Mi contribución al debate será mostrar que el argumento general de Banús continúa siendo erróneo pues se apoya en evidencia y teorías demográficas que son, a su vez, incorrectas. En pocas palabras, Banús cree que los indígenas son mayormente responsables de su situación actual, puesto que la pobreza que sufren es resultado directo de sus acciones. Estas acciones están determinadas por actitudes y creencias que son producto de la naturaleza "derrotada" de estos pueblos. Esta idea se centra en la creencia de que las poblaciones indígenas contemporáneas son el resultado de cierto proceso degenerativo que inició con la conquista y continúa a la fecha. El principal problema, según Banús, es que el comportamiento demográfico de la población indígena inhibe su desarrollo económico. Puesto de otra forma, los altos índices de fertilidad de la población indígenas son la causa de su pobreza.
Este argumento falla de entrada, pues no existe evidencia de que la disminución en tasas de fertilidad sea una condición necesaria y suficiente para el crecimiento económico. De hecho la correlación entre tasas de fertilidad y desarrollo económico no implica que una cause la otra. Y, aunque este fuera el caso, los datos con que Banús sustenta su argumento también son erróneos. Según él, existen diferencias innatas entre el comportamiento reproductivo de la población indígena y el de otros "pueblos responsables e inteligentes". Asumiendo que con esto se refiere a la población ladina de Guatemala, deberían existir diferencias abismales entre los indicadores demográficos de ambos grupos.
Dos ejemplos extraídos de la Encuesta Nacional de Salud Maternoinfantil muestran que esto no es así. Banús menciona que el problema básico de la población indígena es que las mujeres conciben el primer hijo a la edad de 14 o 15 años. Sin embargo, la edad mediana al primer nacimiento para la población indígena es 19.4 años y 20.7 años para la población ladina. Más adelante, Banús afirma que la población indígena tiene, en promedio, de 10 a 12 hijos. De hecho, la tasa global de fecundidad en el 2002 era de 6.1 para la población indígena y 3.2 para la ladina. Esto quiere decir que si una mujer indígena viviera hasta el final de su vida reproductiva experimentando determinadas tasas específicas de fecundidad y sin estar expuesta a riesgos de mortalidad, tendría, en promedio, 6.1 hijos. Una mujer ladina tendría 3.7. Otro indicador—el promedio ideal de hijos que las mujeres quieren tener—ayuda a comprender esta diferencia entre ambos grupos. En el 2002, las mujeres indígenas deseaban tener, en promedio, 4 hijos. Las mujeres ladinas deseaban 3.2 hijos. Esta cifra es considerablemente menor que los 12 hijos que, según Banús las mujeres indígenas desean por ser esta su "naturaleza". Más aún, un 17.4% de las mujeres indígenas tienen más hijos que su número ideal. Esto está asociado a una cultura machista, pero también al acceso desigual a educación formal, educación sexual y a métodos anticonceptivos, entre otros. En comparación, un 13.8% de las mujeres ladinas enfrentan la misma realidad.
Estas consideraciones bastan para mostrar que los argumentos presentados por el señor Banús no concuerdan con la evidencia estadística ni con las teorías demográficas vigentes. A pesar de lo expresado por él mismo en su reciente “aclaración”, el único fundamento que puede encontrarse en la columna del señor Banús proviene de una ideología racista que no fue desconocida por los estrategas del Khmer Rouge en Camboya o la Interahamwe en Ruanda y que, como otros han notado ya, tampoco es ajena a nuestra élite política.
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