Nada de lo que ahora lamentamos habría sucedido si, desde el inicio de su gobierno, Morales hubiese nombrado profesionales conocedores de los temas en cada puesto. Sin embargo, siendo el clientelismo parte inherente del ADN político de los miembros y allegados de FCN-Nación, los puestos se dieron a amigos, compinches y financistas.
Es necesario alertar que, si bien la gestión pública requiere de profesionales con experiencia en los asuntos específicos a tratar, esta es una condición necesaria pero no suficiente. Los ministros y los secretarios no son superhéroes, aunque algunos, cuando los invitan a hacerse cargo de una cartera, imaginen que lo saben todo y que solitos podrán vencer al mundo. La gestión pública exitosa exige, antes que nada, que entre los distintos sectores exista coordinación y cooperación. La identidad ideológica y política entre presidente, ministros, viceministros y diputados del partido es indispensable. Si esto no se produce, el Gobierno, como es ahora el caso, se comporta como un grupo de cucarachas alborotadas: cada quien por su lado y sin mayor eficiencia.
Los efecenistas han demostrado ya hasta la saciedad que no tienen más fin que pasar el período y salir con cuentas bancarias voluminosas. Y eso la licenciada Rabanales tiene que tenerlo claro. Nadie en el Gobierno ha pensado hasta hoy en los niños y las niñas pobres del país. No hay ni la más mínima intención de trabajar por reducir las desigualdades, mucho menos de hacer efectiva la inclusión. Estas son palabras que no existen en el diccionario efecenista, y las 40 víctimas del 8 de marzo son un ejemplo doloroso de ello. Ni los ministros anodinos ni las superestrellas están trabajando para ello y, aunque lo intentaran, la máquina gubernamental camina por rumbos dispersos.
Otra candado enorme lo tendrá Rabanales con el clientelismo que permea toda la gestión pública de este grupo. Sus diputados en el Congreso buscan plazas para amigos y fantasmas y ya se tiene como ejemplo la agresión vulgar y violenta que sus principales exponentes hicieron contra el procurador de los derechos humanos. Respeto es otra palabra que no cabe en su lenguaje, por lo que no solo serán un candado, sino la puerta detrás de la cual podrán arder sin que la abran. Solo hay que ver de reojo la nota de elPeriódico sobre los monitores del supuesto hogar seguro para confirmar que allí lo que menos se intentaba era dar a los niños y a las niñas un espacio seguro y acogedor.
Pero sobre todo Rabanales deberá tener claro que el concepto y la visión de bienestar social de Morales y de su séquito no parte de poner a los niños y a las niñas en primer lugar, en particular a los pobres y desprotegidos. Todo lo contrario. Lo sucedido el 8 de marzo fue consecuencia de toda una serie de actos que confirman el desprecio que por la infancia no adinerada tiene el actual gobierno. Si con menos de un millar de niños se llegó a tal fatalidad, ni pensar en atender a la mayoría de los infantes en riesgo de manera responsable.
Las niñas murieron porque los policías que las custodiaban no abrieron la puerta, que estaba sellada con candado. Y esto lo sabía el señor presidente desde la noche anterior, tal y como se lo confirmó a Fernando del Rincón. Para él, tener a los niños bajo llave es seguridad. Según él, al producirse la fuga, que en la práctica fue expulsión, pues los muchachos no rompieron puertas ni saltaron bardas, estos salieron por el portón principal porque los monitores (simples y llanos gendarmes sin calificación profesional alguna) los expulsaron. «Se giraron todos los protocolos para hacer el reingreso» (a partir del lapso 25:40 de la entrevista), los cuales, según las víctimas sobrevivientes entrevistadas por Claudia Méndez, de Nómada, consistieron en golpearlas, ponerles una pistola en el pecho y decirles que no les importaba que fueran menores de edad.
Rabanales debe tener en cuenta que en este gobierno, del que ahora forma parte, ese es el protocolo que se debe seguir con los niños: amenazas, golpes y encierro.
Jimmy Morales afirmó además que ese encierro se dio para evitar enfrentamientos entre adolescentes, pues, según él, había menores en conflicto con la ley que eran agresivos, solo que se los separó por sexo, y no por supuesta peligrosidad, y todos juntos habían participado en la protesta y salido por el portón. Tenemos que dar por sentado entonces que para Morales y sus ministros la separación por sexos evita conflictos, pero resulta que las muertes no se dieron por esa causa, sino porque ese candado que el presidente supo que se había puesto no se quitó a tiempo.
Morales, su ministro de Gobernación y los jefes policiales entienden así el trato a los niños. Fueron sus policías los que tuvieron a los niños en castigo durante toda la noche, a la intemperie, sin tener para ello más autorización que la de los incapaces monitores. Fueron estos mismos policías y monitores los que impidieron que un juez competente ejecutara el habeas corpus. Morales y el ministro de Gobernación y jefe superior de los policías, Francisco Rivas, supieron de todo esto, pero ya estaban en pijama, en el calor de sus hogares (estos sí seguros), y a esas horas no había por qué molestarse. La Policía depende directamente de Rivas, por lo que no puede argumentar desconocimiento. Por acción u omisión es responsable de 40 muertes.
Que más de 100 niños estuvieran siendo vejados por policías mal formados no era su preocupación. Ellos los querían quietecitos, y esos métodos violentos, aunque ilegales, fueron los que sus policías practicaron. Rabanales debe de saber ya de eso y entender que así se comporta la canalla efecenista con la que ahora compartirá más que sesiones de gabinete. Esa ideología y esos conceptos serán el candado a sus buenas intenciones.
Pero la espiral de irresponsabilidades y delitos no se detuvo allí. Si los internos ya estaban adentro, tranquilos, ¿por qué encerrarlos y mantener la vigilancia policial si, como se colige de todas las informaciones, las protestas de los adolescentes por el maltrato, calificadas de bochinche, hacía horas habían finalizado? Los responsables del hogar no querían hacerse responsables presionando a sus autoridades para que les mejoraran las condiciones de trabajo. Sin embargo, en lugar de negociar con ellos, de convencerlos de cumplir con sus obligaciones contractuales, Morales y Rivas optaron por hacer del lugar un centro de detención infantil a todas luces ilegal.
Morales y su ministro de Gobernación querían dormir a pierna suelta, así que, como protocolo de seguridad, autorizaron los candados, los cuales los policías, siguiendo órdenes superiores, no se atrevieron a abrir a pesar del calor intenso que en el interior se produjo.
Cuarenta cadáveres son la consecuencia de ese acto irresponsable y a la vez autoritario de Jimmy Morales y Francisco Rivas. Ambos sabían del candado y, en consecuencia, de las instrucciones de no abrirlo hasta que el castigo se hubiese completado. Ponerlo para supuestamente evitar enfrentamientos era ya una temeridad. Ordenar o sugerir a sus subalternos no abrirlo fue la causa de tan lamentable desgracia. Ellos, como autoridad, tendrían que haber imaginado todos los riesgos de tan despiadada decisión. No considerarlo los hace responsables de lo sucedido.
Rabanales tiene, puesto desde ya el peor de los candados, la visión autoritaria y fascista que orienta el quehacer de este gobierno.
Es de esperar que los fiscales del Ministerio Público, eliminando cualquier espíritu de cuerpo que los vincule afectivamente con Rivas, actúen seria, serena y rápidamente. El ministro de Gobernación y los jefes policiales son responsables directos del comportamiento del destacamento que invadió, vejó y apresó hasta la muerte a este grupo de niñas y deben ser juzgados inmediatamente por ello.
Tal vez así a Rabanales se le destraben algunos candados.
Más de este autor