Según ONU/SIDA se estima que en Guatemala hay alrededor de 33,000 personas que viven con VIH, pero solo el 77% de ellas ha sido diagnosticada. Es decir, de cada diez infectados tres desconocen su condición, lo que provoca que se aumente la transmisión. Por ende, la organización registra que solo 21,000 personas reciben tratamiento.
Según información del Sistema de Información Gerencial de Salud, del Ministerio de Salud Publica y Asistencia Social, las mujeres siguen a los hombres en nú...
Según ONU/SIDA se estima que en Guatemala hay alrededor de 33,000 personas que viven con VIH, pero solo el 77% de ellas ha sido diagnosticada. Es decir, de cada diez infectados tres desconocen su condición, lo que provoca que se aumente la transmisión. Por ende, la organización registra que solo 21,000 personas reciben tratamiento.
Según información del Sistema de Información Gerencial de Salud, del Ministerio de Salud Publica y Asistencia Social, las mujeres siguen a los hombres en número de contagios y, de cada diez, cuatro están en condición de riesgo y una es de origen indígena. La mayoría de ellas no recibe acompañamiento nutricional por parte de las instituciones, apoyo alimenticio ni consejería.
Lusvina García, Nahomy Rodríguez, Marta y Leticia son 4 mujeres que la periodista Emma Gómez pudo conocer y retratar. Su publicación que reflexiona sobre las dificultades que las mujeres enfrentan para normalizar sus vidas - mediante la asunción de los antirretrovirales - luchando contra los prejuicios de la sociedad, la ignorancia sobre el tema, la irresponsabilidad de los hombres que las han contagiado, la falta de estructuras públicas que faciliten, la información disponible y el acompañamiento adecuado para las personas contagiadas… el machismo imperante en un país patriarcal donde todo resulta más difícil para una mujer.
Cada 4 meses, García y Rodríguez acuden a la Unidad de Atención Integral -UAI- de Coatepeque, Quetzaltenango, para abastecerse de antirretrovirales. La primera desde su casa en la finca El Pital, a media hora de camino; la segunda desde la vía férrea del barrio La Esperanza. Ambas agradecen de que uno de los tres centros de atención departamental esté justo en el municipio de pertenencia.
Marta y Leticia, nombres ficticios para resguardar su identidad, lo hacen acudiendo al UAI del Hospital Regional de Occidente, en Quetzaltenango. Sin embargo, Leticia, quien vive en Tajumulco, tarda cuatro horas para acudir al lugar, asumiendo un gasto notable para los escasos ingresos de una mujer analfabeta. Afortunadamente, su hija Yesenia no la pierde de vista un segundo y la acompaña en la comprensión de los documentos que, todas las veces, la madre tiene que firmar para recibir los antirretrovirales.