La pena de muerte, como disuasivo, es un pensamiento mágico
La pena de muerte, como disuasivo, es un pensamiento mágico
La abolición de la pena de muerte es una tendencia en más de dos tercios del planeta. Guatemala, junto a Cuba, Estados Unidos y algunas islas del Caribe, es de los pocos Estados del continente americano que aún la mantiene vigente, pero no la aplica desde hace más de una década. Horacio Verbitsky, de la Comisión Internacional Contra la Pena de Muerte, explica los esfuerzos que se hacen a nivel internacional para lograr su abolición.
“No sabemos a quién vamos a matar pero queremos que lo maten”, dice Horacio Verbitsky, miembro permanente de la Comisión Internacional Contra la Pena de Muerte (CICPM). Su tarea en Guatemala, durante una breve visita, ha sido promover el debate sobre la pena capital en el ámbito político, judicial y legislativo. Ya en febrero de este año, Asunta Cavaller, secretaria general de la CICPM estuvo en Guatemala para hablar de este tema que en los últimos meses se ha mantenido en una dicotomía: en tanto jueces y magistrados cuestionan y omiten este castigo para el asesinato, algunos políticos y exparlamentarios intentan ampliar la muerte para otros delitos.
La pugna está entre abolir definitivamente la pena capital en Guatemala, o mantenerla vigente, a pesar de que el corredor de la muerte se ha mantenido vacío en los últimos 16 años.
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Verbitsky, periodista y también director del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Argentina, es crítico sobre la forma en que se ha utilizado la pena de muerte desde los discursos políticos, y los poderes místicos que se quieren añadir a este castigo como disuasivos y definitivos para enfrentar la violencia en los países latinoamericanos. “Es parte de la categoría del pensamiento mágico”, indica, en tanto explica que la defensa de los Derechos Humanos es siempre una lucha contra los poderes políticos y económicos que controlan los Estados.
En esta entrevista, Verbitsky también aborda las causas y razones de la tendencia abolicionista a nivel mundial. La moratoria como un paso importante para la abolición total. Guatemala, dice Verbitsky, es casi un país solitario en el tema de la pena de muerte. En el continente americano ya sólo lo acompañan Estados Unidos, Cuba y otras pequeñas naciones del Caribe que la mantienen vigente. “No es un tipo de democracia a la cual se desea aspirar”.
¿Por qué cuesta entender que, al final, quien mata al ejecutarse una pena de muerte, somos los ciudadanos a través del Estado, como un Leviatán de Hobbes, un demonio creado por el contrato social?
Teóricamente es así. Pero en la práctica, y sobre todo en un Estado como el de Guatemala, nunca podemos estar seguros de cuál de las bandas que se disputan el poder es la que se encarga de ejecutar las distintas penas. El ciudadano apenas está representado. Y ese es parte del problema de porqué es tan preocupante la implementación de la pena de muerte. El Estado, el Leviatán que describe Hobbes, tiene un punto que es previo al contrato social que crea el Estado. Se trata de la lucha de todos contra todos. Y este es el punto en el que se encuentra Guatemala: es pre-estatal. Guatemala es todos contra todos y, en medio, un Estado débil que debe justamente arbitrar entre las distintas fuerzas para imponerse en el monopolio de la violencia. Ahora bien, con tanta corrupción, tanta criminalidad, tanta participación de sectores en actividades que legalmente no le pertenecen, la pregunta es: ¿Cómo evitar que el Estado no se convierta en una fracción más en esa pugna de bandas que ejercen la violencia? Así se jode todo.
Aun así es el Estado —el Leviatán— el que mata.
Bueno el demonio que imaginó Hobbes fue escrito hace mucho tiempo. En la actualidad, la conciencia humana ha avanzado demasiado. Hobbes asentó muchas categorías que la Ciencia Política aún utiliza, pero hay un cambio y es difícil una aplicación mecánica de estos conceptos. Basta con revisar el planeta. En este momento la pena de muerte ha sido abolida de derecho o de hecho, en dos tercios de países del mundo. Para todos los delitos y por ley, 102 países ya no tienen pena de muerte. Subsiste en Ley en sólo 32 países. Para delitos comunes, sólo seis países la tienen tipificada. Mientas solo 58, un tercio del planeta, retiene la pena de muerte. El demonio de Hobbes ha dejado de matar.
¿Cómo se convirtió en tendencia la abolición?
Ha habido coyunturas importantes. Las dos grandes guerras del siglo pasado han sido influencia en la tendencia abolicionista. Si bien la guerra no se puede equiparar a la pena de muerte, la contiene y en forma extrema. Por otra parte se ha tenido la experiencia mundial de las dictaduras, y la pena de muerte era parte intrínseca de estos absolutismos. Y bueno, es evidente que en los países donde se aplica la pena de muerte los índices de criminalidad no son menores al de los países donde no se aplica. La pena de muerte como disuasivo de la criminalidad es un mito. Pongámoslo en metáfora: si se calienta un artefacto como forma de impedir que la gente lo toque, basta con una temperatura media para que nadie se acerque. No hace falta calentarlo al máximo posible. Y a partir de cierto punto, y son experimentos hechos en laboratorios, los incrementales de temperatura no modifican el efecto disuasivo. Si está hirviendo y le pones más temperatura es lo mismo. No tiene efecto extra.
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En los países donde ya no hay pena de muerte, ¿Cómo han sido los procesos para eliminarla de sus Constituciones o marcos legales?
En algunos casos se puede hacer por ley. En Guatemala se podría abolir por ley. La Constitución prevé la posibilidad de abolirla de esta forma. En otros países se requieren reformas constitucionales. En otros va de la mano de los fallos judiciales. Hay que analizar que algunas Constituciones plantean la prevalencia de tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos sobre la propia Constitución. En Guatemala es así. El valor en Derechos Humanos es superior al de la ley interna. Y la Convención Americana de Derechos Humanos, de la cual Guatemala es parte, no permite muchas de las cosas que se están proponiendo en la actualidad. En Argentina, por ejemplo, un punto clave fue la dictadura de 1976 a 1983 que aplicó la pena de muerte de manera clandestina. Si bien estaba en los códigos legales, nunca se aplicó mediante un juicio. Había secuestros y asesinatos extrajudiciales para aplicar la pena de muerte. Pero dejó tal impacto en la sociedad que se llegó al acuerdo de abolir la pena de muerte también de los libros. Y sucesivos gobiernos fueron dando pasos en esa dirección. Es un proceso que toma tiempo.
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¿Cómo lo asimila la sociedad, cuando una mayoría está de acuerdo con la pena de muerte?
La consigna de “es lo que el pueblo quiere”, no parece algo real. Sobre todo cuando no hay medición científica u objetiva sobre lo que realmente se quiere. Los medios de comunicación son fundamentales para crear este clima en la sociedad. La única manera, en todo caso, es el referéndum. Pero hay cosas que no se pueden poner a votación. Hay principios mínimos de Derechos Humanos que están más allá de lo que pueda querer una sociedad, pues son principios generales del Derecho, que vienen de hace siglos, que se han ido consolidando a lo largo de las generaciones. Por tanto, no puede ser sometido a una opinión, digamos de un electorado, porque se trata de un momento determinado en el que están en juego vidas y derechos fundamentales. Además, hay una cuestión de racionalidad, de medios y fines. En una época la humanidad creía que las mujeres quedaban embarazadas, no por el acto sexual, sino por potencias místicas. Con el tema de la pena de muerte pasa algo parecido. Se le atribuyen facultades místicas que no están de ninguna manera comprobadas. También, en otro momento, se hacían sacrificios de animales o incluso de personas, en una sequía, para que lloviera. O bien, las primeras embarcaciones de los conquistadores españoles salían de puerto sin más protección que una misa previa. Son ejemplos analógicos de pensamientos mágicos, en el cual un sacrificio hace llover, una potencia mística produce el embarazo, y una misa da seguridad para la navegación. Y sabemos que no es así. ¿Por qué la pena de muerte va a ser un disuasivo de la violencia? La pena de muerte forma parte de las categorías del pensamiento mágico.
¿Por qué muchos países de Latinoamérica tienen cierta “nostalgia” por la pena de muerte que surgió de las dictaduras militares?
No se puede hacer apología a la pena de muerte y proyectar todo hacia otra época. La pena de muerte desde esa perspectiva no es otra cosa que una utopía reaccionaria.
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¿Cómo explica que existan remanentes legales que no permiten la abolición total de la pena de muerte en muchos países?
Las moratorias son parte de la tendencia abolicionista. Un logro. En Guatemala, desde el año 2000, no aplica la pena de muerte. Es una moratoria de hecho. Además la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha ordenado la conmutación de penas a partir de dos casos, Ramírez y Raxcacó Reyes contra el Estado de Guatemala. El Sistema de Justicia en Guatemala ha logrado atender las recomendaciones de la CIDH. De cualquier manera se trata del desarrollo normal de un país dentro de la tendencia abolicionista. Guatemala no flota en el vacío, es parte de una comunidad de naciones, es miembro de varios tratados, y ha asumido responsabilidades. Y tiene que cumplir con todo eso para tener una personalidad respetable ante el mundo. Pero las cosas llevan tiempo. Los procesos llevan tiempo. La tendencia es muy clara. En América, en el continente, hay tres países que todavía retienen la pena de muerte: Estados Unidos, Guatemala y Cuba. Pero Guatemala y Cuba no la aplican desde el inicio de este siglo. Y Estados Unidos está en un proceso de reducción muy claro. El esfuerzo de lograr una moratoria en Guatemala es importante. El Instituto de la Defensa Pública Penal tiene en gran parte el crédito. En la historia de Guatemala, la historia de la pena de muerte puede ser vista desde dos aspectos: la lucha política que se aplicó mucho entre los conflictos de facciones políticas; y otra que es una selectividad de las víctimas en función de la clase social y la etnicidad. El grueso de las víctimas de pena de muerte o son campesinos o artesanos pobres que provienen de pueblos indígenas de Guatemala. Los jueces tienen otra procedencia étnica. Ese es otro factor que obliga a ser especialmente prudente en este tema, sobre todo si no queremos que esto se vuelva una guerra social o racial so pretexto de la justicia.
En Guatemala, el Sistema de Justicia ha cumplido casi a cabalidad con las recomendaciones de la CIDH. ¿Es posible decir que jueces, fiscales y magistrados han cambiado de mentalidad y que sentencias de este tipo ya no serán solicitadas ni emitidas en fallos judiciales?
Es improbable que haya nuevas sentencias. En todo caso mientras Thelma Aldana sea la cabeza del Ministerio Público no se van a pedir penas de muerte. Ha habido pronunciamiento de los magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) y de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Se ha quitado incluso como castigo de ciertos delitos, como el asesinato. Esto es un avance. Y por si fuese poco, están además las conmutaciones de las penas desde 2008 que mantiene vacíos los corredores de la muerte. Los representantes del Derecho tienen otra mentalidad. De modo que lo que vemos en los otros poderes del Estado es un debate de tipo político sensacionalista, impulsado por personas que quieren promover su carrera política, como el caso de Zury Ríos. Es la vieja demagogia punitiva, sin efecto práctico alguno. Y sirve para, de alguna manera, disimular otros problemas detrás como la desigualdad social, el desempleo, la corrupción, la internalización de fuerzas militares en redes de ilegalidad. Todo eso se tapa con la gritería de la pena de muerte. En vez de asumir seriamente una reforma estructural del Estado se grita: ¡que los maten!, ¡que los maten!, sin ningún sentido.
¿Qué pasará con los Estados que no entren en la tendencia abolicionista y que aparte no respeten las recomendaciones de la CIDH?
Tienen responsabilidad dentro de las organizaciones de Estado ante los cuales han asumido compromisos. Y tiene consecuencias sobre la imagen que proyectan ante los otros Estados. A nivel planetario, en 2015, es interesante, hubo un incremento en la cantidad de ejecuciones de penas de muerte que el año anterior. Pero es una cifra que obedece a una disminución en todo el mundo y a un incremento en cuatro países: China, Pakistán, Irán y Arabia Saudita. Y yo pregunto: ¿ese es el modelo de democracia que quiere Guatemala? ¿Esa es la lista, el club al que quiere ingresar Guatemala? “China, Pakistán, Irán, Arabia Saudita y Guatemala”. Yo creo que no. Me parece que Guatemala quiere aspirar a algo mejor.
¿La cadena perpetua es una opción a la pena de muerte?
La cadena perpetua podría ser una opción a la pena de muerte, pero también es discutible. Ha sido catalogada de cruel y degradante. De hecho en muchos países donde rige la cadena perpetua su aplicación real no pasa de 25 o 30 años de cárcel, tiempo que se considera suficiente para que un individuo reflexione sobre su conducta, y se convierta en una persona distinta, y pueda reinsertarse a la sociedad de otra manera. El problema es la ausencia de políticas públicas sobre inserción. Es una gran deuda de nuestros países. No hay una infraestructura que asegure una condena en función de una reinserción adecuada.
¿Cómo ve la Comisión Contra la Pena de Muerte la discusión en Guatemala?
Nosotros tenemos cuatro formas de intervención. Una es promover la abolición legal en los países donde hay moratoria. Que es lo que vengo a hacer justo ahora. Segundo, se promueve la moratoria en los países donde se aplica la pena de muerte, como un paso previo a la abolición. Intervenimos en determinados casos. Hablamos con la sociedad, con la prensa, con Magistrados, con fuerzas de seguridad, con periodistas, con intelectuales. Es una tarea de difusión y persuasión. Damos una opinión. Creemos en la bondad de nuestros argumentos. Cuánto mejor sean nuestros argumentos en contra de quiénes están a favor de la pena de muerte que avanzan en sus proyectos de muerte, mucho mejor. El debate es éste y es planetario. En este momento la abolición para Guatemala tiene parte del camino avanzado. Por ejemplo, justo ahora hay un proyecto de ley, que tiene 35 firmas sobre 158 de los diputados del Congreso Nacional, lo cual indica que hay cierta tendencia hacia la abolición desde la noción política legislativa. Es posible que de momento eso no alcance para votar una ley, pero puede contribuir a que no se sancionen, por el contrario, las reformas oportunistas para ampliar a nuevos delitos la pena de muerte. También existe una reflexión profunda sobre lo que significaría sancionar la ley de veto o indulto presidencial, que es uno de los vacíos importantes para comprender la moratoria de hecho en Guatemala.
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