Amos a ver. Lo que quiero decir con el anterior refrán es que aquello que pudo salir mal salió peor. Eso es precisamente lo que la experiencia con relación a la pandemia del covid-19 nos ha enseñado.
En términos específicos, concretos y puntuales, existen países que dejan de invertir en el diseño de políticas públicas viables y funcionales porque asumen que se puede funcionar con algún grado de anomia estatal. El grado de perversión, lo perverso del sistema, aparece cuando la evidencia obliga a la aceptación de que las carencias y las deficiencias gestadas dentro del sector público existen para generar precisamente ganancias en lo privado. Al mismo tiempo, la dinámica del sector público corroe la noción de gratuidad en razón de hacer de lo público precisamente un botín.
El diseño de una sociedad que pueda considerarse con viabilidad pasa por aceptar que los bienes públicos (concretamente la sanidad y la educación) no pueden pertenecer al ámbito privado. Deben empoderarse, y para ello es fundamental, en todo sentido, que los fondos necesarios sean canalizados en los montos estipulados por los expertos. Otra vez la lógica perversa de asignar poco para luego hacer colapsar las instituciones y ofrecer —convenientemente— opciones privadas. Por eso es que, a diferencia de otros contextos, países como Guatemala asumen que es perfectamente normal apañarse siempre por vía de la opción privada. Y por eso es también que, precisamente —y en escenarios como el actual—, solo una ciudadanía madura, que busca información de calidad y con vocación republicana para realizar los sacrificios necesarios es capaz de superar la adversidad. «La eficiencia de los actores de mercados supera las limitaciones de lo público». El problema es que la anterior expresión no tiene sentido en esta coyuntura.
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El presidente Giammattei, en un discurso con bastante tono presidencial, decide una suerte de medidas puntuales y concretas sin sucumbir a la tentación de un estado de sitio. En medio de una situación que no es común, se preserva el mayor grado posible de normalidad institucional en materia de garantías. En una situación en la que un presidente rodeado de exmilitares de vieja guardia podría optar por medidas bastante más draconianas, las decisiones evitan limitar completamente las garantías, y eso es de aplaudirse totalmente.
Pero ¿cómo le hacemos ahora, cuando las redes de seguridad ante la crisis están mal cuidadas? Un sistema de salud sin insumos, con médicos y enfermeras que en algunos casos llevan meses sin cobrar. Un sistema de salud que tiene un déficit aterrador en la relación camas-personas. Las cifras hablan por sí solas, están a la luz, pero ¿cuántos millones fueron canalizados al sector defensa en lugar de al sistema de salud durante la administración anterior? Debe agregarse a esto un cuerpo de policía que durante la administración fue deshecha. Su meritocracia, sus capacidades y su ruta de reforma fueron destruidas por la gestión del exministro Degenhart. Ahora ese cuerpo de policía que ha sido maltratado, con salarios tan bajos —nunca recibe lo que debe, en detrimento de asignaciones a otros rubros—, es responsable de proteger a la ciudadanía en momentos de crisis, de histeria colectiva, de irracionalidad y de todos los delitos conexos que surgen en contextos de pánico. Y al momento lo ha logrado muy bien bajo la gestión del director general Erwin Mayén.
A ver si como sociedad vamos teniendo clara la necesidad de dejarnos de estupideces. ¿Entendemos la razón de repetir que la contribución política más importante es pagar impuestos? ¿La razón de combatir la evasión y el fraude fiscal? ¿La importancia de profundizar en la agenda de transparencia en el uso de los recursos estatales? ¿De dejar claro que, sin sanidad pública (con gratuidad) y sin fuerzas de seguridad civiles empoderadas, ninguna sociedad tiene viabilidad? Esta crisis nos lo muestra, nos lo recuerda.
Venga un reconocimiento a todos los servidores públicos, en concreto a médicos y policías que en medio de tantas putas carencias están allí, al pie del cañón, al borde de la tragedia. Incluso con el costo de sus vidas mismas. Policías y miembros de la sanidad pública: de parte de todos los ciudadanos que puntualmente pagamos los impuestos, gracias a ustedes.
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