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Siete cucharas y medio centenar de muertos bajo la mesa

Toda la tierra cultivable del distrito de Purulhá, Baja Verapaz, pertenece  a fincas privadas.
A pesar de la pocas vías de comunicación, la campaña partidista ha llegado fácilmente al caserío Monte Alegre.
Ermelindo Maquinta lleva tres años recorriendo las aldeas de Purulhá, desempeñando sus funciones como enfermero auxiliar experto en nutrición.
La demora de la familia de la difunta María Magdalena Tiul Ac.
Siete cucharas, una canasta y una olla cuelgan en la pared. Son los únicos “adornos” de la casa.
Elvira Ac Má es la mamá de la difunta María Magdalena. Rodeada por niños de la comunidad, María mece el costal en que reposa su bebé recién nacido.
Los huevos al suelo no serán cocinados. Los pollitos que nacerán deberían incrementar la economía doméstica.
El recién nacido aún no tiene nombre: su presencia remplaza el vacío dejado por la muerte de la hermana.
En el municipio de Purulhá, una hoja pegada en la pared del salón municipal avisa de la jornada médica que tendrá lugar en el pueblo.
En la bodega del área de salud de Salamá, cajas de medicinales están almacenadas junto con llantas de  motocicletas, mesas, archivadores y viejas computadoras.
Frascos de medicamentos destinados al área de Purulhá esperan ser enviados a su destino
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Siete cucharas y medio centenar de muertos bajo la mesa

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Según el Gobierno, las cifras son positivas: 116 niños menores de cinco años murieron por desnutrición aguda en 2013; un 20 % menos que en 2012 y la mitad que en 2011. El Ejecutivo no escatima en publicitar sus supuestos avances, pero no informa que instauró un nuevo protocolo de medición. Al comparar los datos con los de otras instituciones, el panorama no es tan optimista. Un informe del Ministerio de Salud indica que fallecieron al menos 51 niños más y en base a las actas de defunción ofrecidas por RENAP, el número se incrementaría hasta 404 niños muertos de hambre.

La niña que salió del registro

La casa de la familia Tiul Ac es una casa oscura. La luz de una mañana nebulosa, que sigue a una noche de fuerte lluvia, se cuela entre las finas varas de bambú que conforman las paredes, y deja ver siete cucharas de metal insertas en un alambre ceñido a los palos. La forma en que están dispuestas las cucharas, su material, las hacen parecer un elemento de decoración, una reliquia, quizá son el bien más perdurable dentro esta vivienda mínima, desperdigada en el caserío Monte Alegre, a tres o cuatro cerros y un par de valles de Purulhá, siguiendo el cauce del río Panimá.

En este caserío de Baja Verapaz, ubicado a 20 kilómetros de Purulhá, vivió María Magdalena Tiul Ac durante un año, un mes y cinco días. El 1 de enero de 2014, unas pocas horas después del amanecer, su diminuto cuerpo colapsó. Según su acta de defunción, falleció a causa de desnutrición aguda y bronconeumonía. El deceso de esta niña, sin embargo, no figura en las cifras de muertes por desnutrición infantil proporcionadas por el Ministerio de Salud de 2014. Los técnicos, que desde junio del año pasado se reúnen cada jueves y viernes en dos mesas técnicas para dilucidar qué muertes se ajustan a los parámetros del nuevo protocolo de mortalidad por desnutrición infantil, la excluyeron de su registro. 

¿De qué murió, entonces, María Magdalena? Al entrevistar a su madre no es posible obtener certezas. La única, si acaso, es que ella también sufrió de desnutrición en su infancia. Elvira Ac Má está de pie en una de las tres habitaciones de su vivienda, cada una con un minúsculo catre, donde por las noches deben apiñarse los siete miembros de la familia —dos adultos y cinco hijos, de 16, 11, 7, 4 años y un recién nacido—. Además de las cucharas, decoran las paredes una olla oxidada y un escurridor roto que en algún momento fue de color amarillo, unos cuantos vasos y platos de plástico en un estante, dos cinturones colgados de dos clavos, un bote de gelatina azul para el cabello, y decenas de prendas de vestir rotas y descoloridas. No hay armarios ni cajones ni mesas ni sillas. Lo que se ve es lo que hay.

Tampoco es posible encontrar huellas de alimentos, a excepción de una botella pequeña de aceite de palma y ocho huevos que reposan en unas hojas de plátano en el suelo.

¿Dónde guardan la comida? “No hay comida”, responde esta pequeña mujer en q’eqchi’, y la traduce al español Ermelindo Maquín, enfermero auxiliar del Ministerio de Salud que nos acompaña en la visita. ¿Tienen reservas de maíz? “Tampoco”. Elvira explica que su esposo trabaja en la finca Monte Verde, en la que está asentado el caserío, “chapeando maíz”. Unos días recibe Q15, otros Q20 —apenas los dos dólares diarios en los que se considera que una sola persona vive en pobreza— y algunos meses el finquero les presta un pedacito para sembrar, su esposa desconoce su extensión. 

—Y ¿qué comen? 

—Frijoles, maíz. Unos días macuy –su voz cada vez se vuelve más débil–, otros días sopitas… carne…

—¿Qué comieron hoy?

—Para desayunar, huevos.

—¿Para el almuerzo?

—Todavía no tengo nada, pero iré a comprar arroz.

Elvira está descalza, sus pies callosos tienen un tono negruzco. El cabello negro, recogido en una cola, lleva días sin peinarse; sus pechos ya están caídos y su mandíbula sobresale angulosa. Al preguntarle por su edad muestra su documento personal de identificación (DPI). Elvira Ac Má nació en marzo de 1981. Hace cuatro meses cumplió los 33. A esta edad ya ha tenido seis hijos, y una ya falleció. De desnutrición, según registra la misma institución que extiende el DPI. Elvira cuenta la muerte de su hija con un tono de queja, que se modula con la suavidad de la resignación —habla mientras mece a un nuevo bebé, de dos semanas, todavía sin nombre, envuelto en un poncho y recostado en un costal que pende en dos cuerdas del techo—. A inicios de noviembre de 2013, María Magdalena enfermó y su marido la llevó al hospital de Purulhá. Allí no pudieron curarla y la trasladaron al hospital general de Cobán. Tras dos semanas interna, le dieron el alta. 

Elvira continúa relatando —mientras da suaves toques al costal en que el recién nacido se balancea en sueños— que la niña seguía enferma cuando regresó a casa. Añade que su hijo de cuatro años, Julio, también estuvo ingresado por desnutrición en 2009, pero se curó. Insiste varias veces en que a su hija la sacaron del hospital porque no querían verle “más la cara”. Los médicos hablaban en español y los padres de la niña, en q’eqchi’. Quizás los médicos creyeron que los padres de la niña entendieron sus instrucciones y quizás Elvira y Carlos creyeron haberlas entendido. Los médicos afirman haber dicho que debía regresar después de ocho días para una revisión. Los padres entendieron que con las medicinas recetadas se curaría.

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Según el parte médico, María Magdalena Tiul Ac ingresó al hospital regional el 6 de noviembre con diarrea y vómitos. Tenía desnutrición aguda moderada, síndrome diarreico agudo y deshidratación hidroelectrolítica grado III. Después de realizar varios cultivos dio positivo para la enterobacteria E. histyolictica y se comprobó que tenía anemia leve e hipotermia (tenía 35 grados centígrados de temperatura). Fue catalogada como desnutrida aguda moderada y, siguiendo el plan de urgencia, le proporcionaron antibióticos para la bacteria; y ácido fólico, zinc y sulfato de magnesio para la desnutrición.

Una semana y dos días después, el 14 de noviembre, la niña salió del hospital. La última nota del médico —firmada por el doctor Luis Chavac García— indica que dio negativo para la bacteria, ya no tenía fiebre, estaba hidratada y con la anemia corregida. Pero continuaba con desnutrición aguda moderada. Se le recetó amoxicilina para cuatro días más y un expectorante, y entregaron a sus padres una tarjeta donde indicaba que debía regresar al hospital en ocho días. Paola Andrea Morales, nutricionista del hospital, explicó que cuando un niño tiene desnutrición aguda moderada el hospital le da de alta, pero debe recibir atención ambulatoria. Pero, en aquel momento, los técnicos de Cafesano (Caficultores Asociados del Norte), la ONG que prestaba el servicio de extensión de salud en la aldea, se encontraban en huelga para presionar al Ministerio de Salud a que les pagara los tres meses que llevaba de retraso y nadie volvió a evaluar a la niña.

Al volver a Monte Alegre, Carlos Tiul vendió la reserva de maíz y, según Elvira, compró la medicina para la bebé. Pero, como sucede a veces —la medicina no es una ciencia exacta y el cuerpo de María Magdalena estaba en el límite de la normalidad—, los medicamentos no dieron el resultado adecuado. Entonces empezó a toser. Pero Carlos y Elvira ya no tenían los Q35 necesarios para volver a trasladarla a Purulhá.

En las dos semanas siguientes, María Magdalena poco a poco dejó de aceptar cualquier tipo de alimento. Primero, lo que Elvira asegura que le dio: agua de frijol y sopitas; y en los días siguientes comenzó a rechazar también la leche materna. El color de su rostro fue adquiriendo un tono malva, hasta que unos días más tarde falleció. Elvira, ya embarazada de cuatro meses, la llevó junto al resto de su familia al cementerio de la comunidad y la enterró bajo un montículo de tierra, sin una lápida que diga que una niña llamada María Magdalena Tiul Ac, que nació el 26 de noviembre de 2012 y murió el 1 de enero de 2014, está enterrada allí.

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“El retraso en el crecimiento y otras formas de desnutrición socavan las posibilidades de supervivencia de los niños, al tiempo que dificultan la salud y el crecimiento óptimos. El retraso en el crecimiento se vincula con el desarrollo inadecuado del cerebro, que suele acarrear consecuencias perniciosas y perdurables para la capacidad cognitiva, el rendimiento escolar y la remuneración futura. Esto, a su vez, afecta a la capacidad de desarrollo de los países”, afirma el último informe de UNICEF sobre nutrición, publicado en 2013.

Según las cifras recogidas por el organismo de Naciones Unidas encargado de velar por la infancia, uno de cada cuatro niños en el mundo padece retraso en el crecimiento. En Guatemala, es uno de cada dos. Un 49 % de menores de cinco años en Guatemala, según reportes oficiales, padece de desnutrición crónica. Es decir, la mitad de niños guatemaltecos no tiene el peso ni la talla apropiada para su edad debido a la falta de ingesta alimentos necesarios para su crecimiento.  

Según cifras del Ministerio de Salud, además, 18,354 sufrieron de desnutrición aguda en 2013, la forma más extrema de desnutrición. La que mata.

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¿De qué murió María Magdalena?

Cuando un niño está desnutrido, su cuerpo no cuenta con las suficientes defensas para hacer frente a una enfermedad, por venial que ésta sea. Edgar González Barreno, director de la Unidad de Planificación Estratégica del Ministerio de Salud durante el gobierno de Álvaro Colom, explica que la desnutrición predispone a padecer otras enfermedades: “Hace que sus defensas sean bajas y las infecciones más severas. A muchos niños les da neumonía y diarrea, pero se recuperan porque el sistema inmunológico actúa. Pero si están desnutridos, el sistema inmunológico no funciona y los antibióticos tampoco”, afirma González, quien ahora trabaja en el Instituto de Salud Incluyente de San Juan Sacatepéquez.

Cuando la mesa local de técnicos del hospital de Purulhá se reunió para evaluar si la muerte de esta niña correspondía a desnutrición aguda, tal como estaba establecido en su acta de defunción, dedujo que, efectivamente, ésta había sido la causa. “A la conclusión que llegamos con la pediatra fue que, aunque no había registros de peso y talla en los dos últimos meses, la niña salió del hospital en el límite de su peso y la madre dijo que había tenido fiebre, tos y no había querido comer. Nosotros dedujimos que la muerte se debió a desnutrición aguda”, explicó la médico Berta Aída Ramos, coordinadora del hospital de Purulhá, y parte de la mesa.

Pero esta primera conclusión, basada en la investigación efectuada en la casa de la menor fallecida, fue modificada cuando el caso llegó a las mesas de evaluación técnica de la capital. “Me llamó la nutricionista y me dijo: 'doctora, descartaron ese caso'”. Ramos añadió que solicitó el informe oficial para averiguar cuál había sido el motivo de descartar esta muerte pero, al momento de la publicación de este reportaje, aún no lo había recibido.

Acta de defunción de María Magdalena Tiul Ac

Las muertes que no se cuentan

El Partido Patriota (PP) llegó al Gobierno ya montado en la lucha de los programas sociales y convirtió el Pacto Hambre Cero en uno de sus principales caballitos de batalla. Es su cara bondadosa. Un programa tecnificado para el monitoreo y combate del hambre y la desnutrición en el país, que ponía nombre, La ventana de los mil días, y ofrecía seguimiento a los lineamientos en salud ya establecidos por gobiernos anteriores. 

“Hemos logrado tener, hasta el momento, el reporte de 255 municipios en donde hay cero muertes por la desnutrición aguda. Primero, hay estadísticas ya fiables, hay datos, no hay subrregistros como nosotros encontramos. Después, hay seguimientos, han sido atendidos para llevarles mejores condiciones para su salud y entorno”. Como si fuera el presentador de un programa de sobremesa, Otto Pérez Molina, el Presidente de la República, se sentaba a las puertas del Ministerio de Salud en la emisión del programa “De frente con el Presidente”, el 3 de diciembre de 2013, que trató sobre las acciones del Gobierno para combatir el hambre. Lo acompañaban el ministro de Salud, Jorge Villavicencio, y el secretario de Seguridad Alimentaria y Nutricional, Luis Enrique Monterroso.

Monterroso informaba que Guatemala había recibido tres reconocimientos internacionales por su voluntad en el combate contra la desnutrición y reportaba que en 2013 habían fallecido 116 niños por desnutrición aguda. Una cifra que supone un 20% menos que en 2012, cuando fallecieron, según sus cifras 146 niños y un 51,8% menos de las muertes de 2011, durante el gobierno de Álvaro Colom, cuando fallecieron 241 niños por causas debidas a la falta de nutrientes en el organismo. 

En otra entrevista otorgada a un noticiero de televisión, ya comenzado 2014, recogida en una nota de la Agencia de Noticias Guatemalteca, la agencia gubernamental, Otto Pérez Molina afirmó que su meta antes de entregar el poder en enero de 2016 era dejar al país sin muertes de niños por desnutrición. "La meta que tenemos para el 2014 es reducir en un 50 % las 116 muertes de niños que se registraron en el 2013, y en el 2015 disminuir el resto para que en Guatemala ya no muera un solo niño por hambre, es un gran reto pero lo vamos a enfrentar", decía Pérez Molina.

Pero las cifras que maneja el Ejecutivo son confusas, cuando no falsas.

Los datos de RENAP triplican las cifras oficiales

Cuando alguien muere, se completa un acta y un certificado de defunción. En el certificado, la persona encargada de llenarlo, habitualmente un médico —aunque cuando la muerte ocurre en una comunidad alejada, también lo hacen alcaldes auxiliares, comadronas o policías— debe registrar todos los datos de la persona fallecida e indicar las causas de la defunción.

En el acta hay que especificar una causa directa —el motivo final de su muerte, por ejemplo, un paro cardiaco—, una causa básica, es decir, la enfermedad que padecía la persona y que hizo que se llegara al punto de la muerte, y una causa asociada: otra razón que pudo causar este fallecimiento. Además, a discreción de quien lo rellena, se puede incluir más causas de muerte. El Registro Nacional de las Personas (RENAP) recoge en sus estadísticas cuatro causas de muerte.

Para comprobar si efectivamente las muertes por desnutrición que da el Gobierno concuerdan con la información recogida en las actas de defunción, Plaza Pública solicitó al RENAP la base de datos que recoge la información de todas las actas de defunción —clasificadas por municipio y departamento de residencia, edad de nacimiento y defunción, y cuatro causas de muerte— desde 2008 a la semana 20 de 2014 (abril). Se solicitó esta misma información al Ministerio de Salud, que sólo ofreció datos con una causa de muerte codificada, en principio la causa básica, según los propios parámetros del Ministerio de Salud.

En ambas bases se buscaron todas las muertes de niños de 0 a 5 años que contuvieran las palabras “desnutrición”, DPC (desnutrición proteico calórica), kwashiorkor o marasmo (los estados más críticos de desnutrición aguda, que se evidencian con el estómago abombado en el primer caso y la piel pegada a los huesos en el segundo).

Las cifras del RENAP multiplican por tres, cuatro y hasta cinco —dependiendo del año o del municipio— las cifras oficiales de muertos por desnutrición aguda infantil recogidas en el Ministerio de Salud. Esta discrepancia se aplica tanto en este gobierno como en el anterior y está parcialmente justificada por razones técnicas. 

En 2008, en base a la información del RENAP, fallecieron 343 niños debido a desnutrición aguda, mientras que según el Ministerio de Salud fallecieron 196. En 2009, cuando tuvo lugar la crisis por la sequía en oriente, fueron halladas 645 muertes en el registro, mientras que Salud reporta 163. Esta diferencia en los datos continúa durante los dos últimos años del gobierno de Álvaro Colom, pero también sigue en los primeros dos años de este Gobierno. En 2013, las muertes debidas a desnutrición aguda son 404, según RENAP, mientras que en los datos de Salud fueron halladas 121 muertes por desnutrición, kashirokor o marasmo; una diferencia de 283 casos en los que no se ha registrado que aún si la causa directa de su muerte no fue la desnutrición, ese niño sí la padecía cuando murió.

Además, se solicitó al Ministerio de Salud y a la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN), encargada también del monitoreo de estos casos, las cifras de muertes de niños menores de cinco años que tuvieran como causa la desnutrición aguda. Los datos, nuevamente, son discordantes de los hallados en las dos peticiones anteriores.

Cómo se esconden 288 niños muertos por desnutrición

En junio de 2013, el Gobierno inició un nuevo sistema para evaluar las muertes por desnutrición en menores de cinco años, a través de un protocolo y el establecimiento de la Comisión Presidencial Institucional Técnica de Análisis de la Morbilidad y Mortalidad por Desnutrición en menores de cinco años de edad, oficializada el pasado 15 de junio.

El protocolo establece una ruta para identificar todos los casos de desnutrición aguda, a través del monitoreo de personal del Ministerio de Salud y de las organizaciones que prestan los servicios de extensión de cobertura en las comunidades.

En el caso de Purulhá, la persona encargada del Ministerio de Salud para el seguimiento de casos de desnutrición es Ermelindo Maquín, quien obtuvo una beca para estudiar el curso de enfermero auxiliar y está entusiasmado con su trabajo: recorrer en motocicleta las aldeas de Purulhá con el equipo para medir y pesar a los niños, hacer encuestas en cada casa para ir completando las dos bases de datos del Ministerio de Salud (SIGSA 2 y Epifichas) y ofrecer asesoría a las familias en alimentación e higiene. Maquín explica que al inicio estaba encargado de monitorear 28 comunidades del municipio de Baja Verapaz, pero a partir de 2014, debido a los problemas que hubo con las ONG que prestaban el servicio de extensión en cobertura, le encargaron a él evaluar todos los casos de desnutrición aguda en las 178 comunidades del Municipio.

“Al final no se logra abarcar todo. Si mucho logro dar una vuelta a todas las comunidades al mes”. A algunas aldeas tarda en llegar dos horas, a otras cuatro, caminos que se hacen más difíciles en la época de lluvia. Por este trabajo le pagan Q3,000 al mes. Él debe poner la gasolina, la motocicleta es de su propiedad y debe rellenar las “epifichas”, un sistema en línea, en cibercafés porque no tiene acceso propio a internet.

Cuando el seguimiento a estos casos no es suficiente y uno de estos niños muere, el nuevo protocolo establece el envío del caso a tres mesas de análisis para corroborar que, como dictamina el acta de defunción, falleció por desnutrición aguda. La primera mesa es a nivel local, conformada por técnicos del hospital; hay dos mesas más a nivel central, una integrada por personal del Ministerio de Salud, y una mesa final interinstitucional, donde se reúnen técnicos de este ministerio y de SESAN; y a la que acuden, en ocasiones, delegados de RENAP y del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta última mesa es la llamada Comisión Presidencial Institucional Técnica de Análisis de la Morbilidad y Mortalidad por Desnutrición en menores de cinco años de edad. En las tres mesas, los técnicos llevan a cabo el mismo análisis: decidir si la muerte, tal como establece el acta de defunción, fue causada por desnutrición. Cada una supone una nueva evaluación de cada caso en base a los mismos documentos, un nuevo filtro, sobre los mismos datos.

Los técnicos evalúan los casos en base a la catalogación internacional de enfermedades (CIE-10), y se rigen, además, por ciertos criterios de exclusión. Estos criterios parten de la base de que el niño fallecido tenía condicionantes físicos que pudieron llevarle a la desnutrición aunque tuviera acceso a alimentos en su casa. 

Los criterios de exclusión son los siguientes: cuando el niño fallecido tiene menos de 29 días, cuando tiene anomalías congénitas (como síndrome de Down, o defectos en el tubo neural); cuando el niño tenía menos de seis meses y antecedentes de bajo peso al nacer (<2,500 gramos o <5 libras 8 onzas); cuando presentaba algún síndrome dismorfogenético o alguna enfermedad crónica (como enfermedades hematoncológicas, VIH, insuficiencia renal, hematopatías, cáncer y otras).

Considerando estos criterios de exclusión, se solicitó al médico Dorian Ramírez, director del Centro de Investigaciones de las Ciencias de la Salud (CICS) de la Universidad San Carlos (USAC), realizar una nueva revisión a la base de datos de RENAP. Ramírez descartó un total de 67 casos y dejó en duda ocho de los 404 registros hallados. Además, para poder realizar un cálculo certero, y ante la imposibilidad de encontrar el peso y talla de estos niños, fueron descartados, por extensión, todos (todos) los menores de seis meses: 106 —pues algunos podrían haber padecido baja talla al nacer y no estar registrados—.

En total, y con el tamiz de Ramírez, sigue habiendo 227 niños fallecidos por desnutrición aguda en 2013; 111 más que los reportados por el Gobierno.

Por qué difieren las cifras del Gobierno

Para entender la discrepancia en los datos, y el mecanismo por el que se rigen las mesas técnicas, fueron entrevistados Ricardo Mena, director del Centro Nacional de Epidemiología, y Manuel Sagastume, coordinador nacional de Vigilancia Epidemiológica de Desnutrición Aguda del Ministerio de Salud, quien preside la mesa técnica de evaluación a nivel central. Ambos son médicos epidemiólogos.

“No todos los certificados de defunción son llenados por personal calificado", explica el director del Sistema Nacional de Epidemiología. "A una persona le puede parecer que un niño murió por desnutrición, pero cuando haces la investigación te das cuenta de que la desnutrición era parte de lo que tenía, pero no fue el detonante o condicionante del evento muerte”. Mena agrega que antes los datos se tomaban en frío y pasaban a las estadísticas del INE sin haberlos investigado. “Entonces hicimos la mesa, SESAN trae sus datos, nosotros exponemos nuestros datos y agarramos caso por caso hasta que todos coinciden”, añade. Ambos médicos explican que muchas veces las discusiones entre los doctores para decidir si un caso fue o no fue por desnutrición son acaloradas. El doctor Mena explica que se rigen por criterios técnicos ya que la medicina no es una ciencia exacta y cada uno expone su punto de vista. Finalmente, se toma una decisión por consenso.

Sin embargo, según explica Reinaldo Ramírez, jefe de capacitación técnica del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), si la desnutrición aparece como una de las causas de muerte en el acta de defunción “es una causa importante”. Técnicamente, agrega, la falta de nutrientes en el organismo debería ir incluida como causa básica y no como la causa directa de la muerte, pero estos certificados muchas veces no están rellenados por personal capacitado. “A veces quien rellena el acta de defunción lo ve desnutrido, pero no sabe qué tenía, si era una neumonía, una diarrea o una meningitis. Cuando una persona está desnutrida no puede combatir otras enfermedades”, explica este doctor del Inacif. 

Esta opinión es la misma que da el director de investigación de la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), Dorian Ramírez: “Antes se hablaba de la unicausalidad, se pensaba que había una causa y que directamente producía un efecto. Esta etapa está superada completamente. Actualmente estamos en un periodo de explicación de la causalidad como diversas cadenas. Más bien les llaman redes causales”. La desnutrición, en este caso, tendría varias causas y varios efectos. “Cada elemento es una parte de la red. Tiene algo que lo provocó, pero provoca otras cosas también”, explica Ramírez. El peligro de no considerar todas las muertes causadas por la desnutrición, a su juicio, es que el subrregistro se mantenga, “no conozcamos el problema real y no podamos buscarle una solución, porque creemos que el problema es más pequeño de lo que es”.

Los criterios de exclusión: “Son niñitos especiales”

En cuanto a los criterios de exclusión, por qué sacar del registro oficial de muertes por desnutrición infantil a un niño con síndrome de Down o a un menor de seis meses con bajo peso al nacer, el coordinador nacional de Vigilancia Epidemiológica de Desnutrición Aguda del Ministerio de Salud, Ricardo Sagastume, dice que estos criterios se basan en condicionantes que hacen que los niños puedan llegar a desnutrirse pero “no es por acceso o disponibilidad de alimentos”. “Un niño con síndrome de Down ya de por sí tiene un problema para la asimilación de los alimentos, no van a crecer igual, son niños especiales que necesitan un manejo especial y una evaluación especial”.

—¿Por qué también excluyen a un niño de menos de seis meses con bajo peso al nacer? (La base de datos de RENAP arroja que 106 de las 404 muertes por desnutrición eran de niños menores de seis meses).

—Son niñitos especiales, de acuerdo a su fisiología. A los seis meses ya debieron haber recuperado su peso y ya pueden ser evaluados igual que los demás niños. Pero si ocurre un problema de desnutrición antes, es porque su condición de bajo peso al nacer lo predispuso —explica Sagastume. 

La médica Aída Ramos, con una maestría en nutrición, también parte de la Facultad de Ciencias de la Salud de la USAC, señala que existen muchos factores maternos que pueden ocasionar bajo peso al nacer, como diabetes, hipertensión, asma, edad materna y otras como la edad gestacional (fetos menores de 38 semanas de gestación), además de la desnutrición materna.

Pero, agrega Ramos, “si un recién nacido muere durante los primeros 28 días y nació con bajo peso, puede que su muerte se deba a factores asociados a su bajo peso al nacer. Pero, por ejemplo, si un bebé de cinco meses y dos semanas, quien nació con bajo peso, cuya mamá murió al nacer y ha sido alimentado con "atolitos ralos y agüitas", se enferma, baja más de peso, se vuelve a enfermar e inevitablemente muere... su muerte no se debe al bajo peso al nacer, aunque lo haya tenido, sino a la pobreza, a la falta de acceso a los servicios de salud y a la desnutrición”.

Los criterios políticos 

—¿Y María Magdalena?

A ambos médicos del Sistema Nacional de Epidemiología se les pregunta por la muerte de María Magdalena Tiul Ac que, en base al acta de defunción, falleció de desnutrición aguda y no se encuentra incluida dentro de ninguno de los criterios de exclusión, pero también fue desestimada por la mesa técnica interinstitucional.

Sagastume indica que la niña salió del hospital recuperada —de acuerdo con la información proporcionada más tarde por el Hospital General de Cobán y expuesta más arriba, la niña salió del hospital con desnutrición aguda moderada—.

—Si una niña entra al hospital con desnutrición aguda y un mes después de salir se muere en su casa, ¿no se debe de considerar la desnutrición aguda como causa? —se cuestiona.

—En la comisión tenemos que ser muy objetivos. Y la objetividad se basa en la verificación de las fuentes de información. Nosotros tenemos el reporte del hospital y la niña egresó. El hospital no la va a sacar si no está en condiciones de sacarla —responde Ricardo Mena.

—Si no hay datos, no podemos confirmar esta muerte. En todo caso, lo correcto sería dejarla pendiente, pero sería dejarla pendiente para siempre. Nosotros necesitamos evidencias. El protocolo es así. El comité o mesa técnica organizada para tal efecto envía a nivel local las caracterizaciones y el diagnóstico. A nivel central las recibimos, cada jueves, la mesa se reúne y la información que nos ha venido la analizamos, la revisamos —agrega Manuel Sagastume.

Pero si no había datos, era porque la ONG delegada por el Ministerio de Salud para recogerlos estaba en huelga.o fueron recopilados debido a la huelga.

***

En la sede de SESAN, su titular, Luis Enrique Monterroso, se hace acompañar por los tres representantes de esta Secretaría en la mesa técnica interinstitucional. “Nosotros estamos haciendo ciencia, cosas que no se habían hecho”, afirma el titular de la SESAN, que cuando era el coordinador de la Unidad de Derecho a la Información de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) criticó en más de una ocasión la existencia de subrregistros de muertes por desnutrición durante el gobierno de Álvaro Colom.

Los técnicos son cuestionados por los criterios de exclusión.

—Nosotros no excluimos. No es la SESAN, no es el Ministerio de Salud Pública que están excluyendo. Hay métodos establecidos. Lo que pasa es que antes no había esta mesa. Lo que estamos haciendo es poner orden y control a la situación —afirma Luis Enrique Monterroso.

—Y con evidencias —agrega Aracelly Seijas de la Cruz, enfermera clínica y asistente técnico de la Dirección de fortalecimiento institucional de SESAN, parte de la mesa técnica.

—¿Y María Magdalena? —se les cuestiona, nuevamente, por el caso de la niña de Purulhá.

—Vimos el caso, lo que sucedió es que no contábamos con datos antropométricos. Hubo un silencio por cinco semanas en las que no tuvimos información sobre ese caso —responde Maybely Hernández Duarte, nutricionista y asistente técnico de SESAN.

Son preguntados por el hecho de que en la primera mesa de evaluación, en base a la investigación realizada en la casa de la niña, los expertos concluyeron que sí había muerto por desnutrición. Se agrega que la madre dijo que la niña había dejado de comer y, según el reporte médico, había salido del hospital con desnutrición aguda moderada.

—¿Y por qué dejó de comer? No dejó de comer porque no tuvieran alimentos, sino que dejó de comer por alguna razón de alguna enfermedad que tenía —indica Aracelly Seijas.

—¿Cuál sería la razón, la causa básica por la cual esta niña dejó de comer? —cuestiona Maybely Hernández.

—No estás segura de por qué la niña dejó de comer —zanja Luis Enrique Monterroso.

Según la definición que ofrece SESAN en su página web, la desnutrición aguda “se manifiesta en relación a la talla del individuo, el cual se origina por una situación reciente de falta de alimentos o una enfermedad que haya producido una pérdida rápida de peso”.  

María Magdalena acudió al hospital con desnutrición aguda y salió del centro hospitalario con desnutrición aguda. Falleció un mes más tarde, según su acta de defunción por desnutrición aguda y según la mesa de médicos que realizó una investigación en su casa murió por desnutrición aguda. Su caso fue descartado por una mesa de médicos en la capital que ni había visitado su casa ni conocía las condiciones de su hogar, sólo porque faltaban sus registros de peso y talla del mes anterior.

Las 51 muertes escondidas debajo de la mesa

Pero, en este punto, el Gobierno no podría realizar comparaciones con respecto a los años anteriores si está utilizando un nuevo sistema para evaluar las muertes, ni vanagloriarse de sus avances si utiliza métodos de exclusión diferentes para registrar estas muertes. Sin embargo, incluso con el nuevo sistema de medición y en base a información del Ministerio de Salud que nunca se hizo pública, las muertes de 2013 superaron a las de 2012.

En un power point del Ministerio de Salud presentado el 14 de diciembre de 2013 a la mesa técnica interinstitucional, que apareció publicado en la página web de SESAN, junto a una minuta de esta sesión, figura que para la segunda semana de diciembre de 2013 (semana 50) ya habían sido investigadas 355 muertes por desnutrición aguda. De éstas, 167 ya habían sido confirmadas: 116 ya ingresadas en el sistema, y aún había 51 confirmadas y pendientes de ingresar. Además, se indica que 81 muertes seguían pendientes de investigación, por lo que sumarían un total de 248 posibles casos de muertes por desnutrición. 107 fueron descartadas. 

RESUMEN DEL ANALISIS DE LA MORTALIDAD POR DESNUTRICIÓN AGUDA EN NIÑOS MENORES DE 5 AÑOS SEMANA 50

RESUMEN SEMANA 49 SEMANA 50
CONFIRMADO INGRESADOS SIGSA 2 106 116
PENDIENTES DE INGRESAR 38 51
TOTAL CONFIRMADOS 144 167
INVESTIGACIÓN 119 81
TOTAL 263 248
DESCARTADO 76 107

El dato 167 muertes confirmadas —sin contar con las 81 pendientes de investigación— suponía un incremento de los decesos con respecto a 2012 (142 muertes) y los esfuerzos del Pacto Hambre Cero lucían desmejorados. Sin embargo, había un número que suponía un descenso a la mitad de las muertes reportadas en el último año del Gobierno anterior: las muertes ya ingresadas en el sistema: 116 —sin contar las confirmadas, pero no ingresadas—. Esta cifra fue la que se utilizó para la elaboración del Segundo Informe de Gobierno y fue la cifra que anunciaron tanto del presidente Otto Pérez Molina, como del secretario de Seguridad Alimentaria.

Se le preguntó a Ricardo Sagastume, el coordinador de desnutrición aguda a nivel nacional del Sistema Nacional de Epidemiología, presidente de la mesa técnica, por las 167 muertes por desnutrición confirmadas según un informe del Ministerio de Salud para la mesa, que supone 51 más de 116 cifras oficiales. “Buena pregunta", respondió. "Yo no se la voy a poder contestar. Tendrá que avocarse a las autoridades superiores”.

La respuesta de la autoridad superior la ofreció Luis Enrique Monterroso: “Veo incorrecto estar hablando sobre si fue un número u otro de muertes. La verdad es: murió más de uno. Después de uno tenemos que profundizar en por qué murió. Sí, han disminuido, eso es definitivo. Es un logro social y no sólo atribuible al Gobierno. ¿Que nosotros estamos regateando? El tema es murió más de uno”, responde el jefe de la SESAN.

Cuestionado por la credibilidad de las estadísticas oficiales reportadas, Monterroso explica que para elaborar el informe presidencial se utilizó el reporte de la semana 50 —aunque en ese reporte ya figuraban 167 muertes confirmadas—. “Si nosotros sacamos ahora un dato diferente, muchos diputados nos estarían machacando, ¿que hubo más de uno?, ¿si son 51 más o 51 menos? Se me hace incómodo estar regateado niños que murieron”.

Un técnico del Ministerio de Salud, que trabaja en el tema de desnutrición aguda, pero que no quiso que se le identificara por miedo a perder su trabajo, respondió así a la misma pregunta: “Uno analiza la información, llega a conclusiones y se la presenta a la autoridad; y quien decide a fin de cuentas es la autoridad, no es uno. Uno hace sus recomendaciones”.

—Entonces su conclusión —se le cuestionó— es que sí había 167 confirmados y 81 todavía en investigación. Pero sólo se dieron como oficiales las 116 muertes ingresadas a la semana 50 en SIGSA.

—Esa podría ser una interpretación. Me hace esas preguntas y me pone en una situación comprometedora. En su momento yo dejé externada mi opinión sobre qué debía hacerse. Pero yo soy un empleado menor. Uno, como técnico, está sujeto a la decisión política.

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