congreso. El discurso inicial de Morales Cabrera, lleno de versos, pero carente de sustancia, puso a dormir a algunos asistentes, incluido el presidente de Ecuador, Rafael Correa. «Por nuestra patria que vuelve a nacer, me comprometo a dar lo mejor de mí. Me comprometo a hacer esto cada día, para lograr la Guatemala feliz, la Guatemala inmortal, la Guatemala que todos queremos», declaró, con la mano derecha a la altura del corazón.
El renacimiento del que hablaba Morales no tenía relación con su llegada al poder. En realidad, el comediante hacía referencia al terremoto político que sacudió al país durante el año 2015, protagonizado por dos instituciones comprometidas en hacer cumplir la ley: el Ministerio Público (MP, Fiscalía) y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), ente de la Organización de Naciones Unidas (ONU) instalado en 2007 en la nación centroamericana para desarticular estructuras paralelas ilegales dentro del Estado. El trabajo de ambas organizaciones detectó en 2015 más de una docena de escándalos millonarios de corrupción y encarceló a alrededor de sesenta personas entre particulares y funcionarios, algunos aparentemente intocables como el expresidente Pérez Molina (2012-2015) o su vicepresidenta, Roxana Baldetti –involucrados en el caso de defraudación aduanara denominado La Línea.
Las estrictas investigaciones del MP y la Cicig, prácticamente nunca vistas en Guatemala, tuvieron un efecto secundario: despertaron y provocaron la salida a las calles de diversas capas medias para manifestarse en contra del gobierno, al punto de detener el país durante un día –el 27 de agosto de 2015–, en protesta por la permanencia de Pérez Molina en el poder.
Las circunstancias políticas de Guatemala durante 2015 facilitaron el ascenso electoral y la popularidad de la candidatura de Morales Cabrera, quien aprovechó la situación y se ubicó –aparentemente– del mismo lado que el Ministerio Público y la Cicig en la lucha contra la corrupción. En público, durante la campaña electoral de aquel año, el comediante y secretario general de FCN-Nación proclamó a los cuatro vientos su independencia ideológica y su rechazo a la política tradicional guatemalteca con un lema ideal para la ocasión: «Jimmy Morales, ni corrupto ni ladrón».
El nuevo presidente de la nación se manifestó constantemente en su campaña electoral como un fuerte impulsor del ente creado por el gobierno de Guatemala y las Naciones Unidas y en muchas ocasiones dejó clara su posición al respecto, además de reiterar un supuesto compromiso con la lucha contra la corrupción. «La Cicig hoy por hoy es una esperanza para poder sanear muchos de los problemas que nos están afectando en Guatemala», declaró el 27 de julio de 2015, durante una charla con el diario Publinews.
«Insto a los señores de la Cicig para que investiguen nuestro caso (partido). Y lo quiero hacer así porque yo necesito que se aclare de una vez por todas si realmente detrás de Jimmy hay militares. Yo necesito que se aclare de una vez por todas si detrás de Jimmy está el señor Byron Lima (encarcelado por el asesinato del sacerdote Juan Gerardi en 1996). Yo necesito que se aclare si detrás de Jimmy está la televisión nacional. Yo necesito que se sepa si detrás de Jimmy hay un financiamiento. Si lo hay, si lo hay, yo seré el primero en decir “ok, mentí”. Pero si no lo hay, yo quisiera que los medios de comunicación que han estado publicando esas mentiras lo dejen de hacer por salud […] Tiene que quedar claro, y esta es la oportunidad y la ventana que tengo: le pido a la Cicig, aquí, que me investigue, y que investigue a FCN», aseguró un mes después, el 29 de agosto de 2015, en una entrevista televisiva con el periodista José Eduardo Valdizán.
«Nosotros hemos planteado que la Cicig debe continuar en Guatemala por seis años más. Cinco que han estado, y otros seis, serían once años en total, que debería ser tiempo suficiente para que Guatemala pueda continuar su marcha sola. Los jefes del Ministerio Público y de la Cicig deben seguir», recalcó semanas más tarde, específicamente el 7 de septiembre, apenas unas horas después de triunfar sorpresivamente en la primera vuelta electoral.
«El mandato de la Cicig debe ser prorrogado hasta 2021, dos años después del final de mi gobierno, porque si no va a parecer que no queremos que se nos investigue», declaró en rueda de prensa el 29 de octubre, ya con la Presidencia en el bolsillo.
«No se necesita ser gran analista para saber la razón por la cual el pueblo eligió a una persona como Jimmy Morales. La razón es un mandato: luchar contra la corrupción, esa enfermedad terminal que nos ha corrompido, que nos ha corroído y que nos tiene en un estado intensivo», insistió el 13 de noviembre de 2015, esta vez en un acto celebrado en el MP ante la presencia de la jefa de la entidad, Thelma Aldana Hernández, y del máximo dirigente de la Cicig, el abogado colombiano Iván Velásquez Gómez. Morales incluso se dirigió directamente con la mirada en dirección de ambos al finalizar su discurso: «No tengo más que felicitarles y ratificarles públicamente lo que en su momento como candidato dije, y en su momento, de forma privada les he ido a decir a cada uno en sus despachos. Desde la Presidencia tendrán todo el respaldo para poder seguir luchando contra todo aquello que ponga en riesgo la seguridad nacional y la integridad de la ciudadanía guatemalteca», concluyó, entre aplausos de los presentes.
Las palabras del mandatario electo, sin embargo, no engañaban a un pequeño sector de la población integrado por analistas, periodistas y viejos conocedores de la política guatemalteca, quienes ya advertían fuertes señales de alarma, aun cuando el gobernante no había tomado posesión.