Siempre que hay fenómenos inesperados, o que pocos son capaces de vislumbrar, todos nos preguntamos con asombro qué fue lo que pasó, y la primera pregunta que surge es: ¿por qué no los vimos venir?, ¿en qué fallaron nuestros análisis? o ¿qué fue lo que no fuimos capaces de analizar?
El resultado de las elecciones es buen ejemplo de un fenómeno que, como éste, sorprendió a propios y ajenos, incluso a los mismos candidatos de Semilla. Resulta muy sencillo negar la evidencia o, a posteriori, decir que nosotros sí lo vimos venir, cuando no solo en las encuestas, sino en los análisis de la mayor parte de los periodistas e investigadores, esta opción ni se contemplaba. Este hecho en sociología electoral recibe el nombre de consenso demoscópico.
Los procesos sociales, los pueblos originarios y los movimientos sociales, por más que los criminalicen y crean que, aplicando unas leyes torcidas, pueden acabar enderezándolos tarde o temprano, por razones histórico-políticas terminan prevaleciendo y el capital social que se va formando, a lo largo de los años acaba dando sus frutos. Es una ley histórica que los personajes siniestros que nos han tocado como gobernantes deberían entender o, por los menos, atender. Lo decía ya Wilfredo Pareto, autor nada sospechoso de ser un pensador de izquierda y que, con Gaetano Mosca, fue el artífice del pensamiento nacionalsocialista, es decir, –para los iletrados de la elite de poder– del fascismo.
Para Pareto, los cementerios de la historia están llenos de tumbas donde reposan las elites políticas que se degeneran y no han logrado comprender que no se puede gobernar los países solamente con los «leones», ni bajo la corrupción, la represión y el miedo. También hacen falta zorros que les proporcionen sustento, legitimen y les permitan sobrevivir en momentos de crisis. La afirmación: la historia de la humanidad es un cementerio de aristocracias (desfasadas y anacrónicas, añadiría yo) no ha estado a la altura de su tiempo. Tal vez es una lección que no han aprendido los gobernantes centroamericanos de las últimas décadas, probablemente, por su falta de conocimientos y preparación, por su codicia desproporcionada y su escasa astucia, en términos de Pareto. Sobre todo, por su falta de honestidad y de sentido del bien común no han terminado de entender y, por eso se asustan y gritan: ¡fraude, fraude!, imitando a Trump y a Bolsonaro. Por sus cabezas lo que pasó en Guatemala el 25 de junio «NO LO VIERON VENIR» ni por asomo, ni como la peor de sus pesadillas. Por eso están tan desconcertados, asustados, cuando creían que todo lo tenían bajo control.
Vamos a tratar, ahora, de analizar el fenómeno desde una perspectiva sociológica y política, dejando de lado la óptica jurídica y constitucional, que es la que están tratando de argumentar todas las partes. En un país que tuerce la ley y la retuerce para utilizarla en beneficio de unos pocos y en contra de la mayoría, en algunas ocasiones, cuando se intenta cumplir la Constitución, como lo está haciendo en estos momentos el TSE y el CC, resulta que, hay que socavar las instituciones para hacerlas caer. El ejecutivo, cada vez más debilitado e incapaz de diseñar una estrategia adecuada a los resultados electorales, en vez de retirarse, aceptar y reconocer su derrota electoral –como debería hacer– se empeña en seguir manoseando la ley y atacando los principios constitucionales más esenciales. Y lo que es aún más sorprendente: intenta por todos los medios convertirse en el árbitro de los designios de un país que, con su voto, ha dicho ¡BASTA YA!
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Siempre me gusta empezar con una pregunta y tratar de responderla, dentro de un contexto histórico-político y sociológico determinado. La pregunta es sencilla, aunque difícil de responder, pero creo que con el apoyo de todos los lectores y de sus comentarios, podríamos intentar realizar una construcción colectiva de la situación que nos permitiría avanzar una respuesta más compleja sobre lo que pasó y está pasando; no solo para crear una ciudadanía crítica y reflexiva que nos permita entender el fenómeno de un triunfo popular, en contra de la política de las élites y de la corrupción tan evidente, sino para que nos ayude a votar, en la segunda vuelta, de la forma lo más coherente posible y nos permita hacer entender a otros compañeros y amigos, la gravedad y la importancia de ese momento.
Esa pregunta inicial es: ¿por qué no los vimos venir?, que enlaza con otras como ¿por qué a unos nos sorprendió, a otros nos agradó y llenó de ilusión, otros entraron en pánico y otros muchos ni siquiera se lo esperaban?
Breve contexto histórico-político de Guatemala
Guatemala posee una larga historia pendular de encuentros y desencuentros, de luchas y rebeliones que nunca han sido explicados como se debe, sino recurriendo a menudo a argumentaciones simples o dicotómicas que no aclaran la realidad de un proceso histórico y social, desde la Colonia hasta nuestros días. Sin duda, tiene su fundamento en causas estructurales como el acaparamiento de la tierra, el racismo y la violencia histórico-estructural y, en definitiva, en una estructura social rígida y endogámica como pocas, con una oligarquía que se considera, aún hoy, descendiente de los españoles/criollos, y que gobierna el país desde hace más de 500 años.
La historia de Guatemala se parece cada vez menos a esa historia oficial que relata que los españoles llegaron para colonizarnos, trajeron esa fe salvadora –el cristianismo– y el desarrollo para un pueblo de «salvajes e idólatras». Cada vez son más los estudios que visibilizan la lucha y la resistencia de los pueblos k’iche’ frente a la conquista, o de los kaqchikeles frente a la colonización, y no digamos de los q’eqkchi’, que se negaron a ser conquistados y pacificados. Cada vez son más los estudios de las sublevaciones y las rebeliones, durante la época borbónica: el levantamiento de Atanasio Tzul y Lucas Aguilar o las rebeliones de Patzún y Patzicía. Poco se habla de la movilización de los intelectuales de la Generación del 20 y de los pueblos, en general, para derrocar al autócrata Estrada Cabrera y, posteriormente, la insurrección contra la dictadura de Jorge Ubico.
Con ello, lo que quiero señalar es que la historia idílica que nos han contado en las aulas ha invisibilizado a las mujeres y a los pueblos indígenas, y el papel desempeñado por sus intelectuales. No tiene ningún sentido y solo forma parte de una percepción falseada de la realidad de muchos actores sociales, comunidades y pueblos que nunca fueron tomados en consideración, nunca fueron visibilizadas sus demandas y sus luchas. Por eso, NUNCA NOS VIERON VENIR.
Esa invisibilización y negación del «otro» –o de los otros– forma parte de la percepción falsa, racista y excluyente que siempre ha tenido la clase dominante y que, en momentos de crisis orgánica de dominación, ha ejercido la fuerza, la represión, la persecución política y el asesinato como formas de mantener el control, en lugar de acudir al diálogo y a la negociación.
Parto de estas premisas para poner de manifiesto lo que no se ve, lo que no se quiere observar y se encubre; lo que es molesto o no concuerda con tu verdad o tus intereses particulares; la negación de su existencia o su presencia mediante la práctica de la exclusión, el sojuzgamiento o la dominación; y, cuando no lo puede contener u ocultar, se acude a la represión selectiva, masiva o al genocidio.
En esta oscilación del péndulo, los «otros» carecen de historia y de memoria y, como no los vemos, no existen, son imperceptibles, no ocupan un lugar en la historia patria.
Solo quiero detenerme en un hecho importante del pasado –por lo que está pasando en estos momentos en el país– que es bueno recordar a los/las lectoras para aprender y no volver a cometer los mismos errores en el presente, para no equivocarnos de nuevo de cara al futuro.
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Creo que en Guatemala existe una sensación de hartazgo y cansancio de los autócratas. No es una sensación nueva. Ha habido coyunturas muy claras a lo largo de la historia y creo que hay momentos clave en los que ese discurso simple y dicotómico prende como una chispa e inspira buena parte de la ideología conservadora y anticomunista, como muy bien indica un escritor liberal como Mario Vargas Llosa, nada sospechoso de ser de izquierda, en su libro Tiempos Recios. Esas coyunturas están llenas de falsedades, fake news o bulos y manipulaciones que lo único que pretenden es volver a engañar a los pueblos, a los ciudadanos/as, para sumirlos en un largo letargo de oscuridad, pobreza y desesperación. Así, cuando esas coyunturas se imponen, o logran la hegemonía político-cultural en los medios o con la represión terminan ocultando la realidad y encubriéndola durante un largo tiempo.
Analicemos lo que pasó durante el mandato de Juan José Arévalo y de Jacobo Árbenz en relación con la UFCO. A juicio del autor de la novela histórica, Vargas Llosa, fue un publicista llamado Edward L. Bernays, en cuyo libro, Propaganda, describió una frase profética: «La consciente e inteligente manipulación de la información es un elemento importante de la sociedad democrática… quienes manipulan ese mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder de nuestro país: la propaganda». De este modo, Bernays fue el creador de una ideología simple y dicotómica en Guatemala «para derrocar al supuesto gobierno comunista guatemalteco y reemplazarlo por uno más dócil a sus intereses… Los de la United Fruit Co».
En varias cartas citadas por Vargas Llosa, Bernays afirma: «…en Guatemala muy poca gente sabe qué es el comunismo y qué es el marxismo… He hablado con el presidente Arévalo en persona y con sus colaboradores más cercanos y él es tan anticomunista como ustedes o como yo mismo». Más adelante Bernays concluye: «El problema de Arévalo es su amor desmedido por la democracia», y añade: «…Arévalo quisiera hacer de Guatemala una democracia como la de Estados Unidos, país que admira y tiene como modelo y se pregunta así mismo, ¿cómo podría Arévalo construir una democracia moderna con un setenta por ciento de indios y una minoría blanca conformada por ‘latifundistas racistas y explotadores que desprecian a los indios y los tratan como esclavos’». Y finaliza con una opinión: «Esas ideas, no nos engañemos, serían muy perjudiciales para nosotros».[i]
Creo que estas cartas, revisadas por un escritor neoliberal como Vargas Llosa y nada sospechoso de comulgar con el comunismo y socialismo, prueban sustancialmente el discurso simple y dicotómico que se había instalado en Guatemala, desde principios del siglo XX, y ha calado como la narrativa única que sigue vigente hasta nuestros días. Sin duda, es fruto de una larga historia de prejuicios y estereotipos, de ideologías y manipulaciones –la ideología racista y anticomunista– que son las que han dominado desde entonces hasta hoy.
Como bien dice Vargas Llosa, esa campaña de desinformación es la primera campaña de fake news que se instaló en Guatemala, y dominó todo el panorama latinoamericano, dividió a los gobiernos y a su población, polarizándola mediante dicotomías: izquierda/derecha, comunismo/anticomunismo, etc., que siguen persistiendo hasta la fecha. En estos momentos resulta difícil continuar operando con esos esquemas tan simplistas, obsoletos y de ideología trasnochada, que ya no funcionan en ninguna sociedad, más que en el imaginario de la elite de poder de Guatemala, como un mecanismo de miedo, sojuzgamiento y amedrentamiento.
Para terminar de citar a Vargas Llosa, el autor considera que Jacobo Árbenz fue el primer liberal de América Latina. Si además se recuperan los discursos de Juan José Arévalo, en el libro, Discursos desde una Guatemala inconclusa[ii], resulta evidente en todo su pensamiento su afán constitucional, su apuesta por la democracia y su desprecio por los fascismos y las tiranías. Juan José Arévalo abogaba por un proyecto de socialismo espiritualista que, para conocimiento del público en general, y de ciertas élites iletradas en particular, es un pensamiento que procede de la teosofía y del espiritualismo y es contrario al marxismo o al socialismo real. Evidentemente ese tipo de matices y claroscuros los desconoce la ideología dominante.
Este es solo un ejemplo con el que queríamos ilustrar cómo se crean los bulos o fake news, cómo se alimentan, cómo terminan imponiéndose como verdades inamovibles o cómo se propagan las famosas posverdades.
[i] Mario Vargas Llosa, Tiempos Recios, 2015, p.23
[ii] Juan José Arévalo, Discursos de una Guatemala inconclusa, Guatemala, Catafixia,1945
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