Y el Ejecutivo decidió que el mejor lugar para realizarlo era el sitio arqueológico, ojer tinamit (ciudad antigua) y sitio sagrado kaqchikel Iximche’, en el municipio de Tecpán Guatemala (por cierto, se llama Tecpán Guatemala, y no solo Tecpán). La inauguración en dicho lugar solo es un evento más en la larga lista de sucesos en los cuales el Estado nacional guatemalteco ha buscado apropiarse del pasado de los pueblos indígenas distorsionándolo a su conveniencia.
Antes he mencionado el incisivo trabajo de Arturo Taracena, publicado en Estudios de Cultura Maya, en el cual él desglosa los fundamentos del nacionalismo liberal guatemalteco de finales del siglo XIX y la necesidad de este de aferrarse al pasado de los pueblos indígenas, particularmente mayas, para construir su identidad nacional-estatal. Pero sobre Iximche’ es valioso el trabajo de mi colega y amigo Rafael Castillo Taracena en el cual se muestra cómo Iximche’ ha sido uno de los puntales del nacionalismo liberal y cómo se ha buscado siempre enlazar dicho lugar con la consabida guatemalidad que se pretende imponerle (no hay un mejor verbo para explicarlo) a toda la población de Guatemala. En la década de 1920 —igual que ahora— se utilizó el lugar para representar la herencia indígena y la guatemalidad, que significaban que los ladinos se «travestían étnicamente» (la definición la da el mismo Arturo Taracena en su trabajo sobre los cultos a la virgen de Guadalupe en Guatemala) para representar supuestas y bucólicas poblaciones mayas del pasado. Racista entonces y racista ahora.
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Iximche’ es clave en la historia de lo que hoy es Guatemala, sobre todo para los pueblos mayas. Fue fundada y construida en la segunda mitad del siglo XV, menos de un siglo antes de la invasión europea, y fue la última y definitiva capital del winäq (Estado —sí, resaltado en cursiva—) kaqchikel. En realidad, fue uno de los dos winäq de este grupo etnolingüístico, mientras que el otro fue el chajoma’/aqajal del área norte y oriente de los actuales departamentos de Sacatepéquez y Chimaltenango. Los kaqchikel de Iximche’ eran el Estado más poderoso hacia 1520, incluso más que el k’iche’ de Q’umarkaj. Pero su papel dentro del nacionalismo guatemalteco está anclado en lo que sucedió entre 1524 y 1540, es decir, durante la lab’äl o guerra de los kaqchikel (y sus aliados) contra los españoles (y sus aliados): Iximche’ fue el lugar donde se fundó —nominalmente, ya que nunca se construyó nada español allí— Santiago de Guatemala, la capital colonial. También fue el lugar donde estalló la guerra del altiplano que hizo temblar la empresa colonial española en la región. El bucólico e irreal encuentro de culturas que pregona el nacionalismo guatemalteco —y muchos otros nacionalismos latinoamericanos— no surgió tanto en la batalla del Pinal/Xekik’el entre Tekum y Alvarado como en la fundación de la capital colonial por medio de un acta en las afueras de Iximche’.
Dicha ciudad fue quemada por los españoles hacia 1526, mientras se hallaba deshabitada porque la población estaba parapetada en las montañas («bajo los árboles». como menciona la crónica Xajil). Se quemó años antes de la invasión europea, un hecho que los escribanos de la crónica no detallan, pero que —bajo el sistema calendárico y ritual kaqchikel— se enlazó con la de 1526 a través de idéntica fecha: 4 Kamey. Y es que Iximche’ no es solo una ciudad arqueológica que ya amerita nuevos estudios, sino también un ojer tinamit, una ciudad antigua, de los antepasados donde se les recuerda y se les alimenta. No por nada la Declaración de Iximche’ de 1980 fue allí. No es un lugar para recordar el infame legado fundacional (del nacionalismo, quiérase o no) de Alvarado, sino para recordar el pasado-presente de los pueblos mayas y sus futuros aún pendientes de concretar. A pesar de seguir siendo el sitio donde Gobierno, élites y aliados recrean el derecho de conquista del siglo XVI, que parece tan actual, Iximche’ también seguirá siendo el sitio sagrado, el recordatorio sagrado, de que muchos futuros diferentes, más dignos para todos, pueden ser posibles. Futuros donde eventos racistas como el de hace unos días ya no existirán.
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